

VISITA A LA llanura DE los cetáceos
Visitas y vistas
Las visitas son parte del trabajo de les visitantes. Esta pieza que llamamos fanzine forma parte de una pro puesta mayor de publicaciones, al Golfo San Agostini, al Monte Juan Fernández y a la Caverna de Viridis Mortis; todas iniciativas con algo de urgente que están en sintonía con las historias y territorialidades circun dantes de les participantes convidades, y que propo nen sentipensar los territorios patagónicos con el deseo de poder favorecer intercambios desde los misterios de lo conocido.
¿Las llanuras comenzaron a existir en 1516? No lo sabemos ¿Dónde ha quedado el espacio público del 2001? Nos respondemos, en el 2001. Las visitas son realizadas en espacios públicos, sitios extra te rrestres de estos años, como menciona Yamile Jalil (2022), solo Dios sabe, si es que existe, cuántos agujeros se expanden y contraen en nuestro territorio patagónico. Estas publicaciones son una forma sencilla de caminar en los agujeros, dentro de pequeñas his torias, un espacio de diálogo, y una oportunidad de poner en común vistas, palabras, acciones en torno a nuestras experiencias en los lugares que habitamos.
¿Las llanuras dejaron de existir en 1972? No lo sa bemos. Aunque sí apostamos a que este fanzine sea parte de las ofensivas a esa violencia, un aporte en la construcción de un archivo crítico de pensamiento situado, una iniciativa que potencie las bases e inter cambios de las investigaciones en la región más allá de los nichos “intelectuales”, “militantes” o “arteartistico” de siempre.


Visita a la Llanura de los Cetáceos
Todas las plantas son capaces de aprender de la experiencia y, por tan to, poseen mecanismos de memorización.
Stefano Mancuso
Algo lo tira todo al pasar Y es que el mar azul se transformará En un vientre blanco de ballenas Convertidas en óleo.
Luís Alberto Spinetta
Para comenzar, queremos invitar a imaginar a las pata gonias como una gran costa, un territorio abrazado por el Pacífico y el Atlántico; no como insularidad o archi piélago- eso sería fortalecer la idea de fragmentación y aislamiento con el que tanto se insiste sobre esta región- sino como encuentros movedizos entre tierra y agua, entre mar y continente, entre Treng Treng y Kai Kai. Ahí cuando las llanuras pampeanas se hicieron pequeñas (insuficientes), el sur devino en pasturas y genocidio. Una vez más las fronteras entre agua y tierra comenzaron a moverse y no se han detenido hasta nuestros días.
Caminar las costas patagónicas es experimentar todos los tiempos a la vez, a lo lejos se pueden ver los grandes barcos del extractivismo. Debajo de nuestros pies, residuos enredados a las algas que dejó la marea y fósiles en las rocas. Caminar por las costas nos hace creer que estamos visitando una antigua llanura en las profundidades del mar, esto no es un dato geográfico o geológico, sino, simplemente una imagen que habi tamos mientras imaginamos aquellas superficies mine rales. Antes, cuando todo era océano, grandes llanuras de algas con seres invertebrados y peces pastaban en esas planicies.
En estas pampas hay una región visitada por ballenas en tiempos del Wiñoy Tripantu, para nosotres la llanura de los cetáceos. Las ballenas, esos mamíferos gigan tescos dotados de sonares, seres increíbles protagonis tas en nuestras historias, desde Jonas a Pinocho, de Moby Dick a Keiko. ¿Los cetáceos habrán escuchado los fusilamientos de agosto del 72 en la base aeronaval
Almirante Zar en Trelew? ¿La Bahía Bustamente cons truida por Boltanski habrá captado alguna resonancia de las balas de las masacres? ¿Les Trempulcahue habrán acompañado a esas almas? A continuación compartimos
las crónicas de Proyecto Orillas (Fabiana di Luca –Juan B. Duizeide), María Eugenia Cordero, Julio Fuks, Ricardo Laleff Ilieff, Ale Montiel, Cecilia Agel, Platafor ma Mínima, Agustín Rodríguez, Mauricio Funes, Jesu Antunia, Daniela Mastrandrea y María Susana Paponi.
Polimorfo
Bien es sabido que eso que llamamos Argentina, una superficie polimorfa, está en el ranking de los países más grandes del mundo, de acuerdo a qué referencia tomemos podemos decir que está ubicada en el puesto octavo o noveno. También es de público conocimiento que su extensión es el resultado de una política ge nocida hacia los pueblos ancestrales que habitan estas tierras antes de la llegada de los descubridores. En el sur esa violencia es condensada en la Campaña del Desierto, la cual tuvo entre sus argumentos ampliar el territorio nacional con el propósito de extender sus fronteras para la explotación agropecuaria.
Lo polimorfo incomoda, es inquietante, acecha.


Una trompeta en medio del desierto
Enumerar el horror, remitirlo a un espa cio concreto para que filtre esta voz e insufle de vida esta lengua heredada. La palabra erosiona también la geología de los suelos, por eso decir que ningún río es cómplice de la violencia del estado y que ninguna montaña es cómplice de la codicia humana son potencias del decir necesarias, aunque insuficientes.
Luciana Tani Mellado.
Hace años venimos amasando algunas ideas en torno a la presencia de Bienal Sur en las costas de Chubut. En el 2017 la bienal trajo al artista visual francés Christian Boltansky a las patagonias. Debido a la di námica turística de la región, la visita de une referente artístico no nos sorprende, por diferentes razones estas tierras son visitadas de manera asidua por artistas, via jeres, millonarios, testaferros, celebridades, etcétera. Sin embargo, tal como venimos explorando en esta serie de publicaciones, creemos que es importante no naturalizar muchas de las narrativas que sustentan estas visitas, y sobre todo, analizar los roles que cumplen diferentes personajes en la legitimación de discursos extractivistas.
Para nosotres la palabra “sur” es muy significativa, por
nuestra ubicación geográfica, por las representaciones e ideas que despierta, y por su potencialidad ante un norte global. En nuestra vida cotidiana, el sur emerge como indicador espacial para trazar recorridos, despla zarse hacia una dirección, por ejemplo, cuando reci bimos algune visitante muchas veces nos valemos de esta referencia para ofrecer coordenadas para que pue dan llegar hasta aquí: El Hoyo está al sur de El Bol són; o bien, en alguna caminata en otoño, recuperamos este aspecto para poder leer las transformaciones en la vegetación: las primeras hojas que caerán son las que están orientadas hacia el sur. Hay miles de sures, el marketing ha hecho de este punto cardinal una marca. La gente sensible ha construido un sur de humo, un signo volátil y escurridizo, un indicador espacial moral, como un parque nacional o una reserva natural de la biodiversidad para alimentar su deseo de vacaciones de la ciudad, la academia, el arte, etcétera. ¿Será que existe un arte contemporáneo guiado por el sur de humo? Allí los territorios son simples y puras lo caciones, una estancia, una obra.
Quisiéramos analizar la obra realizada por Boltansky para Bienal Sur. Los sonidos de las tres grandes trom petas de hierro instaladas en la costa, ¿significan una
forma de contaminación sonora en Bahía Bustamente? ¿qué auralidades habitan esas costas? ¿Esas cornetas metálicas están construidas con los mismos materiales de los barcos que arrasan con la vida en los mares o con el hierro de los pozos petroleros que minan toda la costa? Nos detenemos a reflexionar, revisamos las características del lugar, han pasado más de 100 años del inicio de la explotación de petróleo en el Golfo San Jorge, pensamos que esa pieza no es nada comparada con las intervenciones realizadas para la extracción de hidrocarburos en el Chubut. Esos soni dos no representan un obstáculo para que las ballenas puedan regresar año a año. Un video y un texto breve en la página de esta bienal enmarca la obra, relato que deberíamos festejar como quién ve el nombre de su pueblo en el mapamundi universal, allí dice: Christian Boltanski realizó un viaje exploratorio a la Patagonia Argentina en donde encontró el sitio capaz de atrapar los vientos así como esa dimensión de infinito en el horizonte extendido entre cielo, piedras y mar. Palabras desafortunadas que continúan alimentando la repre sentación del sur del continente como un sitio vacío, infinito, desierto, mineral, etc. Tal como dice nuestra amiga Paula Yende Ferreyra Nawefil, el territorio posee kimün, aquí cada palabra tiene su peso, después del
genocididio y ocupación colonial de estas tierras, cada vez que una persona dice que hace un viaje explora torio y encuentra un sitio que le permita extraer materia prima nos eriza la piel. El Sur es sures. Bienal será siempre singular.
Misterios es el título de la instalación sonora emplazada en la zona llamada Bahía Bustamante, muy cerca del Golfo de San Agostini y la Llanura de los Cetáceos. Hace un año murió Christian en París, no vamos a poder hablar con él, no podremos caminar juntes para ver la recuperación del bosque en el sendero hacia la catarata Corbata Blanca en el Cerro Piltriquitrón. Nues tros intercambios serán otro misterio. Nuestro diálogo deberá esperar un tiempo hasta que nos podamos encontrar, una conversación entre fantasmas. Quisiéra mos preguntarle ¿habrás escuchado de algún lafchenke sobre los misterios de esas costas? En el documen tal de Bienal Sur, hablás de crear mitos, ¿creés que será posible que una persona pueda hacerlo?¿de qué modo? Caminando estas pampas imaginamos, ¿Sabrá de la importancia de la dirección de la salida del sol para los pueblos que habitan estos territorios? ¿Por qué fueron tres y no cuatro las trompetas instaladas?
¿habrá escuchado sobre las trempülkalwe?
Miramos los registros de la obra, vemos a las trom petas girar como veletas siguiendo al viento. Escu chamos sus cantos. Nos cuesta comprender qué está sucediendo. Nos resulta difícil pensar que este artista que respetamos y Bienal Sur puedan ser tan proclives a algunos discursos ¿Qué pensarán de la gentrificación de la naturaleza y el rol del arte en estos procesos? ¿qué pensarán de los negocios con la tierra propiciados desde el genocidio de Roca? ¿y de los lodge? Por momentos nos cuesta creer que el mismo año que fue asesinado Santiago Maldonado en la Lof en Resis tencia de Cushamen en Chubut, se insistiera con las siguientes palabras, Quizás una trompeta en el fin del mundo, en la patagonia, es algo que entienden todos y no entiende nadie. Y ni siquiera yo sé bien de qué estoy hablando con eso. Pero sí permanecerá en la memoria esa historia de que vino alguien de Europa, e instaló una trompeta en medio del desierto. Debemos confesar que, cuando el Ministro de Educación de la Nación Esteban Bulrich en el 2016 mencionó en su discurso de inaguración de un Hospital Escuela en Río Negro esta es la nueva campaña del Desierto, no con
la espada, sino con la educación, debimos advertir que se incrementarían las formas de violencia institucional que veníamos sufriendo. En ese sentido, ¿ninguno de los investigadores y organizadores de esta bienal pudo establecer puntos de contacto entre esta constelación de eventos?
Las omisiones son una cortina de humo. Una llanura no es un desierto.
No hay bahías cómplices del genocidio. La sangre derramada no será negociada
Ezeiza es Trelew. Disney es Madryn. Guantánamo es Bariloche.
El músico Miguel Lopéz tiene un tango llamado La grasa y la sangre, obra nacida del universo de Melville. Nosotres conocimos esa canción por su versión del trío Futre en el 2010. La banda recupera su nombre de Futre, una leyenda cuyana, una de las historias que nos aterrorizaron en nuestra infancia en los años no venta, un ser fantasmático, elegante y decapitado que
ronda en la cordillera. Siempre nos ha costado comu nicarnos con fantasmas, y hay tantos que deambulan por estas pampas. Nos resulta difícil comprender su lenguaje, quisiéramos consultarles: ¿es posible negociar sobre aquello que ha sido sustraído? ¿Quienes pon drán su sangre como moneda de cambio para que otres negocien?
Volviendo al tango, en una de sus estrofas dice sue ñan/ sueñan casi como bestias/ siempre con las bes tias. La visita a la llanura de los cetáceos es un sueño de las bestias, Hijes de Ceto, las que nadan en la costas de los vuelos de la muerte, las que caminan en las mismas pampas que Inacayal; esas bestias imagi nadas y retratadas en mapas renacentistas, crónicas y leyendas. Como fantasmas, las bestias escuchan todo y se refugian en las profundidades cavernosas de los ríos, lagos y mares, aparecen de tanto en tanto.
Nos gusta imaginar que las formas de comunicarse de las bestias son los sueños, la forma más sofis ticada de sus sonares, que viajan sin ninguna ba rrera, como un micelio de cuerpo a cuerpo ¿Cómo serán esos sueños?¿Qué tendrán para decirnos?
¿Cómo sueñan les seres sin cabeza?


La revolución verde
Cultivar el suelo es servir a la patria.
S.R.A
A principios de los años 90 llegó el alga wakame (undaria pinnatifida) a las costas patagónicas, se es tima que su arribo fue debido a un barco que venía de Europa producto del agua que traía en su lastre, tiempo después estás algas comenzaron multiplicarse hasta cubrir las playas. Fue también en los 90 que comenzó el proceso revolucionario de la sojización de las pampas. En la llanura de los cetáceos las bestias pastan gramillas, levantan la cabeza ante la presencia de algo desconocido y continúan rumiando.
Se conoce como revolución verde, podríamos decir que es un eufemismo, al proceso de tecnificación y aumento de la productividad agrícola que cambió ra dicalmente la forma de vincularnos con los territorios y los cultivos. Esta expresión fue utilizada por primera vez en Estados Unidos en el año 1968 por el funcio nario de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional William Gaud, la revolución verde fue la
promesa de acabar con el hambre en el mundo por medio de la abundancia de alimentos desarrollados en laboratorios. Ese mismo año, se produjo el levanta miento conocido como el mayo francés y a once mil kilómetros, en la Argentina se desarrolló Tucumán Arde. Quizás esos tres eventos del pasado y dispersos en el espacio contienen coordenadas que permiten acer carnos un poco más a las complejidades de nuestro tiempo: nuevas alianzas políticas, fronteras transnacio nales, cultivos de alto rendimiento, ONG, laborato rios, agropesticidas, otros espacios para las imágenes, agronegocio, neoliberalismo, Arteba, la sensibilidad de les Grobo, la ingeniería perversa de las fundaciones que lavan plata con el arte de les ambientalistas, la lucha por los humedales y glaciares, la llanura de los cetáceos.
A nosotres nos gusta pensar que la Campaña ge nocida encabezada por Roca fue parte de otra revo lución verde, financiada por la Sociedad Rural y sus aportantes. El mismo verde de viridis mortis. Campaña que mantiene capilaridad hasta nuestros días en la violencia que contagió al Regimiento 10 de Caballe ría de Varela, a los asesinos en la Base Aeronaval Almirante Zar en Trelew, luego a los gendarmes y
albatros en los últimos años en la cordillera, y un interminable etcétera.
Proyecto Visitantes
Agosto 2022
Porque el nombre del mundo es
- PROYECTO ORILLASFabiana di Luca y Juan B. Duizeide
…la guerra permanente logra engañarnos. Parece quietud. Humedal bandera, Lucía Bianco
Puertos como una muesca en la costa, como una mueca en la carta náutica, o como una licencia, como una hipérbole de la toponimia o de la tipografía, como una sedimentación de ficciones & digestos, de leyes y de olvidos, de funciones y fruiciones, de la lucha de clases, de países, de la lucha de historias como las que se cuentan por el Miramar de Bahía Camarones, único boliche, en toda la Argentina, donde se juntan, donde departen, arrieros & pescadores. Gente de a caballo y gente que anda a caballo de las olas. Donde Egor recuerda a la Simbad —él dice “Simba”— como el paisano Fuentes recuerda a la Chola, aquella alazana, sí, aquella, mientras la encargada, o su hija, su hija que ya, los miran condescendientes, tal vez como a chicos los miran. ¿Puertos, dije? Puertos de un país que no tiene puertos. Puertas de un país junto al mar que parece no tener mar, que no tiene casi marinos, que no tiene barcos ni. Un país que tuvo, que hizo, que fue. ¿Qué nos dirían los que antes, los que hace mucho, tuvieron, hicieron, fueron?
En la Antología Palatina destacan los epitafios de muertos por agua. En Moby Dick se leen epitafios sobre tumbas vacías, cuando Ishmael llega a la isla de Nantucket, se encuentra con la amarga verdad de que no hay flores para la verdadera tumba del marino. Como en una acuarela de Turner donde un perro algo despatarrado, único náufrago que alcanzó la arena, le grita inconsolable al horizonte vacío. En algún paseo de Charles Dickens por una costa victoriana que empezaba a poblarse con esos nuevos monstruos, los bañistas, los veraneantes, los turistas, el narrador se detenía, también, a leer lápidas sobre tumbas vacías. Con trastante convivencia. Como en esos óleos de Sorolla donde se ve pasear junto al agua damas ataviadas de blanco de pies a cabeza, y pescadores semidesnudos en cuyas pieles refulge la luz entera del Mediterráneo.
¿Quién podría decir de la guerra lo que los muertos en ella? ¿Con qué voces?
San Antonio Este 40° 47´59´´ S 064° 53´W
Hay que llegar a las islas blancas / aunque el viento / aunque el viento no / afloje / aunque las olas / aunque / islas / aunque / blancas / aunque / en tonces / pero.

Caleta Paula 46° 28´ 22´´ S 067° 29´ 55´´ W
Si damos con el cardumen / si damos / le compro la heladera / si llegamos a dar / a la Carmen / el puto cardumen / con freezer / una de esas repiolas / ¿se alza la marejada o me parece? / y pegarle en la puerta imanes / lindazos / nunca vi nubes / de heladerías y pizzerías / así / donde no podemos / comprar nada / se apilan allá / al fondo mismo de lo escuro / rallan de rayos la raya / del / nubes / lo escuro / horizonte.

Puerto Deseado 47° 44´ 53´´ S 065° 53´ 36´´ W
¿Habrá algún puerto que no lo sea? / ¿habrá algún puerto? / yo deseé aquel / lejano lejano / como en un tango / puerto / yo lo deseé / inal / canzable / ya no, ya no.

San Julián 49° 18´ 25´´ S 067° 43´ 47´´ W
Los del sindicato nos dijeron / los de la prefectura / los de la empresa / nos dijeron / nos dijeron / nos dijeron / y entonces las mujeres / las fileteras / las congeladoras / las que limpiamos lo que / todas las mujeres / agarramos las palabras / esas palabras que nos decían / y las encendimos / con nuestra ya viudez las encendimos / y le prendimos un fuego huérfano a / a / a / y entonces / entonces / sí / qué suerte para la desgracia / este plomo / que no tipografía / en el centro de donde se empezaba / a extrañar.

En navegación 54° 57´ 24´´ S 065° 07´ 42´´ W
El cielo verde / el mar tan gris / o viceversa / ya qué importa: no me agarré lo suficiente.

Río Gallegos 51° 37´ 24´´ S 69° 12´ 58´´ W
Hasta aquí / este mismo inmenso / muelle de madera / que se llama El Turbio / donde se cargaba el car bón / que tanto movía / que hasta a mí me movía / llegaron mis / pasos / perdidos / perdidos ya / como todo lo que.

Ushuaia 54° 48´ 30” S 68° 18´ 30” W
Dicen que ahí es el fin del mundo / pero yo puedo decirles / ahora puedo / desde acá / todavía / mis mo donde la letra se empina / decirles / se revuelve / ya nada significa / sin voz decirles que el fin del mundo es / 97 millas mar afuera & 615 metros más abajo / donde la única lámpara / son estos / peces tan hermosos que devoran / mis ojos.

¿Puertos, dije? Puertos de algún modo unidos a to dos los puertos del mundo. Como los guantes, tanta clase de guantes, une a la clase de los que trabajan con sus manos. Pero. Qué. Cuándo. Cómo. Quiénes. Para qué. Todo esto. Cascos abandonados que extra ñan la distancia y se quejan se quejan se quejan sus amarras, cascos donde la única guardia la cumple el óxido. Muelles donde velan los cormoranes como vigías melancólicos. Mientras las mareas imperturbables. Y el viento, clavado del W, como siempre. Y una manada lenta de guantes, disgregándose, que grita, que grita adiós, adiós, adiós a coro en todas las lenguas del silencio.
Arroyo Rama Negra, Primera Sección de Islas Delta, Tigre
Los guantes fueron recolectados en diversos puertos del litoral oceáni co argentino por Laura Valencia y Fabiana di Luca, durante la travesía marítima del velero escuela popular La Sanmartiniana.
Cuando le dije a mi tío que quería ir a ver las ballenas del atlántico, me dijo. __ para qué?? si son las mismas... ellas pasan de un océano a otro por debajo del continente.
*conversación con Belen Arenas Arce, sobre el proyecto “Ballenas, derivas oníricas” el continente es la vértebra de un cetáceo, hay un dibujo en el Museo Británico. debajo del continente se escucha el des pertar de la selva atlántica.


Lo que sale a la luz - Julio Fuks -
El pacífico pasto dolido ¿cuántos?/ Bebieron el plomo que flotaba en el aire más dulce.
Elvira Hernández
Desde ahí hasta allá está el fondo de un mar que se retiró dejando huellas.
Hasta más allá llegó la marejada, dicen, a besar los pies de los cerros como una ofrenda.
Luego se fue replegando. Con su murmullo constante, su musiquita, su cantar.
Un ida y vuelta de remolinos y olas embravecidas en retirada.
Acá nos dejó algunas formas abisales que hoy se em peñan los vientos en redondear creando perfiles terrosos que se mimetizan con otros a la distancia.
Figuras indecibles que se tumban hacia el horizonte y se hacen piel curtida del paisaje.
Ese mar nos dejó también infinidad de huesos, cara coles, conchas y arena. Señales, huellas de lo que ha sido.
Capas históricas que se desnudan al paso de los días para dejarse ver.
Los cetáceos que dormitan bajo nuestros pies son parte del paisaje.
Un manto de llanura cubre sus sueños. Cada tanto resoplan, se acomodan. Al igual que hace la gran serpiente bajo la roca del otro lado del mundo.
Los caminantes que transitan a puro pie o a caballo recortan sus figuras contra el horizonte. Son miles de leguas, cuentan, cuando van andando. Dicen también que pocos recuerdan pero que hace cien años el poder de turno bañó de sangre los caminos, los senderos y las quebradas.
Y que los sueños de los caídos por la livertá se siguen soñando en algunos rancheríos.
Y que antes también la misma historia de balas, fuego y huesos amontonados.
Huesos originarios nombrados en mapudungún, la len gua de la tierra.
Un repetir lo mismo con más de lo mismo. Palo y palo de arriba a abajo.
Campanas de palo las razones de los pobres.
Nos queda el paisaje para pensarnos en nuestra mejor dimensión.







El vacío: tierra y mar - Ricardo Laleff Ilieff -
El vacío puede figurarse como un problema.
Puede serlo en tanto se lo presente como la expre sión de la nada o como el sinónimo de una carencia.
Puede serlo si opera como catalizador de una acción, que nunca sucede o que solo sucede fragmentaria mente —de ser este el caso, se revelaría como impo sibilidad al exceder por mucho las concreciones de la voluntad. Así, señalaría una omisión que se cifra en la irresponsabilidad del Otro; Otro que no haría más que desoír el llamado de una vocación impostergable—.
Asimismo, el vacío puede ser también un proble ma si se lo presenta como ajeno al hábitat, como lo inhóspito, como lo extranjero al lazo social.
Pero el vacío puede no ser un proble ma si se lo concibe negando su exclusión.
Puede no serlo si oficia de fundamento para la recrea ción; si se lo rastrea incluso allí donde imperan el as falto, el cemento, los carteles, los cables y los motores.
El vacío puede no ser un problema en tanto refiera a las líneas que lo contienen, y que no pueden más que sucederse, una y otra vez, en tal fatigosa empresa. Es por esto que resulta útil recordar que todo muro encierra una oquedad.
Pensar un territorio —nadie está en condiciones de negarlo— no puede prescindir de los símbolos de la geografía y de las sedimentaciones que el ritmo de las guerras, el avance de la economía y la plasticidad de la política produjeron; nadie tampoco puede negar que una empresa semejante se sostiene imaginariamente.
Quizás por esto no tenga sentido luchar contra el sig nificante “vacío”, sino contra los significados que lo ubican de una determinada manera en el orden del discurso. Quizás solo así pueda ser pensable situaciones exis tenciales que conviven y se articulan bajo el secreto juego de la hegemonía.
Quizás la vida de la “montaña” y la de la “costa” se encuentren menos escindidas de lo que parece.
Quizás el vacío que se supone entre medio de ambos accidentes lejos de ser homogéneo aluda a las hete rogeneidades de las grietas que lo atraviesan, que le imprimen rajaduras y que lo arañan.
El mar, con toda su inmensidad, aparecería entonces figurado como un infiltrado en la tierra y la tierra, con toda su seguridad, sería aquello que se adentra vigo rosamente en el mar.
Visto así, el vacío permitiría avizorar una superación de la díada existencial entre la tierra y el mar que un po lémico pensador utilizó para imaginar otras geografías, otras narraciones.
LIMEN
ESPACIO DE APARICIÓN - ALE MONTIEL -
¿Cómo nos relacionamos con nuestras costas? A algunxs les tocará un arroyo, un río, un lago o la inmensidad del mar. Le hago esta pregunta a mi madre mientras caminamos un buen rato a orillas del Lago Argentino, la costa que elegimos transitar. Mientras observamos las aguas agita das, nos divierte pensar que estamos a orillas del mar, en una costa de incesantes flujos y ritmos en diálogo.
Cerramos los ojos y hacemos el intento de tras ladarnos a la llanura de los cetáceos, el agua actúa como medio. Desde el lago nos aventura mos por el Río Santa Cruz al Océano Atlántico y siguiendo un hilo conductor temporal llegamos a las costas imaginadas, deseadas. Allí no hay un margen que delimite el horizonte y el agua está habitada por mamíferos inmensos.
Los imaginamos en su recorrido liminal entre mundos, transitando distintas corporalidades. Se mueven, intercambian, transforman y mutan en un gran universo de líquido flexible, de formas y sonidos mediados por el agua que habilita his torias y leyendas fuera del tiempo.
Es frecuente en algunas culturas ancestrales que mencionen a criaturas acuáticas incorporadas a su mitología. Seres capaces de entrar en una dimensión y otra, navegar entre mundos. Incluso su varamiento era tan significativo que no sólo aseguraba alimento suficiente en épocas difíciles, sino también habilitaba los ritos, esos espacios de sumersión donde acontecía toda una expe riencia liminal.
Continuamos la visita y recuerdo el mito Trem culpahue de las cuatro ballenas que llevaban las almas de los Mapuches a su lugar de descanso. Inevitablemente hago nexo con otras leyendas como la de los hombres delfines Selk´nam y uno de sus espíritus principales que refiere a Tanu que se lo relacionaba a un pequeño cetáceo, y así otros tantos seres liminales en estrecho diálogo con fuerzas fundamentales, poniendo en evidencia la abierta capacidad de nuestros an cestres de conectar gestos de reciprocidad me dial.
Hacemos una pausa, volvemos a nuestro te rritorio, ese espacio que hoy nos devela cie los comunes y horizontes divididos. Pregunto
nuevamente cómo nos relacionamos con nuestra costa, tomo algunas fotografías y nos dejamos invadir por lo desconocido, flotamos por un momento fuera del tiempo y la respuesta llega en formas diversas para cada una, convirtiendo nuestro cuerpo en un espacio de potencialidad.
Pasadas unas horas de viento y silencio nos retiramos repletas, como corrientes marinas difu minando el límite entre lo sólido y lo líquido, con la idea potencial de crear nuevas epistemologías fronterizas. Nos abrimos a entender la relación entre mundos que a primera vista no se tocan pero que a la vez se necesitan. Nuestra costa es ahora un lugar de encuentro, de revelaciones y de transmutación cíclica.









Nos compartimos memoria
- Cecilia Agel -
Lo primero que pensé fue en la relación que tienen conmigo. No en mis vivencias, sino en la matriz, en la base, en lo ancestral, estructural.
Me pensé en iguales condiciones mamíferas, sobre todo por las mamas, la gestación, el parto, la leche. Pienso que si no sería madre no entendería ni por lejos lo que significa ser mamífero. Es para mí el acto más humano animal y menos humano social pensante que vivo. Es lo que me hace sin duda sentirme toda una mamífera.
Investigué un poco más de nuestras semejanzas y descubrí que compartimos estructuras sociales, nos re lacionamos con les otres de similares formas.
Encontré igual, que tenemos estructuras análogas no solo conductuales, sino también morfológicas, y se debe a que compartimos una especie ancestral que está ex tinta, y esto último me hizo pensar mucho.
Pienso que, si bien nuestras vivencias son diferentes, conllevamos algo de base que es lo mismo. Compartimos elementos que nos constituyen, no solo las relaciones, algunas formas, y les ancestros, sino también, pienso que compartimos las memorias… pienso que son las mismas.


VIBRACIONES CETÁCEAS

expansión de los fondos oceánicos
volver el agua de líquida a sólida

la temperatura no seguirá descendiendo hasta que todo quede congelado


hasta que todo el cubo quede congelado



ideogramas y poemas caligráficos enunciados y partituras trayectorias superposiciones cruces de ondas armónicas
invitación al encuentro entre formas de conciencia ver el mundo a través de los ecos sinestésicos lenguajes extraños espacialidades sonoras en el fondo,
vibraciones cetáceas.

Atardecer
Agustín Rodríguez
1.
Las olas y el viento carcomieron a la ciudad balnearia. Los edificios más caros, murallas de balcones, barandas, ventanas se volvieron cadáveres de hierro, cables, durlock y cemento.

2.
El calentamiento global derritió los polos y elevó el nivel del mar.
El Atlántico y el Pacífico volvieron a encontrarse. Las ballenas tomaron otras rutas migratorias y refugios entre las islas de plástico y los huesos de hormigón y óxido.
Las torres más costosas fueron cubiertas por espartina, barro y excremento de gaviotas.

3.
Al caer el sol baja la temperatura. Una bandada de chimangos entran en lo que fue un living comedor que ahora es un nido. Afuera suena el bufido de una ballena que hace temblar al edificio. Algunos pàjaros gritan, otros abandonan el refugio escandalizados y unos instantes después regresan al notar que no había riesgo.

4.
Los huesos secos y porosos de la caja toráxica de una ballena contenían un corazón. Los tirantes y las columnas colapsadas de una habitación con vista al mar contenían dos corazones

5. El sol se pone y recorta dos siluetas huecas. Un poco rígidas, un poco rotas decoradas por gaviotas cangrejeras que gritan mirando las últimas líneas doradas antes que se haga de noche en medio del mar.

¿POR QUÉ ODIO A LOS CETÁCEOS?
- Mau Funes -


La evolución no es joda. Posta.
Las cosas pasaron y negarlas es peor. ¿En qué mo mento los cetáceos, tras millones de años de evolución, salieron del agua, desarrollaron pulmones en la tierra, solo a efectos de volver a meterse en el agua? ¿Qué pasó ahí?


Por ejemplo: las ballenas. No hay animal que tenga una crisis vocacional más grande que una ballena. Autodestructiva. Para mí las ballenas son todas de géminis, porque decidieron vivir en el mar, con sus olitas, sus cositas y un día te dicen me voy a la playa. ¿A vacacionar?, no. A enterrarse en la arena, quedarse encalladas y morir de la forma más horrible que hay: morir culpa de tomar decisiones pésimas. Elegiste vivir en el agua, teniendo pulmones. Perfec to, te lo acepto, pero ¿para qué volvés a la tierra?
A esa actitud cetácea alguien llamaría perseverar ridícula mente en el ser, yo le digo fingir demencia tamaño ballena.


Es, de hecho por eso, que me da tanto cora je caer en el mood cetáceo que hoy me habita. Me encuentro de casualidad con vos, en la vere da de una playa de estacionamiento; me sonreís a los ojos y un comentario que me sorprende, algo de vos que no sabía que ¡wow! me encanta. Me pongo colorado, perplejo, entro en esta espe cie de ilusión disfrazada de un eco, un gesto, una señal. Me dejo acechar por lo confuso de los sen timientos. Sí, ah llegado la hora de hablar de los sentimientos, de los míos. Vos los conocés de pri mera fuente, te enteraste el día que te invité a que nos repartiéramos unos besos y vos me di jiste salí de acá pescado (palabras más, palabras menos) y mi corazón hizo crick. Como dice el I-Chin: sin reproches, pero advirtiendo que son cosas que pasaron y negarlas es peor. Vos fuiste cla ra, directa, sin eufemismos; eso está bien. Todo mi respeto. ¿Entonces qué? Porque vos seguís ahí pa rada, hablando, diría hasta... contenta de verme.¡¿?!
Solución: levanto una cerca invisible de frialdad para tratar de ocultar todo aquello que se me cae mientras me mirás. Pongo el cuerpo tres cuartos perfil y doy medio paso para atrás, finjo estar apremiado por irme a hacer un trámite abstracto. Como si mi vida des pués de este encuentro tuviera algún tipo de rumbo.


Antes de despedirnos definitivamente, lo inevitable vuelve a ocurrir. La sensación que voy a pasar el resto de la semana convertido en este cetáceo que ves, encallado escuchando pop latino todo el día a los gritos y alimen tándome del plancton de la esperanza de volver a verte.
DEPRESIONES - JESU ANTUÑA -
I - Superficie
Por el camino de tierra que pasa por la esquina de la casa en la que viví parte de mi infancia y adolescencia, y en la que aún vive mi mamá con sus perras, la vis ta comienza a abrirse hacia el horizonte. El camino se mantiene sin grandes cambios desde que tengo recuerdo, aunque el entorno se fue modificando con el paso de los años: la casa precaria de Serrudo, que en invierno pasaba en un carro tirado por caballos vendiendo kero sene y en primavera y verano se las arreglaba vendiendo escobas, quedó luego de su muerte a cargo de algún familiar que le cambió puertas y ventanas. En realidad, le colocó una puerta, porque al final de su vida Serrudo terminó por volverse loco y tapió la puerta de la casa. La última vez que lo vi barría desnudo mientras conversaba con Jorge Rafael Videla, el perro de Cucote, que también falleció poco tiempo después.
En diagonal a la casa de Serrudo comenzaba el campo, que es como decir que terminaba el pueblo. Recuerdo correr por la soja y llegar hasta un molino que se encon traba justo en el medio. Las caminatas por ese camino me llevaron a imaginar grandes montañas que se eleva ban a los lejos, casi como en una ensoñación. Apenas visibles, se encontraban a una distancia imposible de
calcular, mucho más allá de donde los montes comienzan a volverse azules, lo que dependiendo de ciertos fac tores climáticos varía es más o menos siete kilómetros. Supongo que esa, la imaginación de las montañas, era una forma de escape. La llanura tiene tanto de crudeza como de ilusión, por lo que es ella misma la que en gendra otros territorios. El llano en algún momento tiene que terminar, devenir mar o montaña.
Muchos años más tarde descubrí que la imaginación no era solamente una necesidad de escape. El accidente geográfico que le da nombre al lugar es particularmente visible desde el camino que sale desde mi casa. Po dría decirse que era la propia visión la que imaginaba montañas. Mientras que mi pueblo se encuentra a una altitud de 68 metros sobre el nivel del mar, el pueblo vecino está a una distancia de 100 m.s.n.m. Supongo ahora que esa diferencia es la que observaba desde la esquina de Serrudo, mucho tiempo antes de que Serrudo enloqueciera y de que yo imaginara montañas, aunque es probable que Serrudo también lo hiciera.

II – Primer descenso: Por los montes y pastizales 1
Hacia el este no está la imaginación de las montañas sino el descenso al hábitat salvaje. La cañada aparece en el este del pueblo, continúa una pendiente en bajada que derivará sus aguas en el Río Coronda primero y en el Paraná después. Por sus características, suelos inunda bles, tierra con altos componentes salinos, y propiedades químicas que seguramente desconozco, el cultivo intensivo no pudo desarrollarse en la zona. La cañada aparece como un paisaje de otro tiempo, un espacio poblado por animales salvajes: yararás, aguará guazú, pumas, jagua rundíes, gatos monteses y perros salvajes, que huyen de la producción intensiva del resto de la zona. La región fue territorio en disputa al menos desde el siglo XVIII. Por ahí pasaba el antiguo camino real al alto Perú, una ruta del saqueo transitada por comerciantes que muchas veces eran asaltados por los Guaycurúes que habitaban el lugar. Ya en el siglo XIX, el viajero y comerciante inglés Alexander Caldcleugh pasó por estas tierras y narró su estadía en Viajes por América Latina. Entre el 24 y 25 de junio de 1821 Caldcleugh llegó a estas cañadas después
1 Esta descripción forma parte de un proyecto que me encuentro llevando a cabo con el colectivo artístico Sociedad de amigos y benefactores de las artes de Cañada Rosquín.
de emprender un viaje nocturno desde el fuerte El Tío para evitar la presencia de los Guaycurúes. Los altos pastizales de la cañada superaban en altura a los ca ballos, por lo que debían avanzar de manera lenta y sin saber con certeza lo que tenían por delante. Un recuerdo similar aparece en la descripción que hace William Hud son de lo que actualmente es Quilmes, en la Provincia de Buenos Aires. Con solo ochos años el joven Hudson regresaba en caballo atravesando un campo de cardos gigantes de casi dos metros de altura, seguramente lue go de un día de observación de pájaros, mamíferos y plantas como las que comenzó a realizar a muy tem prana edad. En un claro una chancha que cuidaba a sus crías se abalanzó sobre él haciendo que casi cayera del caballo. La impresión y el miedo se mantuvieron durante décadas en el escritor y naturalista, que mucho tiempo después y ya en Inglaterra, narraría este hecho en sus memorias. Imagino ahora que un miedo similar debe haber padecido Caldcleugh cuando transitaba estas tierras, el avance lento entre los pastizales era también la posibilidad de que lo asaltaran o de que algún animal lo tomara desprevenido. Pero la disputa de este territorio no era solo con el indígena. Sobre la llanura transitada por el comerciante inglés no se elevaban grandes mon tañas imaginarias, sino un espeso monte de chañares,


algarrobos y espinillos que de forma no menos ilusoria comenzó a aparecer en el horizonte de Caldcleugh una mañana de junio. El 25 de junio de 1821 Alexander Caldcleugh se reunía en el monte José Ñudo con Esta nislao López, caudillo santafesino en guerra con Francisco Ramírez, su par entrerriano. Desconozco si estas llanuras llevaron al inglés también por derivas ilusorias, imaginan do encuentros y conversaciones que realmente no suce dieron. Al parecer López le confiesa a Caldcleugh que se dirige a asesinar a Ramírez, quien se encuentra a pocas leguas de distancia. El 10 de julio de ese mismo año la cabeza de Ramírez viajaría desde Córdoba a Santa Fe y luego a Buenos Aires, después de haber sido cortada por el caudillo santafesino.
III -Segundo descenso: En las tierras blancas
Saliendo del monte, en donde la espesura de los cha ñares, espinillos y algarrobos no permite ver más allá de unos pocos pasos, aparecen las tierras blancas. La ilusión no detiene su paso, y durante las noches de luna llena este territorio se vuelve paisaje lunar.
No hay hombre ni cultivo a la vista. Ezequiel Martínez Estrada decía que la pampa es la tierra en que el hombre
está solo como un ser abstracto que hubiera de reco menzar la historia de la especie – o de concluirla y este territorio pareciera haber llevado este pensamiento hasta la exageración. El pasado y el porvenir confluyen en la cañada, ingresar en ella es habitar otra temporalidad. Unos pocos rastros humanos aparecen a la vista, casi siempre desechos o en el mejor de los casos, ruinas: casas abandonadas, basura plástica, huellas de tracto res, camionetas y camiones. Alambrados. Unas pocas vacas. Pienso que fueron otros sonidos y lenguas los que dieron forma a estas tierras. Lejos queda el rastro de Caldcleugh, la cabeza de Ramírez o los delirios de Serrudo. El color blanco de la tierra fue testigo de la dis puta territorial. Como también todos aquellos no-humanos que poblaron y pueblan el lugar: desde los algarrobos y espinillos hasta las mariposas, el jaguarundí y el puma. Cada tanto una punta de flecha, una boleadora o una vasija asoma su cabeza revelando las disputas por un te rritorio que nunca pudo ser cultivado. Como un fantasma, el jaguarundí oficia de guía, cruza el camino y vuelve al monte. Permanecemos debajo del horizonte.


PRÁCTICAS DE RESISTENCIA
Este micro-ensayo forma parte del proyecto Prácticas de resistencia. Archivo portátil de arquitectura Bentóni ca, el cual explora el comportamiento en comunidades de macroalgas que actúan como estructuras de refugio, soporte y alimento de numerosas especies de anima les y otros organismos. Se centra en la recopilación de registros de estas agrupaciones que establecen una arquitectura corporal de subsistencia ante la amenaza del impacto ambiental. La propuesta estudia sus parti cularidades y posibilidades, en un intento de des-ocul tamiento de prácticas colaborativas en tramas vinculares de territorios en condición de margen, que definen en sí mismas un acto poético comunitario.


Ensayo. Bitácora
Trayectos: orillas patagónicas. Recorridos por área intermareal media.
07.22
Performateo el archivo. Recupero algunas fo tografías de improntas sobre rocas, grafías impresas en papel realizadas con materia orgánica (algas), un instrumento de observación e imágenes microscópicas de residuos antrópicos, apuntes, bocetos, fichas con fragmentos de textos científicos, literarios, definiciones y el video de un alga en la orilla (recuerdo haberla observado por horas pero solo capturé minutos).
Exploro posibles itinerarios.


08.22. Retomo algunos trabajos de campo, así como estudios de laboratorio.
Sobre el muestreo y la recolección de restos antrópicos (packaging de galletitas FAUNA), no se observan mo vimientos, ni rastros de vida. Quietud y silencio.
Respecto del muestreo y recolección de restos orgáni cos (algas), las exploraciones monotipias presentaron estallidos de la materia viva ante la presión ejercida por método mecánico. Configuraron, en algunos casos, estructuras sígnicas y, en otros, poéticas de desborde.

El lenguaje, entendido como organismo vivo, en inte racción con otro, en este caso, alga requieren ser pen sados desde un ecosistema biolingüístico, cuya com posición y estructura se modifique con el tiempo para definir así su carácter dinámico.
Experimenté el desplazamiento, el margen, el origen, la energía, el límite, la insistencia, la resistencia, la oportunidad y lo incierto.



Visita - Llanura - Cetáceos Encuentros movedizos - MARÍA SUSANA PAPONI -
«Cuando observo (en lugar de contemplar) apago los colores del mundo».
P. Hanke
Die Geschichte Des Bleistifts
“me siento tan aislado que puedo palpar la distancia entre mí y mi presencia” Pessoa, F.;
El libro del desasosiego Frag. 83
“El silencio es otro archivo que también se lleva en el cuerpo” Carri, A.; entrevista 11-04-2020
“Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres.” Seferis, Y.; “Helena” Diario de a bordo, III 1 Sentipensar los territorios patagonia -dice la convoca toria- con intención de activar un espacio de diálogo y al mismo tiempo una oportunidad de poner en co mún miradas, palabras, acciones en torno a nuestras experiencias en los territorios que habitamos, e invitar a imaginar a las patagonias como una gran costa, un territorio abrazado por el pacifico y el atlántico; ...
1 Castillo, H.; Poesía griega moderna Bs. As., Vinciguerra,1997
como encuentros movedizos entre tierra y agua, entre mar y continente.
Patagonias es Diálogo. Experiencia. Territorios. Abrazo. Memoria. Encuentros movedizos.
Ideas fuerza que hablan por sí mismas de-para(n) un territorio de tiempo distinto, más lento, migrante, un errabundeo que no alinea y por ello devuelve siem pre el matiz. Lo lineal adquiere una extraña curvatura donde los polos son sólo una ficción, lo circular es la monotonía. Esa monotonía que conlleva la imposiblidad de dejar huellas propias e irrepetibles evidencia pobreza de experiencia. Los territorios, los abrazos, el diálogo, la memoria, la experiencia, no viajan en línea recta, producen variaciones múltiples en movimientos diver sos, exigen períodos de desierto para inventar canales vinculantes.
...”Hacer de la interrupción un camino vivo Hacer de la caída, un paso de danza del miedo una escalera del sueño, un puente de la búsqueda”... Fernando Pessoa “De todo quedaron tres cosas”
Errancia buscadora de reversos en el que renace la escena pasada, lacerada, alterada poniendo en tensión la experiencia de nosotros mismos que como criaturas de la huída nunca estamos del todo en ningún lugar, ni siquiera en la vida definitivamente, y aún así de vez en vez --sueños de mendigos21-- nos construimos una pertenencia o un estar.
Patagonias es existir y moverse, no se esquivan las visitas sean las de viajeros exóticos, las de lugareños sapien tes, las de predadores insolentes, las de pasantes in genuos, las de errantes sin emociones, las de andantes que han abandonado las filas de los remeros, las del solitario genuino, una de las encarnaciones más bellas de Visitas
En los modos de posibles visitas, la experiencia del
2 “Sueños de aldeas desnudas, vientos que abren las almas, callejones ilu minados por el hambre de los mendigos de amor. Siempre estarán los que quieran estar, sólo saldrán los que quieran romper. Arenas en movimiento, sacudidas por nuestras llagas de sed, diques secos que se quebraron por las palabras vacías de ayer. Siempre estarán los que quieran estar, sólo saldrán los que quieran romper”. Sueños de mendigos Las Pelotas
pasaje como la del exilio y el ejercicio de la memoria es siempre idea de límite y significa trayectos com partidos tanto como estímulo existencial, quiebre cro nológico, ansiedad de ausencia, o fábrica de islas de posibilidad.
En tiempos en los que las verdades de la experiencia de la vida parece haber perdido fuerza, poderosas imá genes simbólicas conectan rastros del dolor del pasado con la posibilidad de un acontecer renovado como el de cruzarse en el camino con otros y seguir huellas para construir itinerarios propios sabiendo que activar es siempre crear un des-orden peligroso.
Esa intensidad es el desafío. Esa piedra arcaica bautiza y re-bautiza las patagonias, se construye y se des vanece haciendo mapas de los gestos ya que no es un aspecto geográfico sino un estado del pensamien to. Compone con lo heterogéneo por tanto nada que significar, mucho a experimentar. Así son las visitas si se realizan en su sentido de ir a ver, examinar la irrupción, ver detenidamente lo que sale al encuentro ligado a un cierto peregrinar sin el cual nada cautiva pues sin extrañamiento de sí no se percibe --apenas se alcanza a prescribir--
Patagonias no es objeto a reproducir sino más bien máquina de múltiples ruedas que no se dejan someter a la dialéctica clientelar. Entre las fugas, el trajín de las re-adaptaciones y la lucha con mil demonios, fabu la siempre nuevos vuelos migratorios echando semillas fuera del surco. Como laboratorio de conexiones infini tas, rompe el espejo. Delira. En fabulación inacabable, inaugura siempre alguna imagen inasible.
Los detalles, los matices, la palabra precisa, lo que no puede decirse, lo que excede, lo que no cabe en la narración, de cuando en cuando la ausencia de narra ción, el silencio, la regulación de discursos que definen campos de objetos, la necesaria localización de los problemas, permiten como contraseña de hermandad, habitar la dificultad de la época y esto, no es teorizar oscuridades con el parapeto de la imaginaria muralla especulativa, como personajes espantados del presente, sino --como buenos acechadores-- alterar la imagen aprisionada de los sacristanes del aparato para tornar a la intemprerie y andar por tierras exóticas en medio de una maraña de planos entre restos de un naufragio permanente tras la exploración de maneras de ser. Suscitar gestos.
En definitiva, borrar fugitivamente el torrente de trivi liadades del desfondado barco de los ritos mundanos, sean prejuicios sean superstición, para recuperar um brales que permitan cultivar la posibilidad de construir presencias.
Patagonias
territorio/s de viajeros y viajes, también de administración de la soledad, a veces de pobres mo vimientos batallando con las vestimentas que hay que lucir y con lo que pasa por dentro. Los verdaderos viajeros son los que parten para partir31 tal el paradigma del viajero: aunque Itaca no exista, Ulises debe conti nuar buscando el camino. La primera cosa que crearon los hombres es el viaje luego se hicieron presentes la duda y la nostalgia42
“Es posible que el paseo sea la forma más pobre de
3 “..Pero los verdaderos viajeros son los únicos que parten Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos, De su fatalidad jamás ellos se apartan, Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!... “ (Baudelaire. Poema 126 de Las Flores del Mal
4 Theo Angelopulos 1995 YouTube.com/watch?v=z1Strm25c&ab.chan nel
viaje, el más modesto de los viajes. Y sin embargo, es uno de los que más decididamente implica las poten cias de la atención y la memoria, así como las enso ñaciones de la imaginación y ello hasta el punto de que podríamos decir que no puede cumplirse auténticamente como tal sin que ellas acudan a la cita. Pasado, pre sente y futuro entremezclan siempre sus presencias en la experiencia del presente que acompaña al Paseante y le constituye en cuanto tal”.51
Si se explora en Walter Benjamin, se evidencia que el paseo trasciende los modos de lo anecdótico para constituirse en modelo y matriz, metáfora mayor de la forma misma de la experiencia. “El paseo es condición de superviviencia mental, medio de comunicación con el otro (...) así como modo de existencia entre la gente” 62
El paseo, en fin, es modelo de política de la experien cia lo que implica que el dominio de experiencia del Paseante sea obligadamente otro, sale al encuentro de
5 Morey, M.; “Kant Promenade Invitación a la Lectura de Wakter Benja min”. Creación, núm.1, Madrid, abril de 1990.
2 R. Walser, R.; Barcelona, Siruela, 2020
aquello que sólo cuando se encuentra se sabe que se estaba buscando.
“El Paseante sale a la captura de instantes o de ros tros –de los rostros del instante; de un presente que, de pronto, nos ofrece su rostro. El instante atestigua lo que no pertenece a la representación, a la apariencia. Es este testimonio enigmático de lo que está más allá de nuestras voluntades de reconocimiento, este Afuera de nuestros modos representativos es lo que el Pa seante persigue en su deriva”.71
La pregunta es acerca de cuántos y quienes recorren patagonias como paseantes liberados de dogmas, y a modo de experiencia.
Visita a la llanura de los Cetáceos es rodeo, distan cia, perplejidades, clausura, (de la caverna platónica) desarreglos, espacio temporales, infancia resucitada, es la dislocación necesaria, la sustitución brusca ante ve cinos indiscretos aprisionados en la arquitectura progra mada que reduce a nada la experiencia y formatea el destinatario mediocre que se ocupa de postular por adelantado.
7 Morey, M.; Idem
¿Quién atiende a ese atender al pasar de lo que pasa sabiendo que se está de paso –que al fin y al cabo somos solo pasantes de la historia--?
¿Quién tiende a ese inventar oasis donde la fragilidad puede ser más una preferencia que una condición ya que sin movimiento no hay acontecimiento, aunque de todas formas esto no significa que el movimiento sea visible?
¿Quién se atreve a restaurar la dignidad de la expe riencia que pasa, y establecer el valor de la experiencia temporal, a modo de extraer lo eterno de lo transitorio?
¿Quién se anima a movimientos que escapan de todas las razones?
¿Quién asume ese requisito para conjurar los mo mentos apagados del discurso oficializado en el que las cosas aparecen disfrazadas sobre y a propósito de patagonias?
En el arco de Hudson a Chatwin en medio de tantos otros arcos que se pudiesen trazar y en los límites y por fuera de tantos más, se grafican formas de huída,
caminos de evasión que bucean en periplos existenciales de otros, desde la distancia, ritmos sosegados de quien hace el equipaje y marcha lejos y aún así no escapa de todas formas a sucesivos abandonos. Los modos de existencia son ocupaciones del espacio tiempo y cada uno de esos modos condiciona y determina el espacio y el tiempo que ocupa.
...La Patagonia estaba allí por fin. ¡Cuán a menudo la había visto en mi imaginación! ¡Cuántas veces había deseado ardientemente visitar ese desierto solitario, no hollado por el hombre, para descansar allá lejos en su paz primitiva y desolada, apartado de la civilización!...8 1
Patagonias deviene –es su karma-- objeto fetiche que requiere una arqueología vital de filiaciones enmasca radas, para dejar la mirada en el paisaje hasta recu perarla, para perdernos quizás, pero sin aceptar nunca ser reducidos a alguna identidad.
Así, Visita a la llanura de los cetáceos qué derrotero sería si llanura es por definición extensión plana y por cierto sin relieves, y los cetáceos son mamíferos ma rinos de piel lisa carente de pelo tan planos como la
8 Hudson W. H.;Días de ocio en la Patagonia, Buenos Aires, El Elefante Blanco, 1997 p.p. 11-12
llanura. Sin embargo, quien nombra, llama e inventa nuevamente las montañas mágicas que abrazadas entre mar y mar entre Pacífico y Atlántico generan los ne cesarios acantilados donde los ecos de las voces, los gritos, los reclamos, ganan batalla contra el olvido en vísperas de necesarias renovaciones que no se harán posibles sin enclaves simbólicos que permitan desatar la imaginación del presente.
No comprender la realidad sobre la cual se vive es fuente de alienación que consiente la pérdida de comu nidades actuantes a manos de ciudadanías silenciosas mutiladas. Hay umbrales que no pueden seguir siendo violentados, son el límite.
No se habita otro espacio, no se asumen nuevas es tructuras de sentimiento si se permanece aprisionados, convertidos en extraños, privados de la capacidad perceptiva que permite componer la existencia a modo de encuentros movedizos.
Este fanzine se termino de editar en el taller-estudio de Proyecto Visitantes. El Hoyo, Comarca Andina Patagonia(s) Septiembre 2022
