Boletín El Heraldo AMECCDAi 22 de noviembre de 2015

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22 de noviembre de 2015 • Volumen X • No. 509

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uestra reflexión anterior nos permitió iniciar el análisis de las características específicas del llamado que el apóstol Pablo recibió de parte del Señor. Hay mucho material para analizar en los tres (3) recuentos que se hacen en la Biblia acerca del encuentro que Saulo tuvo con el Señor (Hch 9:1:19; 22:4-16; 26:12-18). En la reflexión anterior trabajamos con su llamado a ser ministro y testigo de las cosas que vio y de las otras en las que Dios se le aparecería en el futuro (Hch 26:16). En esta reflexión resumimos esa discusión y aprovechamos la misma para insertar un axioma bíblico - teológico fundamental. El llamado que Dios le hace a Saulo de Tarso le convierte en discípulo de Cristo. Nadie mejor que el mismo apóstol Pablo para definir el significado y alcance que tiene este concepto.

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delanto que esta discusión es vital dado el contexto en el que la compartimos. Hay que aceptar que la generación cristiana actual no posee una cultura de discipulado y mucho menos han sido adiestradas para enfrentar las crisis de este tiempo. Los cristianos de hoy pueden llenar una conferencia acerca de profetismo y de mejoramiento, pero brillan por su ausencia en los que se desarrollan talleres para enriquecer la formación y el desarrollo de un discípulo del Señor. Este desfase provoca que muchas de las tragedias sin resolver de cada creyente salgan a la luz ante cualquier señal de caos en el ambiente. Nadie que haya resistido convertirse en discípulo puede creer que está capacitado para lidiar con los resultados de tragedias emocionales, relacionales y espirituales.

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or otro lado, esta es la generación Cristiana con mayor exposición a procesos que enferman. No son pocos los “nuevos héroes” de los sistemas religiosos de comunicación masiva que apelan al uso de técnicas tales como “Milieu control”, vocabulario sugestivo, requerir sumisión acrítica (sin posibilidad de cuestionar), que son líderes inaccesibles. Los que caen en estas trampas son personas lavadas por la sangre de Cristo cuya identidad no se las ha dado Cristo. No son discípulos; no saben quiénes son o qué son. Algunos se sienten cómodos como “gusanos del pastor,” “proveedores del reino,” “escuderos, etc.” Los resultados de todo esto son nefastos. Esto nos obliga a reafirmar la necesidad de desarrollar y mantener una cultura de discipulado en cada congregación Cristiana. n febrero 14 del 2010 compartimos una reflexión escrita en la que subrayamos el significado y el contenido de esa cultura. A continuación, reproducimos algunas de los párrafos de este escrito que compartimos con la Iglesia:

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“Una Iglesia que prepara el camino necesita ser una Iglesia con el carácter de Aquél a quien le preparamos este. Juan el Bautista fue llamado a prepararlo para que él se manifestara como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La Iglesia ha sido llamada a prepararlo para su regreso como Rey de reyes y Señor de señores. Para esto hace falta desarrollar el carácter.”

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sta expresión nos coloca de frente a la necesidad de apurar el paso en esa búsqueda del desarrollo del carácter de Cristo. Desde este punto de vista el carácter puede ser visto como una de las


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