19 de abril de 2015 • Volumen X • No. 477
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n nuestra reflexión anterior visitamos el verso cinco (5) del primer capítulo de la Primera Carta de Pedro (1 Pedro 1). Luego de repasar los principios que ese Apóstol nos regala allí, decidimos enfocarnos en el verso cinco (5) de ese capítulo. Decíamos allí que seleccionamos ese verso a manera de ejercicio, para el desarrollo de análisis y reflexión teológica. A renglón seguido describimos los propósitos definidos detrás de este ejercicio. El primero de ellos es presentar un modelo o bosquejo de investigaciones para que los lectores se animen a hacer lo mismo con los seis (6) principios restantes. El segundo propósito es aprovechar la pertinencia que posee este principio de cara a las realidades que vivimos en nuestro País y en el Planeta. El tercer propósito es que este análisis esté documentado. En esta reflexión continuamos formulando respuestas a las siguientes preguntas: ¿Qué es el poder de Dios? ¿Qué dice la Biblia acerca de esto? ¿Qué avenidas y/o personas usa Dios para manifestar su poder? ¿Cómo nos guarda el poder de Dios? n la reflexión anterior definimos la importancia fundamental que tiene el poder de Dios para cada creyente en Cristo. Hay que reiterar que la Biblia nos dice que el poder de Dios es imprescindible para poder ser testigos eficientes del mensaje que se nos ha entregado (Hch 1:8).Jesús, antes de ascender a los cielos, dejó claramente establecido que la Iglesia del Señor no puede operar, no puede cumplir a cabalidad sus funciones sin la investidura que trae consigo ese poder.En esta reflexión analizaremos lo que encontramos en el Salmo 84:7; “irán de poder en poder; verán a Dios en Sión.” Este Salmo es una alabanza que expresa el amor que tiene su escritor por la casa del Señor. Sus expresiones provocan la impresión de que lleva algún tiempo sin haber podido estar presente en el Templo de Jerusalén. n el encabezado de este Salmo el escritor comienza diciendo que este Salmo hay que cantarlo con arpa (“gittih”). Luego nos dice que las moradas, los Tabernáculos del Templo son amables, amorosos e invitadores. Este sentimiento es tan profundo que el salmista nos dice que el anhelo ardiente que siente por estar allí lo deja pálido (“kâsaph,” H3700). ”Su amor por la Casa de Dios es tan grande que aún su carne, que es enemistad contra Dios (Rom 8:7), canta al Dios vivo. Inmediatamente después el salmista comienza a declarar bienaventurados a aquellos que pueden habitar en la Casa del Señor. No se trata de los que la visitan sino de aquellos que se han mudado para vivir en ella. La alabanza de estos es una alabanza perpetua. Luego llama bienaventurados a aquellos que han trascendido de tener fuerzas que provienen de Dios a tener sus fuerzas en Dios. Lo primero es tener a Dios como fuente de fortaleza. Lo segundo es ser fortalecido porque uno está dentro de esa Fuente. El salmista dice que estos poseen los caminos del Señor (“mesillâh”, H4546) en su corazón. Esto es, las autopistas en las que se paga peaje, los viaductos, las avenidas del Señor. l salmista sigue diciendo que los creyentes que él ha descrito poseen la capacidad de atravesar el valle de lágrimas y cambiarlo en fuente. Esto es, someterlo al gobierno de Dios hasta transformarlo en un manantial. No solo esto, sino que son capaces de saber que la última palabra dicha sobre ellos es que verán la lluvia (escasa en esa zona del planeta) llenar los estanques. El salmista subraya
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