Padre Federico Grote El Apรณstol de los trabajadores
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Padre Federico Grote El Apรณstol de los trabajadores
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Los invito a descubrir al Padre Federico Grote Muchos de nosotros, aunque pertenezcamos a la Federación de Círculos Católicos de Obreros, quizás no tengamos idea de la verdadera dimensión que tiene en la Iglesia Argentina, y en el mundo, la personalidad y la obra del P. Federico Grote. El título que se eligió para esta breve reseña de su vida es elocuente, ya que su figura destacó principalmente por su preocupación por los obreros, por los trabajadores de su tiempo. Es que no podemos desvincular al P. Grote de la época que le tocó vivir y actuar. Si bien en la actualidad tenemos experiencia directa de situaciones difíciles en el orden social, en el siglo XIX y principios del siglo XX, la situación que se vivía en el mundo era más complicada y solicitaba a gritos una respuesta contundente en relación con la calidad de vida y la dignidad de los trabajadores. La Iglesia, que tiene una misión trascendente, no permaneció ajena al llamado de la realidad. S.S. el Papa León XIII, con la carta encíclica Rerum Novarum, hizo presente a la institución eclesial, en la llamada “cuestión social”. Pero era también muy cierto que había que operarla, ponerla en práctica, llevarla a cabo. El arrojo, la visión y el ímpetu apostólico del P. Grote, permitió en nuestro país, que la propuesta de la Iglesia fuera una realidad contundente.
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Así nacieron los Círculos de Obreros, el 2 de febrero de 1892, que incluyeron a todos los trabajadores, creyentes y no creyentes, porque la mirada del fundador era inclusiva. Sabía él que los caminos se tornarían tortuosos. Que su fidelidad a la Iglesia y a su doctrina sería cuestionada. Pero eso no lo distrajo ni lo paralizó. Sabía que tenía que dar una respuesta desde su propio lugar y así lo hizo. Estas breves páginas nos invitan a conocerlo, a descubrirlo, a valorarlo. Nos invitan a saber más de él y también a imitarlo. Amó a Jesús hasta el límite de la renuncia de sí mismo. Se apoyó en su madre del cielo, la Santísima Virgen de Luján, a la que veneró sin descanso llevando a sus queridos obreros todos los años, desde 1893, hasta el pie de su trono, en la basílica donde se venera su imagen. Nos dejó no sólo el vivo recuerdo de su ejemplo, sino su carisma espiritual plasmado en la Federación de Círculos Católicos de Obreros. Y también nos maravilló con su santidad. Hoy la Iglesia nos invita también a recorrerla. Recemos todos juntos para verlo pronto en los altares.
Padre César Sturba
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Los primeros años El padre Federico Grote nació en Münster, capital de Westfalia, Alemania, el 16 de julio de 1853, día de la Virgen del Carmen, y fue bautizado tres días después en la Iglesia de San Mauricio de la misma ciudad. Sus padres fueron José Grote y Elisabeth Herbst y sus hermanos José y Francisca. Su infancia transcurrió en el República Federal de Alemania seno de un hogar profundamente cristiano en el que se leían los Santos Evangelios, la vida de los santos y se rezaba el Rosario. Los días festivos el pequeño Federico solía asistir a misa en compañía de sus padres donde disfrutaba escuchar la narración del Evangelio comentada por el párroco y participaba en el canto de las vísperas. Todos estos oficios religiosos marcaron una honda huella en su espíritu sensible desde su más tierna infancia. De su padre, esmerado propietario y director de una modesta imprenta y de una pequeña librería, heredó el amor por la letra impresa y por los libros, y anticipó en el pequeño Federico el conocimiento de la lectura y la escritura. Durante toda su vida lo acompañaron el olor a tinta fresca y el traque-
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teo de la prensa en marcha, semilla de su futura inclinación a emprender pioneros proyectos periodísticos. Si su padre fue un modelo de trabajo y honradez, su madre fue la imagen de la humildad y la ternura. La temprana muerte del primero hizo nacer en Federico un nuevo sentido: la responsabilidad, y sintió Padre Federico Grote, a los 25 años a partir de entonces que su madre y sus hermanos dependerían en gran parte de él. Su educación secundaria la realizaría en el prestigioso Gymnasium Paulinum, y su adolescencia fue marcada por la influencia de pensadores y hombres de acción como el Obispo von Ketteler, gran defensor de la Iglesia ante las intervenciones del Estado en asuntos eclesiásticos. Catedral de Münster
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La vocación y la formación Por falta de lugar para alojar a las cuantiosas tropas durante la guerra entre Austria y Prusia, las autoridades militares de Münster ordenaron que cada familia hospedara en su casa a un soldado. Los Grote recibieron Gymnasium Paulinum a Enrique Kampf, a quien solía visitar su amigo Antonio Stockhausen que debió abandonar el noviciado redentorista tras ser llamado por el ejército. Las visitas de Antonio a casa de los Grote se hicieron cada vez más frecuentes y la interacción de Grote con Antonio se convirtió en una de las influencias más nutritivas para el futuro sacerdote. Antonio dejó una muy fuerte impresión en el joven Federico al hablarle con entusiasmo de San Alfonso, del venerable Clemente María Hofbauer y de la Congregación Redentorista. Estimulado por las palabras de Stockhausen y gracias a la sólida formación cristiana recibida en su hogar, una vez terminados sus estudios en el Gymnasium Paulinum, Grote ingresa al noviciado de la Provincia de Baja Alemania de la Congregación del Santísimo Redentor, donde recibiría una formación acética clásica redentorista, basada en los escritos de San Alfonso. Tras concluir el noviciado, su convicción era plena: “Resolví poner el corazón y todas las empresas al servicio de Aquel a quien me consagraba en absoluto y para siempre”.
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En 1871 Grote ingresa en la casa de estudios superiores redentoristas en Münster María-Hamilcot. Eran tiempos en que Bismarck, el Canciller de Hierro, arreciaba con su feroz Casa de estudios María Hamilcot campaña anti religiosa. En junio de 1872 recibieron la comunicación en la que el gobierno establecía que la “Compañía de Jesús y las Congregaciones similares” quedaban excluidas del territorio del Imperio. Ante esta situación, a Grote y al resto de sus compañeros redentoristas no les quedó otra salida que partir al exilio.
Obispo von Ketteler
Llegaron a Luxemburgo y allí, el 8 de junio de 1878, Grote fue ordenado sacerdote. El Obispo von Ketteler seguiría siendo su figura más admirada y de él aprendería que el trabajo del sacerdote a favor de las conquistas económicas para los trabajadores era un asunto subsidiario del problema esencial: salvar las almas.
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Nuevos destinos En 1879 la Congregación lo envía a América. Primero al Ecuador y cuatro años después recibe la orden de trasladarse a Argentina. Viaja a Salta a caballo y a lomo de mula, y de allí toma un tren que lo llevaría a Buenos Aires. Esta forma de trasladarse, en la que no faltaron los riesgos ni la aventura, habla a las claras del temperamento del joven Grote, de su espíritu perseverante y su compromiso a prueba de obstáculos.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Desde Salta tomaría un tren con dirección a Buenos Aires para llegar a la casa convento de Las Victorias, un precario espacio que por aquel entonces ya comenzaba a recibir a los misioneros redentoristas y en el que la Congregación proyectaba establecerse para irradiar su obra en los países del Plata. Además, la Comunidad Redentorista había traído de Europa un gran tesoro, una copia de la imagen de la Señora de Nuestro Perpetuo Socorro: “Teníamos necesidad del amor de tan buena madre, y no podíamos colocar a mejor abrigo nuestras esperanzas”.
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Parroquia Las Victorias
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Hotel de Inmigrantes
Hasta mayo de 1885, el joven sacerdote se dedicaría al estudio y a la oración, a la dirección espiritual de la Cofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y a visitar con frecuencia el Hotel de Inmigrantes, donde brindaba asistencia y orientación a los empobrecidos viajeros europeos que venían a nuestro país en procura de un futuro mejor. Allí coincidiría con el padre Víctor Loyódice, primer redentorista establecido en suelo americano, ampliamente reconocido por su humildad Padre Víctor Loyódice y piedad.
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La cuestión social Muy pronto Grote inicia una extensa tarea misionera a todo lo largo y ancho de la provincia de Buenos Aires, donde vio con sus propios ojos la precaria realidad social en el campo, en la ciudad y en los barrios suburbanos. El contraste entre la riqueza del suelo y la pobreza de gran parte de sus pobladores era enorme. Los obreros y trabajadores se encontraban en un estado absoluto de indefensión legal: “Nada de salarios mínimos, ni de limitación de horas de trabajo, ni de descanso dominical, ni de protección a mujeres y menores, ni de responsabilidad por accidentes”. Un sólido compromiso social creció en Grote de la mano de su devoción al Cristo Redentor y a la Virgen. Paralela-
Obreros peregrinos
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mente, en 1891, se divulgó la primera Encíclica Social, Rerum Novarum, del Papa León XIII, llamado el Papa Obrero. Allí la Iglesia asumió como suya una terminología nunca antes utilizada, “proletariado”, “medios de producción”, y formuló una respuesta católica al marxismo, enumerando derechos y obligaciones para Encíclica Rerum Novarum los obreros, los trabajadores y los dueños del capital. El impacto que causó este documento en la sociedad occidental es por todos conocidos, y para Grote se convirtió en el gran faro que iluminaría su camino: “En ella escuché la voz de Dios, y ya nada fue capaz de detenerme”. Grote tuvo muy claro su objetivo desde el principio: “La acción social a favor del obrero, es decir, los esfuerzos para promover con toda clase de medios lícitos el bienestar temporal y moral de los obreros, no era, pues, en mi intención el fin último que me proponía, sino más bien un medio para alejar a los obreros de los antros de perdición, y ponerlos bajo el influjo saludable de la Iglesia”. Su fin último era la salvación de las almas.
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Los Círculos de Obreros Grote funda el primer Círculo de Obreros el 2 de febrero de 1892. En compañía de más de cien hombres se organizó la primera asamblea del primer Círculo de Obreros que se denominaría Círculo Central, con la insustituible colaboración de quien siempre jugaría un rol de enorme importancia dentro de la institución: Antonio Solari, hoy Siervo de Dios, al que Grote tuvo Padre Federico Grote, en la más alta estima, un espíritu cerca de 1892 sencillo y puro cuyos tres únicos amores eran Dios, los pobres y su madre. La creación de los Círculos de Obreros no solo generó automáticas incomprensiones y adversarios en las figuras de los socialistas y anarquistas de la época que luchaban entre sí por atribuirse la causa obrera y reivindicativa, sino también de parte de sectores que Grote pensaba que estaban de su lado y que pronto vieron su amor por los trabajadores como una versión del socialismo, u otros que le aconsejaban que añadiera al título de Círculos el calificativo Antonio Solari de Católicos, a lo que Grote se negó bajo
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el argumento de que había fundado una obra de “Puertas ampliamente abiertas” para que por ellas pasaran una gran cantidad de personas que pudieran ser ganadas para Cristo. “El catolicismo ya lo iríamos creando y apuntalando con la ayuda de Dios y el cultivo espiritual de las almas”. Tres meses después, Grote recibió la orden de partir hacia Salta y Tucumán, y debió despedirse de sus queridos obreros y de los recién fundados Círculos dejando en manos de Santiago O’Farrel y Antonio Solari la conducción. Al término de su misión en el norte del país, volvió a las Victorias con renovadas fuerzas que pronto imprimiría en la construcción y consolidación de su gran obra. Trabajó incansablemente en
Comisión Directiva del primer Círculo de Obreros
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Sede Central. Junín 1068
labores de propaganda, recorriendo parroquias, dando conferencias, publicando artículos, hablando con sacerdotes y con la Curia Arzobispal. El 29 de octubre de 1893, por su gran amor a Dios y a la Santísima Virgen, el padre Grote organizó el que sería uno de los mayores emblemas de su obra: la peregrinación al santuario de la Virgen de Luján. Lo hizo en compañía de 400 peregrinos, junto con la banda de música de la escuela del Círculo Central y numerosas banderas argentinas. Fue tal el éxito de esa pionera peregrinación que desde entonces se realiza año tras año de manera ininterrumpida. “Quería poner la obra bajo la protección de la Virgen, a fin de que Ella misma se encargara de sacarla adelante”.
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El Apóstol de los trabajadores Grote fue un precursor al entender que las grandes masas de trabajadores requerían de nuevas maneras de evangelización. Estaba convencido de que había que tomar contacto con esas personas, acercarlas, servirlas, otorgarles formación y defenderlas, para luego ir a la labor de su promoción personal y social. Existían instituciones de la Iglesia cuya finalidad era el asistencialismo, el socorro y la caridad a los más necesitados. Pero desde un principio el proyecto de Grote se dirigía hacia otros objetivos. No quiso crear para el obrero una institución caritativa sino un amplio espacio que promoviera la defensa de los derechos de los trabajadores por medio de la participación activa de ellos, en el que la formación educativa y cultural y la asistencia médica tuvieran un lugar relevante. Los Círculos pronto se convirtieron en agentes dinámicos en la formación de sindicatos, y sus integrantes elevarían importantes iniciativas y petitorios ante el Congreso de la Nación promoviendo la aprobación de muchas leyes justas como la del Descanso Dominical, la que regula la actividad laboral de trabajadores aprendices menores de edad, la de la protección del salario, ahorro y accidentes de trabajo, la del acceso a viviendas o a jubilación, entre muchas otras. El artículo No.1 de los estatutos de los Círculos de Obreros es muy claro: “Esta asociación se funda en la Capital de la República Argentina, con el fin de defender y promover el bienestar material y espiritual de los trabajadores...”.
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La fe puesta en el porvenir, la esperanza en un futuro mejor para sus queridos trabajadores, hizo que Grote llevara a cabo una obra de enormes magnitudes. Año tras año nacían nuevos Círculos de Obreros a lo largo de todo el territorio nacional. A solo cuatro años de la fundación, los Círculos ya Papa León XIII contaban con 4000 obreros repartidos en 17 filiales. Fuera de los Círculos de la Capital Federal, funcionaban los de Salta, Tucumán, Catamarca, Rosario, Santa Fe, Paraná, La Plata, Saladillo, Quilmes, Luján, Avellaneda y otros. Poco años después ya contaban con 10.000 socios activos en 35 Círculos. El Papa León XIII estaba perfectamente enterado de la próspera marcha de la obra, y recibió al padre Grote en el Vaticano, quien tuvo la oportunidad de exponerle los resultados de sus esfuerzos. El proyecto de Grote fue dejar en manos de los laicos la dirección de los Círculos, y él ocupó la decisiva función de Director Espiritual. Desde entonces la institución permanecería bajo el saludable amparo de la Iglesia pero de su gobierno y administración serían responsables los laicos.
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Otras manifestaciones de su perseverancia Además de esto, Grote aceptó la propuesta del presidente de la Nación, José Evaristo Uriburu, de encargarse del Reformatorio de la Ciudad de Buenos Aires. Su compromiso hacia los niños más humildes y carenciados lo llevó a fijar su domicilio en el mismo reformatorio y redactar un nuevo reglamento. Organizó las clases, montó talleres para la enseñanza profesional y dispuso nuevos métodos de disciplina templados con prudente suavidad.
Redacción diario El Pueblo
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Diario El Pueblo
Su palabra era difundida a través de medios radiales y escritos, destacándose en la creación de diversas revistas de los Círculos de Obreros, y sobresaliendo en la fundación de dos diarios, La Defensa y El Pueblo, este último de gran repercusión en la historia periodística del país. La rápida floración de los Círculos promovió un nuevo proyecto institucional que Grote también presidiría: la Liga Democrática Cristiana, una institución destinada a la formación de corporaciones gremiales y profesionales, que trabajaría por la obtención de una legislación protectora del trabajo y de la clase obrera. Como siempre, su actitud perseverante y sensible a las necesidades de los trabajadores, hizo posible la creación y consolidación de este nuevo proyecto, que comenzó a trabajar muy estrechamente con los Círculos de Obreros.
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Una obra que perdura En 1912, presionado por la curia metropolitana, el padre Grote presenta su indeclinable renuncia a la Dirección Espiritual de los Círculos de Obreros. Tenía 59 años y había dedicado veinte a “promover y defender el bienestar material y espiritual de la clase trabajadora”, de acuerdo con las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia. Alejado de los Círculos, Grote volcó sus energías apostólicas a muchas otras responsabilidades con el mismo fervor y capacidad de trabajo que siempre lo caracterizó. En 1923, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Espinosa, que estaba muy mal de salud, requirió su presencia y le dijo: “¡Cuánto siento haber dado ocasión a su dimisión de Director Espiritual de los Círculos de Obreros! No quería morirme sin expresarle esta pena”. Frecuentaba el diario el Pueblo, en cuya dirección pasaba mañanas y tardes enteras aplaudiendo, criticando o sugiriendo actuaciones y campañas. Siendo un hombre octogenario escribió acerca de la Divina Providencia y la moral sexual. La energía de la juventud le atraía y nunca dejó de visitar los seminarios de Villa Devoto, La Plata y Bella Vista, donde pidió fijar su residencia. Entre los jóvenes el padre Grote se sentía feliz. Después de superar una caída que le produjo lesiones en la cabeza, un síncope y un ataque de apoplejía, el martes 30 de abril de 1940, a los 86 años de edad, el alma del padre
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Padre Federico Grote, cerca de 1940
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Federico Grote voló serenamente de la celda al cielo. Ganó una última batalla, la de la muerte, destellando serenidad como los santos. Los restos mortales del realizador de la obra social católica más vasta que ha conocido la República Argentina reposan en el Panteón Social de la FCCO, del cementerio de la Chacarita. Hoy, 125 años después, el Sanatorio San José, la Asociación Mutual P. Federico Grote, los Ateneos Deportivos de Mataderos y Villa Devoto, la Obra Social Asociación Mutual de los Obreros Católicos, OSAMOC, el Instituto Católico de Estudios Sociales, ICES, el Instituto Superior de Enfermería Artémides Zatti, ISEAZ, y los casi 60 Círculos de Obreros, todas obras de la Federación de Círculos Católicos de Obreros, dan cuenta del alcance y magnitud de la labor social del padre Grote puesta al servicio de los trabajadores. Su obra perdura hasta nuestros días y el ejemplo de su entrega a Dios sigue en nuestro tiempo iluminando el camino y la santidad del Pueblo de Dios.
A fin de darle inicio al proceso de canonización del futuro Siervo de Dios, el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Mario. A. Poli, designa el 8 de junio del 2015 una comisión de peritos en historia para recoger todos y cada uno de los documentos históricos que se relacionen con la vida y obra del Padre Grote. Su amor por los más necesitados, su inquebrantable fe puesta en la defensa y porvenir de los obreros lo convierten en el apóstol de los trabajadores, la figura más descollante del catolicismo social argentino.
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Esta es una publicación de la Federación de Círculos Católicos de Obreros en conmemoración de los 125 años de su fundación. Para gloria de Dios y para favorecer el conocimiento y la imitación de las virtudes del padre Federico Grote.
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La acción social a favor del obrero, es decir, los esfuerzos para promover con toda clase de medios lícitos el bienestar temporal y moral de los obreros no era, pues, en mi intención el fin último que me proponía, sino más bien un medio para alejar a los obreros de los antros de perdición y ponerlos bajo el influjo saludable de la iglesia.
P. Federico Grote