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Conectados por las raíces

Ana María Sánchez García. Presidenta de Escuelas Católicas

Dicen que los árboles de un bosque se conectan por las raíces, que a través de ellas se comunican, se ayudan y se cuidan unos a otros. Es esta interconexión subterránea la que garantiza su supervivencia. La imagen de los árboles interconectados bajo el suelo me resulta muy sugerente, y me viene en este momento al corazón como un símbolo de nuestra realidad. Podríamos contemplar a las instituciones que formamos parte de Escuelas Católicas como “árboles” diversos, de distintas especies, distintos tamaños y colores… cada uno lleno de vida y de belleza. Y todos con profundas “raíces”: su historia, a menudo larga, la intuición carismática que está en el origen de cada una de ellas, los valores que sustentan su misión educadora…

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En la historia de mi congregación -supongo que a otras les pasará lo mismo- guardamos anécdotas entrañables de las relaciones entre nuestras fundadoras y las de algunas congregaciones que nacieron por la misma época. Eran relaciones de aprecio y valoración mutuos, de cercanía, cariño, apoyo y ayuda desinteresada.

Los hombres y mujeres que en diferentes momentos de la historia se sintieron llamados a dar respuesta a la necesidad de educación que había en su sociedad y que, a veces sin buscarlo, se vieron involucrados en la gestación de nuevas instituciones, se sintieron parte de un todo mayor, y entendieron su misión en el marco de la misión universal de la Iglesia. Y, por eso, supieron relacionarse entre ellos en clave de fraternidad.

Nuestras raíces nos sustentan, nos alimentan, nos proporcionan identidad propia, pero a la vez, nos conectan con otros y otras con los que compartimos una misma misión

Igualmente, si miramos a las “raíces” de lo que llamamos ahora Escuelas Católicas, y nos retrotraemos a la fundación de FERE en 1957 o, incluso antes, a aquella primera Federación de Amigos de la Enseñanza que surgió en 1930 y de alguna manera fue su antecesora, podemos ver que los que iniciaron este camino común lo hicieron con el deseo de unir fuerzas y de ayudarse unos a otros. Juntos, pudieron afrontar las dificultades y salvaguardar el futuro de la educación católica en España.

Sí, nosotros también estamos “conectados por las raíces”. Nuestras raíces nos sustentan, nos alimentan, nos proporcionan identidad propia, pero a la vez, no lo olvidemos, nos conectan con otros y otras con los que compartimos una misma misión: evangelizar a través de la educación.

En nuestra última Asamblea General, celebrada el pasado mes de abril, aprobamos un documento de “Buenas Prácticas” para las relaciones entre los centros, cuyo objetivo es fomentar todo aquello que nos ayuda a crecer en colaboración y a tener buenas relaciones unos con otros, buscando el bien común y evitando, en cambio, lo que nos puede hacer enfrentarnos y situarnos como competidores.

Desde aquí quiero invitaros a todos a sumaros a estas “buenas prácticas”. Ojalá nos ayuden a ser fieles a nuestras raíces, a valorar y a mantener esa interconexión que, sin duda, es necesaria para vivir el presente y seguir mirando con esperanza al futuro.

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