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Nueve bajo cero
EL VEINTICUATRO DE FEBRERO SE CUMPLE UN AÑO DE LA INVASIÓN A UCRANIA.
Son las gélidas temperaturas en estos meses en Ucrania, las cuales pretende utilizar a su favor el enfermo presidente de Rusia Vladimir Putin, para someter a la población civil y llevarla a la desesperación con intensos bombardeos para dejarlos sin calefacción y ya no solo sin electricidad y agua potable.
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Luego del acuerdo mundial para suministrar los tanques y más armamentos solicitados por el presidente Zelensky, la reacción bestial y salvaje de los rusos confirma la necesidad y urgencia de la misma y marca una nueva ruta para solicitar con solvencia y justa razón aviones y misiles de mayor alcance.
Las atrocidades, el desprecio a la vida y el aniquilamiento de la población ucraniana, cínicamente publicitadas por el Kremlin en abierto reto a las creencias del mundo libre y la civilización Cristiana Occidental, marcan un punto de inflexión, pues no hay otro camino a estas alturas más que el de poner un alto a las pretensiones del disminuido hombrecito que por tener armas nucleares cree que puede pasar por encima de todos.
De igual manera la hipocresía de muchos que se enriquecen y amasan grandes fortunas a la sombra del dolor y la muerte de miles de hombres, mujeres y niños, sometidos a privaciones terribles y a daños psicológicos de dimensiones desconocidas.
La falta de solidaridad en momentos difíciles de la humanidad siempre ha estado presente y se ha pagado a un precio demasiado alto, para nadie es un secreto, pretender ocultarlo sería infantil, pero hoy más que nunca debemos continuar apoyando todas las sanciones y distanciarnos de pueblos hambrientos de odio y sangre.
Putin mantiene sus esperanzas en esa falta de solidaridad, juega a que el mundo libre se canse y aburra del tema, se olvide de las masacres y que la “fatiga política” como bien le han llamado, le brinde tiempo para lograr recuperarse de tanto fracaso en el campo militar y poder lograr su objetivo imperial con una nueva ofensiva a gran escala, la cual prepara con quinientos mil nuevos reclutas según fuentes de inteligencia.
El veinticuatro de febrero se cumple un año de la invasión a Ucrania y como bien dijera el Papa Francisco “el mundo entero está en guerra, en autodestrucción, ¡¡Detengámonos!!”
Los siguientes seis meses serán cruciales para tan valiente pueblo al que hoy más que nunca no hay que abandonar.
Tarde o temprano Rusia pagará y rendirá cuentas por esta Guerra.
Anamar A Cofi O Kepfer
Lacuerda
Entre el rechazo y la duda
Veo mucha gente desorientada ante la disyuntiva que plantea el cercano proceso electoral. Como en elecciones anteriores, el malestar no es sorpresa. Lo que incomoda a la gente es que el papel ciudadano de decidir quién nos va a gobernar es burlado cínicamente por las autoridades que consideran a la democracia una piedra en el zapato de la impunidad.
La decisión que tendríamos que tomar con el voto no es tal, porque no hay opciones políticas con propuesta. Ante eso nos quedamos reducidos al papel de votar por gente a la que no le tenemos confianza o cuyos planteamientos políticos no nos cuadran. Eso no es elegir conscientemente, sino hacerlo en condiciones adversas, donde la vigencia de la ley tampoco se puede invocar porque es permanentemente violentada o peor aún, utilizada de cimiento para sostener procesos sucios en los que se termina imponiendo la ley de que “quien más saliva (pisto/poder) tiene, más pozole traga” y no se escoge a las personas más adecuadas para cumplir funciones de Estado.
Al ver las figuras que están manipulando el Tribunal Supremo Electoral, y los candidatos que están aceptando para la contienda, una fácilmente se descorazona y rechaza todo el proceso. Es que es un asco, sin duda, y una no quisiera prestarse al jueguito de responder a esa convocatoria.
La cuestión se complica porque todavía hay quienes participan de buena fe, pen- sando que algo pueden hacer por el país. Lo cual es más o menos ilusorio, porque ya sabemos que una golondrina no hace verano. Sola -enfrentando una avalancha mugrosa- una buena diputada o bancada, sin apoyo de un conglomerado con fuerza para defenderla, se vuelve la excepción que marca la regla: la aguja en el pajar. Eso lo saben las mafias, por eso están impidiendo a toda costa y de manera corrupta, la participación de Telma Cabrera y Jordán Rodas, por quienes muchas personas votarían convencidas y otras tantas para manifestar su rechazo a la bola de chafas, pastores y cerdos que están compitiendo salvajemente por hacerse de la guayaba.
En algunas comunidades y municipios la elección es más directa: la gente conoce a los candidatos, sabe qué han hecho, en qué andan. Puede que con suerte llegue a la alcaldía o al Congreso alguien con buenas intenciones, con equipo y proyecto, y entonces sí va dejando huellas que se materializan en obra y servicio al público. Tal vez ustedes conozcan a alguien así, y entonces sería bueno apoyarle, dar a conocer sus logros, prestarle atención, acompañarle.
Cuánto desearíamos poder participar con toda la energía para que nuestra candidata o candidato realizara una campaña basada en encuentros y diálogos, más que en compra de voluntades, discursos banales y espectáculos lamentables, como los de esos cárcamas que andan besando niñas, echando bendiciones o haciendo apología de la violencia. ¡Patéticos! Qué rico ha de ser marcar una boleta con la sensación de que tu decisión vale, que va a ser respetada, y quién quita, talvez esa candidatura logre llegar a su puesto y desempeñarse como se espera, con honestidad, transparencia y capacidad.