Columna: El trago y los ocañeros

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U O, M

PERIÒDICO DE AYER

8 de noviembre de 2022 DE PERIO NAL DI O S GI

Ocaña; la tierra del trago que amaña.

Un pedacito de limón antes de

cada trago y una sopita caliente después del guayabo, son dos ademanes característicos que no faltan en cualquier fiesta o tipo de celebración en la querida Ocaña, tal vez sea por la apropiación cultural que representa tenuemente al ‘bolegancho’. El ‘bolegancho’ y el ocañero están congeniados; sus idiosincrasias son estrechamente similares. Por una parte se debe a la agridulce forma de ser, a las vinosas nubes que arrullan las montañas ocañeras y a las cristalinas aguas que recorren por el río Algodonal. Mientras que, por otra parte, comparten semejanzas por su aromas; el ocañero aromatiza a la zona del Catatumbo con sus aromas resilientes y engalanadores que pregonan por todos los rincones a esta región conflictiva del país un espacio de pasividad, al igual que el ‘bolegancho’ en la vida festiva de los ocañeros. Cuando en una fiesta llega el conjurado ‘bole’ se dibujan risas en las expresiones de los presentes, empiezan las miradas ansiosas a bailotear. Cada persona dentro de sí misma sabe que llegó el invitado que nadie invita, pero que es necesario para que la fiesta realmente inicie y se convierta en un rato agradable. Son diversas las bebidas alcohólicas, distintos los estratos sociales, niveles educativos, roles dentro de la comunidad, pero existe un ítem cultural que arropa con igualdad a todas estas singularidades: ‘el bolegancho’. Un recurso cultural que no conoce de diferencias religiosas, políticas, sociales. Porque todas pasamos por circunstancias “parecidas” que acompañadas de un trago no son tan desamparadas o afligidas, un trago no abandona a nadie.

Aunque sea época de navidad donde las calles se tiñen de rojo, blanco y verde, aunque sea carnaval donde son las personas las que se tiñen de tonos coloridos, aunque sean tiempos de fe el ‘bole’ estará presente. El rico, el pobre, el más pobre de los pobres, el que viejo canoso, aquel campesino que bajó de las montañas, aquel comerciantes olvidado, todos pueden darse el placer de saborear la acidez de un trago del ‘bole’. Hay personas que, en su ignorancia, creen que el alcohol es el principal condimento de riñas, crímenes y accidentes que atrofian la cultura. Sinceramente considero que el alcohol solo es un estimulante que le da paso a esa morbosidad, perversidad y ego que ha estado oculto en algunas personas. Sin embargo, esta argucia debe revelarse y se debe empezar a asumir los actos y consecuencias de los mismo de forma personal, sincera. Tomando y respetando, este debe ser el lema a respetar que impere en las fiestas y en toda celebración, porque el respeto es indispensable .x

FRANCISCO VELANDIA 311838 Desde el punto de vista cultural reconozco que el trago es un adorno sutil en cualquier cultura, del mismo modo, pasa de transformarse de una simple bebida a un representante más merecedor de reconocimiento porque este acompañante a parte de barato, no pone querellas, como sí lo hace la gente parlanchina. . Ojalá esto lo aprendan la gentuza, porque critican al alcohol por estar metido en los problemas, pero no cuestionan los chimes que gracias a ellos se pasean por doquier. ¡Bendita gente! Pasaran los años, las generaciones, ideas y festividades, sin embargo, el ‘bole’ se mantendrá latente en la cultura festiva de los ocañeros que les apasiona las fiestas y el folclor, que llevan arraigado dentro de sus más entrañables fibras de su alma, la música y el trago como parte del goce de sus vidas. También entre las gélidas motañanas del Catatumbo habita un ser que se caracteriza por su hermosura y perseverancias y son: las mujeres ocañeras que sin dudas que adornan a las esquinas del Norte de Santander, pero, existe algo que se aproxima de forma juguetona a ellas, y este trago, porque no hay placer más gratificante que acariciar un muslo con la mano de derecha y con la izquierda darse un trago. Solo aquel que ha vivido esa sensación, sabe lo produndo que se siente tal hecho. Para últimar, qué viva el trago y que no se le niega a nadie, ni al sediente, ni al que tiene su amor en la desesperanza. Como dijo aquel cantante, ron para todo el mundo.


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