


ÍNDICE
Editorial
Dictadura en la UC:
Conversaciones con Luis Norambuena
Colectivo de Memoria y DD.HH UC
Placas Memoriales
¿Y el honor?
Escuela de Memoria
La UC nos quitó la Dictadura con Archivo Historico FEUC
Editorial
Dictadura en la UC:
Conversaciones con Luis Norambuena
Colectivo de Memoria y DD.HH UC
Placas Memoriales
¿Y el honor?
Escuela de Memoria
La UC nos quitó la Dictadura con Archivo Historico FEUC
Editores Generales:
Colaboradores:
Trinidad Ortega Villagrán
Manuel Stevens de la Maza
Equipo FEUC
Colectivo de Memoria y DD.HH UC
Archivo Histórico FEUC
Luis Norambuena Norambuena
Diseño:
Fotografías:
Joaquín Torres Quintanilla
Archivo Histórico UC
El mostrador
Archivo Fortín Mapocho
A 51 años del Golpe de Estado que nos arrebató la democracia por diecisiete años, presentamos a los estudiantes, trabajadores, académicos y todos quienes forman parte de la comunidad UC una nueva edición de la revista Mosaico dedicada al ejercicio de la Memoria.
La ex-presidenta Michelle Bachelet, en el acto de inauguración del Museo de la Memoria hace ya más de una década, acertadamente aseveraba que los espacios de memoria son lugares y momentos donde la sociedad se ve enfrentada a su propia historia, y donde a partir del doloroso recuerdo de un periodo difícil, tratamos de reforzar los cimientos de la vida en libertad.
La historia de la Universidad Católica no está por motivo alguno exenta de este dolor.
Pesa sobre nuestra comunidad la pérdida de 31 miembros a manos de la Dictadura cívico-militar, pesa sobre nuestra comunidad el haber sido sustento ideológico del régimen, y pesa sobre nuestra comunidad que hoy Rectoría siga rindiendo honores a un Rector designado por Pinochet que permitió el asesinato y el ejercicio de violencia política sobre estudiantes y profesores. Tal vez, si Rectoría tuviera la valentía de enfrentarse su propia historia, hoy, el ex Rector designado Jorge Swett ya tendría revocado su Doctorado Honoris Causa.
Creemos en la Universidad como un espacio diverso de pluralismo y tolerancia donde puedan convivir y dialogar las distintas culturas, opiniones, creencias e ideologías, sin embargo, no debemos confundir dicha tolerancia con la indiferencia ante el sufrimiento del pasado y el presente, ni con la aceptación de aquello que no tiene cabida en una sociedad donde ser humanos nos hace dignos e iguales.
Es nuestra responsabilidad como comunidad universitaria luchar por la igualdad y la dignidad que son inconcebibles sin un irrestricto respeto a los Derechos Humanos que no distinga lealtades o ideales políticos y que garantice una convivencia libre y pacífica.
Hoy vemos con preocupación no solamente la deuda pendiente de nuestra Universidad para con la Memoria de las víctimas de la Dictadura, sino que los miles de personas que hoy son víctimas de vulneraciones sistemáticas a los Derechos Humanos en distintas partes del mundo tales como Gaza bajo la sangrienta ofensiva de las fuerzas de ocupación Israelí o Venezuela con la tiranía de Nicolás Maduro, entre muchas otras.
Pensamos también en el carácter católico de nuestra institución y como este nos llama a hacer memoria porque la dignidad de los seres humanos es parte fundamental del mensaje de Cristo y porque el legado de transformaciones que la Dictadura buscó erradicar de la Universidad era uno intrínsecamente vinculado a la Doctrina Social de la Iglesia y al mensaje católico respecto al rol que las Universidades propiamente católicas debían tener respecto a la construcción de una sociedad más digna e igualitaria.
Reivindicamos la lucha por justicia, verdad, reparación y no repetición porque tenemos la firme convicción de que es la única forma de construir a futuro una sociedad verdaderamente humana, e invitamos a los lectores a sumarse a la lucha y hacer de la UC una verdadera comunidad con memoria.
Trinidad Ortega Villagrán
Manuel Stevens de la Maza
Editores Generales Mosaico
Dedicado a los 31 miembros de nuestra comunidad detenidos desaparecidos y ejecutados políticos.
Alan Bruce
Juan A. Leiva
Alejandro Ávalos
Alicia Ríos
Ángel Guerrero
Carmen Bueno
Diana Aron
Luis E. González
Enrique López
Enrique Saavedra
Ernesto Ríos
Eugenio Ruiz-Tagle
Fernando Perera
Germán Cortés
Héctor Vergara
Ignacio González
Ismael Chávez
Jaime Ossa
Jenny Barra
Jilberto Urbina
José Jara
José León
Juan Perret
Juan C. Rodríguez
Leopoldo Benítez
María Eltit
Mauricio Carrasco
Omar Venturelli
Patricio Biedma
Samuel Lazo
Víctor Oliva
Y a todas las familias que sufren su ausencia.
Hacia septiembre del año 1973, la sociedad chilena prácticamente en su totalidad experimentaba un episodio de gran tensión política y social. Avanzado el tercer año del gobierno de la Unidad Popular encabezado por el presidente Salvador Allende y la progresiva pero rauda implementación de políticas en contexto de la “Vía Chilena al Socialismo”, tales como la profundización de la Reforma Agraria o la ENU, como también el manejo de la Economía en conjunto con diversos factores a nivel nacional e internacional, llevarían al país a un muy bien documentado momento de algidez, principalmente entre quienes buscaban la transición hacia un modelo de sociedad socialista y quienes se oponían a dichas políticas.
La Universidad Católica no estaba exenta de esa tensión, como nos comenta don Luis Norambuena, Constructor Civil, quien a mediados de los años sesenta cursaba su carrera y participaba activamente como dirigente en el quehacer político universitario desde la Democracia Cristiana Universitaria (DCU), quien vivió de cerca procesos de gran relevancia histórica en nuestra casa de estudios como fue la Toma del 67, y posteriormente como Encargado de las construcciones generadas por la Reforma en el Plan de Desarrollo de la Rectoría del Rector Fernando Castillo Velasco, como también en los inicios de la Dictadura hasta mediados de 1974, época en que la intervención del régimen le significó dos detenciones políticas y finalmente su expulsión.
Tras la fragmentación de la Democracia Cristiana Universitaria, que había liderado la representación estudiantil y ganado en muchas ocasiones las elecciones de Federación desde 1960 hasta 1968, y dada la creciente popularidad del Movimiento Gremial, esta colectividad obtiene su primer triunfo en elecciones FEUC, lo cual significó la pérdida de la hegemonía de las distintas tendencias que habían impulsado la Reforma y que, sin ser necesariamente militantes de movimientos de izquierda como el MIR, el Partido Socialista y otros, sino más bien cercanos a la Democracia Cristiana o el MAPU, eran dentro de todo favorables al proceso de cambios hacia una sociedad más igualitaria y equitativa a nivel nacional y universitario.
Los gremialistas, por el contrario, se consolidan haciendo una férrea oposición al nuevo Rector y a su Plan de Desarrollo aprobado por el Consejo Superior respecto a los cambios que se basaban en los planteamientos de la Reforma Universitaria interior de la Universidad, como también hacia el exterior en contra del Gobierno y sus políticas públicas, incluso de forma sediciosa, instando formal y explícitamente al presidente Allende a renunciar e incitando a las fuerzas armadas a dirigir una nueva institucionalidad para el país.
El día 11 de septiembre, Luis se levantó temprano y se encontró con la noticia de que las Fuerzas Armadas se habían tomado el poder y estaban atacando el Palacio de la Moneda, de lo cual, surgían en el mundo de la política un montón de interrogantes respecto a lo que depararía el porvenir. Se dirigió al Campus Casa Central y se encontró con una Universidad vacía, sin estudiantes y sin profesores, solo con algunos vigilantes.
Don Alfredo Etcheverry, como Rector subrogante, quien estaba a cargo de la Universidad mientras el aún Rector Fernando Castillo Velasco se encontraba en recuperación de una operación, pide a Luis que se clausuren todas las puertas de la Universidad, con la excepción de las del Hospital Clínico y la del Canal TV13, quien les transmite a los vigilantes dichas instrucciones, y que a continuación se vayan a sus casas. Estaba claro que se creía que esto que se estaba viviendo, era una situación transitoria con la esperanza, algo ingenua, que esto no fuese a durar más de un par de meses.
En las semanas venideras, la Dictadura comenzaría a actuar y a invadir todos los espacios del quehacer social donde pudiesen surgir potenciales focos de rebeldía y de amenaza, como las universidades, que por supuesto, fueron objeto de dura represión e intromisión que no solamente alcanzó a las estatales, sino también nuestra Universidad que, aun siendo una institución de la Iglesia Católica, no tardó en ser intervenida.
El día 3 de octubre de 1973, Jorge Swett fue nombrado Rector Delegado por la Junta de Gobierno, aplicándose por su parte medidas como la declaración unilateral de receso del Honorable Consejo Superior, quedando sus funciones concentradas en él mismo, la prohibición de elecciones de todo tipo, y el progresivo cierre de centros de estudios y medios de difusión de la Universidad.
En los años venideros, la Universidad se transformaría en algo completamente distinto, no solo fueron revertidas gran parte de las medidas implementadas en la Reforma de menos de una década atrás, sino que se reestructuró la institucionalidad de la Universidad Católica profundizando el carácter vertical y poco participativo de esta a niveles mucho peores que su estado previo a la toma del 67.
Toda la orgánica de la Universidad se convirtió en funcional a la dictadura, desde la administración hasta la representación estudiantil, que ya no fue más elegida por los estudiantes, sino que fue designada por la Rectoría hasta el año 1984.
Nuestra casa de estudios funcionó en muchos ámbitos como sostén intelectual e ideológico de la Dictadura, particularmente en escuelas como Derecho, donde los académicos afines al régimen contribuyeron de forma directa a la construcción del ordenamiento jurídico impuesto, o en Economía, cuyos académicos contribuyeron al desarrollo del sistema económico instaurado por la fuerza de las armas.
La actividad política era casi inexistente y la persecución era constante. Los Centros de Estudiantes prácticamente no existían y las Federaciones fueron designadas por la Dictadura, todas ellas pertenecientes al Movimiento Gremial que desde un principio se mostró favorable al régimen.
En ese sentido, no existía lugar seguro para estudiantes ni académicos de pensamiento distinto, se produjeron un sinfín de expulsiones y desvinculaciones con motivaciones evidentemente políticas y la persecución era constante no solo a profesores y estudiantes, sino que incluso a miembros del clero. Luis relata que se hizo común en el primer tiempo que cuando te llamaban por teléfono desde la Rectoría y te citaban a dicho recinto, significaba en la mayoría de los casos, que era una inminente detención, te entregaban al SIM por acusaciones falsas, realizadas por los propios estudiantes y profesores afines al régimen. El soplonaje y espionaje en todo nivel, sea docente, administrativo o estudiantil, era algo común. Él mismo cuenta que pasó más de veinte días detenido a fines de Octubre y parte de Noviembre del 73 en condiciones muy precarias la primera vez, y una segunda vez en Marzo del 74 con varios militantes del MAPU donde para algunos de ellos se extendió por más de 6 meses.
En nuestra comunidad universitaria, la Dictadura también tomó 31 víctimas mortales, estudiantes y académicos que fueron desaparecidos y ejecutados políticos, como también fusilados como es el caso del Profesor de Arquitectura Leopoldo Benítez, y respecto de varios de ellos, existen antecedentes de que fueron entregados al régimen, en instituciones como la DINA, por sus compañeros, profesores, y como es el caso de Alejandro Ávalos Davidson, profesor y militante del Partido Comunista, por parte del propio Rector Delegado.
El Colectivo de Memoria y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile se funda en 1992 como respuesta a la necesidad de recordar y honrar a las víctimas de la dictadura militar en Chile. Somos un grupo compuesto principalmente por exalumnos y estudiantes dedicados a promover la memoria histórica y defender los derechos humanos, tanto dentro de la UC como en la sociedad en general. Desde nuestra creación, hemos trabajado incansablemente para mantener viva la memoria de nuestros 31 compañeros detenidos desaparecidos y de todas las personas cuyos derechos fueron vulnerados durante la brutal y sangrienta dictadura cívico-militar en nuestro país. Hemos organizado actividades conmemorativas, escuelas de memoria y diversos eventos afines que buscan educar y sensibilizar sobre la importancia de la memoria y los derechos humanos.
En nuestro compromiso con la justicia y la memoria, hemos llevado a cabo diversos actos significativos, como la publicación del libro Una luz bajo la sombra; una valiosa obra que recopila la historia de nuestros compañeros que sufrieron detenciones, desapariciones o fueron asesinados durante la dictadura.
Otra labor importante que hemos realizado como colectivo dentro de la universidad ha sido la instalación de placas memoriales en distintos territorios de la UC, como en las facultades de Ingeniería, Humanidades, Educación, entre otras. Estos actos reparatorios tienen como fin brindar un reconocimiento institucional a nuestros compañeros o a sus familias y dar a conocer a las y los estudiantes un poco de la historia de sus respectivas facultades. Además, contamos con una placa conmemorativa afuera de la oficina de la FEUC en el campus San Joaquín, que recuerda a los 31 compañeros de la UC y a los compañeros del DUOC. Desde el año 2011 también organizamos la Semana de la Memoria en la UC, un espacio dedicado a la concientización, reflexión y conmemoración que se realiza en la semana previa al 11 de septiembre, donde cada año se realizan actividades en conjunto a la FEUC, la Consejería Superior, Consejerías Territoriales y Centros de estudiantes. Además, actualmente estamos en la sexta edición de la Escuela de Memoria y Derechos Humanos donde, junto a representantes y colectivos diversos, buscamos crear espacios educativos sobre la memoria histórica y los derechos humanos en una universidad que tuvo un papel activo durante la dictadura en Chile.
A 51 años del inicio de la dictadura cívico-militar en Chile, la fragilidad del ejercicio de la memoria se hace más palpable que nunca. En este contexto, la Universidad Católica de Chile tiene un rol crucial no solo como espacio académico, sino también como custodia de la memoria histórica y de los derechos humanos. Sin embargo, hemos observado que, a menudo, la defensa de esta memoria histórica parece incomodar profundamente a la identidad de la universidad.
Desde la creación del colectivo de Memoria y Derechos Humanos UC en 1992, nuestro compromiso con la preservación de la memoria y la justicia ha sido firme.
El trabajo del colectivo, especialmente a partir de 2010, ha sido fundamental para conmemorar y honrar a nuestros compañeros y compañeras que sufrieron la represión durante la dictadura. Trabajamos sin descanso en la instalación de placas memoriales y en la promoción de actividades conmemorativas, demostrando cómo un grupo social puede contribuir a la reflexión crítica y al homenaje, mientras nos enfrenta al desafío de mantener vivo el compromiso con la verdad y el recuerdo.
A lo largo de los años, la UC ha enfrentado una tensión constante entre la necesidad de recordar y la influencia del modelo neoliberal instaurado durante la dictadura, el cual persiste en la actualidad. La universidad no ha sido inmune a la injerencia de intereses que buscan desviar la atención de la crítica al modelo económico y político que aún permea nuestra sociedad. Este desafío se ha traducido en una continua lucha por mantener el enfoque en la verdad y en la justicia, frente a intentos de relativizar o minimizar los crímenes cometidos durante la dictadura.
La participación del colectivo en la instalación de placas memoriales y en la promoción de eventos conmemorativos refleja nuestro compromiso con la verdad y la justicia. Sin embargo, es fundamental plantear preguntas sobre el impacto real de estas acciones en la comunidad estudiantil y académica. Es vital que los estudiantes actuales asuman un rol activo en la preservación de la memoria histórica. La participación en estas actividades no debe verse como una obligación, sino como una oportunidad para aprender y contribuir a un legado que define nuestra identidad como sociedad y futuros profesionales al servicio del país.
Con el tiempo, la fragilidad de la memoria se convierte en un desafío aún mayor, ya que los testigos directos se hacen cada vez menos numerosos. La distancia temporal puede llevar al olvido, la desinformación y la banalización de los hechos. Por eso, el trabajo del colectivo de Memoria y Derechos Humanos UC, y de toda la comunidad universitaria, sigue siendo esencial.
La instalación de placas conmemorativas y la realización de eventos en recuerdo de las víctimas de la represión política en nuestra universidad son un homenaje y un tributo a las familias que aún buscan a sus seres queridos. Mantener viva la memoria de las 31 víctimas detenidas desaparecidas o asesinadas políticas vinculadas a nuestra universidad no es solo un ejercicio de rememoración; es un acto de justicia que nos obliga a enfrentar el pasado con valentía y a reconocer el dolor persistente.
Nuestra tarea no se limita a recordar a las víctimas, sino también a educar y fomentar una cultura de respeto hacia los derechos humanos. En este sentido, la séptima versión de la Escuela de Memoria y Derechos Humanos UC, que cuenta con la participación de más de 50 docentes a lo largo de los años, es un ejemplo del esfuerzo por ejercer el pensamiento crítico tanto del pasado como del presente. La presencia del Colectivo Memoria UC es solo una parte de este esfuerzo; la verdadera prueba radica en la capacidad de cada uno de nosotros para mantener viva la memoria y extraer lecciones del pasado.
La participación activa de nosotros –los estudiantes– en estos esfuerzos es crucial para garantizar que la memoria histórica no se diluya con el tiempo. Los jóvenes de hoy tenemos la responsabilidad de tomar el relevo en la lucha por la justicia y los derechos humanos. Es imperativo entender la importancia de recordar, no solo para honrar a las víctimas, sino para asegurar que la historia no se repita.
La memoria histórica debe ser un componente central de la educación y de la vida universitaria, no solo en eventos específicos, sino en la cultura diaria de la universidad.
La fragilidad del ejercicio de la memoria en el contexto de los 51 años del golpe de Estado en Chile nos recuerda que el pasado nunca debe ser olvidado ni minimizado. El colectivo de Memoria y Derechos Humanos UC se ha esforzado por mantener viva la memoria de las víctimas y promover los derechos humanos. No obstante, el verdadero éxito de estos esfuerzos dependerá de la participación activa y crítica de las nuevas generaciones. Es fundamental que los estudiantes y jóvenes comprendamos la importancia de nuestro rol en esta misión y nos comprometemos a fortalecer el legado de memoria y justicia que hemos construido. La historia no debe ser una lección del pasado, sino una guía para construir un futuro más justo, digno y con memoria.
Miembro del colectivo de Memoria y Derechos Humanos UC Coordinador general Colectivo 2023 y Coordinador externo 2022
Años atrás, tener placas memoriales que honraran a los miembros de nuestra comunidad que por la Dictadura no están con nosotros era un anhelo que parecía distante, sin embargo, con el paso del tiempo y toda la perseverancia de estudiantes comprometidos con la memoria.
Contamos con placas en Ingeniería, Ciencias Sociales, Teología, Humanidades, Educación, Enfermería Campus Oriente. Hoy en día faltan solo las placas de las Facultades de Medicina y Economía y Administración, y tenemos un compromiso con tenerlas lo más pronto posible.
Nuestra Universidad fue intervenida oficialmente a principios de octubre de 1973, y a través de un decreto ley, fue removido del cargo el Rector Fernando Castillo Velasco y designado en su lugar Jorge Swett Madge, un almirante de la Armada de Chile ajeno al mundo académico y a nuestra comunidad universitaria cuya misión sería mantener a la Universidad Católica bajo el control de la Dictadura.
Así, durante su rectorado reestructuró la Universidad para terminar con distintos avances democratizadores internos y expulsó arbitrariamente a estudiantes y profesores con motivaciones evidentemente políticas. Particular gravedad reviste el testimonio ante la Fiscalía Militar de Carlos Bombal, quien fuera su jefe de gabinete, donde se constata que Swett entregó al profesor Alejando Ávalos a la DINA, facilitándoles la información que resultaría en su desaparición y muerte.
En 1990, mediante el Decreto de Rectoría N°258/89 del Rector Juan de Dios Vial, se aprueba en Honorable Consejo Superior el otorgamiento del grado honorífico de Doctor Honoris Causa a Jorge Swett.
Nosotros nos preguntamos: ¿y el honor?
En más de una ocasión hemos solicitado de forma respetuosa a la Universidad que le revoque el grado, sin embargo, se nos han cerrado las puertas una y otra vez. Nos avergüenza profundamente la intransigencia por parte de nuestras autoridades universitarias que parecen empeñadas en seguir mostrando orgullo y respeto por quien encarna esta dolorosa parte del legado de la Dictadura en nuestra casa de estudios y la intromisión, de quienes por las armas tomaron el poder del Estado, en una institución que es de la Iglesia, no hace sentido defender nuestra autonomía hoy si celebramos la intervención de ayer.
Sabemos que es posible, sabemos que es lo correcto, y haremos escuchar nuestras demandas porque sabemos que...
Junto con el Colectivo de Memoria y DD.HH, la Consejería Superior y la Vocalía de Memoria FEUC, realizamos durante este año una nueva edición de esta escuela, un espacio académico de aprendizaje e interiorización de la significancia de los Derechos Humanos y la importancia del ejercicio de la memoria.
Sesión 1 - Introducción a la Memoria y los DD.HH
Sesión 2 - Gobierno de la Unidad Popular
Sesión 3 - Rol de EE.UU en las Dictaduras Latinoamericanas
Sesión 4 - Trabajadores en Dictadura
Sesión 5 - Memoria Feminista
Sesión 6 - Exilio
Sesión 7 - Ocupación del territorio de Palestina (Junto a OSP UC)
Sesión 8 - Rol de la Iglesia en Dictadura
Sesión 9 - Educación Pública e Infancia
Sesión 10 - Políticas de la Memoria y Justicia transicional
Sesión 11 - Migración
Sesión 12 - Rol de la UC en Dictadura
La intervención de la Dictadura en nuestra Universidad no sólo significó años de persecución política hacia estudiantes y profesores por sus ideas y la completa transformación de nuestra institucionalidad en un organismo funcional al régimen, sino que también significó el truncamiento, que persiste hasta el día de hoy, del sueño de una nueva Universidad, más abierta, diversa, participativa y dinámica que nacía y se consolidaba antes de la irrupción del poder de las armas y el exterminio en nuestras aulas y pasillos. Este era el sueño de la Reforma, una UC pluralista, con democracia interna y abierta al país.
Hacia mediados de los años 60, la Universidad rondaba los 4000 estudiantes, y para opinión de muchos, funcionaba como un colegio, operaba con verticalidad, poca participación, las decisiones eran centralizadas y el conocimiento era singular, era lo que se entendía como una “Universidad Docente”. Para el ingreso se requería ser bautizado, y en algunos casos hasta una recomendación por parte de algún miembro del clero, la figura del Rector como máxima autoridad era absoluta hacia la cual existía una actitud que excedía el debido respeto y bordeaba la adulación.
Existía poca cabida para el debate en contexto académico, en especial en el aspecto social y político, la institucionalidad era profundamente elitista y la Universidad en sí tenía una profunda desconexión con el país, con el pueblo chileno, sus necesidades y los desafíos que enfrentaba, prácticamente la totalidad del estudiantado era de los sectores más acomodados de la sociedad y estaba recibiendo una formación enfocada en las competencias necesarias para cumplir adecuadamente una labor profesional pero que estaba completamente descontextualizada y distaba de estar orientada a tener un rol social.
La Reforma Universitaria como proceso surge en distintos países de Latinoamérica y plantea un concepto distinto de Universidad a través de modificaciones en las políticas a nivel administrativo, político, académico y social que modificaría el paradigma docente de mera transmisión de conocimientos y competencias y buscaría que las universidades se constituyan en auténticos centros de saber al servicio de la sociedad, abiertos al debate y el diálogo entre distintas posturas, gobernadas de manera participativa y no vertical, instituciones de creación y difusión del saber interdisciplinario conectado con las necesidades de las sociedades en las que estaban insertas y con un mayor nivel de autonomía e independencia.
Pese a la radicalidad de los cambios planteados, las ideas reformistas fueron muy populares entre el estudiantado y los académicos de nuestra Universidad y no era un proceso ajeno a la identidad católica que la caracteriza. En nuestro caso particular, la concepción reformista de Universidad se fundaba directamente en la misión eclesiástica y su desarrollo doctrinal, de la mano con congregaciones como los Sagrados Corazones o la Compañía de Jesús e inspirado en las ideas propias del Seminario de Buga, Colombia, donde surgen nuevos planteamientos sobre la misión de las universidades católicas en Latinoamérica. Políticamente, estas ideas eran promovidas principalmente por la Democracia Cristiana Universitaria, quienes teniendo por cerca de ocho años la hegemonía en la FEUC y en la representación estudiantil, proponían que la Universidad se transformara de la mano con el proceso de cambios que vivía el país durante la década del 60. Así, en el año 1967, la FEUC plantea la necesidad de reemplazar al Rector Alfredo Silva Santiago y dar inicio al proceso de reforma, lo cual es plebiscitado y respaldado por más del 80 por ciento de los votantes y un alto quórum de participación.
¿DÓNDE
Ante la negativa de las autoridades universitarias, los dirigentes estudiantiles de distintas facultades, congregados en el Consejo de Federación, decidieron llevar a cabo, por primera vez en la historia, una toma de la Casa Central de la Universidad el día 11 de agosto. La toma no estuvo exenta de resistencia, distintas autoridades plantearon la necesidad imperiosa de desalojar violentamente a los estudiantes, dirigentes estudiantiles de oposición, entre ellos Jaime Guzmán, quien entonces presidía el Centro de Alumnos de Derecho, se enfrentaban directamente a quienes participaban en la toma y distintos medios de comunicación, siendo el caso más emblemático el de El Mercurio, denunciaban la infiltración de comunistas en el movimiento reformista y los desacreditaba públicamente, razón por la cual surge el característico lienzo que proclama “Chileno: El Mercurio miente”.
Tras diez días de toma, acción, reacción y álgidas negociaciones, el 21 de agosto de 1967 esta se depone, se produce la renuncia del Rector Silva Santiago y se logra el principal objetivo de los reformistas, se convoca un Claustro Pleno Triestamental para la elección de un nuevo Rector, y con la elección y ratificación de Fernando Castillo Velasco como Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en diciembre del mismo año, inicia formalmente el proceso de reforma universitaria.
El año 1968 es un año de cambio y plantea el enorme desafío de encontrar la mejor manera de implementar la nueva Universidad conectada con el país abierta y pluralista que se anhelaba construir, para esta ambiciosa meta se fundan centros académicos interdisciplinarios como el CEREN (Centro de Estudios de la Realidad Nacional), se comienza un plan de expansión tanto de la planta docente como de los estudiantes, llegando en menos de diez años casi a triplicar la cantidad de estudiantes, poniendo el foco en que pudiesen acceder personas de distintos sectores socioeconómicos de la sociedad chilena, lo cual antes de la reforma resultaba impensado, y se comenzó a modificar el sistema de gobierno universitario para volverlo más participativo, aumentándose, por ejemplo, la participación estudiantil en todos los órganos colegiados a un 25%, y e incluyéndose en estos también a los trabajadores de la Universidad.
En uno de sus discursos, el Rector Castillo Velasco planteaba
“Queremos que nuestra Universidad sea una verdadera comunidad en que alumnos, profesores investigadores, empleados, autoridades académicas y administrativas, se sientan participando en una tarea común: buscar la verdad respondiendo a los anhelos profundos de la nación y por encima de ésta a la comunidad americana y a todos los hombres. El diálogo efectivo y respetuoso debe caracterizar nuestro quehacer.
Porque toda verdadera comunidad es democrática y por democracia entendemos la participación de todos en la tarea común. Por tanto, el hecho de que no sólo los profesores e investigadores, sino también los alumnos, empleados y obreros, participen, en proporción a su quehacer, en la vida de la Universidad, no significa un menoscabo de la autoridad, por el contrario, ello implica un enriquecimiento del servicio que el dirigente debe a quienes representa. La autoridad ha de responder a los que constituyen la comunidad con un efectivo espíritu de cuerpo, que permita hacer prevalecer el bien de conjunto por encima de intereses particulares, asegurando una consolidación solidaria en la tarea que los une.
Pero no sólo queremos que nuestra Universidad sea democrática por dentro sino también hacia afuera. Debemos combatir todo lo que en nuestra Universidad haga posible una discriminación de alumnos fundada en sus condiciones económicas y sociales. El criterio debe ser vocación y capacidad demostradas.”
De la FEUC a los lectores:
Hoy, a 51 años de la irrupción violenta y sangrienta de las fuerzas de la Dictadura en nuestra casa de estudios, hemos recuperado mucho y hemos vertido gran esfuerzo en conectar a nuestra comunidad con el país para que podamos crear conocimiento y ponerlo al servicio una sociedad más justa e igualitaria, sin embargo, estamos muy lejos de tener la Universidad abierta y participativa que los dirigentes de la reforma con pasión, intelecto y esfuerzo lograron cimentar, y es por eso que debemos luchar, porque es posible, porque es necesario y porque creemos firmemente en que debemos revivir la llama...