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la Ley? MULTIPLICACIÓN DE ACTOS INDIVIDUALES QUE LESIONAN EL ORDEN PÚBLICO TERMINAN POR EROSIONAR EL ORDEN JURÍDICO EXISTENTE.

LA

6:30 AM. Esquina de la 9.a Avenida y 8.a calle. A mano izquierda, unos cuantos metros más adelante, la entrada al Mercado Central y un poco más allá, la Plaza del Sagrario. Semáforo en rojo. Tres motos y un carro. Como si se tratara de una mera sugerencia, poco les importó la luz roja que les mandaba a detenerse. El único piloto respetuoso, que paró en la esquina aguardando que la luz cambiara a verde, pronto se ganó estridentes bocinazos y mentadas de madre por quienes no pudieron pasarse la luz roja. Escena que se repite día a día, hora a hora, en todos y cada uno de los miles de semáforos instalados en las intersecciones más transitadas de las ciudades. 9:00 AM del mismo día. El bus de transporte colectivo hizo la parada justo debajo de la pasarela; ni siquiera podrían argumentar que el bus los dejó muy lejos del puente peatonal. Todos los pasajeros del bus que descendieron en ese lugar cruzaron corriendo el Boulevard Rafael Landivar, en las inmediaciones de Cayalá, esquivando a los automóviles se desplazaban velozmente por esa vía. Podría haber sido cualquier

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Un par de ejemplos de cómo la observancia de la ley es un asunto de segunda importancia para muchos. Siguiendo un malentendido concepto de interés propio, muchos hacen los que se le viene en gana dado que no temen al castigo o consideran poco probable el mismo. En el sentido de Tocqueville, el interés propio “correctamente entendido no demanda grandes sacrificios, pero demanda diariamente pequeños actos de sacrificio...[en forma de] templanza, moderación, previsión, autodominio”. O bien, parafreseando a Montaigne, “el camino recto no se sigue por su rectitud solamente, sino por haber comprobado por la experiencia que al final suele ser la vía más feliz y útil”. Es así como resulta que el Imperio de la Ley y el orden dentro de una sociedad requiere que todos cumplan a cada momento con las normas básicas que nos permiten vivir en sociedad. La multiplicación de actos individuales que lesionan el orden público terminan por erosionar el orden jurídico existente. Lo que a nivel individual parecen actos de “listura”, cuando se agregan por millones a nivel social terminan siendo estupideces colectivas que dañan a todos. De aquí la importancia de una cultura que exalte el cumplimiento de la ley y de un sistema jurídico que castiga las violaciones a las normas, sea que se trate de cruzarse la luz roja de un semáforo, robar un banco o enriquecerse ilícitamente con fondos públicos. Transgresiones que tienen algo en común: entorpecen el desarrollo de una cultura de respeto a ley.

Jos Alejandro Ar Valo Alburez

Cualquier parecido sería coincidencia

Acaso algunas similitudes, diferencias y constantes de la realidad actual con la realidad que describí en este mismo espacio de opinión hace 12 años, sean pura coincidencia:

“No cabe duda de que nuestra Guatemala se mantiene inalterable en una sola cosa: el cambio constante, sin que nada realmente cambie. El miedo (muchas veces fundado pero muchas otras totalmente infundado), las bolas, las balas y la permanente sospecha de unos respecto de los otros, no nos permite ponernos serios y comprometidos con un futuro diferente porque siempre estamos desconfiando unos de otros. Lamentablemente, la historia nos ha marcado por el engaño, las dobles agendas, los intereses creados de personajes y grupos económicos y sociales, que ha derivado en una falta crónica de verdadero civismo, visión y compromiso de largo plazo.

La generación de precandidatos a la Presidencia de la República es de hijos de la guerra, porque todos deben tener al menos 40 años; se mantienen a la defensiva porque vivieron casi toda su vida en un ambiente de intranquilidad, sospecha y zozobra constante. Unos en un bando y otros en el bando contrario. Era imposible permanecer neutral. Así fue el enfrentamiento armado interno de casi cuatro décadas.

Qué pasaría si, hipotéticamente, ninguno de los precandidatos que suenan puede ser candidato a la Presidencia. Uno porque combatió en otro bando durante la guerra y una viuda aún lo persigue. Otra, que estuvo en el bando contrario, porque su situación matrimonial imposibilitaría su inscripción. Uno porque ya ejerció la Presidencia. Otra porque irrumpió en el hemiciclo parlamentario, usurpó la Presidencia del Congreso exigiendo la renuncia de los diputados, en una clara alteración del orden constitucional. Otro porque los ministros de culto no pueden optar a la Presidencia (en el caso de los curas católicos nunca pueden dejar de serlo).

Una porque su padre gobernó como producto de un golpe de estado. Otro porque nació en Suiza y para optar al cargo de presidente, debe ser guatemalteco de origen. Otra porque en sus propias memorias reconoce que fue integrante de las fuerzas armadas insurgentes, en contra del orden constitucional establecido.

Claro que esto no pasará porque objeciones siempre habrá; al final, todos los cuestionados podrían terminar compitiendo por la Presidencia. Nuestra sociedad sigue muy dividida y sólo cambiando de mentalidad y actitud, bajando nuestras defensas y confiando más unos de otros, podremos construir una Guatemala distinta. Ojalá todos los hijos de la guerra estemos dispuestos a hacerlo. Francamente, tengo la impresión de que el país no resiste más confrontaciones inútiles. Ahora tenemos un enemigo común: el crimen organizado transnacional.”

vadis, Guatemala?

“LA HUMANIDAD PERSISTE EN EL ERROR DE CREER QUE ALGO ES IMPOSIBLE SÓLO PORQUE NO LO HEMOS PODIDO LOGRAR AÚN.” –MARCO TULIO CICERÓN (106-43 ADC), TRIBUNO, ESTADISTA Y MÁRTIR DE LA REPÚBLICA, CUYA VIDA FUE EPÍTOME DE LA CIUDADANÍA ROMANA.

El pueblo de Guatemala ha sido estafado políticamente, de manera recurrente, una y otra vez, el 90% del tiempo durante los últimos doscientos años. Y si la resistencia democrática no lo impide en las próximas elecciones, el oprobioso régimen que nos mal gobierna, se apresta a hacerlo una vez más...

No exagero, ciudadano. En 1821, por ejemplo, se nos ofreció acabar con la tiranía de la monarquía española, para darnos un gobierno en el que todos los ciudadanos fuéramos “iguales, en dignidad y derechos”. Pero con tal de preservar sus privilegios monopólicos en el comercio exterior, las minorías pudientes de aquel entonces nos estafaron con una “Independencia sin República”, empequeñeciéndonos territorialmente y retrasando la vida social civilizada por medio siglo, a través de la tristemente célebre “noche de los treinta años”. Y volvieron a hacerlo en 1871, “lavándose la cara” con una revolución dizque “liberal”, cuando a pesar de habernos ofrecido un régimen constitucional de propiedad privada, lo que hicieron, en realidad, fue repartir corrupta y desigualmente las tierras sin dueño del país, para consolidar así nuestro semi-feudal Capitalismo de Plantación; ese de la dualidad latifundio-minifundio, el de una sociedad de muchos siervos y pocos señores. Y hasta entre 1944 y 1954, la soñadora Revolución de Octubre fracasó en hacer de ésta una “república de modestos propietarios”, de amplia clase media, dejándonos atrapados en el terco conflicto entre una izquierda radical que pretende redimirnos “con el -corrupto, ineficaz y despótico- reparto colectivo (¿?) de lo ajeno” y una ultra-derecha que -seamos claros- “lo que realmente quiere, es que nada -de lo fundamental- de veras, cambie”...

Ya más recientemente, a partir del pacto entre los verdaderos titiriteros, en 1985, los grandes empresarios, los oficiales “que ganaron la guerra” y algunos exguerrilleros amañados, nos tienen sometidos a este sistema político sin partidos políticos, esas hasta ahora aquí inexistentes instituciones de derecho público, de larga data, con afiliaciones masivas, con plataformas programáticas conocidas y con procesos democráticos internos para la selección de sus candidatos. En vez de eso, los guatemaltecos “gozamos” de una democracia de fachada, en la que sin mayor debate público, “nos ponen a escoger” entre una abultada oferta de candidatos “pre-aprobados”, que mayoritariamente, sólo ofrecen diferentes versiones de “más de lo mismo”; para orillarnos con la masiva propaganda insulsa que financian sus abundantes dineros malhabidos, a “elegir” al dizque “menos pior”.

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