4 de febrero de 2018 • Volumen XIII • No. 625
“1 Señor, tú nos has sido refugio De generación en generación. 2 Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” (Sal 90:1-2).
L
a reflexión anterior procuraba abrirnos las puertas de la razón y del alma para reconocer el anhelo que debemos tener de entrar al refugio que describe Moisés en el salmo del epígrafe. Ese refugio es eterno (Dt 33:27). Ese refugio es la habitación de la eterna presencia de Dios. Es indispensable iniciar esta reflexión postulando que nadie puede acercarse a conocer a Dios en esa dimensión si no lo hace a través de Cristo: “...nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14:6b). Ahora bien, los creyentes en Cristo necesitamos echar mano de herramientas y disciplinas espirituales para poder entrar en esa dimensión de intimidad con el Señor de la eternidad.
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sto no es una tarea fácil, especialmente para un creyente que se desarrolla en la posmodernidad. La dificultad no estriba en que Dios lo haya hecho difícil o inaccesible. Se trata de la falta de disciplina y de entrega, vis a vis los muchos compromisos que acostumbramos tener en la vida posmoderna. A.W. Tozer pudo ver estos 50 años antes de que esta condición comenzara a estar en pleno apogeo. Veamos lo que él dice en el prefacio de uno de sus libros: “Hemos perdido nuestro espíritu de adoración y nuestra habilidad para separarnos del mundo y comenzar a profundizar hasta encontrar a Dios en adoración en silencio. El Cristianismo moderno simplemente no está produciendo la clase de Cristianos que pueden apreciar la vida en el Espíritu. Las palabras “estaos quedos y ved que Yo soy Dios” casi no tienen significado para los auto-dependientes y bulliciosos adoradores de la mitad de este siglo 20.” “La pérdida del concepto de la majestad (de Dios) ha acontecido al mismo tiempo en el que las fuerzas de la religión están obteniendo ganancias dramáticas y en el que las iglesias se encuentran más prósperas que nunca antes. Pero lo más alarmante es que nuestras ganancias son casi en su totalidad externas y nuestras pérdidas casi en su totalidad internas; y dado el caso de que es la calidad de nuestra religión (relación con Dios) la que se ha afectado por nuestra condición interna, es muy probable que esas supuestas ganancias no sean otra cosa que pérdidas (significativas) esparcidas sobre un terreno muy amplio.” A.W Tozer. 1961. (The Knowledge of the Holy)