
4 minute read
Los cuadros de Claudio son una ventana a un fantástico universo de colores, bailes e historias
from Encuentro 81 N°8
by Encuentro 81
Jorge Lastra
Autorretrato
Advertisement
Yo supe que era pintor, conocí su obra en una oportunidad que caminamos por la calle Carrera, desde la Alameda al sur hasta llegar a un pasaje en el que encontramos las piezas donde vivía con sus padres. Para entrar a su pieza tuvimos que subir por una empinada escalera que nos llevó a un entretecho, donde vi junto a la pequeña ventana que miraba a los techos de las casas vecinas, dos paisajes urbanos. Uno puesto sobre un atril mostraba el cauce del
“Ebrio de azul voy entre el follaje de la taberna sagrada. Cabalgo en círculo llevado por el aliento sagrado que te ofrecí en sacrificio”.
Claudio Tapia
río Mapocho que tenía en su lecho distintas figuras que representaban hitos de la ciudad, micros, la Estación Central, la iglesia de San Francisco, puentes, que fluían como si fueran la corriente de las aguas desplazándose de una esquina o otra del cuadro. Estaba pintado en blanco y negro; era una obra preciosa por el movimiento y la poesía. El otro cuadro miraba desde una ventana, tenía en un primer plano un gato negro sentado mirando una calle en un ambiente nocturno. una juventud incómoda y oprimida por el gobierno de la época, limitante de nuestras libertades Allí lo conocimos apoyando tertulias, talleres y presentándonos sus creaciones.
En esas pinturas aparecían dos constantes de su obra, el paisaje urbano de Santiago Centro y una atmósfera de movimientos en remolinos, como voces que hablaban en silencio de un mundo nostálgico. Eran sus cuadros de mediados de los años setenta cuando cursábamos los primeros años de la carrera y que es el comienzo de nuestra entrañable amistad. Ambos vivíamos en el Santiago Centro, desde dónde nacieron muchos de sus primeros paisajes.


Él vivía en esa casa de la calle Carrera y yo en Almirante Latorre, a dos cuadras de la Alameda, por eso acostumbrábamos a caminar nuestra amistad, desde la escuela hasta las respectivas casas recorriendo la intimidad de nuestras vidas.
Claudio ingresó a la carrera de medicina el año 1974, se caracterizó por su densidad existencial y su sintonía con el intenso y subversivo mundo de la cultura universitaria en la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), que se transformó para muchos de nosotros en el espacio de expresión artística y nicho de sobrevida, de

Estudió en el Instituto Nacional donde fue destacado por su profesor de artes plásticas, que lo instó a participar de unos cursos especiales de la Escuela de Bellas Artes para artistas en formación con el profesor y pintor Pedro Bernal en los años 1970 y 1972, cursos que como tantas cosas fueron cerradas bajo el régimen militar.
Durante el período universitario, junto con sus estudios de Medicina, continuó la pintura de manera autodidacta y con apoyos esporádicos del Taller de Pintura Contemporánea del Profesor Alfredo Mosella (1973 – 1976). Su obra comenzó a adquirir una mirada más introspectiva, hablando de su intimidad, haciéndose preguntas existenciales sobre el arte y la vida y su propia opción. De entonces recuerdo otro de sus cuadros en la figura de una cabeza que tenía una abertura en el cráneo de donde salían imágenes oníricas de su mundo fantástico y de la boca textos que hablaban en un lenguaje y otra sintonía que el mundo de sus ensoñaciones En esos tiempos comenzaron a aparecer los colores, sin dejar nunca el negro, apareció el turquesa y los azules, como primeros planos de ambientes más cálidos

Nuestras caminatas en este período habían cambiado de circuito. Él empezó a pasar más tiempo con su pareja en Antonio Varas y yo estaba de allegado en una casa de Pedro de Valdivia Norte. Nuestro periplo pasaba sobre el hoyo de la ampliación de la línea uno del tren metropolitano y debíamos cruzar a través de la trinchera abierta por esa obra, a la altura de la plaza Italia. Era una ruta caótica que además de ser una aventura en medio de esa destrucción/construcción, siempre significó para nosotros algo más que una fractura del trazado de calles, era como un ejemplo de la fractura social de la propia vida bajo la dictadura.

Al final de nuestra formación vino el quiebre a fines del año 1982, cuando preparaba su último examen de pregrado, habiendo ya aprobado los primeros tres, es que decidió no presentarse, era el pregrado de Medicina. En una entrevista realizada a la revista “Vida Médica” del Colegio

Médico, declaró que eso había sido un acto de honestidad consigo mismo: él era pintor, no médico. Sabía que su vida sería difícil y así fue, pero su consecuencia predominó sobre la facilidad de aparentar lo que no era.

A partir de ese instante, desprendido de ataduras se dedicó por completo a su pasión, ponerle imágenes y colores a lo que surgía de la mirada del mundo Sin perder ni el movimiento ni los colores, empezó a pintar paisajes. Curiosamente dos tipos de paisajes diferentes, paisajes de selvas maravillosas y torres de alta tensión y de la telefonía que circulaban en un infinito celestial.
Es un período prolífico, de exposiciones y premios. El primero fue de la Corporación de Amigos del Arte de Santiago los años 87 y 88 y una invitación a dos importantes talleres y exposiciones en Francia y Holanda el año 1993 y 1994.

A comienzos de la década del noventa, su vida agrega la que fue su compañera más importante y las figuras humanas bailando, tango, cueca o en rondas, con predominio de mujeres, en los paisajes que ya habían conformado el escenario de toda su obra, las calles de Santiago, las selvas ligeras y el azul de cielos, como témpanos de ultramar.

El nuevo milenio lo celebró con alegrías, placeres y baile. Se hizo tanguero y acompañó la pintura con otras plásticas… la carpintería y el diseño en madera.
Pero los nuevos tiempos le hicieron más difícil la vida, siempre le fue complejo vender sus obras, tampoco hizo concesiones al abandonar su pasión y subsistir subsidiariamente y probablemente por eso su pintura se hizo de paisajes más fríos, casi catastróficos y de fin de mundo.



Deteriorado de su salud, por una diabetes que nunca pudo ni quiso controlar y una cirrosis por daño hepático medicamentoso a causa, entre otras cosas, de un tratamiento prolongado y mal controlado de una psoriasis que por períodos lo invadía dramáticamente, craquelando e invadiendo de llagas en partes importantes de su cuerpo, comenzó un declive rápido y sin retorno, falleciendo el 2 de noviembre de 2022. Nos dejó su mundo fantástico de paisajes, colores y bailes.
Como entonces, por los esplendores del tiempo, compañero del alma, pareciera que el gris imaginario hasta el colorido de siempre, se comprime en un suspenso inalcanzable al misterio de tu vida, hasta siempre.

Jorge Lastra
