Boletín El Heraldo AMECDAi 30 de agosto 2015

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30 de agosto de 2015 • Volumen X • No. 496

uestras reflexiones anteriores nos han permitido adentrarnos en el análisis de N algunos de los encuentros con Dios que experimentaron hombres y mujeres que aparecen en la Biblia. Estas reflexiones tratan con el análisis de encuentros

que provocan transformaciones, acercamientos medulares con el Señor y provocan visiones ministeriales. Esto es, llamados afinados por Dios. En esta reflexión continuamos con el análisis del encuentro que el profeta Ezequiel tiene con Dios. Este encuentro es descrito en los primeros tres (3) capítulos del libro que tiene su nombre (Eze 1:1-3:27). ¿Quién es este hombre? Ezequiel es sin duda alguna uno de los personajes bíblicos más intrigantes y difíciles de analizar. Su personalidad (recogida a base de los procesos y eventos que se describen en su libro) es en ocasiones muy conflictiva e intensa. Por otra parte, a veces su libro no parece seguir un orden cronológico en particular. Lo que sí sabemos es que el orden literario y teológico que se desprende de la estructura de este libro profético, nos regala un manjar de enseñanzas inigualable. os únicos datos que tenemos de este hombre revelan que este pertenecía a las familias sacerdotales de Judá y que pertenecía a una clase social muy alta. Ezequiel, que era hijo de Buzi, es llevado cautivo a Babilonia en la segunda deportación desde Jerusalén (cerca del 597 AC); como parte del castigo impuesto por la rebelión del rey Joaquín (Ez 1:2; 2 Rey 24:9-17). El profeta Daniel es llevado cautivo en la primera de estas deportaciones. Lo que esto significa es que Ezequiel es llevado cautivo como parte de los príncipes y de los ricos que son deportados desde Jerusalén. A base de la información que nos brinda su libro, Ezequiel comienza su ministerio cinco (5) años más tarde (593-592 AC). O sea, que Dios llamó a Ezequiel para ser su profeta en medio del cautiverio; en una de las épocas y de las circunstancias más difíciles para recibir un llamado. Estos datos son muy relevantes. Los creyentes creemos que Dios es inmutable, que no cambia. Sabiendo esto, entonces tenemos que aceptar que Dios sigue utilizando los tiempos de crisis para que sirvan de escenarios en los que Él llama al ministerio a hombres y mujeres de todos los sectores de su pueblo. El Dios de Ezequiel, el único Dios, permite que veamos desorden, caos, juicios y complicaciones aleatorias a las malas conductas del pueblo y de sus líderes, para llamar y capacitar hombres y mujeres para que sirvan como ministros del Todopoderoso. or ser sacerdote, Ezequiel tenía que conocer bien la Ley de Dios y había visto las faltas y los pecados cometidos por el pueblo y las de los guías espirituales que los dirigían. O sea, que el llamado de Ezequiel no se da en la ignorancia. Al mismo tiempo, Ezequiel no es culpable de lo que está sucediendo, pero tiene que sufrir las consecuencias. Finalmente, Ezequiel tiene que servir en un rol dual (sacerdote y profeta) mientras se encuentra en el exilio. Ser profeta en Jerusalén y ser profeta en Babilonia son dos reclamos divinos muy diferentes. En el primero uno posee cierta clase de la seguridad que se desprende de estar en un ambiente conocido, con costumbres y personas conocidas. El segundo no posee ninguna de estas características, amén de ser un ambiente hostil, peligroso e inseguro. Esto es acompañado por la conciencia que se tiene de la tragedia que se está viviendo. Ezequiel desarrolla todo su ministerio en Babilonia. zequiel, cuyo nombre significa Dios fortalece o va a fortalecer, es un hombre que carga sus propias tragedias. El capítulo 24 nos revela que su esposa murió súbitamente en medio del ministerio profético de este (Eze 24:2, 1518). La reflexión anterior nos permitió observar que Dios llamó a este hombre para estar “en medio.” El llamado y el servicio de este profeta ocurren “en medio” del pueblo y de sus situaciones, en medio del imperio que los ha destruido como pueblo y que les ha quitado su libertad, en medio de sus propias penurias como ser humano y de sus sueños hechos pedazos. Ezequiel es llamado en medio del pecado del pueblo, de las tragedias que vive su pueblo y de las imposiciones que dicta uno de los imperios más pecaminosos y abominables de la historia. Es en este ambiente que Dios le dice a Ezequiel que uno de los nombres del Eterno es “Jehová –sama”; el Señor está ahí. Así concluye el libro de este profeta (Ez 48:35). l Dr. Cooper destaca que Ezequiel descubre que la vida solo tiene sentido y alcanza su propósito cuando se desarrolla una relación personal e intensa con Dios. Ezequiel descubre que Dios se revela en medio de nuestros cautiverios y que su revelación define que Dios está en el medio de los círculos concéntricos de la historia y de la creación. La misericordia de Dios le lleva a estar presente en medio de las naciones pecaminosas que hay en el planeta, naciones que se han vuelto en contra de Dios. Es allí que Dios será juez de todas ellas (Eze 25:1-

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