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Lirio Garduño-Buono Translation: the author with Sterling Bennett La habitación improbable

LA HABITACIÓN IMPROBABLE

Siempre me ha gustado la idea de las habitaciones secretas, los cuartitos cuya existencia nadie o poca gente conoce en las casas viejas, por alguna razón arquitectónica, testamentaria o simplemente por algún secreto familiar. Hace algunos años di cursos de verano en una escuela de español para extranjeros. Como muchos negocios de mi ciudad, esa escuela se encontraba en el primer piso de una antigua casona del centro. Entrábamos por un callejón lateral porque las entradas de los comercios de la planta baja daban directo a la calle. Al fondo, la escalera de servicio nos permitía subir hasta una sucesión de cuartos, algunos dando al callejón y otros a la calle principal. En éstos últimos tenían lugar mis clases y he de decir que era muy agradable porque eran salones espaciosos con altísimos techos de vigas y vastas ventanas verticales. Para llegar a mis salones, cada día pasaba por el patio principal, un espacio cuadrado con un corredor protegido por elaborados barandales, rodeado de habitaciones menos afortunadas que mis salones, ya que por caprichos del propietario o por necesidad práctica, el patio estaba cubierto con láminas de fibra de vidrio y a las habitaciones interiores llegaba poca o ninguna luz. Era una retahíla de galerías de mina. Pues bien, sobre ese patio abrían todas las habitaciones menos una. Ésta me intrigaba particularmente porque su puerta era una celosía de estrellas moriscas y sólo se podía ver una fragmento del techo, siempre oscuro. Nunca vi a nadie entrar allí y nunca la vi abierta. Cada vez me fascinaba más esa habitación misteriosa, cada vez anhelaba más conocerla, entrar, instalarme en ella. Nunca me atreví a pedirle la llave a la secretaria, por miedo de que el tema fuera tabú, como suele suceder aquí con tanta frecuencia: un espacio prohibido donde alguna vez pasaron cosas escabrosas, un cuarto maldito… o que simplemente fuera un lugar para guardar cajas de libros y otros cachivaches, y que mi petición resultara ridícula. Pasaban las semanas, mis alumnos eran simpáticos y yo trabajaba a gusto enseñando nuestro idioma y nuestra Historia. A en