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Educación: prisma de luces y sombras

Sonia Ramos. Departamento de Innovación Pedagógica de EC

Tengo un pequeño prisma de cristal encima de mi mesa. Lo he utilizado a veces en algún trabajo de pastoral, pero, sobre todo, me gusta tenerlo en la mano y jugar con él sin más, lanzándole de vez en cuando un rayito de luz. Es bonito, se embellece sobremanera y se transforma cuando le atraviesa la luz que él descompone en siete colores. Me asombra la maravilla del rayo de luz blanca y me impresiona la belleza vibrante de sus colores. Sé que tengo en la mano un tesoro, pero no sé muy bien qué pasa en su interior y cómo provoca ese magnífico efecto de la dispersión de la luz.

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Mientras juego con él, por analogía, me viene a la mente otra imagen también brillante y hermosa, que se me antoja traspasando un prisma y dispersando su luz en ráfagas de claridad y de oscuridad.

Es el rayo vibrante del hecho educativo que veo como rayo que atraviesa el prisma de caras diversas e irregulares que es la educación A la educación llega como luz potente y prodigiosa que chocará en las múltiples y diversas caras que la conforman. Es en esa realidad diferenciada donde el hecho educativo deja huellas que marcan un papel determinante en el devenir de cada niño y de la sociedad.

Es entonces cuando el hecho educativo adquiere su máximo valor, porque es una acción que favorece el cambio personal y social hacia un compromiso fortalecido.

La acción del hecho educativo busca:

• Ofrecer lo mejor de cada cual para sacar lo mejor de los alumnos a los que se dirige.

• Aprender con el que aprende. Buscar, investigar, trabajar, empeñarse en mejorar y tener siempre activa la opción de hacer bien el bien.

• Provocar e impulsar en la inteligencia, en el conocimiento y en el corazón del niño, la base donde nacerán las competencias que le llevan a ser sujeto positivo para sí y para los demás.

• Desarrollar en él el sentido de la bondad, de la belleza, del arte, de la cultura, de la justicia, de la ética.

• Creer en cada alumno, porque le conoce, escucha, guía. “Educar”, esperar cada día un milagro pequeñito.

• Es pasión por lo que es.

• Es espera sin desesperar.

El hecho educativo -la luz que ilumina todo- se hace posible en la educación

Alguien y en algún lugar ha de poner en marcha ese acto de educar con el deseo de hacer posible la transformación del pensar, del sentir y del actuar. Ese lugar es la escuela y ese alguien es el maestro.

Si las caras del prisma refractan la luz y la descomponen en sus distintos colores, la educación será el prisma que en sus múltiples caras refracte la luz del hecho educativo y nos oriente en la tarea de asumir la educación como oportunidad de transformación y crecimiento, posible, porque la persona es un ser en permanente aprendizaje.

Sé que también es un tesoro, pero tampoco llego a saber muy bien cómo y qué pasa en lo profundo de la educación para que el hecho educativo se descomponga en ráfagas oscuras o luminosas. Porque pueden ser de éxito o de fracaso.

La ONU nos recuerda que la educación “es la formación práctica y metodológica que se le da a una persona en vías de desarrollo y crecimiento. Es un proceso mediante el cual se le suministran al individuo, herramientas y conocimientos esenciales, para ponerlos en práctica en la vida cotidiana. El aprendizaje de la persona comienza en su infancia, en la escuela o el colegio, donde el maestro, previamente educado, implantará en el niño identidades, valores éticos y culturales para hacer de él una persona de bien en el futuro”.

En el prisma de múltiples caras que es la educación influyen diversos aspectos que interfieren en el logro del hecho educativo. No solo se da la interferencia en la relación maestro-alumno, otros elementos, directa e indirectamente, forman parte del conjunto de influencias que refuerzan o limitan los procesos de aprendizaje. El ser humano es imprevisible y cada cara del prisma educativo puede convertirse en el lado oscuro de la educación, el lado que impide alcanzar su objetivo pleno. O el lado luminoso.

Esas caras son diversas. Estas son algunas de las que necesita el hecho educativo:

• Ante el docente. Su tarea diaria está llena de momentos magníficos que permiten disfrutar de la profesión y otros muchos llenos de desafíos.

» Saber lo que tiene que hacer y cómo lo debe hacer. Pero saber también de la responsabilidad diaria, de la calidad profesional, de la urgencia de la formación continua, del riesgo a perder la magia de la imprescindible pasión por lo que hace.

» Asumir con naturalidad las horas interminables corrigiendo trabajos, redacciones, evaluaciones, minuto a minuto para cada alumno, semana a semana, la necesidad de superarse, de mantenerse al día... y mientras, sonreír ante las voces que critican sus cómodas jornadas de trabajo.

» Priorizar acciones, preparar métodos y procedimientos, cambiar sistemas, preparar temas, cuidar al alumno que lo requiere... Elegir batallas, superar baches, dar la mano al alumno caído, mejorar resultados, provocar esperanza, creer contra toda esperanza... Gozarse en el estar siempre aprendiendo.

» Cuidar su equilibrio personal, ser docente en tensión profesional sin desgastarse ni perder la esperanza o la ilusión. Sin dejarse llevar por la frustración. Saber cuidarse a sí mismo.

» Ser buen docente. Prepararse, actualizarse, elaborar las clases, provocar que el alumno aprenda, probar competencia profesional, aplicar estrategias efectivas para el desarrollo de la autoestima del alumno, motivar, ser creativo y activo en el aula, animar el buen rendimiento y alentar a los de abajo, mantener un óptimo nivel profesional, conservar la pasión por enseñar, valorar y estimular a todos los alumnos, ser motor de cambio y promotor de preguntas…

• Ante las circunstancias y características actuales del alumnado y la realidad social. Estos viven en la época de la inmediatez, que requiere respuestas rápidas, y por ello el alumno debe:

» Ser guiado e impulsado para ser protagonista de su propio aprendizaje, despertar su interés y responsabilidad.

» Desarrollar el pensamiento crítico y resolutivo.

» Adquirir y desarrollar la capacidad de colaborar, de trabajar con el otro, de que la colaboración sea su lugar habitual.

» Desarrollar habilidades comunicativas y de escucha, respetuosas y atentas a la relación con los demás.

» Ser respetado, valorado y motivado en sus circunstancias personales, historia, ambiente, capacidades, competencias personales…

» Ser acompañado hacia una respuesta constructiva, ante una realidad general actual de agresividad, corrupción, de negatividad de valores.

• Ante los padres y las familias. No es un punto fácil, pero es necesario:

» Favorecer que las familias asuman su rol de primeros educadores, en continuidad con la tarea escolar y, en especial, en los valores intangibles compartidos por la familia y la escuela: el respeto, la generosidad, la colaboración, la amabilidad…

» Trabajar junto a ellos.

» Hacer posible el proyecto común porque el objetivo es común.

» Acercarse a los más distantes, pues son los que más lo necesitan, ellos y sus hijos.

» Ser empático con las familias. Buscar alternativas para facilitar los contactos.

» Hablar claro, informar, dar explicaciones, porque la transparencia en la acción es esencial para el acercamiento.

Newton con su experimento logró conocer la composición de la luz. Hizo visibles siete colores esenciales que subrayaron, de una vez por todas, la importancia esencial de la luz. En ese momento fue consciente de que solo gracias a la luz podemos ver y examinar la naturaleza. Aunque la disfrutaba cada día, fue entonces cuando entendió el bien que supone la luz.

La solución debe estar en actuar. En generar una sociedad más racional y humana, en poner el acento en los aspectos intangibles que pueden ser los esenciales

Así de obvio, tal vez demasiado simple, pero claro, es como termino para mí, este simple símil del prisma. El hecho educativo -la luz que ilumina todo- se hace posible en la educación. Educación que está afectada, interferida, beneficiada o perjudicada por los distintos factores, que yo he querido llamar caras del prisma y de los que no he mencionado todos. Son tan potentes, tan positivos o tan malignos, que pueden hacer triunfar o fracasar el hecho educativo.

Tomar conciencia de que desatender esas caras supone provocar el fracaso de la educación, puede hacernos, como a Newton, darnos cuenta de la importancia real de la educación. La verdadera cara oscura de la educación será el olvido, la indiferencia ante el hecho de que, una atención mal orientada, puede hacer fracasar el hecho educativo. Y con ese error, erramos todos.

Hoy, que nos lamentamos de los escasos logros educativos, puede ser de interés detenernos, analizar y actuar sobre la cara, o las caras del prisma que estén provocando el fracaso. Tomar conciencia de que, si existe un fallo en el docente, en las familias, en el medio… fallará el hecho educativo que sufrirán nuestros alumnos.

La solución debe estar en actuar. En generar una sociedad más racional y humana, en poner el acento en los aspectos intangibles que pueden ser los esenciales. Y eso es sencillamente porque en la luz del hecho educativo se guardan soluciones para una sociedad mejor. Y para una educación mejor.

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