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Azotada por el viento

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Apoteosis

Apoteosis

AZOTADA POR EL VIENTO

La suciedad y las hojas, los cadáveres de insectos y las pelusas, daban vueltas arremolinándose, rebotaron bajo los escalones de baldosas de arcilla, una por una, un suave zumbido seguido por el ligero raspado de hojas secas de buganvilla que se rasguñaron y se soltaron para liberarse de aquella masa giratoria hasta que finalmente la nube embudo llena de escombros entró en la cocina.

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Todo dentro de la casa se elevó al aire. Los papeles, cupones, y recibos se volaron de la mesa. Cada miga que quedaba en el mesón saltó. Las cortinas de gasa retozaron en el techo. La luz se balanceaba encima de la mesa como si estuviera a bordo. Las puertas de metal pesado, generalmente inanimadas, se transformaban en jóvenes petulantes que no se quedarán en una habitación con una puerta cerrada, a pesar de que ellos mismo la cerraron de golpe.

¿Qué más cobraría vida mientras las ráfagas sin lluvia rompen el hechizo del sueño y el fingimiento de la zarigüeya? Su capacidad de permanecer inmóvil, bajo mi mirada, es tan convincente que había olvidado que cuán fácilmente cómo paneles planos y de vidrio, colgantes de pared y miedos, cafeteras y sueños, lámparas y amores de larga duración, revelan un verdadero yo que no se rige bajo sus reglas, que las expectativas humanas tan limitadas se deshacen mientras esperan la llamada del viento.

Las ramas del pirul tocaron insistentemente para que les dejaran entrar como si no hubieran estado tirando las cáscaras de las bayas secas sobre el balcón y la sala de estar todos los días, todas las noches. A pesar de que le pedía, muy amablemente, si pudiera tirarlos unos metros otra dirección, hacia la parte de mi vecina en la ladera. Unos cuantos miles de ramitas de pequeños granos de pimienta amarilla no destruirían por completo su tema del colchón /marco de la cama/lavadora/cubo de dulces naranja en forma de calabaza da Halloween sin usar.

¿A quién más empujaría el viento hacia adentro? Tal vez, a los dos gatos callejeros del Tecolote y a quienquiera que hayan estado intentado seducir con su maullido, posiblemente las únicas criaturas que aún vagan buscando sexo cuando a nosotros se nos dice que no podemos estar a menos de un metro y medio, incluso si también estamos en celo. Quizás, la banda de perros que deambulan toda la noche, burlándose de los reprimidos a ladrar desde los

I will make myself ready as afternoon sky darkens, and the papers take flight once again. I will wear my traveling clothes to bed, pack my pockets with nuts and berries, kiss my loved one goodbye instead of goodnight. I will allow myself to be swept up with all the other rootless debris from the Tecolote hillside, shaken and swirled and danced about until the night wind softens and dissipates, deposits me in some other patch of Chichimeca territory, to awake tomorrow morning, windswept clean, the spell broken.

—Bonnie Wolkenstein

tejados, incitando a los gallos a cantar, a la mujer insomne a reiniciar su meditación guiada, una vez más.

Me prepararé cuando el cielo de la tarde se oscurezca y los periódicos vuelvan a tomar el vuelo. Usaré mi ropa de viaje en la cama, llenaré mis bolsillos con nueces y bayas, le daré un beso de despedida a mi amado en lugar de las buenas noches. Me dejaré arrastrar con todos los demás escombros desplazados en la ladera del Tecolote, me sacudiré, bailaré y daré vueltas hasta que el viento nocturno se ablande y se disipe, y me deposite en algún otro pedazo del territorio Chichimeca para despertar mañana, azotada y limpia por el viento, con el hechizo roto.

—Traducción por la autora

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