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n esta reflexión continuamos el análisis de uno de los encuentros que Isaías tiene con Dios. Ese encuentro ha sido descrito en el capítulo seis (6) del Libro que este profeta escribió. En esta reflexión continuamos el análisis y la reflexión sobre el llamado que Isaías recibe de parte de Dios para abrazar el ministerio profético. Hemos estado visitando algunos recursos académicos muy poderosos que nos sirven como herramientas en todo este análisis. Uno de ellos, la contribución que realizará el Rdo. George Rawlison (Canónigo de la Catedral de Canterbury y Profesor de Historia antigua en Oxford) cuando analizó este capítulo. Esta joya literaria nos regala la ventaja de que todas sus presentaciones homiléticas están precedidas de un trabajo exegético de primer orden. l llamado de Isaías comienza con una visión; la visión de Dios. Rawlison subraya el hecho de que no hay llamados genuinos sin esta revelación. Aquellos que Dios llama tienen que haber recibido la revelación de quién es Dios. Rawlison define esta visión con tres aseveraciones exquisitas. La primera de ellas señala que esta es la visión que es imposible. El profeta ve al Señor.La Biblia dice que nadie puede ver a Dios y mantenerse vivo (Ex 33:20). De hecho, hay momentos en los que algunos personajes bíblicos creían que morirían solo por ver los ángeles (Gen. 32:29-30; Jue. 6:22-23; 13:21-22). Ahora bien, ¿cómo reconciliamos estas verdades escriturales con pasajes tales como el de Job 42:5; Eze 1:26-28 e Isaías 6:1-8? Sin duda alguna que esta es una tarea imposible y que solo puede ser entendida como una manifestación de la misericordia de Dios. uede parecer una tontería afirmar que la visión de Dios opera alrededor de nuestra capacidad para ver. Sin embargo, deja de serlo cuando nos percatamos que la capacidad para ver es un proceso que posee gradaciones. Un ojo sano puede ver una cantidad casi infinita de sombras y proyecciones distinguibles e indistinguibles, de acuerdo a la cantidad de luz que se ha permitido (“regalado”) manejar. Por otro lado, el ojo enfermo posee una serie de gradaciones en los “poderes” que se le han concedido para ver, a base de las variaciones que se presenten en las condiciones que lo afectan. Rawlison señala que lo mismo ocurre con nuestras capacidades espirituales para ver. La visión que un ser humano puede tener de Dios puede variar de manera ilimitada, desde la oscuridad extrema hasta la más excelsa de las capacidades para distinguir lo que se observa. Las gradaciones para ser capaces de ver en la dimensión espiritual. Estas gradaciones visuales dependen de la condición interna de cada ser humano. a visión espiritual de aquellos que no quieren separarse del pecado está plagada de ceguera y de miopía espiritual. La visión de aquellos que se acercan a Dios va mejorando cada día que pasa, comenzando a ver como por un espejo oscuramente hasta que llegue el día en que le veamos cara a cara. La Biblia dice que Dios tiene preparado para aquellos que le aman, la capacidad de ver cosas que ojo no vio (1 Cor 2:9; una combinación de lo que dice en Isa 64:4 y Jer 3:16 en la versión bíblica llamada Septuaginta). Es aquí que se insertan nuestras capacidades para ver a Dios en las cosas naturales y comunes de la vida, la disposición y capacidad para la revelación espiritual (lo trascendente, inmanente y la internalización de que ninguna de esta visiones superan la visión beatífica (bienaventurada o que nos hace felices) que tendremos al llegar al cielo: lo veremos cara a cara (1 Cor 13:12; 1 Jn 3:2). awlison no discute esto, pero estoy convencido de que lo que esto significa es que seremos capaces de ver lo que Dios en su soberanía permita que veamos. Es aquí que la misericordia
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