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CARTA MES DEL ORGULLO

William Middleton y Alex Antihuen

Se avecina frente a nosotres el mes del orgullo 2023, y con ello surgen una serie de prospectos tanto antiguos como modernos respecto al futuro de la comunidad LGBTIQA+ en la UC.

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Desde años anteriores se vienen arrastrando codo a codo los movimientos sociales que promueven la igualdad de derechos y la integración de las diversidades, instando a la extensión del rango de cosas que merecen un asiento prioritario en las directivas. Vacíos legales, burocracias entorpecidas y los estancamientos en las reformas son parte de las causas que afectan a las diversidades sexo-genéricas en el desarrollo de sus habilidades y la realización de sus deberes como estudiantes; la seguridad de la que disponen para formarse íntegramente como personas, el compromiso de la institución y sus sistemas adyacentes para garantizar una verdadera equidad. Gabriela Mistral (1923) nos insta a cuestionar la academia y la universidad como la conocemos, exigir que se realice una cultura de igualdad en la educación como plantea en su pensamiento pedagógico.

Y es que finalmente nunca hemos buscado ni querido un trato diferenciado, sino más bien todo lo contrario, igualdades de condición. Combatir el descriterio, los prejuicios y pretextos. Consolidar una comunidad UC tolerante y amable con les desprivilegiades, valores cristianos que se vanagloria de poseer.

Las condiciones materiales de la sociedad de consumo han acelerado los cambios que se producen dentro de la cultura, conduciéndonos a un individualismo insustancial, mientras que las instituciones y sistemas han quedado obsoletos frente a su opulencia. Se produce una fragmentación del sentido de comunidad, se pierde la empatía frente a la diferencia.

Somos crítiques con el trayecto y el presente, pero el prospecto de oportunidades nunca deja de existir. Si hay algo que rescatar es la cualidad del cambio, la capacidad humana de adaptarse, flexibilizar y cultivar su diferencia; la variedad de percepciones y sentires que alimentan y nutren nuestro entendimiento del alrededor. Hay un gran potencial en las corrientes y las ideas que crecen en el estudiantado, hay cansancio, pero también hay esperanza con la que enfrentar la segunda mitad del año. La disidencia y la otredad que permean nuestras identidades es un cotidiano recordatorio de lo que hemos aguantado, lo que seguimos resistiendo y lo que queda por lograr. Las trans–diversidades no estamos exentes de quienes son cómplices e indiferentes frente al sufrimiento, la angustia y la soledad propia de encontrarse adyacente a los márgenes normativos, a lo que se entiende por conveniente y sencillo en la identidad de un prójimo.

Hay un poco de todo, más de lo mismo y mucho de nada. La comunidad queer está sujeta a experimentar discriminaciones impersonales y tolerancia a medias al integrarse en las conversaciones, discusiones y debates en las salas de clase, en los patios y comedores, dentro y fuera de la universidad. Miramos ausentes al amparo del cristo en las entradas, dudando de nuestro lugar entre sus brazos.

La política reactiva no nos puede sustentar para siempre, no sabrá acoger la riqueza en la fluidez identitaria y consolidar su valor dentro de los rígidos márgenes que contiene la cis-hetero normatividad, la misma que continúa enmarcando estos días predestinados a la conmemoración y visibilización. El orgullo en la consciencia de enfrentar todes como estudiantes a las realidades que nos debemos por reformar y superar en este camino colectivo, todes.

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