ERRR Book #03

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que se habían caído al piso. Agradecí balbuciendo y le pedí que se sentara. Entonces escuché su nombre: Pilar Angón. Después, algo nos dijimos, nos besamos porque estábamos cerca. Creo que estuvimos abrazados un rato y ella o yo, no sé bien, escribimos nuestros teléfonos en unos papelitos... Fue más o menos así, dijo Veytia, aunque desconfiando un poco de su exactitud al contar lo que sucedió en el encuentro con Pilar. Betty miraba por la ventanilla la franja de tierra que se recortaba intermitentemente por las curvas. La mañana avanzaba. Estaban ya muy cerca de Saltillo. Había transcurrido alrededor de una hora. La luz estaba ya casi sobre ellos. El calor también se sentía más. Betty suspiró y su piel bronceada adquirió una textura más áspera, de infinitos montículos diminutos y pelos erizados que excitaron a Veytia, obligándolo a desplazar el brazo y la mano hacia los pechos pronunciados, pero en un sobresalto de la razón se contuvo y desvió la energía contrayendo ese brazo y esa mano, para dirigirlos entonces hacia el espejo retrovisor en una maniobra algo ridícula. Quizá lo mejor hubiera sido ceder hasta poner la mano sobre el pecho izquierdo, acariciarlo con suavidad, pero abarcándolo todo, sentir entonces cómo eso recorrería el cuerpo, y así después con sus dedos saludar el pezón rosado debajo de la prenda, esperar una sonrisa de complicidad, para tomar de nuevo el volante con las dos manos.

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