Boletín El Heraldo AMECDAi 8 de noviembre de 2015

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8 de noviembre de 2015 • Volumen X • No. 506

reflexión continuamos el análisis de los encuentros que Saulo Edendeestaesta Tarso tiene con Dios. Tal y como ha sucedido con otras reflexiones serie, estos análisis forman parte de una batería de reflexiones

acerca de encuentros con Dios que experimentaron hombres y mujeres que aparecen en la Biblia. Se trata de encuentros con Dios que nos permiten avances espirituales significativos. Por último, casi todos ellos ocurren en tiempos en los que enfrentamos crisis de los niveles más altos. La reflexión anterior fue cerrada aseverando que en la narrativa del encuentro que Saulo tiene con Dios en Hch 9:1-20, podemos observar que el Evangelio es definido como sinónimo de cambio de camino. Una de las conclusiones vertidas allí dice que el mensaje del Evangelio ofrece mucho más que una filosofía de vida a partir de un encuentro con la divinidad. Este mensaje plantea la necesidad de un proceso de transformación. Algunos de los escenarios de esa transformación son inmediatos (la conversión) y otros toman la vida entera.

escenarios o dimensiones de la vida que son transformadas incluyen pasar de la autosuficiencia a Eparastos la dependencia absoluta, del carácter impulsivo a la sumisión, del coraje y la violencia a la capacidad soportar los abusos más injustos y de ser un enemigo a convertirse en hermano. La base fundamental que el griego bíblico utiliza para describir esto se llama “metanoia” (G3340); arrepentimiento. Lo que hace interesante el concepto es que no tiene nada que ver con llanto (aunque todo el que se convierte llora como un niño), ni con un arranque emocional (aunque todo el que arrepiente de corazón ante Cristo experimenta que su corazón se compunge).

n el mundo helénico el remordimiento y el arrepentimiento andaban unidos. Esto no es así en los Eforma escenarios del Nuevo Testamento. Este concepto define mucho más que un cambio radical en la de pensar. “Metanoia” predica un cambio de voluntad y un cambio absoluto de la forma en que 1

uno vive. Esto, como resultado de un cambio completo de la forma en que uno piensa y en las actitudes que uno tiene hacia el pecado y la justicia de Dios. El problema con este concepto (“arrepentimiento”) es que la Biblia gusta de acompañarlo del concepto “conversión” (Hcs 3:19). Este último proviene del griego “epistrephō” (G1994) que describe una super imposición del proceso para hacernos girar hacia la ruta completamente opuesta en la que andábamos. Pablo y Bernabé lo usan para describir que dejan a los judíos y se “vuelven” a los gentiles (Hcs 13:46). Juan lo usa para describir en la autoridad que tienen los dos (2) testigos para “convertir” las aguas en sangre (Apo 11:6).

sea, que la transformación que produce el Espíritu Santo trae consigo una transformación de la O voluntad, un cambio absoluto de la forma en que uno vive, un cambio completo de la forma en que uno piensa y en las actitudes que uno tiene hacia el pecado y la justicia de Dios y un cambio de ruta. Todos aquellos que reciben la revelación de ese “meta-conocimiento” que el Espíritu Santo trae acerca de Dios (arrepentimiento), tienen que decidir darle permiso al Espíritu para que les cambie y transforme todo lo que solo Él puede transformar (conversión). Es esto lo que experimentan Saulo de Tarso y todos los creyentes que aceptan a Cristo con todo su corazón. En la reflexión anterior compartimos que la presencia de Cristo convierte y transforma. La Palabra de Cristo transforma y coloca la conversión del ser humano en una dimensión en la que solo puede ser vista como una acción divina y no como un desarrollo humano. Pero esta conversión no solo es radical; ella envuelve un peregrinaje transformacional que dura toda la vida.


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