marzo de 2019 EL NORTE DE CASTILLA
496 Cuatro décadas de municipalismo en Castilla y León
A
Delibes siempre le dolió Castilla. Y particularmente la Castilla rural, los pueblos castellanos. Lo deja bien patente en toda su literatura, bien sea la literatura narrativa, bien la periodística. Castilla está omnipresente en toda su obra. De punta a cabo, de la cruz a la fecha. «Desde que empecé a escribir, cobré conciencia de que mi literatura y mi tierra irían siempre imbricadas, formando un todo indisoluble». RAMÓN El escritor definió la noveGARCÍA la como la conjunción de tres DOMÍNGUEZ elementos: un hombre, un paisaje y una pasión. Pues tanto en su narrativa como en su comprometida escritura periodística, el hombre es el castellano, el paisaje es Castilla, y la pasión, la defensa a ultranza de ese hombre y de ese paisaje. Una defensa beligerante –como reza el epígrafe de esta glosa–, porque nace de una visión descarnada y pesimista de su tierra, una visión de Castilla, de la Castilla rural primordialmente, realista y antirretórica. «Delibes –escribió Francisco Umbral, aguerrido discípulo suyo en El Norte de Castilla– ha hecho un relato y un retrato del campo castellano «desnoventayochizándolo». Quiero decir: presentándonos una Castilla seca, dura, pobre, trabajadora, donde la penuria y la escasez es escasez y penuria y no literaria austeridad». Como pudo darse –esto lo añado yo– en otras plumas del 98. Y todo ello, vuelvo a insistir, desde el periodismo y desde la literatura. Quizá sería reductor explicar toda la narrativa delibeana como consecuencia de un periodismo trascendido, pero no cabe duda de que ambas vocaciones y profesiones estuvieron en el escritor vallisoletano estrechamente ligadas, y que su novelística, además de tener como «borrador» –en propia confesión– la práctica sostenida del periodismo, se vio salpicada y condicionada por éste por razones y circunstancias de una u otra índole.
EL RURALISMO BELIGERANTE DE MIGUEL DELIBES
Empezaron a llamarme a Madrid Por descontado que la defensa del mundo rural castellano comenzó en las páginas de la prensa, en las páginas de El Norte de Castilla fundamentalmente. Desde su puesto de director, al arrancar la década de los 60, Miguel Delibes imprime al periódico vallisoletano un cada vez mayor carácter combativo, plasmado particularmente en su denuncia del problema rural y agrario de Castilla. El Plan de Tierra de Campos primero, y la elevación del precio del trigo después, serán las dos reivindicaciones de mayor envergadura de El Norte de Delibes. Y entre las iniciativas más atrevidas que emprende el nuevo director, siempre en la línea de lo que vengo comentando, merece mencionarse un suplemento semanal de diez páginas –en aquella época diez páginas de un periódico eran muchas páginas–, titulado simbólicamente El caballo de Troya, así como los artículos y reportajes bajo el epígrafe Las cosas del campo, en los que se da cabida a las críticas más acerbas sobre la precaria situación del entorno rural. Item más: Con motivo de la I Feria Agraria de Valladolid, en 1962, el Norte de Castilla incorpora dos suplementos especiales con títulos tan expresivos y lacerantes como este: «Examen de conciencia: La redención de Castilla». La campaña irrita al Go-
bierno, un alto cargo la califica de «subversiva» y el director del periódico vallisoletano recibe un oficio de la Subdirección General de Prensa ordenándole que la suspenda de inmediato. Y comienza entonces un tira y afloja entre Delibes y los poderes establecidos, que el escritor contó más de una vez, si bien el relato más expresivo y hasta pintoresco lo recogió la revista Reseña, en abril de 1970, y yo reproduje luego en mi semblanza biográfica ‘Miguel Delibes de cerca’.
ne detrás, como ministro– la campaña del El Norte de Castilla, ¿y qué hace entonces el director, Miguel Delibes? Cambia de instrumento. Me explico: Más de una vez había dicho el propio escritor que lo que tiene que hacer cualquier cultivador de un arte, de un modo de expresión, es cambiar de «instrumento» cuando el que está empleando desafina o no le gusta al poder establecido. Y es lo que él hizo: se pasó del periodismo a la novela. Publica en 1962 ‘Las ratas’, que es sin duda un alegato mucho más punzante y descarnado contra la postración del agro y los pueblos castellanos que cualquier reportaje de prensa. –Si yo escribo «Las ratas» en forma de artículos, me habrían llamado muchísimas más veces a Madrid. Por el libro, todavía sigo esperando que me llamen. Es más: Párrafos y pasajes de Las ratas son utilizados, en este periodo que nos ocupa, por los periodistas de ‘El Norte’ para referirse a asuntos que de otro modo hubiera sido imposible tratar.
Cambiar de instrumento
Despoblación, un problema de ahora y de siempre
Trataré de compendiarlo: Llaman una y otra vez al director de El Norte de diferentes ministerios en Madrid, se le quejan de que está cargando las tintas en relación a la postración del medio rural castellano, Delibes pregunta ingenuamente qué palabras son las que molestan a la autoridad para tratar de enmendarlas y ... –Pues hombre, eso de «Castilla en escombros», o «La ruina de Castilla»... Yo lo anotaba todo en una libreta, llegaba luego a Valladolid y le decía a mi redacción: Todo igual. Pero en lugar de escribir «La ruina de Castilla», ponemos «Castilla cada vez más pobre»; y en vez de decir «Castilla en escombros», decir que «Castilla se desmorona». A la semana siguiente, otra vez a Madrid. Y otra, y otra y otra. Prohíbe, al fin, la autoridad de Prensa –Fraga Iribar-
Miguel Delibes vivió y sintió, en carne propia, todos y cada uno de los males y lacras del ruralismo castellano. Entre ellos, uno que sigue vigente, muy vigente, pero que ya el novelista detectó y lamentó desde sus primeros escarceos con el periodismo e incluso con la literatura: la despoblación del campo de Castilla. En una entrevista que yo mismo le hice en 1983, se expresaba el escritor de esta manera: «Lo incontestable es que nuestra región ha perdido la sexta parte de su población en dos décadas, es prácticamente la misma que a finales del siglo XIX, mientras la de España ha aumentado en casi un 50 por 100». Y esta es una obsesión recurrente en todos sus análisis y juicios de valor en relación a nuestra tierra. En su libro ‘Castilla, lo castellano, los castellanos’ (1979), en un
luminoso y pesimista texto que hace de introducción y en el que el escritor se despacha a gusto, podemos leer: «En este tiempo no han faltado grandes palabras, desde el «¡Arriba el campo!» del Levantamiento de 1936, al Plan de Redención Social de la Tierra de Campos, planes de desarrollo industrial, de regadío...¿En qué ha quedado todo ello? ¿Qué sucederá aquí, si es que ha de llegar, el día que Castilla y León se decida a aprovechar el agua de sus embalses? ¿De dónde sacar las manos para atender los cultivos de regadío, mucho más exigentes, si no las hay ya ni para el secano, si en la Vieja Castilla, en su mayor parte, no quedan más que viejos y niños? Si el proceso no se detiene, para entonces nuestra comarca se habrá quedado sin un hombre, sin un kilovatio, sin una peseta. Y yo me pregunto, esta situación de atonía, de agonía, ¿es realmente reversible?».
Soy como un árbol Siempre le gustó a Miguel Delibes definirse con esta metáfora tan de la naturaleza: «Soy como un árbol, que crece donde lo plantan». En Valladolid y Castilla lo plantaron en 1920 –están a punto de cumplirse cien años– y en Castilla vivió y arraigó hasta su muerte en 2010. Y desde Castilla alzó la voz en la denuncia y reivindicación de su tierra. Incansablemente. Y por supuesto que en Valladolid vivía Miguel Delibes el 3 de abril de 1979, fecha en que se celebraron las primeras elecciones municipales democráticas en España, y en las que llegó a la Alcaldía vallisoletana el partido socialista, en la persona de Tomás Rodríguez Bolaños. Dos años antes, en junio de 1977, habían tenido lugar las también elecciones generales democráticas, que a Miguel Delibes le sirvieron de telón de fondo para su novela ‘El disputado voto del señor Cayo’. Pero de novelas y libros testimoniales delibeanos hablaremos otro día.
DIARIO INDEPENDIENTE FUNDADO EN 1854 Nacido como El Norte de Castilla en 1856 de la unión de El Correo de Castilla y El Avisador Director General: Ángel de las Heras Gonzalo. Director: Ángel Ortiz.
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Coordinación editorial: José Ignacio Foces. Textos de: Agapito Ojosnegros, Alicia Pérez, Carlos Álvaro, Cruz Catalina, Inés Santos, Isabel G. Villarroel, Isabel Martín, Isidro Serrano, Jesús Domínguez, Jesús Nieto, José María Díaz, Josune Olano, Jota de la Fuente, Laura Negro, Lidia Sierra, Lorena Sancho, Lucía Carrera, Luis Antonio Curiel, María Jesús Gutiérrez, Miguel G. Marbán, Mónica Muñoz, Nuria Estalayo, Patricia González, Raquel Gómez, Rebeca Pasalodos, Rosa García, Rubén Fariñas, Ruth Rodero, Sofía Fernández y Víctor Vela. Este suplemento se ha elaborado gracias al patrocinio especial de la Junta de Castilla y León y con la colaboración de las Cortes de Castilla y León.
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