1 minute read

Refugio

REFUGIO

Las luces de los autos cortan la que escapa de la puerta. El linóleo traza un mapa infinito.

Abajo marga oscura, adentro vida temblorosa.

Escalones de piedra entre peste a orina de gato que sale de setos descuidados. Casa de árbol con escalera de tablas, caja de bateo pintada en una pizarra descarapelada en la pared de la cochera.

El comienzo del no como una brisa hace crujir la hierba alta de un césped pajizo. Agujeros de mordidas.

Viejas fotos instantáneas acurrucadas en sí mismas. Grietas en el aceite. Cosas que viajan en familia. Estanterías para libros hechas con cajas de manzana. Mesa circular con escondites. Cama de latón. Mecedora. Juego de tenedor y cuchara de madera para ensaladera africana de imitación. Tazón de hielo en forma de pingüino con tapa, elegante. Silla de barbero antigua.

Todo eso desapareció con padres y abuelos. Empacamos ahora en presupuestos: de tiempo y espacio, sentimiento y horizonte.

Refugio durante y después de la pandemia.

Pelar de pared a pared el único salón de una escuela rural. Quitar papel tapiz de la fachada de un edificio de tres plantas. Encontrar consuelo febril en una habitación fresca de techo alto, Debussy suena a volumen bajo. Montones de ropa. Todo eso desapareció.

¿Qué viaja más allá de la memoria? Materiales de cuarto oscuro. Una vieja computadora portátil cargada con Pagemaker. El piano y su larga historia. Arte y alfombras, un par de sillas finas, mesas auxiliares. La cama.

Hicimos hogares de casas. Objetos encontrados, de segunda mano. Un sentido del gusto en evolución.

El refugio cambia de lugar. Ahora está detrás de los ojos. En reposo. Reconocimiento. Todavía sorprende.

Inquieta memoria pelada de obstinación, vaciada de miedo.

—Traducción: Iván Soto Camba