Boletín El Heraldo AMECCDAi 29 marzo 2015

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29 de marzo de 2015 • Volumen X • No. 474

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a Biblia nos habla acerca de una fiesta que se celebró en Betania seis días antes de la Pascua (Jn 12:1-9). O sea, menos de una semana antes de que Jesús fuera crucificado en el Monte Calvario. Betania era una villa, una aldea pequeña localizada como a 1.7 millas al este de Jerusalén. l Evangelio de Mateo nos dice que esta fiesta se celebró en la casa de Simón el Leproso (Mat 26:1-16). El Evangelio de Juan nos da la impresión de que esta fiesta se celebró en la casa de Lázaro. Había mucha gente en esa fiesta. El grupo de los doce y los que acompañaban a Jesús a todas partes garantizaban casa llena. Esta fiesta se celebró alrededor de dos personas. El primero de ellos es Jesús, a quien todo el mundo quiere agasajar porque acababa de resucitar a Lázaro. El segundo es Lázaro, que acababa de ser resucitado y es lógico pensar que mucha gente quería verlo y hablar con él. asta imaginar ese grupo recostado alrededor de la mesa, comiendo, riendo y hablando, mientras Marta y María sirven sin ansiedad. Me imagino las preguntas que le formulaban a Lázaro: “¿Qué recuerdas? ¿Qué se siente cuando uno se muere? ¿Qué sucede después? ¿Viste algo? ¿Recuerdas algo?”. Todo esto mientras se escuchan muchas voces haciendo bromas, contando anécdotas, pidiendo que alguien pase la salsa, otros pidiendo pan y quizás alguno que otro protestando porque Pedro se ha adueñado de una pata del cordero que asaron. Una fiesta de amigos que se han reunido para celebrar juntos. e pronto, se escucha un ruido pequeño que es seguido de un aroma peculiar. Alguien ha roto un alabastro que contiene una fragancia de un olor único y muy rico. El aroma de un perfume de mucho valor ha inundado todo el recinto. Y cuando todos buscan entender qué es lo que está sucediendo, todas las miradas tropiezan con el cuadro que dibuja una mujer que está postrada a los pies de Jesús, ungiéndole con ese perfume, mezclándolo con sus lágrimas, y secándolos con su cabello. Juan nos dice que el nombre de esta mujer era María, una de las hermanas de Lázaro. Ella ha hecho todo esto porque ama a Jesús y su corazón le dice que tiene que hacer algo por él. Es una invitación del Espíritu de Dios que no puede esperar. Hay que derramar ese perfume inmediatamente, hay que servir así al Señor; hay que ungirlo para su sepultura. ientras toda esta experiencia se desata en el interior de la casa, otra escena se desarrolla en el exterior de esta. En el patio exterior de esa casa hay una asna que no hace mucho tiempo parió un pollino y ambos están ajenos a lo que está sucediendo en esa residencia. El perfume, el agasajado, la autoridad salvífica y profética que se desata allí son imperceptibles para estas dos bestias nobles. Muy poco podía imaginar el burro (si es que los burros tienen imaginación) que ellos también serían requeridos por el Espíritu Santo para una tarea que no podía esperar. Esta tarea traía consigo dos funciones. La primera de ellas era llevar a Jesús durante todo el trayecto de su entrada gloriosa a Jerusalén. La segunda función era la de acercar a Jesús al cumplimiento de su misión aquí entre nosotros. a tarea que le toca realizar a ese burro es tan importante que aparece en los cuatro (4) Evangelios (Mat. 21:1-11; Mcs 11:1-10; Lcs 19:29-38; Jn 12:12-16). Es más, esta tarea era tan importante que fue profetizada muchos siglos antes de que sucediera (Zac 9:9). La Biblia dice que cuando Jesús envía

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