Senderos del modo gótico • UN MANUAL

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En “La gallina degollada”, el asesinato de la niña ocurre cuando “la sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas” (Quiroga, 2008: 34). Es decir que, en definitiva, lo que posibilita la tragedia son las extensas distancias entre las casas vecinas y las dificultades que este escenario salvaje presenta.

Voces del lector Ricardo Forster (1987, 3) explica: “la cultura moderna privilegia la razón, funda en ella su proyecto dominador y somete a control toda aquella dimensión instintual y corporal que no se deje regular racionalmente. De ahí que a lo largo de toda la modernidad podamos percibir la sorda rebelión de esas esferas desplazadas, la reaparición -a través del arte- de los síntomas racionalmente acallados”

En la literatura rioplatense, el modo gótico se ha manifestado resignificando algunas de sus convenciones e incorporando características particulares que se entrelazan con aquellas implícitas reglas originales. En este sentido, es relevante que nos detengamos ahora en el análisis de un recurso que, tiene una importante tradición en nuestras Letras: el uso de la locura – junto con todo aquello que se aparte de la “normalidad” (la idiotez o el retraso mental, lo monstruoso3 en todas sus formas)- como recurso para envolver al lector en un manto de temerosa intranquilidad.4 En este punto, resulta imposible no referir antes que nada al título de aquél que, seguramente, se constituye en el libro de cuentos más célebre de Quiroga: Cuentos de amor, de locura y de muerte.

Pero, además, la locura en todas sus formas aparece referida de manera más o menos explícita en varios de sus cuentos (“Los perseguidos”, “El perro rabioso”, “El hijo”, “La gallina degollada”). Sin embargo, es necesario destacar que, junto al tema de la muerte, la locura no fue sólo un tema literario de su obra sino que se instituyó en un asunto que rondó su propia existencia de manera permanente.5 En este sentido, la locura, en su carácter de oposición a la normalidad, funciona como uno de los motores argumentales de gran parte de su obra, en la medida en que, como el castillo en las primeras obras del modo gótico, es utilizada para provocar el horror y hacer surgir lo ominoso. Es interesante, entonces, pensar en los motivos de este efecto ominoso, en sus razones y en sus consecuencias. Es que, en la medida en que la locura representa lo desconocido, lo que se aparta de la normalidad genera terror, y ese es su anclaje en el modo gótico. Así, puede leerse en “La gallina degollada”: “Todo el día, sentados en el patio, en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con toda la boca abierta”. (Quiroga, 2008: 30) La representación de los trastornos psíquicos (en algunos casos, la locura; en otros, la idiotez) se erige en una de las claves del modo gótico en el Río de la Plata. Es así que, como señala Cortázar (1994),

3. Se define al monstruo como al ser que tiene alguna anormalidad impropia del orden natural y es de apariencia temible. En tanto la RAE, en su primera acepción, dice: “Producción contra el orden regular de la naturaleza.” (El subrayado es mío) 4. A modo de ejemplo, mencionamos sólo dos autores que han usado este recurso: Marco Denevi (“Ceremonia secreta”) y Ernesto Sábato (“Sobre héroes y tumbas”).

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5. Recordemos, por ejemplo, la severa y temprana depresión que afectó a Quiroga luego del suicidio de su padrastro.


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