El esparto, que hasta en su nombre científico (Stipa tenacissima) lleva el distintivo de ser un luchador, es sin lugar a dudas la especie más emblemática de estos paisajes del sureste madrileño. Esta gramínea está perfectamente adaptada a resistir allí donde las demás no pueden: forma matas densísimas en las que, al ir creciendo desde el centro al exterior, las hojas viejas y duras retienen en la base de la planta los nutrientes y la humedad, y protegen los renuevos jóvenes del interior del exceso de sol y sequedad; y también del fuego no muy fuerte, pues estas macollas secas arden tan deprisa que casi ni a calentarse llegan. En los días más calurosos del verano las hojas se enrollan además en forma de cilindro, para minimizar la pérdida de agua por evaporación; pero ahora en abril, cuando las condiciones son más benignas para todos, las matas crecen con ganas y desarrollan también sus altas espigas. Las semillas que saldrán de éstas son picudas y cuentan con muchos pelos que apuntan hacia atrás, y que se enganchan como el velcro en el pelo de los animales que acierten a pasar junto a ellas.
EMNMM - 53