Fairfield University Art Museum | An Gorta Mór (Español)

Page 1


AN GORTA MÓR

Una selección del Museo de la

Gran Hambruna irlandesa

11 de abril – 16 de agosto, 2025

Cat.

Prefacio de la directora

Nos complace enormemente presentar An Gorta Mór: Una selección del Museo de la Gran Hambruna irlandesa, una exposición que nos permite compartir algunas de las obras más importantes de la colección del Museo de la Gran Hambruna de Irlanda en la Galería Walsh del Museo. Esta extraordinaria colección, que anteriormente se encontraba en Hamden, en la Quinnipiac University, investiga la Gran Hambruna irlandesa de 1845-1852 y su impacto a través del arte de varios de los artistas irlandeses e irlandeses-estadounidenses más eminentes de los últimos 170 años.

La exposición, que toma su nombre de la frase gaélica irlandesa para la Gran Hambruna, An Gorta Mór, incluye 38 obras en una variedad de medios, como pintura, escultura, acuarela y pastel. Las obras, que van desde el romanticismo hasta el posmodernismo, de más de 30 artistas, sirven como recordatorio de las muchas formas en que la hambruna afectó a Irlanda, tanto a corto como a largo plazo. En esta exposición se incluyen dos acuarelas de Alfred Downing Fripp, que Karen O’Keefe ha prestado generosamente y que pronto se donarán a la colección del Museo de la Gran Hambruna irlandesa.

El emplazamiento de Hamden del Museo de la Gran Hambruna irlandesa cerró en 2020 como consecuencia de la pandemia de COVID-19, pero poco después, los miembros del consejo de administración de la Quinnipiac University votaron a favor de trasladar la colección histórica a Fairfield bajo el cuidado del Museo de la Gran Hambruna irlandesa de Fairfield, que Quinnipiac ha elegido como futuro guardián de la colección. Está previsto que la nueva versión del museo abra en Fairfield en 2026-27 en el 636 de Old Post Road.

Tenemos el placer de contar con William Abbott, profesor asociado de Historia, como profesor de enlace para esta exposición; le estamos profundamente agradecidas tanto a él como a sus colegas del programa de Estudios Irlandeses por su compromiso con esta exposición. Estamos muy agradecidas por las contribuciones del Dr. Abbott, tanto por el ensayo informativo sobre la Gran Hambruna que aparece a continuación en este catálogo, como por su charla sobre el mismo tema que se impartirá con el fin de ampliar los conocimientos de nuestro público sobre el tema de la exposición.

Quisiéramos expresar nuestro agradecimiento al comisario invitado Ryan Mahoney por su experiencia y compañerismo en la creación de esta exposición en el Museo de la Gran Hambruna irlandesa de Fairfield. Asimismo, estamos muy agradecidas al equipo del Museo de la Gran Hambruna irlandesa de Fairfield, especialmente a John Foley, Loretto Leary, Dorothea Brennan y Kendra Williamson por su entusiasmo y apoyo a esta exposición.

Muchas gracias, una vez más, al excepcional equipo del Museo por su duro trabajo para hacer posible esta exposición y su respectiva agenda de eventos: Michelle DiMarzo, comisaria de Educación y Compromiso Académico; Megan Paqua, registradora del museo; Heather Coleman, asistente del museo; y Elizabeth Vienneau, educadora del museo. Muchas gracias también por todo su apoyo a Erin Craw, Susan Cipollaro

y Dan Vasconez, así como a nuestros compañeros y nuestras compañeras del Quick Center for the Arts, del Media Center, del Center for Arts and Minds y de Design and Print. Por último, nos gustaría dar las gracias a Laura Gasca Jiménez por traducir a español estos materiales.

~ Carey Mack Weber

Directora ejecutiva Frank and Clara Meditz

La Gran Hambruna: Una introducción

La Gran Hambruna de 1845-1852 fue una de las hambrunas más terribles de la historia mundial. Sus causas fueron políticas y sociales, así como puramente biológicas y económicas.

En 1800, debido a las conquistas y a las expropiaciones de tierras por parte de los británicos, aproximadamente el 95 % de las tierras cultivables de Irlanda eran propiedad de protestantes de ascendencia británica. Estos ricos terratenientes protestantes tenían poca conexión cultural con los pobres agricultores arrendatarios irlandeses que les pagaban la renta. A diferencia de Inglaterra, cuyas clases terratenientes habían aumentado enormemente el suministro de alimentos en el siglo XVIII gracias a las innovaciones agrícolas, los irresponsables terratenientes protestantes habían hecho poco por mejorar la agricultura en Irlanda.

En 1845, Irlanda tenía una población de aproximadamente 8,1 millones de habitantes, y casi dos millones de irlandeses dependían casi por completo de la patata como sustento. La patata, nutritiva y fácil de cultivar en una pequeña parcela de tierra, resultaba vulnerable a diversas enfermedades. En 1845-46, un virulento tizón arrasó la cosecha de patatas, dejando a estos dos millones de irlandeses en peligro de inanición. La plaga se repetiría repetidamente durante los cinco años siguientes.

Gran Bretaña era el país más rico del mundo en ese momento, y su gobierno podría haber enviado alimentos suficientes para alimentar a los dos millones de irlandeses hambrientos. Sin embargo, el gobierno británico creía que el libre mercado resolvería el problema: que la escasez de alimentos en Irlanda haría que los precios de los alimentos aumentaran allí, lo que animaría a los agricultores extranjeros a enviar alimentos a Irlanda para obtener mayores beneficios que los que podrían obtener vendiendo los alimentos en su país. Sin embargo, este planteamiento tenía un gran defecto: los dos millones de irlandeses hambrientos no tenían dinero para pagar esas importaciones de alimentos, por lo que los agricultores extranjeros no tenían ningún incentivo para enviar alimentos a Irlanda. Aunque el gobierno británico envió algo de ayuda, fue absolutamente insuficiente. De hecho, la adhesión británica a la economía de libre mercado era tan fuerte que los alimentos se enviaron fuera de Irlanda durante la hambruna: a los terratenientes les resultaba más rentable enviar alimentos al extranjero a personas que realmente podían pagarlos. La visión británica de los católicos irlandeses como gente perezosa, sucia e ignorante también contribuyó a la reticencia británica a enviar ayuda, al igual que una revuelta en 1848 de algunos jóvenes irlandeses idealistas con estudios universitarios, que no estaban hambrientos, pero cuya revuelta convenció a muchos votantes británicos de que los irlandeses solo morderían la mano que los alimentaba.

En consecuencia, aproximadamente un millón de irlandeses murieron de hambre o de enfermedades relacionadas con la hambruna en solo seis años. Otro millón emigró a Gran Bretaña, Canadá o Estados Unidos. Estados Unidos, dominado por la cultura protestante angloamericana, consideraba a estos inmigrantes racial y socialmente inferiores, y los relegaba a los trabajos más bajos y a los guetos más pobres de las ciudades estadounidenses.

El recuerdo de la Gran Hambruna sigue afectando a las relaciones entre británicos e irlandeses. Los irlandeses nunca olvidaron la imagen de los vagones de comida retumbando por las carreteras irlandesas para ser transportados al extranjero, mientras hombres y mujeres hambrientos luchaban en vano por conseguir comida, y los políticos británicos contemplaban complacientes la hambruna como un desarrollo económico beneficioso. Las lecciones de este desastre deberían tenerse en cuenta hoy en día.

Profesor asociado de Historia, Fairfield University

Profesor de enlace con la exposición

Cat.

El arte de la memoria:

La visualización de la Gran Hambruna

Ante la Gran Hambruna (1845-52), los artistas británicos podrían haber silenciado el horror, pero, a decir verdad, fueron los artistas irlandeses los que miraron hacia otro lado. Impotentes, y no sin cierto esnobismo, los artistas irlandeses se trasladaron a Londres, donde a muchos les fue bien, pero apenas reconocieron su identidad irlandesa, y mucho menos la realidad de lo que habían dejado atrás. Es cierto que los efectos físicos y psicológicos de la hambruna desafiaron la formación clásica de los artistas, pero las carreras de los artistas irlandeses no habrían sobrevivido al intento. En Londres, el mercado del arte se centraba en las exposiciones anuales en las que a los mecenas adinerados no se les recordaba lo que se consideraba un tema inaceptable. Los artistas pintaban para un mercado de élite; no es de extrañar que ni los aristócratas ni los terratenientes —las clases adquisitivas— compraran cuadros de cuerpos demacrados, patatas podridas o cadáveres enfermos para exponerlos en sus casas. Entre las notables excepciones se encuentran John Tracy, que permaneció y pintó al campesinado, y Daniel MacDonald, que regresó de Londres en 1847 para pintar el horror en Familia campesina irlandesa que descubre la plaga de su granero (National Folklore Commission) y Niños de la hambruna irlandesa.1

Los artistas irlandeses fueron a Gran Bretaña en busca del patrocinio de la élite, mientras que los artistas británicos fueron a Irlanda en busca de lo primitivo: pozos sagrados, festividades, supersticiones, tareas domésticas, es decir, los modos de vida de los campesinos. Allí encontraron a un pueblo sencillo, no salvaje. La iconografía de la pobreza es escasa y está cargada de consideraciones éticas, entre las que destaca el sesgo del artista. En este sentido, destacan cuatro artistas británicos: Alfred Downing Fripp, Henry Mark Anthony, Frederick Goodall y Francis William Topham, todos ellos fuertemente representados en la colección del Museo del Gran Hambruna irlandesa.

Sus pinturas desafían el consenso. Muchos artistas británicos, al superar sus propios prejuicios (y las expectativas de sus mecenas), produjeron imágenes que simpatizaban con las víctimas del dominio colonial en Irlanda y criticaban (de forma moderada) el régimen. Por lo tanto, sería un error considerar estas pinturas como insignificantes. Además de prestarse al análisis estilístico, ofrecen algunas de las perspectivas más detalladas y empáticas sobre la difícil situación del pueblo irlandés a mediados del siglo XIX, y es interesante observar la evolución de los propios artistas, que pasaron de considerar a los irlandeses como «especímenes» a considerarlos humanos.

Anthony, cuya obra es desgarradoramente melancólica, como en Puesta de sol o vista de la Roca de Cashel desde el pueblo, demostró además su familiaridad con los debates sobre antigüedades, especialmente con la obra de George Petrie, quien lamentaba que entre las ruinas de Irlanda «estemos entre los muertos... obligados, por así decirlo, a conversar con hombres de otros tiempos».2 Fripp, Topham y Goodall pintaron

1 See Niamh O’Sullivan, In the Lion’s Den: Daniel Macdonald, Ireland and Empire (Hamden, CT, 2016).

2 George Petrie, ‘An essay on the round towers of Ireland’, Dublin University Magazine 14, no. 84 (December 1839).

escenas hogareñas, ambientadas en chozas extremadamente pobres hechas de barro y restos de madera, que revelaban niveles de subsistencia desconocidos en otras partes del mundo «civilizado». A pesar de la domesticidad, que no es un tema generalmente admirado, se ganaron la reputación entre importantes críticos. F. G. Stephens describió a Fripp como «un sutil claroscurista, un buen colorista, un poeta de la pintura con un sentido singular y delicado de lo que es pacífico e idílico en la naturaleza y expresable mediante el arte». 3 Aunque su trabajo ahora parece sentimental, constituyen lo que se conserva visualmente de las condiciones que soportó el pueblo irlandés bajo el dominio británico y, como tal, son documentos pictóricos vitales.

La cultura material del campesinado se presta al estudio de las condiciones etnográficas, sociales, políticas y económicas de la época, pero a medida que la hambruna se apoderaba de la zona, la sartén vacía, la cómoda vacía y los fríos hogares hablaban de las terribles condiciones en las que la gente subsistía y fallecía. Por lo tanto, las recientes adquisiciones de dos pinturas de Fripp son conmovedores testimonios de la vida en la cúspide de la hambruna de 1845. En la primera, tenemos un registro fiel de un hogar, y en la segunda, apenas unos meses después de la llegada de la plaga, las consecuencias: ningún hogar. Todo está ahí: una delgada línea entre la pobreza extrema y la muerte inminente.

Ya en 1772, Benjamin Franklin fue testigo del abismo existente en Irlanda:

una pequeña parte de la sociedad está formada por terratenientes, grandes nobles y caballeros, extremadamente opulentos, que viven en la más alta riqueza y magnificencia. La mayor parte de la población son arrendatarios, extremadamente pobres, que viven en la más sórdida miseria, en sucias chozas de barro y paja, y vestidos únicamente con harapos. 4

Isaac Weld relataba:

suelos hundidos en las zanjas; la altura apenas suficiente para que un hombre se mantuviera erguido; [...] unos pocos trozos de césped como única cubierta; y estos extendiéndose solo parcialmente sobre lo que se llama un techo; las personas mayores miserablemente vestidas; los niños casi desnudos. 5

Los excrementos humanos y animales se filtraban en el interior, «convertidos en un pegamento asqueroso por los pies y las pezuñas de los niños, cerdos, aves y ganado semidesnudos».6 Los periódicos británicos atribuyeron esta pobreza a la ignorancia innata de los irlandeses, frente a la generosidad y tolerancia de sus patrones coloniales.

En Familia de Galway preparando comida, la cabaña de una sola habitación en el Claddagh, donde el río Corrib se encuentra con la bahía de Galway, Fripp pone al descubierto la vida de una familia de pescadores. Una

3 F.G. Stephens, ‘The late Alfred Downing Fripp’, Magazine of Art 18 (1895).

4 Quoted in John Bigelow (ed.), The Life of Benjamin Franklin, Written by Himself, vol. 2 [1874] (Cambridge, 2011), 98.

5 Isaac Weld, Statistical Survey of the County of Roscommon (Dublin, 1832), 477.

6 Times, 25 December 1845.

niña se aferra a una escalera que sube al desván, con un niño a sus pies, y el padre, en un taburete de tres patas, acurrucado junto al fuego, donde cuelga de un gancho su frugal sustento: una olla de patatas. La cabaña con suelo de tierra se ventila mediante un agujero en el techo por el que sale el humo y entra la luz. Redes esparcidas, un bajorrelieve de yeso o madera enmarcado artesanalmente de Cristo en la Cruz, una cama toscamente tallada, un boran (un tambor utilizado para aventar y servir patatas): la cruda vida campesina.7 La escritora victoriana Mary Howitt describió las pinturas de Fripp como «poemas tristes» en los que percibía «el alma aplastada y sangrante del pueblo irlandés... una naturaleza valiente y noble, sufriendo sin remedio e inmerecidamente con toda la fuerza de un mártir...». 8 En el segundo cuadro, Mendigos irlandeses, el anciano ciego, la desventurada madre descalza y el niño abandonado se encuentran en un paisaje desolador: el cielo amenazante y la tierra reseca anuncian la llegada del invierno. La única posesión que conservan: un crucifijo.

Las condiciones de vida fueron el caldo de cultivo de hambrunas recurrentes, pero la magnitud de la Gran Hambruna no tuvo punto de comparación. La peor catástrofe demográfica de la Europa del siglo XIX ha de entenderse como un acontecimiento de cien años, no de siete, resultado de la desposesión y el abuso sistemáticos por parte de los terratenientes, por no hablar de la negligencia del gobierno. Su longevidad dio a las autoridades un amplio margen de tiempo para abordar las horrendas condiciones, oportunidades que fueron desaprovechadas. La economía del laissez-faire y la retórica del providencialismo mantuvieron a los campesinos en el lugar que se les había asignado.

En 1790, la población de Irlanda era de aproximadamente 4 millones. Cincuenta años después, había superado los 8 millones. Entre 1841 y 1891, descendió a 4,7 millones. Un millón de personas murieron durante la hambruna y en el período inmediatamente posterior, y 1,25 millones emigraron (el 66 % solo a Estados Unidos), a lo que siguieron hasta 2 millones de emigraciones más hasta finales del siglo XIX. En un período de cincuenta años, desapareció casi la mitad de la población del país. Este sacrificio se consideró un éxito.

Con motivo del 150 º aniversario de la Gran Hambruna a mediados de la década de 1990, John Lahey, presidente de la Universidad de Quinnipiac, declaró la firme intención de construir un museo para conmemorar la tragedia que sigue marcando las vidas de más de 40 millones de irlandeses e irlandesesestadounidenses en la actualidad. En 2012, el museo abrió sus puertas con gran éxito. Es sorprendente que haya hecho falta un siglo y medio para abordar la hambruna, examinar sus causas y consecuencias, y considerar su larga repercusión en Irlanda y en otras partes del mundo.9

7 Mr. & Mrs. S. C. Hall, Ireland: its scenery, character, &c, vol. 1, (London, 1841-43), 83-4.

8 Howitt’s Journal of Literature and Popular Progress, vol. 2 (1847), 10.

9 Research in the visual cultural sphere is more recent, but expanding, see for example, Niamh O’Sullivan, ‘Lines of Sorrow: Representing Ireland’s Great Hunger’, Ireland’s Great Hunger Museum Inaugural Catalogue (Hamden, CT, 2012); Emily Mark-Fitzgerald , Commemorating the Irish Famine: memory and the monument (Liverpool, 2013); Luke Gibbons, Limits of the Visible: Representing the Great Hunger (Hamden, CT, 2014); Catherine Marshall, Monuments, Memorials and Visualizations of the Great Famine in Ireland (Hamden, CT, 2014); Niamh Ann Kelly, Ultimate Witnesses: The Visual Culture of Death, Burial and Mourning in Famine Ireland (Hamden, CT, 2017); Niamh O’Sullivan (ed.), Coming Home: Art and the Great Hunger ( Hamden, CT, 2018).

La historiografía de la Gran Hambruna es ahora vasta, pero antes de la creación del Museo ninguna institución había dado testimonio visual de la catástrofe, sin olvidar que quienes vivieron la devastación lo hicieron primero con sus ojos: vieron cómo se pudrían sus cosechas en el suelo; vieron cómo se exportaba el alimento que cultivaban mientras ellos morían de hambre; vieron cómo sus hogares quedaban arrasados; vieron cómo sus madres, padres e hijos morían de forma atroz; vieron cómo su país se desvanecía mientras huían desposeídos y desolados.

La pérdida de vidas y de lenguas, la erosión de la cultura y las angustias en la memoria postraumática permanecieron en gran medida sin abordarse en las artes visuales hasta la década de 1990. Y, aunque persisten las dificultades de articulación, esta colección sigue esas luchas, antes y después de que Irlanda emergiera como nación independiente. Además, ofrece la oportunidad de poner de relieve la injusticia actual de las hambrunas en todo el mundo.

A pesar de las condiciones adversas para la expresión cultural, la colección es un testimonio contemporáneo de las principales corrientes de la cultura visual en Irlanda en los siglos XIX, XX y XXI. Resulta difícil crear museos temáticos. La tendencia es adquirir arte que ilustre el tema en lugar de arte que merezca su lugar en virtud de su calibre. Pero en esta colección hay algunas imágenes poderosas que cuentan aspectos de la historia, mientras que otras se expresan de manera más reveladora por su ausencia, por así decirlo.

Se habla mucho del silencio que siguió a la Gran Hambruna, pero también se ha escrito mucho, sobre todo por el activista social y humanitario de Connecticut, Elihu Burritt, que visitó Skibbereen, en el condado de Cork: «No encuentro palabras ni ilustraciones lo suficientemente impactantes para describir el espectáculo a un lector estadounidense», se lamentaba, pero lo hizo, y sus relatos son desgarradores. Describió un comedor engullido

espectros de la hambruna, semidesnudos y de pie o sentados en el barro... jóvenes y viejos de ambos sexos luchando para avanzar con sus recipientes oxidados de hojalata y hierro en busca de sopa, algunos de ellos a cuatro patas, como bestias famélicas... Si se les hubiera quitado la piel que les mantenía enteros y se les hubiera cubierto con un velo de fina muselina, no habrían sido más visibles... una apariencia... pocas veces igualada de este lado de la muerte.

Burritt encontró un pequeño cobertizo rodeado de un dique de tumbas, a medio camino del alero. La abertura de esta horrible guarida de la muerte apenas admitía... la entrada de una persona de tamaño común. Y en este sepulcro pestilente bajaban a morir hombres, mujeres y niños vivos; para dormir sobre la paja podrida, los ropajes funerarios desocupados por las víctimas anteriores y supurantes por su fiebre. Aquí yacían tan cerca unos de otros como si estuvieran apiñados uno al lado del otro en el fondo de una tumba.10

10 Elihu Burritt, Four Months in Skibbereen, A Journal of a Visit of Three Days to Skibbereen, and its Neighbourhood. London, 1847; reprinted Southern Star, 4 & 11 October 1869.

Y, de hecho, hay pocos cuadros de la época que coincidan con palabras tan impactantes. Históricamente, la violencia o la angustia en el arte se suavizaban para la sensibilidad de los ricos, distanciadas en el tiempo o encubiertas en la mitología o la alegoría. Los artistas se formaban para pintar de manera clásica, antes de estudiar el modelo real, momento en el que estaban preparados para ver el cuerpo humano de manera idealizada. Enfrentarse a la desfiguración de niños cuyos rostros se arrugaban como los de ancianos y ancianas de setenta años estaba fuera de lugar. En 1848, a este respecto, el Dr. Daniel Donovan publicó sus observaciones: «el rostro y las extremidades se vuelven espantosamente demacrados; los ojos adquieren una mirada de lo más peculiar; la piel exhala un olor peculiar y ofensivo, y está cubierta de una capa de aspecto sucio y pardusco, casi tan indeleble como el barniz». 11 Los rostros «bronceados» de los campesinos que se ven en El punto espinoso de Erskine Nicol no eran, por tanto, prueba de su indolencia, sino de su hambre.

A medida que los supervivientes se dispersaban, el progreso hacia la nación fue lento. Después de la independencia, la lucha por construir la nación tomó prioridad. Los recuerdos de la hambruna se arraigaron más profundamente. En 1945, el aniversario fue apenas reconocido hasta que resurgió en obras como la desgarradora Gorta, de Lilian Davidson, en la que vemos a una familia enterrando a su hijo, un atisbo de dolor aterrador, sin redención religiosa o heroica. Puede que se pintara cien años después de la hambruna, pero, como nos recuerda Davidson, la esperanza no nace de la pérdida. La desnudez del escenario sugiere un Cillín, o terreno no consagrado. Este niño fue excluido del entierro en terreno consagrado. Allí fueron enterrados niños no bautizados, mortinatos e ilegítimos, así como asesinos, enfermos mentales, náufragos, suicidas y personas de religión desconocida. Así pues, en la década de 1840, fueron enterradas muchas víctimas de la hambruna: sería difícil imaginar un lugar más desolador.

La responsabilidad de hacer frente a la Gran Hambruna, de darle sentido, pasó de una generación a la siguiente. La opinión de que la Hambruna no podía repararse hasta que Irlanda llorara a sus muertos y aceptara la presencia del pasado en nuestras vidas actuales es un concepto relativamente reciente. Como lo es la idea de que el arte tiene un papel en ese esfuerzo. Con el 150 º aniversario a mediados de la década de 1990, una serie de monumentos conmemorativos de John Behan, Kieran Tuohy, Glenna Goodacre y otros proporcionaron mapas transnacionales de la memoria, a ambos lados del Atlántico. Además de la conmemoración en bronce, un intento de afrontar la historia superando los límites de la forma visual es evidente en la obra de Alanna O’Kelly y Dorothy Cross, por ejemplo. Si es necesario afrontar el dolor, la ira y la represión, para que podamos reconocer, comprender y dejar ir, puede ser que el arte no figurativo permita que la imagen vaya más allá de la superficie, a lo que hay debajo, revelando verdades más profundas a través de la desfiguración. Hughie O’Donoghue explora el significado de la memoria en su evocadora obra y nos recuerda que, aunque el pasado puede haber terminado, el trabajo de la memoria sigue dejando su larga sombra en el presente.12

11 Dublin Medical Press, 2 February 1848.

12 Angela Bourke, Voices Underfoot: Memory, Forgetting, and Oral Verbal Art (Hamden, CT, 2016).

Entre las obras «de referencia» se encuentran Estadísticas I y Estadísticas II de Rowan Gillespie, que conmemoran el descubrimiento bajo un aparcamiento de Staten Island de unos 650 cadáveres, los restos de inmigrantes que, tras huir de la hambruna, sobrevivieron a los horrores de los «barcos ataúdes», llegaron al Nuevo Mundo y murieron en cuarentena a causa de las enfermedades que llevaban consigo. Sorprendentemente, se les ha identificado por su nombre, edad, fecha y causa de la muerte. La rabia que se siente en El mundo está lleno de asesinatos, de Brian Maguire, se muestra en las partes del cuerpo extendidas, cortas y fragmentadas. La muerte a causa del hambre, en un mundo con exceso de alimentos, es un asesinato, argumenta Maguire. Esta pintura emana violencia; el pigmento es visceral; el gesto es agresivo. Del mismo modo, William Crozier insiste en el poder del arte para expresar puntos de vista políticos, sociales y humanitarios.

Otra línea aborda las causas, las consecuencias y la responsabilidad, lo que da lugar a algunas visualizaciones polémicas sorprendentes. Cualquier defensa propia por parte del campesinado se consideraba un acto delictivo, lo que llevó a describir a los irlandeses como anárquicos, así como borrachos y estúpidos, como a menudo los representaba Nicol, una interpretación que encontró poca resistencia en los salones de Gran Bretaña a mediados del siglo XIX. Por el contrario, la enorme obra Negro ‘47 de Michael Farrell utiliza una luz rasante para proyectar a Charles Trevelyan en el banquillo (donde nunca estuvo), testificado por un jurado de muertos que brotan de la tumba para dar testimonio de su mala gestión de la hambruna en nombre del establishment británico. Como lo vio Trevelyan, secretario adjunto del Tesoro, «el juicio de Dios envió la calamidad para enseñar a los irlandeses una lección, que la calamidad no debe ser demasiado mitigada... El verdadero mal con el que tenemos que lidiar no es el mal físico de la hambruna, sino el mal moral del carácter egoísta, perverso y turbulento de la gente».13

Esta colección es excepcional por varias razones. Se basa en principios interdisciplinarios, inspirados no solo en la historia del arte, por supuesto, sino también en la historia contemporánea, la teoría cultural, la filosofía, la economía política, la literatura y la música, y se sustenta en publicaciones que abren nuevos caminos en la investigación sobre la hambruna.14 La colección opera de arriba abajo y de abajo arriba, lo que da como resultado una mezcla de arte y cultura visual más amplia. La revista satírica The Punch, que se publicaba semanalmente, mostraba actitudes despiadadas hacia Irlanda que endurecieron los corazones de los británicos hacia la vida de los irlandeses. El hambre y el desahucio, la enfermedad y la muerte, la emigración y la resistencia pueden no haberse prestado a un tratamiento artístico, pero sí encontraron una salida pictórica en algunas imágenes notables de la prensa ilustrada de la época (disponibles a través de la base de datos única del Museo).15 Ahora bien, al tratarse de un trauma en gran medida invisible, encontrar expresiones adecuadas tanto de las lagunas como de las interconexiones en la historia, la cultura y la

13 Quoted in Jennifer Hart, ‘Sir Charles Trevelyan at the Treasury’, English Historical Review lxxv, no. 294 (1960): 99.

14 Ireland’s Great Hunger Museum has published 16 Famine Folios, a unique interdisciplinary resource for students, scholars and researchers.

15 See Niamh O’Sullivan, The Tombs of a Departed Race: Illustrations of Ireland’s Great Hunger (Hamden, CT, 2014).

memoria irlandesas y de la diáspora fue, y sigue siendo, un desafío. Al aumentar la colección mediante programas interactivos, se exploran temas importantes relacionados con la pobreza, las expropiaciones, los desplazamientos, la alienación, la violencia, la pérdida del idioma, así como cuestiones de clase, género e identidad. El difícil tema suscita innumerables respuestas (tristeza, culpa, ira e incomodidad) de visitantes a menudo emocionados, que sienten que están conociendo su historia por primera vez.

La pobreza y el hambre, la enfermedad y la muerte son muy difíciles de representar. 16 Ante el «sufrimiento social» masivo, Primo Levi sugiere que es normal que haya una «decantación» de la experiencia por la cual «los acontecimientos históricos adquieren su claroscuro y perspectiva solo unas décadas después de su conclusión».17 Es en este contexto que el arte producido durante los últimos cincuenta años contribuye a nuestra comprensión de los trágicos acontecimientos ocurridos hace ciento ochenta años. Esta colección, por lo tanto, no solo lleva el peso de la historia, sino también la obligación de abordar las injusticias que persisten en nuestro mundo actual.

~ Profesora emérita Niamh O’Sullivan Comisaria fundadora del Museo de la Gran Hambruna irlandesa

16 Gearóid Ó Tuathaigh,’I mBéal an Bháis’: The Great Famine & the Language Shift in nineteenth-century Ireland (Hamden, CT, 2015).

17 Primo Levi (1986), The Drowned and the Saved (New York, 1989).

Lista de obras

A menos que se indique lo contrario, todas las obras son cortesía de la Quinnipiac University y de la exposición del Museo de la Gran Hambruna irlandesa de Fairfield.

1. James Arthur O’Connor (irlandés, 1792-1841)

Escena en Connemara, 1825

Óleo sobre lienzo

12 x 14 pulgadas

2. Escuela irlandesa

La hilandera de Connemara, ca. 1840

Óleo sobre lienzo

25 x 29 ½ pulgadas

3. Francis William Topham (inglés, 1808-1877)

Peregrinos en la cruz de Clonmacnoise, condado de Offaly, ca. 1845

Acuarela sobre papel

11 x 18 ½ pulgadas

4. Alfred Downing Fripp (inglés, 1822-1895)

Familia Galway Preparando comida en una cabaña, s. f.

Acuarela sobre papel

12 ½ x 16 ¼ pulgadas

Préstamo de Karen O’Keefe

5. Alfred Downing Fripp (inglés, 1822-1895)

Mendigos irlandeses, 1845

Acuarela sobre papel

21 ¼ x 27 ¼ pulgadas

Préstamo de Karen O’Keefe

6. Daniel Macdonald (irlandés, 1820-1853)

Niños campesinos irlandeses, 1846

Óleo sobre lienzo

24 x 20 pulgadas

7. Henry Mark Anthony (inglés, 1817-1886)

Puesta de sol o vista de la Roca de Cashel desde el pueblo, ca. 1847

Óleo sobre lienzo

45 x 45 pulgadas

8. Francis William Topham (inglés, 1808-1877)

Alimentando a las gallinas, 1848

Acuarela sobre papel

11 3/8 x 15 ¾ pulgadas

9. Alfred Downing Fripp (inglés, 1822-1895)

Una campensina irlandesa y su hijo, ca. 1848

Óleo sobre lienzo

12 ½ x 9 ¾ pulgadas

10. Francis William Topham (inglés, 1808-1877)

La vigilia, s. f.

Acuarela y grafito sobre papel

15 x 21 pulgadas

11. Erskine Nicol (escocés, 1825-1904)

El punto espinoso, 1853

Óleo sobre lienzo

11 x 14 ½ pulgadas

12. Alexander Williams, RHA (irlandés, 1846-1930)

Cabaña, Achill Island, ca. 1873

Óleo sobre lienzo

24 x 42 pulgadas

13. William Magrath (Estadounidense, 1838-1918)

En la puerta de la cabaña, 1875

Acuarela sobre papel

14 ½ x 11 pulgadas

14. William Magrath (estadounidense, 1838-1918)

La despedida, s. f.

Óleo sobre lienzo

11 ¼ x 13 ¼ pulgadas

15. James Brenan (irlandés, 1837-1907)

Toque final, 1876

Óleo sobre lienzo

24 ½ x 29 ½ pulgadas

16. Escuela irlandesa

Para que no olvidemos, ca. 1880

Óleo sobre lienzo

25 x 34 pulgadas

17. Sir Thomas Alfred Jones (irlandés, 1823-1893)

Muchachas de Connemara, ca. 1880

Óleo sobre lienzo

56 x 44 pulgadas

18. Jack B. Yeats (irlandés, 1871-1957)

Los problemas de un joven, 1900

Acuarela, pastel y lápiz sobre papel

6 x 18 pulgadas

19. Grace Henry (escocesa, 1868-1953)

Dama de Occidente, ca. 1912-1919

Óleo sobre lienzo

14 x 16 ½ pulgadas

20. Jack B. Yeats (irlandés, 1871-1957)

Derrynane, 1927

Óleo sobre lienzo

24 x 36 pulgadas

21. Paul Henry (irlandés, 1876-1958)

Cabañas, oeste de Irlanda, 1928-1930

Óleo sobre lienzo

22 x 26 pulgadas

22. Lilian Lucy Davidson (irlandés, 1879-1954)

Gorta (anteriormente Enterrando al niño), 1946

Óleo sobre lienzo

27 ½ x 35 ½ pulgadas

23. Seán O’Sullivan (irlandés, 1906-1964)

Mujer de Connemara con falda roja, 1952

Óleo sobre tabla

16 ½ x 13 pulgadas

24. William Crozier (irlandés, 1930-2011)

El fin del arcoíris, 1970

Óleo sobre lienzo

71 ¾ x 47 ¾ pulgadas

25. Brian Maguire (irlandés, nacido en 1951)

El mundo está lleno de asesinatos, 1985

Acrílico sobre lienzo

53 x 87 pulgadas

26. Hughie O’Donoghue (inglés, nacido en 1953)

De rodillas, 1996-1997

Acrílico sobre lienzo

48 x 60 pulgadas

27. Pádraic Reaney (irlandés, nacido en 1952)

La última visita I, s. f.

Óleo sobre tabla

30 x 24 pulgadas

28. Michael Farrell (irlandés, 1940-2000)

El asombro herido, 1997-1998

Medio y acrílico sobre lienzo de Hillier

55 x 62 pulgadas

29. Rowan Gillespie (irlandés, nacido en 1953)

La víctima, 1997

Bronce

9 ½ x 8 x 7 pulgadas

30. Glenna Goodacre (estadounidense, 1939-2020)

Hambruna, 1998

Bronce

14 x 9 x 14 pulgadas

31. John Behan (irlandés, nacido en 1938)

Barco del hambre, 2000

Bronce

30 x 8 x 26 pulgadas

32. Margaret Lyster Chamberlain (estadounidense, nacida en 1954)

La despedida, 2000

Bronce

35 ¼ x 15 x 25 pulgadas

33. John Coll (irlandés, nacido en 1956)

Funeral del hambre, 2002

Bronce y latón soldados

12 ½ x 2 ½ x 11 pulgadas

34. Glenna Goodacre (estadounidense, 1939-2020)

Angustia, 2002

Bronce

17 x 13 x 12 pulgadas

35. Kieran Tuohy (irlandés, nacido en 1953)

Gracias a los choctaw, 2005

Roble de pantano

52 ½ x 9 ½ x 12 pulgadas

36. Rowan Gillespie (irlandés, nacido en 1953)

Estadísticas I, 2010

Bronce

49 x 19 x 19 pulgadas

37. Rowan Gillespie (irlandés, nacido en 1953)

Estadísticas II, 2010

Bronce

49 x 13 x 13 pulgadas

38. Robert Ballagh (irlandés, nacido en 1943)

Después, 2017

Óleo sobre lienzo

19 5/8 x 15 ¾ pulgadas

Programación

Los eventos que se incluyen a continuación con una ubicación son programas presenciales en directo. Cuando sea posible, estos eventos también se retransmitirán en thequicklive.com y las grabaciones se publicarán en el canal de YouTube del Museo.

Para inscribirse, visite: fuam.eventbrite.com

Jueves 10 de abril, 5:30 p.m.

Conferencia inaugural:

Orígenes históricos de la Gran Hambruna

William Abbott, PhD, Profesor Asociado, Historia y Estudios Irlandeses

Quick Center for the Arts, Teatro Kelley y transmisión en directo

Jueves 10 de abril, de 6:30 a 8:30 p.m.

Recepción: An Gorta Mór: Una selección del Museo de la Gran Hambruna irlandesa

Quick Center for the Arts, Galería Walsh y vestíbulo

Sábado 12 de abril, 12:30-2, 2:30-4 (2 sesiones)

Día familiar: La suerte de los irlandeses

Quick Center for the Arts, Galería Walsh y vestíbulo

Las plazas son limitadas y es necesario inscribirse

Martes 15 de abril, 6 p.m.

Conferencia: La historia de la colección del Museo de la Gran Hambruna irlandesa

Niamh O’Sullivan, PhD, Profesora Emérita de Cultura Visual, National College of Art and Design, Irlanda

Barone Campus Center, sala Dogwood y transmisión en directo

Jueves 8 de mayo, 6 p.m.

Actuación: Canciones de Irlanda y de los estadounidenses de origen irlandés

Dúo Catfeather

Galería Walsh

Las plazas son limitadas y es necesario inscribirs

fairfield.edu/museum/great-hunger/es

Portada: Cat. 17

Contraportada: Cat. 21 (detalle)

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.