Sábado, 11.04.15 Número CXCIX
SOMBRA CIPRES LA
DEL
La metamorfosis de la cultura La globalización tecnológica impele un cambio en el consumo y en la industria, que deja en manos de las multinacionales un futuro plagado de incertidumbres [P2]
:: EFE/NASA
2 LA SOMBRA
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
CULTURA EN LA RED GLOBAL
Ilustración y aldea C
reíamos que el régimen global de las nuevas tecnologías era algo que tan sólo afectaba a la economía y a los hábitos de consumo de las personas y nos equivocamos. Detrás de la implantación planetaria de las multinacionales de la comunicación, dirigidas desde los Estados Unidos pero con feudos regionales cada vez más definidos en Asia, ya hemos visto extraordinarias maniobras geopolíticas, como las primaveras árabes, y empezamos a identificar también lo que realmente hay en el fondo: el cuestionamiento de nuestra propia cultura. Viajar hoy por las grandes ciudades de China o de la India, contaminadas en el sentido más profundo del término, es ser conscientes de hasta qué punto el hombre de principios del siglo XXI ha llevado hasta el extremo aquella vieja observación de Sigmund Freud formulada a principios del siglo XX: «La función capital de la cultura, su verdadera razón de ser, es defendernos contra la naturaleza». Paradójicamente, el momento de mayor apertura de estos países de tradición milenaria coincide con el mayor índice de destrucción de su propio legado cultural. Algo muy semejante, con dimensión distinta pero con la misma raíz de fondo, a lo que le está sucediendo a nuestra cultura occidental: ni Ortega, con su rebelión de las masas, ni Marshall McLuhan, con su teoría de la aldea global, ni siquiera Umberto Eco, con su pugna entre apocalípticos e integrados, pudieron llegar nunca a imaginar los efectos reales de la comunicación global sobre los pilares del edificio de nuestra cultura; un edificio sostenido a du-
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
ras penas por los diferentes pueblos que han habitado Europa desde los tiempos de los griegos. Una amenaza de derribo que, a pesar de la modernidad, de lo avanzado de nuestra civilización y nuestra tecnología, tiene perfiles que nos recuerdan demasiado al más clásico de los derrumbamientos de nuestra historia: la caída del Imperio Romano y la consecuente llegada de la Edad Media. Cuando Roma entre guerras, crisis, devastaciones y corrupciones, había conseguido hacer suyo el espíritu de Grecia, la sombra de los bárbaros lo volvió a soterrar durante siglos. Los grandes nombres de la cultura grecolatina se refugiaron entonces, como reliquias del pasado, en los ‘scriptorium’ de los monasterios, y las plazas y los caminos fueron tomados por juglares y artistas anónimos que transformaron en cultura popular, en coplas de ciego, los grandes testimonios de la excelencia de sus antecesores. El arte dejó de ser la expresión compartida de un individuo, su voz intransferible, para convertirse en una herramienta al servicio de los señores feudales; sin voces personales, desde el anonimato, sin autoría de ningún tipo. Ahora podría parecer que en este tiempo sucede lo contrario, que nos hallamos ante la apoteosis de la individualidad, pero el resultado no deja de ser el mismo: el coro de voces, uniformadas por el pensamiento único, produce un ruido aturdidor que lo invade
todo, que lo confunde y lo vulgariza. Aldeas globales, sí, pero sobre todo aldeas: más sensibles a la admonición del chamán o a las habladurías del vecino que a la voz del filósofo. Para Cicerón tenerlo todo era tener una biblioteca con jardín, y para Borges el paraíso estaba relacionado directamente con «algún tipo de biblioteca». Las bibliotecas de nuestros padres son los ‘big data’ de nuestros hijos, con acceso ilimitado. Y nuestra cultura está cada vez menos en manos de sus creadores o de sus promotores y más en las de los nuevos ‘mecenas’ de la comunicación global; mecenas que entienden la cultura no como un modo de progreso individual y colectivo, sino como un bien de consumo a través del cual se fomenta la dependencia tecnológica y, con ella, la explotación económica del individuo. Fue del propio Cicerón del que los pensadores del siglo XVII, y sobre todos los del XVIII, extrajeron el sentido profundo de la palabra cultura: ‘cultura animi’, el cultivo del alma. Un símil agrícola que sirvió después para la educación en el conocimiento, en el buen gusto y en la excelencia de la creación humana. En la era de la cultura en la red global cultivamos la inteligencia, la universalizamos y hasta la transferimos desde los hombres hasta las máquinas con velocidad de vértigo. Pero ese proceso no servirá si además de sobre el cuerpo y sus accesorios tecnológicos no se actúa también sobre el alma. No el alma colectiva de una masa anónima, sino el alma individual de cada uno de nosotros. En medio de este maremagnum, proteger la excelencia parece el único camino.
Interior de El Ateneo, en Buenos Aires. La mayor librería de Latinoamérica ocupa el edificio
3
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
La metamorfosis de la cultura Internet y las nuevas tecnologías han iniciado ya un cambio que no tiene vuelta atrás, pero que encierra una serie de peligros que no están siendo evaluados
E
del antiguo teatro Grand Splendid. :: DANIEL GARCÍA-AFP
l sociólogo francés Frédéric Martel, en su libro ‘Smart’, lleva a cabo una larga y profunda investigación, a lo largo de medio mundo, sobre el fenómeno de Internet. No solo es un ensayo sino también un reportaje, una encuesta, una narración realista e, incluso a veces, parece convertirse en ciencia ficción, sobre lo que nos está pasando y lo que nos pasará con la aplicación definitiva y el desarrollo final de las nuevas tecnologías. Martel no solo recorre nuestro mundo occidental, sino que se desplaza hasta China o India, hasta el mundo árabe o iberoamericano, para explicarnos lo que está sucediendo allí y las repercusiones que esas pequeñas revoluciones «locales» van a tener en el conjunto del mundo. Libro repleto de terminología en inglés que, a veces, lo convierte en una pequeña selva, y cuyo diccionario final lo hace digerible. No sé hasta qué punto toda esa terminología no se podría traducir al español, función que, por otra parte, compete a otras instancias. Libro muy interesante, muy bien informado, por el que pasan infinidad de personas relevantes ofreciendo sus opiniones. Lo digital y lo global se convierte, en estas páginas, en sinónimo. Las fronteras se han roto en la era digital y el mundo que se nos avecina ya no conoce límites, está totalmente abierto, conectado, compartido. Hay un capítulo en ‘Smart’ que me interesa especialmente porque afecta al papel que Internet está teniendo y tendrá en el mundo de la cultura ‘De la cultura al content’. Martel toma como ejemplo de la evolución y desarrollo de los soportes de la cultura al teatro Grand Splendid de Buenos Aires (uno de mis lugares favoritos). A comienzos del siglo XX fue una de las cunas del tango, un teatro dedicado a esta música que, cuando se generalizaron los discos, sirvió de estudio de grabación
CÉSAR ANTONIO MOLINA
Las fronteras se han roto en el mundo digital y el mundo que se nos avecina ya no conoce límites La cultura como producto se está convirtiendo en un servicio. Lo digital arrasará las viejas formas del pasado
para los mismos. Radio Splendid ayudó a la difusión con programas en directo que no solo se escuchaban en la capital argentina, sino también en el resto del país. Llegó el cine y aquella primera exitosa función de este espacio dio lugar a una nueva que duró varias décadas. El siglo siguió avanzando y con la decadencia del modelo primitivo de exhibición, ahora suplantado por la televisión y las distintas formas de reproducción, el viejo teatro-cine tomó la forma de gran librería que aún es hoy. Al entrar uno percibe la huella de todo ese pasado e intuye que la vida de este lugar aún tendrá otros varios futuros distintos. La librería tiene más de dos mil metros y acumula un fondo de más de ciento veinte mil libros, además de CD y DVD. Hay zonas abiertas de lectura y cafetería. Hasta ahora, al año, pasan más de un millón de compradores y otros muchos miles de lectores ocasionales y usuarios por diferentes motivos. El hoy Ateneo Grand Splendid conserva toda la mitología de antaño. La palabra antaño no se refiere a años y años atrás, sino a ayer mismo. ¿Hasta cuándo? se preguntan algunos de sus trabajadores. ¿Podrá resistir el papel al mundo de Internet, al libro electrónico y a todo lo digital que, cada vez con más fuerza y más presencia, avanza enigmática y misteriosamente a través de la red? Martel se entrevista con Herman Botbol, fundador de una de las páginas web argentinas más importantes y, entre otras cosas, le comenta: «¡Todo desaparecerá! Salvo cuando vayas a un museo». Desaparecer quiere decir que estas estanterías se volatizarán, que estos libros darán paso a otros objetos, que estas mesas cambiarán, que estas gentes buscarán otros contenidos, y el antiguo teatro-estudio de grabación-radio-cine-librería, volverá a ser otra cosa o quizá ya ninguna cosa. Con suerte, a lo mejor, un supermercado,
una galería de productos diversos, en fin, quién sabe. Las conclusiones que saca Martel, tras diversas entrevistas en Buenos Aires, es que el nuevo modelo económico de la cultura no vendrá ni siquiera ya de las ventas digitales que están reemplazando a las analógicas, sino de las suscripciones ilimitadas, suscripciones en ‘streaming’ (escuchar música o ver películas de manera continuada a través de un aparato conectado a Internet, sin descargarlas). ¿Qué palabra en español se podría utilizar en vez de esta otra tan horrible? Y no solo serán distribuidores de ajenos productos, sino también de los propios. Desarrollarán así una nueva cultura. Para Martel, cuya opinión se hace eco del conjunto de opiniones que va recopilando a través de su encuesta por todo el mundo, la cultura en la era digital se llevará a cabo a través de suscripciones; la crítica será reemplazada por las recomendaciones de las empresas o los propios usuarios, así como de las conversaciones que se mantengan entre autores-productores-distribuidores-usuarios; las viejas normas de los derechos de autor desaparecerán para dar lugar a otras nuevas perjudiciales para unos y mejoradas para otros; y la materia y calidad de los contenidos se adaptarán a los gustos de los consumidores, palabra que irá sustituyendo a la de lectores o espectadores. La cultura como producto se está convirtiendo en un servicio. El tránsito a lo digital arrasará las viejas formas del pasado. ¿Cómo cambiará Internet la situación? ¿Qué quedará de las obras, de la jerarquía cultural basada en una serie de principios y requisitos acordados por el propio gremio creador y sus seguidores? ¿Qué quedará de la educación, de la cultura, del ensayista, de la crítica, del periodismo cultural? ¿Qué quedará de los modelos económicos? La recomendación sustituirá a los perio-
>
4 LA SOMBRA
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
CULTURA EN LA RED GLOBAL
>
distas culturales, los profesores; las suscripciones serán la fuente de consumo; los algoritmos, es decir, la conexión entre los usuarios, marcará las tendencias, modas y usos; mientras que los derechos de autor no serán un ‘derecho’ adquirido a lo largo de los siglos que ha dado libertad al creador, al margen de las intromisiones de la política y las creencias, sino un inconveniente para la circulación de estos contenidos explotados por las grandes multinacionales. Martel pone numerosos ejemplos ilustrativos de los nuevos caminos que están siguiendo algunas importantes y añejas instituciones culturales internacionales como, por ejemplo, la San Francisco Symphony o el Moma de Nueva York. Martel, una persona cuidadosa e imparcial en sus juicios, queda atrapado a veces en su entusiasmo por esa imaginería de un futuro nuevo y mejor del que tenemos. Se equivoca cuando habla –referido a ese futuro más o menos inmediato– de un sector cultural sin ánimo de lucro ¡Falso! El ánimo de lucro del sector cultural nació con la industria de la cultura a finales del siglo XIX y su desarrollo gigantesco en la segunda mitad del siguiente siglo. Pero ese ánimo de lucro siempre fue menor que el verdaderamente industrial. La cultura sustituirá a sus empresarios naturales por otros, las grandes multinacionales de la comunicación en sus diversos campos siguiendo obteniendo beneficios sin repartirlos, mejor o peor, como antes. El suprimir los derechos de autor significa la ruptura de toda una cadena de producción que no abarata el coste para el receptor. Este lo seguirá pagando a través de los costes de conexiones-mantenimientospublicidad-suscripciones, etc. Es falso, totalmente falso, hablar de actividades no comerciales en Internet para enfrentarlas a nuestro actual mercado cultural siempre en medio de penalidades económicas y crisis perpetuas. Martel habla (a quien la
cultura más bien le interesa poco y la desconoce desde el punto de vista creativo y empresarial) de la importancia que en el futuro tendrá el mecenazgo frente a la ayuda pública. Evidentemente, una cultura separada de la familia-educación y del estado o se acoge a lo privado o qué le queda. Y en ese mundo privado es donde aparecen no solo los mecenas que se honraban y vanagloriaban de ayudar a los creadores e instituciones, sino de las empresas multinacionales que no solo darán dinero para crear conocimiento y saber sino para explotarlo. Martel se olvida de aquello que ya Aristóteles en ‘La República’ (3,9) había escrito: «El fin del Estado es que se pueda vivir bien, esto es, feliz y placenteramente». ¿Vivir bien, quién? Evidentemente los ciudadanos que lo componen. Y entre ese vivir bien, Martel se olvida que están las orquestas, los museos, las óperas, las bibliotecas, los ballets, los teatros, los cines, los estudios primarios y universitarios, etc, etc. ¡Que existan ayudas privadas! ¡Magnífico! Y si no el Estado debe hacerse cargo, porque es su obligación: educar e instruir a sus ciudadanos. Además es un deber y una obligación que conforma al Estado mismo y a la nación. Ionesco escribió que un país donde no se ama la cultura es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio. De eso tratan sus obras teatrales. ¿Preferimos el odio y la cólera en vez de la educación y la cultura? La cultura independiente, autosuficiente, con ayudas desinteresadas del mundo privado, en permanente desarrollo presencial y a través de las nuevas tecnologías… ¿Quién puede estar contra esto? Pero, desgraciadamente, el mundo no es así. Lo privado –está en su derecho– siempre busca rendimientos económicos inmediatos por encima de cualquier otra cosa, y las empresas de comunica-
ción audiovisual y, otras, ineludiblemente buscan estos fines ¿Acaso se han modificado y convertido en benefactoras? Veamos si no lo que cobran sus ejecutivos y comparemos sus sueldos con los sueldos de los creadores. ¿Desgravaciones fiscales a través de la inversión en cultura? ¡Magnífico! ¿Pero lo cubren todo? ¡No! Imposible. Martel también se posiciona, a través de las opiniones de sus entrevistados, contra los derechos de autor tal cual funcionan en nuestros días –a pesar de que cada vez están
Las suscripciones serán la fuente de consumo; los algoritmos marcarán las tendencias Estas multinacionales no solo tienen como fin el ánimo de lucro, sino que son el lucro mismo sin piedad
más mediatizados, perseguidos y vigilados por la piratería de todo tipo–. Un tal Lawrence Lessing, profesor de Derecho en EE UU, ‘parece’ haber inventado una fórmula nueva y revolucionaria. Se llama Creative Commons, es decir, la adaptación de los derechos de autor en cada caso, un estudio individual y pormenorizado sobre cada obra. Así desaparecerían los derechos de autor sobre la totalidad de la obra y se parcializaría: sobre un fragmento, capítulo, cita y según para qué utilidad. Evidentemente un desastre para los autores y una nueva fuente de negocios para bufetes como los suyos. La obra de arte, de creación, de cultura, de conocimiento, de saber en manos de los juristas. Lessing califica a la actual norma de derechos de autor como una visión extremista del ‘copyright’. Según su criterio, la razón de ser de los derechos de autor fue impulsar la innovación y no proteger el modelo de las industrias culturales dominantes. Precisamente, gracias a estas endebles industrias culturales se pudieron llevar a cabo los derechos de autor. Lessing no es un reformista, sino, en el fondo, un abolicionista de los derechos de autor. Y lo confirman las siguientes opiniones que le va dando a un Martel embelesado por cuanto le dice. Lessing pide la disminución de las multas en caso de pirateo y se posiciona –casi- a favor de las descargas ilegales (todo un jurista). Pide revisar la ley de copia privada, lo que quiere decir que está a favor de las empresas y no de los creadores. También reclama extender las reglas del ‘fair use’ (poder) utilizar libremente fragmentos para citar, mezclas de músicas, películas, imágenes varias, etc.). Por otra parte cree fundamental la disminución de la duración de los derechos de autor. ¿Por qué no pide lo mismo para las patentes o la propiedad inmobiliaria y bancaria? No dudo que el tal Lawrence Lessing sea un buen jurista y un buen vendedor de nuevas-viejas ideas, pero su Creative Commons es una reflexión retrógrada y posicio-
5
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
Entrega de paquetes de Amazon. Debajo, centro de datos del gigante de Internet Google. A la derecha, un hombre consulta su iPad en una tienda de Apple. :: BRIAN SNYDER / EFE / AFP / LUKE MACGREGOR-REUTERS
nada a favor de quienes mejor pagan los bufetes: las grades multinacionales, no los creadores y sus frágiles empresas. A gentes así, la sobrevivencia de la cultura les da igual, es la ley del más fuerte. Bufetes, políticos y grandes empresas son los principales ‘lobbystas’. Cita Martel, entre otras muchas, a Amazon. Esta compañía tiene un gran edificio junto al Congreso de los EE UU, en Washington, para desde allí influir en las grandes decisiones que le puedan afectar. ¿Dónde se encuentran los ‘lobbys’ de los profesores, intelectuales, escritores, artistas, etc? «En Washington, como en Bruselas, han abierto oficinas, financian asociaciones políticas, ‘think
tanks’, y mantienen unos ‘lobbies’ poderosos. Están en competencia frontal entre sí –Apple y Google en el móvil; Amazon y Apple en las tabletas, la música y el libro electrónico; Amazon y Google en el ‘e-commerce’ y la nube; Facebook y Google en las redes sociales, el vídeo y la foto– pero se reúnen cuando se trata de defender sus intereses. La cultura desmaterializada es uno de ellos». ¡La cultura desmaterializada!, escribe Martel. ¡Gran asunto este! ¡Enigmática la frase! Aguardemos lo peor. Estas grandes empresas multinacionales no solo tienen como fin el ánimo de lucro, sino que son el lucro mismo sin ninguna piedad. Uti-
lizan ya sus propios canales de influencia, publicidad y recomendación, saltándose las jerarquías intelectuales y la crítica. Sugerencias de compras basadas en los hábitos de consumo en general o en particular. Controlan nuestros movimientos, almacenan un historial completo de nuestras consultas, compras y rastrean nuestros intereses a través del espionaje ‘ilegal’ ¿Quién les dio permiso? Nuestros movimientos a través de la pantalla están totalmente vigilados. A los clientes habituales los tienen fichados y a los ocasionales les tienden trampas para seguir sus rastros e introducirlos en sus redes. Así conocen no solo los libros que leemos, sino
también los capítulos, los fragmentos, las páginas saltadas, dónde te has detenido, las visitas y su número, etc. Cada libro que se lee en Kindle o en otro soporte semejante perteneciente a otras empresas, el algoritmo mejora sus conocimientos sobre nosotros y cada vez quedan menos incógnitas sobre nuestra personalidad, es un derecho inalienable de la libertad democrática del ser humano. Usurpación de datos, robo, atraco insolente, violación de todas las reglas democráticas de una sociedad libre. Sin embargo nadie clama en contra y los estados protegen a estos gigantes con el silencio. Venta o intercambio de datos ilegales, intromisión
en los mensajes que cada día intercambian los usuarios y un sinfín de malas prácticas. ¿Un particular puede defender sus derechos ante semejante poder? ¿Dónde está el Estado para defenderlo? De esto tampoco es consciente Martel que se deja llevar, simplemente, por sus relatores, profesionales publicistas de estas ‘buenas’ nuevas antidemocráticas. ¿Vamos hacia la ‘desintermediación’ que, en sentido estricto, es el fin de todos los intermediarios, incluidos los prescriptores culturales? ¿Desintermediación educativa y cultural? ¿Pasa el futuro de la educación y la cultura por los algoritmos de la recomendación? El resultado de las entrevistas que Martel lleva a cabo con investigadores y periodistas, le hacen creer que el futuro de la crítica, para separar lo bueno de lo malo, según unos criterios objetivos y acordados entre los profesionales y especialistas con el lector –espectador, es lo que denominan ‘smart curation’–. Es decir, una forma de ‘editorialización inteligente’ que combina los algoritmos con una intervención humana. Esto permite agregar, editar, escoger y proponer contenidos a los lectores, «el algoritmo puede ayudar a identificar lo que es popular, pero no puede decir por qué es popular. Se fía de la masa, del promedio o de la contraposición «me gusta/no me gusta». Así lo importante es tener en la mano las estadísticas, y el ‘small picture’, la opinión de una persona informada, experta, que toma decisiones, filtra informaciones y da su especializada opinión. De este pacto entre el pasado y el futuro, se hace defensor Alistair Fairweather, un treintañero director del digital ‘Mail & Guardian’, una de las principales revistas sudafricanas. Alistair fue crítico cinematográfico y luego pasó a encargarse de la web. Le comenta a Martel que el smartphone está convirtiéndose en Sudáfrica en la principal pantalla para leer los periódicos y los libros. Es, a la vez, el Kindle y el iPad. La información y la
lectura en el móvil. «Fairweather me muestra la aplicación sudafricana Bookly, cuyo eslogan es ‘Una biblioteca en tu móvil’. Permite transformar cualquier teléfono básico en lector de e-books y ofrece gratis la lectura de decenas de miles de libros de calidad». El periodista sudafricano se alegra del éxito y lo basa, sobre todo, en la gratuidad, «la lectura de libros en el teléfono será cada vez más fácil y masiva». Todo el que lea las páginas de este magnífico e ilustrativo libro (aunque con algunas o muchas de las tajantes afirmaciones que se hacen, no esté del todo de acuerdo) queda convencido –y aquí sí creo que llevan razón– de que lo digital ganará, se generalizará, y modificará el mundo social, económico, político y cultural. El periodismo, con este nuevo modelo, se verá muy afectado (para bien, según ellos). La opinión se traspasará igualmente de los especialistas al común de las gentes. Las encuestas, las recomendaciones, las conversaciones entre usuarios, a través de las redes sociales, modificará el periodismo cultural. Evidentemente todo cambiará, todo está cambiando una vez más en la historia de la humanidad. Aunque yo tenga mis dudas, creo que será para mejor. No habrá que adaptarse. Las generaciones que provenimos del pasado vamos desapareciendo a medida que este proceso avanza y se va encontrando con otras que nacieron y crecieron con las nuevas tecnologías. Nos queda la tristeza de no ver el futuro. El nuestro lo fue rico y gratificante. Ya lo obtuvimos y consumimos generosamente. Aún siendo agnóstico pero educado en los dominicos, releyendo a Santo Tomás, algo complicado para nuestro mundo contemporáneo, anoté (Summa, XIX, 246) lo siguiente sobre la codicia: «Ttiene algo de infinito. Los bienes naturales deben disfrutarse con justa medida». Nosotros lo hicimos, que lo intenten los que vengan. Para ellos todo lo mejor, pues son nuestros hijos y nietos.
6 LA SOMBRA
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
CULTURA EN LA RED GLOBAL
:: MATT ROURKE-AP
El espectador aislado
E
l protagonista y narrador de la novela de Adolfo Bioy Casares ‘La invención de Morel’ es un prófugo de la justicia que en su huida llega a una isla aparentemente deshabitada. Poco a poco irá advirtiendo señales de la presencia de otros seres que desarrollan sus relaciones ajenos a la mirada insistente del protagonista. Ni siquiera la pasión amorosa de este por una mujer, Faustine, sirve para romper el aislamiento en el que están envueltos en esa isla alejada de todo, autónoma y misteriosa. Solo en la parte final de la novela el prófugo irá desvelando la naturaleza artificial de estos seres, procedentes de grabaciones
JORGE PRAGA
previas que un científico heterodoxo y más bien loco –Morel, tal vez eco del Moreau de H.G. Wells– alimenta a través de un sistema energético basado en las mareas, con el que asegura su proyección sin fin. Imágenes con vida propia, independientes de la mirada que las reciba y les dé sentido. Una «imaginación razonada» en palabras de Jorge Luis Borges, que firma el prólogo y recibe a cambio la dedicatoria de su íntimo amigo.
Una imaginación que abandona su fabulación novelesca y se hace realidad esa tarde que acudes al cine, llegas unos segundos tarde a la proyección, y descubres la sala vacía enfrentada a la trepidante vida de la pantalla. Personajes que dialogan, o se persiguen, o se besan en escenarios cambiantes bañados en música, y solo tu presencia tardía permite enhebrar el ojo-vórtice que justifique y albergue el torrente de situaciones. Un cambio de planes de última hora en este espectador único y la proyección completa se hubiera desarrollado ante una ordenada sucesión de butacas vacías, una isla de Morel sin prófugo que testifique.
Cuantificado en el transcurso general del arte, el cine es un invento reciente, muy reciente. Nuestros bisabuelos o tatarabuelos no tuvieron noticia ni disfrute del invento de los hermanos Lumière. Y, en ese formato de proyección pública, es muy posible que el fantasma de las salas vacías esté anunciando su pronta y definitiva liquidación, imposibilitado de encontrar el sistema energético de mareas que permita su funcionamiento autónomo sin espectadores. A nuestros nietos no llegará el invento, extendido a unas pocas generaciones predigitales, sin que valgan de nada lamentos y nostalgias. Es esta una época fronteri-
za, en que las nuevas tecnologías dejan atrás hallazgos como la fotografía química o la impresión de sonido en soporte material. Incluso el papel de prensa para el que escribo estas líneas se sumerge en un horizonte oscuro. La fotografía digital es distinta a su predecesora, pero hereda casi todas sus cualidades. Tampoco parece que el periódico, trasladado a la pantalla, destruya las bondades del amado papel. Pero el cinematógrafo que viene de los Lumière, adaptado a los nuevos soportes en los que ya se mueve con total fluidez, sufre una amputación esencial: la sala pública de exhibición. Y a su esencialidad concurren al menos dos motivos (sin entrar en las bondades técnicas de la proyección en sí). Uno es la pérdida de ese lugar abstracto, sin dueño ni presencia más allá de la anecdótica mala educación de algún vecino de localidad. En la densidad oscura y sin agarraderas de la proyección el espectador, el buen espectador, puede aspirar a disolver su individualidad y su circunstancia para transformarse en un receptor puro, en ese ser que muchas veces ha construido la teoría cinematográfica, y cuya mejor metáfora es la del hombre invisible (otra vez las entelequias de H. G. Wells), el perfecto voyeur que mira sin ser mirado. Por el contrario, en el hábitat doméstico o privado, cargado y cansado de particularidades, el vuelo transmigratorio de los ojos se antoja problemático, sobre todo para quien ha frecuentado las grandes pantallas. Las nuevas generaciones, encapsuladas en sus proyecciones diminutas, no padecerán esta mutación. La otra pérdida que acarreará la desaparición de las salas de cine será inevitablemente la cancelación social de su actividad, entendida esta so-
ciabilidad a la manera tradicional de ágora directa y física tejida con los demás, convenientemente fijada por un calendario homogéneo de estrenos, y por una repercusión inmediata en prensa, radio y televisión. El peso social de esa actividad se prolongaba y cualificaba a través de la crítica ejercida en estos medios. Nada de esto funciona ya para el nuevo espectador, provisto de mecanismos –legales o ilegales– para determinar a su conveniencia las proyecciones, y emplazado en el ágora permanente de las redes sociales donde la cúspide de una voz autorizada y crítica es difícil de localizar, siendo sustituida en ciertas páginas de Internet por un barrido horizontal de opiniones. Pero de nada vale condenar con los ojos cerrados el futuro inevitable. Nuestros bisabuelos ya echaron pestes del cinematógrafo que cerraba teatros y transmutaba horarios. «Todo ha cambiado», proclamaba hace doscientos años el escritor francés PaulLouis Courier. Esa sensación y ese balance han acompañado siempre al hombre que por edad puede juntar unas cuantas vivencias, y más aún en esta época de tecnología fronteriza. Las imágenes de Morel que flotaban en la nada de su proyección sabrán de nuevo encontrar al espectador necesitado de su sabiduría narrativa, y la crítica encontrará nuevos caminos para ayudarle a desbrozar la maleza. A la usanza antigua, será un espectador aislado, pero las categorías del pasado de nada sirven si traen nubes negras que bloqueen sus posibles enseñanzas. «Somos el tiempo que nos queda», sentenció Caballero Bonald. O dicho con palabras de Morel, «yo no tengo próxima vez, cada momento es único, distinto, y muchos se pierden en los descuidos».
7
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
Lecturas de infancia J
TIENDA DE FIELTRO MIGUEL CASADO
Los textos de Pilar Rubio quizá exploran el territorio de una especie de épica a la inversa Ya Roland Barthes concedió prioridad a la ‘nota’, encontrando en ella la forma de «escribir el presente»
ean-François Lyotard llamó ‘Lecturas de infancia’ un libro suyo que recoge ensayos sobre Joyce, Kafka, Arendt o Freud, y que no parece remitir al título; aclaraba este, sin embargo, en un breve preliminar: nombraría un límite activo en toda escritura y que la constituye: «Nadie sabe escribir. Cada cual, sobre todo el más ‘grande’, escribe para atrapar por y en el texto algo que él no sabe escribir. Que no se dejará escribir. Esta imposibilidad impulsa una búsqueda de lo que no se conoce con certeza, para lo que no se encuentran fácilmente las palabras: un núcleo que mueve y alimenta, pero del que no se llega a hablar. Así, el título recuerda la etimología: ‘infans’, el que no habla: «Una infancia que no es una edad de la vida y que no pasa». Aunque un último quiebro de esa nota previa devolvía a la edad: «Lo que no se deja escribir, en lo escrito, llama quizá a un lector que no sabe ya leer o no sabe todavía: ancianos, niños del jardín de infancia, disparatando sobre su libro abierto». Releía estos textos de Lyotard mientras pensaba en la última trilogía de Pilar Rubio Montaner –‘Tímidas existencias’ (2001), ‘Vidas pequeñas’ (2009) y ‘en minúsculas’ (2013)–, en su espacio y en su mirada, en sus ancianos y niños, en el vínculo entre la existencia y lo callado, ‘lo que no habla’. Desde ‘Un aprendizaje’, premio Esquío en 1985, la obra de Pilar Rubio – aragonesa de Albarracín, profesora de Teoría Literaria en la Universidad de Valladolid– se ha mantenido en vilo en el silencio de ese ‘lugar’, al que también se ha acercado con el rigor de la fotografía. Fragmentos breves de prosa, los textos de la trilogía ponen ante los ojos una escena, sin antecedentes ni desarrollo, dejando con frecuencia en suspenso su desenlace. Enunciación de momentos concretos de vida, sin añadir comentarios: «La muchacha con la carta rota en mil pedazos entre las manos. Sentada en un banco del parque durante toda la tarde»: no dar nombre al sentimiento, no desligarlo de su contexto llevándolo a lo previsible, sentir cómo pesa su tiempo. Sentarse en una terraza, ir en autobús, cruzarse en la acera con los que pasean o salen de un comercio, y ahí escuchar, mirar. Anotar lo ajeno,
lo que desde fuera viene a los ojos y los oídos, coleccionar moléculas de vida. O, al compás con que se observa lo que ocurre, también mirar, escuchar en los libros (o en las páginas web, en la prensa) escenas del mismo tenor, igualmente anotarlas hasta hacer indistintas las citas de quienes firman y las anónimas. La voz que asume las notas es impersonal, aunque no distante: algo en su tono la muestra contigua, cercana a la escena; quizá sirve como su mejor descripción la que se hace en un fragmento de ‘Vidas pequeñas’ del lugar del fotógrafo: «En cada imagen de los álbumes de fotos hay siempre una persona más. La que da testimonio de que aquellos gestos, aquellas gentes, estaban ahí. La que observa, la que sabe. La que compartió con ellos unos momentos que, desde el tiempo, nunca podremos sospechar». Los textos de Pilar Rubio cumplen un papel semejante, quizá exploran el territorio de una especie de ‘épica’ a la inversa: lo impersonal, la huella de los mínimos hechos, el dibujo de un espacio colectivo que resulta de la suma de todas las instantáneas; una antiépica que descubre la vida como lo que todos tenemos en común, y que contiene también una ‘lírica’, pues el curso de esa misma vida es precisamente lo que nos diferencia y nos hace singulares. En las escenas de la trilogía son muy frecuentes la pobreza, la precariedad, el sufrimiento, la pérdida. Pero la mirada carece de esa carga que suele llamarse ‘social’; refiere la incisión de esas circunstancias en la vida, lo existencial de su impacto. Ahora que tanto han cambiado las con-
diciones que teníamos, que acucian el paro, los contratos temporales y a tiempo parcial, los desahucios, el abandono de los débiles por el sistema, esta mirada cobra un nuevo espesor. Al menos la mitad de los textos de la trilogía habrían sido escritos antes de la ‘crisis’ y, sin eludir un componente de denuncia, vienen a poner de manifiesto cómo el abandono, la herencia del miedo, las distintas formas del aislamiento y la miseria arraigan en la pura vida, en su oscura densidad, incluso si el entorno no pareciera extremo. Pequeñas, minúsculas vidas son las que se anotan; lugares de ‘lo que no habla’, de lo que no alcanza la voz o ha sido excluido de ella. Y, así, pueden aparecer también los animales, que muestran con desnudez el desamparo de quien vive: «En la mesa de al lado un hombre lee el periódico. A sus pies el perro duerme intranquilo, duerme y mueve las patas como si quisiera escapar. Lo pegaron un tiro, explica el dueño al
camarero, se salvó pero sueña y quiere salir huyendo». «La potencia, o el saber –escribe Agamben–, es la facultad específicamente humana de permanecer ligado a una privación». Como estos textos, donde Pilar Rubio reabre la posibilidad de decir ‘nosotros’: «Lo que somos, vidas pequeñas, nuestro monólogo, nuestro relato». Es inevitable, por supuesto, tener presente al leer el extraordinario libro de Pierre Michon, ‘Vidas minúsculas’, por la coincidencia del título y, también, por la afinidad de los mundos. Pero, mientras Michon se demora en un relato que construye –en la sensación aguda de inmovilidad– una atmósfera desolada y terminal, el trabajo de Pilar Rubio –desechando el desarrollo y las conexiones, la posibilidad de una trama o un discurso– profundiza en las virtualidades de la ‘anotación’, en el poder de un ‘género’ – tradicional y nue-
vo– que reúne tantas claves; sus piezas sueltas son las piezas en que se deshila lo cotidiano. Ya Roland Barthes concedió prioridad a la ‘nota’, encontrando en ella la forma de «escribir el presente» y –apoyándose en el haiku como ejercicio ejemplar de anotación– se detuvo en alguno de sus rasgos: vínculo con el instante, no declaración del sentido, imposibilidad de paráfrasis ni continuación, relieve del detalle… Con la barthesiana ‘preparación de la novela’ coincide este deseo, también antiépico de Peter Handke: «Una epopeya compuesta de haikus que, sin embargo, no puedan reconocerse como piezas individuales, sin argumento, sin intriga, sin dramatismo, y no obstante narrativa: no se me ocurre nada más sublime». Movimiento y fijación a la vez, las ‘notas’ de Pilar Rubio abren la herida de la percepción y avivan, en ella, las formas más inquietantes –por sencillas e inmediatas– de la inestabilidad de lo real: «Por qué en los sueños aparecen los rostros más queridos con tanta nitidez, pero cuando los invocamos con insistencia es imposible traerlos a la memoria».
Pilar Rubio Montaner. :: HENAR SASTRE
8 LA SOMBRA
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
‘Carmina Burana’: de los placeres de la carne a los vicios del tiempo
H
ace casi mil años, en otra primavera, también en abril, un poeta descargaba en nosotros su deseo: «Amor volat undique/captus est libidine». El ardor de sus versos aún calienta los pergaminos del ‘Codex Buranus’, una antología poética recopilada en el siglo XIII que constituye la más amplia y hermosa colección de lírica secular culta, latina, de la Edad Media europea. El códice, del que desconocemos casi todo –no tenemos noticia de su origen ni de sus promotores–, ha recorrido la Historia al abrigo de la abadía benedictina de Beuern, al pie de los Alpes bávaros, de ahí su nombre, ‘Codex Buranus’. Increíblemente, el manuscrito ha sobrevivido a varios incendios, a la peste que en 1611 diezmó a la comunidad allí retirada, a los repetidos saqueos, a la Guerra de los Treinta Años y a las torturas que los suecos aplicaron al abad Simón Speer por negarse a entregar los tesoros de la abadía. El monasterio era además una posta obligada, y allí descansó Goethe en medio de su viaje a Italia, cuando corría al encuentro de Fausto y, aunque sabemos que curioseó en la biblioteca, nada nos dice acerca del manuscrito. Y es que su mundana temática
–erótica, satírica, subversiva– determinó que los monjes trasladaran el códice a un lugar aún más reservado que la biblioteca, y así, lo ocultaron a los ojos del mundo. Los padres salesianos, que regentan hoy aquella antigua abadía benedictina, enseñan a los viajeros la estancia donde afirman que estuvo escondido el manuscrito. Tanta discreción propició que el códice se mantuviera intacto e ignoto hasta que la secularización napoleónica llegó a Baviera, y el barón Johann Christoph von Arentin, reconocido coleccionista de revoluciones, mujeres y libros, entró en aquella estancia en 1803. Desde entonces, el manuscrito se custodia en la Biblioteca Estatal de Baviera en Múnich, donde se conserva con la signatura clm. 4660/4660a. Poco después el libro se presentó ante el mundo gracias al filólogo germanista Johann Andreas Schmeller, que reordenó los poemas y los publicó en Stuttgart, en 1847, con un título que permanecerá: ‘Carmina Burana’. Así supimos que aquellos que seleccionaron la materia literaria que sustancia las páginas de los ‘Carmina Burana’ sabían de la poesía de la antigüedad clásica tanto como de la contemporánea escrita
INÉS MOGOLLÓN
«Lo mejor son las canciones goliárdicas, temas anónimos escritos por clérigos vagabundos y mendicantes poco amigos de seguir reglas» «En la actualidad es una de las partituras más populares entre el gran público, tanto en versión de concierto como en formato escénico»
en latín o en lenguas vernáculas, es decir, mucho. En sus versos habita la letra de Ausonius, el locus amoenus de Virgilio y Horacio, el espíritu de Aberlardo y las manos de Marbod, obispo de Rennes, de Walter de Châtillon y de Walther von der Vogelweide, entre otros. No obstante, lo mejor, sin duda, son las canciones goliárdicas, canciones anónimas escritas por clérigos vagabundos y mendicantes poco amigos de seguir reglas, galloferos y cultos, que hacían pandilla con estudiantes, juglares y pícaros, gentes libres y desordenadas que, con buen criterio a mi parecer, ensalzaban los placeres carnales: el sexo, el sol, las tabernas, el juego, el vino, la primavera. Siempre lúcidos, también gustaban de ser mordaces, y satirizaban sobre esas cosas que nunca cambian: el poder del dinero, la hipocresía, los vicios del tiempo, las veleidades de la fortuna. Y decimos canciones porque aquella primera edición de Schmeller reveló que el misterioso poemario era también un cancionero. Sí, en una lógica prolongación de la tradición clásica, muchos de aquellos versos están registrados con su música. La notación, en neumas adiastemáticos, es sólo orientativa, sin líneas que indiquen la altura,
Dos momentos del montaje de La Fura dels Baus, que han visto ya 100.000 espectadores en España, Francia, Italia y Sudamérica. :: GONZALO MOLERO
lo que dificulta su realización musical, que ha de ser necesariamente especulativa. En cualquier caso, la música brota con admirable naturalidad, pues la métrica, la acentuación, y el ritmo avanzan el canto desde la primera lectura. En este sentido, hay ejemplos absolutamente magistrales: «Ecce gratum/et optatum/ver reducit gaudia/purpuratum/ floret patrum/sol serenat omnia». Probablemente, fue esa evidente adecuación melódica la que sedujo en primera instancia al compositor muniqués Carl Orff (1895-1982) que seleccionó y puso músi-
ca a veinticuatro poemas de la colección. Orff, interesado en la investigación acerca de la naturaleza del ritmo, así como en la relación entre música y movimiento corporal, había publicado unos años antes un método pedagógico basado en las experiencias de Jacques Dalcroze sobre el ritmo, el aún vigente ‘OrffSchulwerk’, en el que los instrumentos de percusión se utilizan como estímulo para un aprendizaje musical temprano. El compositor encontró en el relieve rítmico de estos poemas la trama perfecta para desarrollar sus objetivos estéti-
9
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
cos, y redactó una partitura definida formalmente como una cantata escénica, una síntesis de música, teatro y danza. El título es esclarecedor: ‘Carmina Burana, canciones profanas para solistas y coros con acompañamiento de instrumentos e imágenes mágicas’. La obra se estrenó –sin mucho éxito– el 8 de junio de 1937 en Fráncfort con un formato próximo al ballet, con la coreografía de Inge Härtling y la dirección de Oskar Wälterlin. Sin embargo, y pese a aquel tibio recibimiento, pronto los ‘Carmina Burana’ de Carl Orff entraron en el repertorio para
‘Carmina Burana’ se representó ayer y vuelve hoy al Auditorio Miguel Delibes, en la versión de La Fura dels Baus, con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.
quedarse, a lo que ayudó mucho el régimen nazi, que aprovechó la obra, con el beneplácito del autor, para sus fines propagandísticos, programándola a lo largo y ancho de la Alemania del Tercer Reich. Y desde entonces, los ‘Carmina Burana’ no han cesado de crecer. En la actualidad es esta una de las partituras más populares entre el gran público, y tanto en versión concier-
to como en formato escénico las propuestas son innumerables, y su inclusión en las temporadas de abono, cotidiana. La explicación a tan generosa recepción es fácil: si bien la música de Orff es elemental, basada como está en secuencias pegadizas y simples, es igualmente cierto que en escena resulta potente, y su adecuación a la naturaleza explícita y directa de los himnos y jaculatorias que los goliardos cantaban en tabernas y caminos es casi óptima, y respeta la respiración y el espíritu de los poemas escogidos. Ahí reside el principal de sus méritos.
10 LA SOMBRA
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Luis Miguel Rabanal
PABLO JAVIER PÉREZ LÓPEZ
Buscar en L la soledad la vida
El poeta Luis Miguel Rabanal. :: EL NORTE
uis Miguel Rabanal (Riello,1957), poeta leonés, residente en Asturias, con una larga trayectoria poética que comienza con la aparición de ‘Variaciones’ en 1977 y abarca tras casi dos decenas de libros (entre los que destacan especialmente ‘Obdulia Azul’, 1980; ‘Labios de la locura’, 1983, ‘(Técnicas) para abrazar un oscuro nombre’, 1985; ‘Libro de citas’,1993;’Cáncer de Invierno’, 1998 o ‘Música para torpes 2012’ hasta la publicación, el año pasado, de su libro ‘Tres inhalaciones’, ve estos días y como una especie de poesía reunida, de colofón provisional, su poesía completa reunida en un amplio libro editado por Renacimiento que comprende cerca de una veintena de libros de poemas. El título de la recopilación es ‘Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977)’ y cuenta con frontispicio de Antonio Gamoneda, prólogo de Tomás Sánchez Santiago y epílogo de MJ Romero. Luis Miguel Rabanal es además autor de dos libros de narrativa, ‘Elogio del proxeneta’, 2009 y ‘Casicuentos para acariciar a un niño que bosteza’, 2010 y de una antología bilingüe del poeta catalán Miquel Martí i Pol realizada junto con su compañera MJ Romero. Su tetraplejia derivada de un accidente doméstico en 1997 ha condicionado fuertemente su poesía pero también la ha fortalecido y encaminado hacia temáticas necesarias a su circunstancia y que sin embargo son las temáticas esenciales de un hacer poético verdadero. Quiero destacar aquí un verso de su último poemario, ‘Tres inhalaciones’, que dice: «Buscar en la soledad la vida», y esa, circunstancia del poeta, es si cabe más penetrante en la vida y la obra del poeta de Olleir, como gusta él de escribir Riello o mejor, de reinventarlo y revivirlo. Su hacer poético, hoy posible gracias a las maravillas tecnológicas y de un poderoso programa de voz que irónica y cariñosamente en su casa llaman ‘dragón’, nos acerca a su realidad al tiempo que nos muestra la nuestra, recordándonos lo que queremos olvidar. Y es en ese diálogo con su memoria y con nuestra memoria donde se construye la poesía. Interesante y significativo resulta no apenas el título de su poesía reunida sino que los libros y poemas se ofrezcan en el orden inverso al habitual, al cronológico, pero está claro que tal como
el envés del nombre de Riello, la vida y con ella la poesía de Rabanal se nutren de un deseo de regreso al origen, a la infancia, la juventud y la carne primera que se enraízan en esa presencia de lo ausente de la que suele estar construida la trama de la poesía verdaderamente tejida como esencial y no como mero ornamento estético. Hay en esa nostalgia de la vida inocente una profundidad difícilmente igualable y una verdad maciza tan presente como la misma ausencia, como el mismo abismo que parece habitar su autor. En su poesía se abrazan híbridas y certeras, la libertad radical, la narración de un continuo autorretrato, el dolor, la erotización y la evocación de un habitar poético que regresa al origen, el de los buenos tiempos que es sólo una de las poderosas imágenes habitadas que pueblan sus poemarios. En su poesía reluce también, entretejida de imágenes poderosas que tienen origen en lo interior pero quieren anclarse al mundo, un profundo diálogo con su compañera también poeta y una constante afirmación de los otros como razón de existir. Que la poesía es algo que sirve para limpiar el sufrimiento y transformarlo en belleza, que es una narración y una memoria de un solitario que recuerda el pasado y el futuro, que es fraternidad y diálogo, amor brotado, reniñez, habitación obstinada del mundo, es algo que ya sospechábamos e incluso sabíamos pero que nos queda mucho más claro después de leer a Luis Miguel Rabanal. Si hay algo, por otra parte que se asume como certeza ineludible con la lectura de sus versos y aún más de esta su obra reunida, es que la palabra puede salvar la vida y convocarnos a lo más sagrado que hay en ella incluso aún detrás del sufrimiento. La palabra aún invisible y mentirosa, aún a lomos de su dragón, es tan valiosa como la presencia y la ausencia futura. En la soledad de un cuerpo está el mundo y con él, nosotros.
Su tetraplejia derivada de un accidente doméstico en 1997 ha condicionado fuertemente su poesía Hay en esa nostalgia de la vida inocente una profundidad difícilmente igualable
LECTURAS
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
11
Cartas a Picasso Las misivas que Dalí escribió al pintor malagueño y que no tuvieron respuesta
LUIS ANTONIO DE VILLENA
C
omo muchos saben Dalí fue, además, un escritor nada desdeñable. No sólo por sus novelas o textos surrealistas más tempranos como ‘Babaouo’ (1932) sino por sus ensayos, recuerdo ‘Metamorfosis de Narciso’, por ejemplo, y especialmente por sus libros autobiográficos como ‘La vida secreta de Salvador Dalí’ de 1942, que de alguna manera se continuaría en ‘Vida de un genio’… Dalí escribía generalmente en francés (con bastantes faltas de ortografía, como en español) aunque algunos de sus libros salieran a la luz pública por primera vez en inglés. Pero hoy se trata de algo diferente y que pocos sospecharían: la colección de cartas que Dalí escribió a Picasso (Gala firma junto a Dalí a menudo) desde 1927 a 1970, tres años antes de la muerte del malagueño. Las cartas o postales, con dibujos no pocas veces, tienen
escasa importancia en sí, pero valen como muestra espléndida del interés que Salvador Dalí sintió siempre por Pablo Picasso, a quien trató al inicio de su vida en París y de quien siempre buscó la amistad aunque (fundamentalmente por motivos políticos) no la consiguiera. Porque esta correspondencia que hoy se publica no fue respondida jamás por Picasso. Ni una vez. Diríamos que el gran divino lo fue más que ‘el divino’ a secas. Interesa mucho el estudio prologal del editor, y los textos picassianos de Dalí, ‘Acerca de Picasso’, que ocupan casi la mitad del libro ilustrado. Al morir el malagueño, Dalí escribió un texto para ‘ParisMatch’ que comienza: «En el telegrama que envié a su esposa, rendí homenaje al genio universal de Picasso, que es la gloria de la corona de España –estamos en 1973– que pertenece sin excepción a todos los españoles.» Dalí admiró siempre a Picasso e incluso fue su discípulo en los inicios, y Picasso supo ver el genio naciente de Dalí. Pero luego los diversos caminos políticos y el histrionismo de Dalí, lo
Salvador Dalí sostiene una fotografía de Pablo Picasso. :: JUAN GYENES alejaron de Picasso; ambos se sabían genios, pero Picasso era mayor y más plural. Con una carta de presentación de Lorca al pintor granadino Manuel Ángeles Ortiz, Dalí llegó a París en 1926, para conocer a Picasso (ya había hablado bien de él) y Manuel Ángeles se lo presentó. Picasso notó el talento de Dalí y alertó a marchantes y gale-
PICASSO Y YO Salvador Dalí. Edición de Víctor Fernández. Elba, Barcelona, 2015. 199 págs.
ristas para que lo siguieran. Nunca fueron amigos pero hubo respeto e interés. Cuando a partir de la Guerra Civil, Picasso tomó el partido republicano y pintó el ‘Guernica’ y Dalí apoyó de lejos a los franquistas, pero se marchó a Nueva York a triunfar con cierta frivolidad ajena a los conflictos, la separación entre los dos fue absoluta. Hubo
una lucha de genios y no faltaron las descalificaciones por parte de Dalí, pero Picasso era tan grande que nunca contestó provocaciones ni cartas, que se le rendían. Picasso no cedió, pero de lejos se interesó por la obra de Dalí. Este jamás dejó de interesarse en la de Picasso. «Un beso en la mejilla» le escribe a menudo. No hubo respuesta. Genios.
12 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
LECTURAS
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
Relatos de la nostalgia cubana
AQUELLO ESTABA DESEANDO OCURRIR Leonardo Padura. Barcelona, Tusquets, 2015. 260 págs.
Padura recopila trece cuentos de los ochenta y noventa en ‘Aquello estaba deseando ocurrir’
SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
R
ecoge Padura en este volumen 13 cuentos escritos entre los años ochenta y noventa del siglo XX más dos escritos ya en la primera década del siglo XXI. Son relatos que muestran ya una manera madura de escribir y que no deja entrever la evolución que haya podido vivir Padura a lo largo de estas décadas. También los temas, la manera de mirar la realidad y de enfrentarse a la escritura permanece idéntica, alejada, por cierto, al universo novelesco de Mario Conde, el policía de sus novelas. No aparecen los personajes, pero sí la Habana, aunque haya otros lugares, Madrid entre ellos, y sí ese descorazonamiento ante la realidad de Cuba, que resume una de las frases de ‘Sonatina para Rafaela’: «Allí todo era igual desde hacía veintiocho años». En ese letargo viven los persona-
jes de los cuentos de Padura, en medio de ese inmovilismo viven, sueñan o pasan penalidades que tratan de disfrazar como pueden. Son cuentos en los que la situación política, que conforma la vida cotidiana de tantos cubanos, está presente: la guerra de Angola, el racionamiento tras la caída del muro de Berlín, la huida a Miami. Aparecen también, como si se tratara de un homenaje a Guillermo Cabrera Infante y a tantos cantantes, los boleros y su inmenso poder de seducción. Son en su mayoría cuentos donde la ternura no deja que el drama se enseñoree de las vidas de los personajes que parece deambularan por las páginas del libro. Sin ese sentimiento de respeto y compasión la historia de Adelaida, escritora en ciernes, sería ridícula además de trágica, al igual que la de Alborada Almanza, anciana que va muriéndose mientras recuerda los placeres culinarios de su juventud, acaso siguiendo esa idea de que toda tu vida pasa delante de ti en el instante antes de que vayas a morir, y la suya, por lo que cuenta fue
Lo inesperado
R
ecuerdo el día en que compré ‘Las tumbas de Atuan’. No el día en sí, sino el hecho de comprarlo. Tenía yo quince años, o aún catorce. Recuerdo el lugar dónde lo compré: un trasunto de librería en el portal hondo, sombrío, de una casa neoclásica, dónde suele o solía haber estancos o zapateros, en el que si querías examinar un libro había que pedírselo al dependiente; a la sazón la única librería especializada de la ciudad. Recuerdo el viaje en autobús, ojeando aquí
y allí, mirando el índice, leyendo frases sueltas que no quería retener, que no quería que me calaran, aún no. Recuerdo meterme en la cama y comenzar a leer, las muchas vueltas para acomodar la postura, el cosquilleo de los dedos dormidos por haber apoyado demasiado la mejilla, el entumecimiento de piernas y brazos. Recuerdo la pesadez intermitente de los párpados, desterrada o aplacada una y otra vez con la promesa de «sólo una página más». Era la madrugada avanzada cuando leí la última pa-
rrota que aparece en varios de los cuentos como, por ejemplo, en ‘La pared’. El cuento tiene una forma y una estructura clara que permite pocos experimentos, aunque se hayan dado en algunos momentos pero sin mayor trascendencia. Un cuento ha de encaminarse al final, dejando las digresiones reducidas a su mínima expresión, en caso de que sean necesa-
rias. Es una forma literaria que ha ido despojándose de lo innecesario desde que surgió allá en las primeras décadas del siglo XIX. Padura entiende que la concreción, la unidad en el argumento y la intensidad son los elementos centrales del cuento y, aunque en algún relato experimenta algo, prefiere el modelo clásico. El título, ‘Aquello estaba deseando ocurrir’, indica una manera de entender el cuento que lo aleja de esa idea del autor como demiurgo. Más bien actúa como un catalizador para que las escenas y los sucesos se encadenen y adquieran sentido. Hay una parte azarosa y otra no menos importante de trabajo. En cierto modo, el título sugiere que la conjunción de la fortuna ha hecho posible el cuento, que este estaba esperando a un escritor que lo pusiera por escrito, pues al fin y al cabo solo existen en la página del libro, sin otra conexión con la realidad que la que procura la mimesis literaria (que puede ser tanto unión como separación.) Los cuentos de Padura son un buen complemento a sus novelas. Si en un principio parece que no comparten nada con ellas, al final el lector se percata de que La Habana es otro personaje más, si se me permite la expresión, el que aparece en todas sus novelas y cuentos, incluso en su ausencia.
enanos, o que lo era apenas. Claro, que a los quince también creía en los géneros literarios. Aunque eso ya lo sabía cuando había comprado el libro. En el primer volumen de la trilogía no los había. Tampoco señores o dioses oscuros –otro punto importante dispuestos a poner el mundo patas arriba. Pero, por lo menos, en ‘Un mago de Terramar’, había dragones y magos. En las ‘tumbas’, había un mago que en apariencia no hacía nada. Pero es que esta segunda novela también cambiaba radicalmente con respecto a la primera: de los mares de Terramar pesamos al siniestro complejo monacal de las tumbas y al desierto que lo rodea. De los viajes incesantes a una trama de lu-
chas mezquinas por el poder que discurre con lentitud en la vida sin sobresaltos del lugar, en el que un prisionero condenado a sentarse en su celda, es la mayor atracción. Al menos, me consolaba, había un anillo, un brazalete más bien, en torno al cual giraba, en apariencia, la historia. Y había, también, un algo soterrado, una amenaza vaga, en la que el lector apenas cree hasta el final, que llenaba de inquietud. Pero a pesar de la ausencia de gestas –aunque es una historia que allí, en Terramar, dará lugar a cantares de gesta–, no podía separar los ojos de las palabras. A pesar de que no era la historia que yo podía esperar, me dormí saboreándola. Aún lo hago de cuando en cuando.
El escritor cubano Leonardo Padura. :: EMILIO NARANJO-EFE una vida dedicada al gusto de la comida. En gran número de los relatos, la idea de la parálisis se erige como tema central, de ahí que pueda decir uno de los personajes que los recuerdos pueden ser una desgracia, sobre todo en un lugar donde casi nada nuevo ocurre desde el triunfo de la revolución castrista. Que el título del cuento sea ‘Según pasan los años’
labra: hogar. Estaba aliviado, por fin podía apagar la luz, cerrar los ojos. Estaba melancólico porque en realidad no quería acabar. Y todo porque el protagonista –el que yo creía, en parte con razón, que era el protagonista– no aparecía hasta bien entrada la novela. O más bien no hacía nada remarcable. Tenía serias convicciones –o convenciones– a los catorce años sobre lo que debe de ser una trilogía de novelas fantásticas. Una de ellas es que el protagonista no puede estar ausente, o sentado sin hacer nada, mientras una perfecta desconocida se apodera del centro del escenario. Lo cierto es que ‘Las tumbas de Atuan’ se saltaba, una por uno, todos mis prejuicios. Ni
añade un toque de ironía y contradicción lógica que le da al cuento su sentido, más profundo de lo que en un primer momento podría parecer. No son ajenas a las historias las referencias musicales, sobre todo el bolero, y las cinematográficas, Casablanca está en dos de los relatos. Ayudan a los personajes a ir pasando la vida lo mejor posible a pesar del sentimiento de de-
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
una sola batalla, nada de dragones, salvo los mencionados de refilón en los parlamentos, lo más parecido a un guerrero era un viejo guardián o sirviente no demasiado listo. Ni un elfo, ni un enano. Entonces, a los quince, consideraba –al contrario que hoy– que ninguna novela fantástica podía serlo si elfos o
13
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
La muerte vista desde la celebración de la vida :: V. M. NIÑO
Pascual Izquierdo, en la librería Oletvm de Valladolid. ::
La belleza como oficio El escritor burgalés publica ‘Figuras de retablo’, un poemario de deslumbrantes metáforas
RICARDO RUIZ
E
l poeta burgalés Pascual Izquierdo (Sotillo de la Ribera, 1951), afincado desde mediados de los años sesenta en Madrid, ha dado muestras a lo largo de su dilatada trayectoria de una gran versatilidad literaria como demuestran sus diversos libros de poemas, libros de viajes, guías turísticas, textos de literatura infantil y juvenil, además de ejercer una sólida labor como crítico literario y autor de ediciones críticas de prestigiosos escritores españoles como Bécquer o Galdós. No obstante, esa prolífica actividad literaria no ha impedido al autor ribereño publicar cada cierto tiempo, con mimo y esmero, nuevas entregas poéticas para disfrute de sus fieles lectores. Así, acaba de ver la luz su nuevo poemario ‘Figuras de retablo’, con clarificador prólogo de César Augusto Ayuso, que si bien mantiene el discurso de poemarios precedentes –donde el paso del tiempo y evocación de la me-
moria jugaban un papel determinante– el nuevo trabajo de Pascual Izquierdo se adentra por territorios expresivos no explorados (sobre todo en la parte final del poemario) para abordar la realidad más inmediata y el tiempo presente, los cuales adquieren un relevante protagonismo. Incluso, el poeta va más allá ofreciendo una mirada satírica entre lo burlesco, lo paródico o lo erótico para abordar desde una contenida crítica (social) la realidad del presente. De todos modos, el lector habitual de Pascual Izquierdo no ha de temer que esta novedosa propuesta, a modo de pirueta expresiva, reste profundidad a un corpus poético que ha hecho de la hondura, la contemplación reflexiva, el lirismo elegíaco y
FIGURAS DE RETABLO Pascual Izquierdo. Eirene Editorial. Madrid. 2015. 88 páginas. 12 euros.
RICARDO OTAZO
el canto a la belleza sus inconfundibles señas de identidad como se aprecia en los libros precedentes ‘La exactitud de las catedrales’, ‘Retrospección y apocalipsis en la tierra castellana’ o ‘Del otoño tardío’. De hecho, los temas habituales que han vertebrado el discurso poético del autor (el sentimiento amoroso, las heridas del tiempo, la recuperación de la memoria o la evocación del paisaje castellano como espacio simbólico desde un aliento melancólico y crepuscular), están presentes en la primera y segunda parte de este poemario de marcado acento elegíaco. Oficios antiguos, figuras, biografías y la recreación alegórica del paisaje y la naturaleza, que simbolizan el ayer, dan paso a esa aludida tercera parte (Iconoclastias) donde el hoy permite un sugerente e irónico diálogo entre la tradición y la modernidad, entre la historia y la actualidad inmediata. El poeta se sirve de bellísimas imágenes y deslumbrantes metáforas de limpia factura sin hojarasca retórica para apuntalar un poemario ajeno tanto a la afectación sentimental y al barroquismo efectista como al ruralismo decadente y convencional de exaltación paisajística tantas veces escrito por poetas menores. Poemas como ‘Doncella de cámara’, ‘Pastor de lanas y sueños’, ‘Soldado de los tercios’ o ‘Ninfa adolescente’ son buenos ejemplos de una incontestable altura y lirismo poético. Con estos mimbres, Pascual Izquierdo ofrece en este su último trabajo sobradas muestras de solvencia técnica, riqueza expresiva y dominio de un oficio trufado de belleza y hondura donde conviven con sabiduría el pasado y la contemporaneidad.
Uno de los hitos de la infancia es haber visto ‘un muerto’. Esa realidad que suele hurtarse a los más pequeños, en un intento de evitarla en la medida de lo posible, la convierte en un misterio que dispara su curiosidad y alimenta el morbo. De eso vive buena parte del género fantástico, de terror y de ciencia ficción. La explicación biológica es mucho más prosaica y gris. ‘Los amigos’ es una novela de niños curiosos, en el tentador tiempo estival, que se asoman a una ventana esperando la muerte de su anciano morador. Kazumi Yumoto cuenta la aventura de tres amigos en el verano que terminan Primaria. El objetivo que se proponen, ver una muerte en directo, se topa con la pertinaz vitalidad del protagonista elegido, que en segui-
da se percata de sus precarios espías. Poco a poco se les irá ganando y los niños limpiarán su jardín, pintarán su casa y ampliarán la pandilla con él. Yumoto va contando cómo les cambia la vida este encuentro a la vez que describe sus relaciones con las chicas, con el resto de los niños, con sus mayores. La muerte deja de ser el leit-motiv para centrarse en la vida.
LOS AMIGOS Kazumi Yumoto. Traducción de José Pazó Espinosa. Nocturna Ediciones. 211 páginas.14,90 euros. A partir de 12 años.
Los otrora envalentonados chavales se enfrentan a miedos como la oscuridad, precisamente en la isla de las tumbas. Sus debilidades les unirán junto al mundo nuevo que descubren con su nuevo amigo, el anciano solitario. Tuvo una esposa que la dejó para ir a la guerra. Ellos se encargarán de buscarla, mientras los cosmos crecen en el jardín y se van definiendo los gustos por sus compañeras. La vejez como acumulación de experiencia les atrapa y procura una relación distinta con sus padres. El anciano les sorprende un día con fuegos artificiales, la vida puede ser mágica por encima de la edad. Los niños celebrarán con él esa magia y asistirán a su plácido y tranquilo final. Relato tierno y gracioso con el que cualquier joven lector puede identifcarse.
Ir al cole tiene sus ventajas :: V. M. N. Tras el éxito de ‘Cuando papá era pequeño había dinosaurios’, Vicent Malone y André Bouchard vuelven a un tiempo prehistórico para desmenuzar y satirizar los ‘logros’ del progreso humano. En este caso ponen su divertida lupa sobre la educación. Cuando no había colegio tampoco existía la clase de plástica, pero al parecer sí el Día del Padre. Las manualidades eran «pelín raras». La superstición servía para explicar que lluvia y truenos eran desechos de Dios (también había creencias), no sabían leer la caja de los cerea-
ANTES, CUANDO NO HABÍA COLEGIO Texto de Vicent Malone e ilustración de André Bouchard. Edelvives. 48 páginas. 9,50 euros. A partir de 5 años.
les (sí alguien que la escribiera para ellos) y los ‘postit’ se pegaban en los árboles sin mensaje alguno. Sin maestros, nadie sabía para qué servía una flauta dulce, Julio César, Napoleón o Cristóbal Colón eran «como los demás». Sin clase, se arruinaron los fabricantes de mochilas con ruedas y la pirámide alimentaria «se aprendía en vivo y en directo». Los autores galos repiten fórmula, llevan al lector de la mano del humor a plantearse las razones que justifican el sistema educativo y sobre todo provocan sonrisas con sus anacronismos.
14 LA SOMBRA
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
C
omo saben, los pronombres personales pueden ser tónicos (los que funcionan como sujeto y como complemento preposicional) y átonos. Estos últimos funcionan como complemento verbal no preposicional (como en Te lo pregunté) o como formantes de verbos pronominales (como en Se avergüenza de todo). Sus formas en español actual son ‘me, te, lo(s), la(s), le(s), nos, os y se’. ¿Dónde van colocados estos pronombres átonos con respecto al verbo? ¿Delante o detrás? ¿Es libre su colocación? La respuesta es no. Está sometida a determinadas reglas que han ido variando a lo largo de la historia de la lengua. Hoy vamos a referirnos a las del español estándar actual. Cuando el verbo es una forma personal (salvo el imperativo y las formas del presente de subjuntivo exhortativo), los pronombres personales átonos, desempeñen la función sintáctica que desempeñen, van colocados siempre delante del verbo formando dos palabras (La llamé; Se quejó; Nos ha invitado a comer; No se lavó los dientes; Espero que la encuentres; Ojalá los detengan). Cuando el verbo es un infinitivo o un gerundio (formas no personales del verbo), la posposición resulta obligatoria. En este caso el pronombre va adosado al verbo formando con él una sola palabra (Se hizo daño en la muñeca al cogerlo; Insultándolos no conseguirás nada). Con las formas verbales de imperativo y de presente de subjuntivo exhortativo, debe distinguirse entre enunciados afirmativos y negativos. En enunciados afirmativos es obligatoria la posposición (hazlo; hágalo; hacedlo; háganlo; hagámoslo; vete; idos). La anteposición del pronombre a la forma de subjuntivo exhortativo (lo hagan; lo haga; se callen; lo coloquen ahí; se vayan) está considerada como vulgar. Pero la anteposición es obligada si los enun-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
¿DÓNDE VAN LOS PRONOMBRES PERSONALES ÁTONOS?
Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es
ciados con subjuntivo exhortativo son negativos (no lo hagas, no lo hagáis, no lo haga, no lo hagan, no te vayas, no se vayan). ¿Qué ocurre cuando leemos o escuchamos enunciados como ‘Díjole que lo llamara’ o ‘Contóselo todo al juez’, con verbo en forma personal y pronombre personal átono pospuesto? ¿Son aceptables estos enunciados en español actual? En principio, no podemos sostener que en ellos haya ningún error, pero sí señalar que son enunciados con cierto regusto arcaizante, justificado en ocasiones por la intención de recrear un modelo de lengua
propio de otras épocas, y en otras por la creencia (falsa, en mi opinión, aunque no todo el mundo piense así) de que es síntoma de un modo de hablar más culto, es decir, que identifica al emisor como un individuo de mayor cultura. Por otro lado, no hay que olvidar que la posposición de los pronombres personales átonos es frecuente en áreas del noroeste peninsular (Galicia, zona occidental de la provincia de León y zona noroccidental de la provincia de Zamora) y que su uso se ve favorecido por el contacto con el gallego. En este caso tenemos que hablar de un rasgo dialectal propio La posposición y diferenciador de estas zonas. de los pronombres ¿Qué ocurre cuanpersonales átonos do el núcleo verbal es es frecuente en una perífrasis? En este caso, los pronom- áreas del noroeste bres personales átopeninsular nos pueden colocarse tanto delante del verbo auxiliar (Te lo tengo que explicar; Lo empezó a notar) como detrás del infinitivo o gerundio y adosados a este (Tengo que explicártelo; Empezó a notarlo). Solamente hay una excepción: si el verbo auxiliar de la perífrasis es impersonal, el pronombre va pospuesto, como en ‘Esta novela hay que leerla’ y en ‘Hay que explicárselo’ (y no ‘Esta novela la hay que leer’ o ‘Se lo hay que explicar’, enunciados incorrectos). Finalmente, es necesario recordar que la posposición de este tipo de pronombres tiene repercusiones ortográficas en lo referente a la acentuación y colocación de tildes: han de seguirse en todos los casos, sin excepción, las reglas generales de acentuación.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
CERVANTES SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
Khïmera. César Pérez Gellida (Suma de Letras)
Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Hombres buenos. A. Pérez Reverte (Alfaguara)
Hombres buenos. A. Pérez Reverte (Alfaguara)
Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Misterioso asesinato... Eslava Galán (Espasa)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
El juego sigue sin mí. Martín Casariego (Siruela)
La quinta esquina. MI. Metter (Asteroide)
El mundo azul ama tu caos. A. Espinosa (Grijalbo)
California. Rubén Abella (Menoscuarto)
El mundo azul... Albert Espinosa (Grijalbo)
Distinta formas de mirar.... J. Llamazares(Alfaguara)
La ley de los justos. Chufo Llorens (Grijalbo)
Todas las hadas del .. L. Gallego (Montena)
Guardián invisible Dolores Redondo (Destino)
Misterioso asesinato... J. Eslava Galán (Espasa)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Diario de un ministro. José Bono (Planeta)
La vida perenne J. L. Sampedro (Plaza&Janés)
El francotirador. Kyle/Defelice (Crítica)
Estrictamente bipolar D. Leader (Sexto Piso)
Lusitania. Erik Larson (Planeta)
Valladolid lugares en la m... M. A. Soria (Ayto Vall.)
Pactos y señales... J. J.Benítez (Ediciones B)
Mi tierra prometida. Ari Shavit (Debate)
Pactos y señales. J. J. Benítez (Ariel)
Genio y figura. Pilar Cernuda (La Esfera de los Libros)
Diario de un ministro. José Bono (Planeta)
Cómo hacerse mayor sin... L. Abadía (Espasa)
Juan Carlos I. Fernando Ónega (Plaza&Janés)
Los rostros de la pasión. J. Delfín val (Castilla Tradición)
En familia. Karlos Arguiñano (Planeta)
Cocinemos en casa los... J. Roca (Now Books)
El francotirador. C. Kyle. (Crítica)
El viaje de los libros... AA VV (Fundac. Miguel Delibes)
La economía, una historia.... Niño Becerra (Libros del Lince)
Historia mínima.... Carlos García (Turner)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
Hombre buenos Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
Cabaret Biarritz. José C. Valdés (Destino)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
También esto pasará. Milena Busquets (Alfaguara)
Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Esperando al rey. Peridis (Espasa)
El gusano de seda. R. Galbraith (Salamandra
Khïmera. César Pérez Gellida (Suma de Letras)
Hombres sin mujeres Haruki Murakami (Tusquets)
Ofrenda a la tormenta. Dolores Redondo (Destino)
Blitz. David Trueba (Anagrama)
Donde no estás. Gustavo Martín Garzo (Destino)
Cabaret Biarritz. José C. Vales (Destino)
Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)
El peso del corazón. Rosa Montero (Seix Barral
Misterioso asesinato... Eslava Galán (Espasa)
Esperando al rey. J. M. Pérez ‘Peridis’ (Espasa)
Crímenes que no olvidaré. Bartlett (Destino)
Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
El desmoranamiento. G. Packer (Debate)
Usurpadores. Susan George (Icaria)
Palabrotalogía. Ortega. (Crítica)
Mis chistes, mi filosofía S. Zizek (Anagrama)
40 años con Franco. J. Casanova (Crítica)
Palencia. Palabra y luz. VV. AA. (Diputación de Palencia)
Pactos y señales. J. J. Benítez (Planeta)
Los últimos españoles... C. Hernández (Ediciones B)
Vida y pintura: C. Lomas. P. Torío (Fuente de la Fama)
Emocionario VV. AA. (Palabras aladas)
El capitán en el siglo XXI. T. Piketty (FCE)
Diario de un ministro Jose Bono (Planeta)
El Capital en el Siglo XXI. T. Piketty (FCE)
Los perdedores del nuevo... Ovejero (Biblioteca Nueva)
El cura y los mandarines. Gregorio Morán (Akal)
La II Guerra Mundial.... J. Eslava Galán (Planeta)
La guerra que mató a Aquiles. C. Alexander (Acantilado)
Yo fui a EGB 2 Ikaz / Díaz (Plaza & Janés)
Perros e hijos de perra. Reverte (Alfaguara)
Pactos y señales. J. J. Benítez (Planeta)
15
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
E
n el siglo XVIII comienzan a proliferar en España las vistas ópticas, grabados panorámicos de ciudades –generalmente al aguafuerte– que se imprimían para ser introducidos en una caja y contemplados a través de una lente. El aparato usado para ese menester, llamado poliorama, no sólo permitía ampliarlos sino contemplarlos con tres tipos de luminosidad que obedecían a la apertura en la parte posterior de esa misma caja de una tapa que podía adoptar tres posiciones. Con la ayuda de algún tipo de luminaria podía darse a la vista de un paisaje o de una ciudad un aspecto vespertino o nocturno en el que una puesta de sol o unas ventanas iluminadas desde la parte posterior del grabado, creaban una ilusión. A estos polioramas, que a veces competían en éxito con las sombras chinescas o con las fantasmagorías, pronto vinieron a juntarse unas preciosas estampas que, ya fuesen extranjeras o españolas, iniciaban a quienes quisieran jugar con ellas en el ámbito de las escenografías y de los decorados. En algunas de esas estampas impresas en España venía el atractivo título ‘Para montarlo y desmontarlo instantáneamente’, y bajo esas palabras y tan atractiva promesa un fondo teatral ocupando la mitad del papel y representando una casa, un templo o cualquier tipo de ‘escena’ cuyo aspecto mejoraba con 4 o 5 bastidores que ocupaban la otra mitad de la estampa y que servían para dar profundidad o sugerir un fondo, delante del cual actuarían, convenientemente recortados y adheridos a una tira de cartón para permitir su movilidad, los personajes de la obra que se iba a representar. Porque se trataba precisamente de eso: de representar un texto, habitualmente impreso en forma de pliego o pliegos, más o menos extenso, que solía tomar a su cargo el que tuviese más dotes de director para llevar a cabo una escenificación que convenciese o simplemente divirtiese a los vecinos y familiares. Las obras que se imprimieron y representaron se pueden contar por miles. Por miles y miles también los niños que se asomaron a la ventana del arte dramático y del gusto a través de esas pequeñas embocaduras cuya abertura daba paso a la fantasía y a la estética domésticas. Y al referirnos a esa clase de cultura doméstica sería difícil discernir qué ha sido más importante en España, si el gusto por poner en escena un tipo de teatro fantástico, en el que la imaginación y la magia se apoderaran de la vista y de la voluntad de unos espectadores absortos, o el intencionado interés por mostrar la realidad –una cierta realidad reconocible– reflejada en un teatrillo de di-
El grabador francés Jean Frederic Cazenave, siguiendo un óleo de Louis Boilly, reprodujo una escena en la que aparecen Louise Gely, esposa de Danton, y el hijo mayor de éste entretenido en admirar vistas de ciudades en una máquina óptica.
El arte de la contemplación mensiones ridículas. En ambos casos, sin embargo, estamos hablando de aprendizaje y diversión: aprendizaje porque esos pequeños escenarios, –generalmente montados sin dificultad en la sala de una casa particular donde sombras, fantasmagorías y personajes se movían a sus anchas por fondos y decorados escoltados o limitados por bambalinas y bastidores–, ayudaban a niños y adultos a entretener las horas de ocio mientras los preparaban para un mundo «mayor» o de tamaño real al que vendrían a incorporarse cuando el tiempo, la edad, la ocasión o las posibilidades económicas lo permitieran.
Antes de la proliferación de esos teatros domésticos, sin embargo, hubo otros inventos que llenaron de ilusión y fantasía las casas de las ciudades europeas. La linterna mágica, por ejemplo, inventada al parecer por Christiaan Huygens en los años 70 del siglo XVII (ya había sido descrita en el siglo XV por el italiano Giovanni de Fontana) y perfeccionada por el jesuita alemán Athanasius Kircher, el danés Erasmo Bartholin –descubridor de la polarización de la luz– y el italiano Alessandro di Cagliostro, consistía en una cámara oscura desde cuyo interior se iluminaban unos cristales pintados cuyo con-
tenido se proyectaba a través de una óptica sobre una pantalla. Al otro lado de esa pantalla, el público podía contemplar lo que el cristal mostrase. Las primeras lámparas de aceite o las simples velas, usadas como iluminación para la proyección fueron poco a poco sustituidas por la lámpara incandescente o el arco voltaico para mejorar el invento. La máquina óptica o zograscopio, otro invento que se hizo muy popular, tenía una doble lente convexa encastrada en un marco de madera que se colocaba frente al espectador y que se apoyaba generalmente sobre una mesa. Gracias a un espejo situado en ángulo
LA PARTITURA JOAQUÍN DÍAZ
agudo con respecto a dicha lente, el espectador podía contemplar la vista que estaba sobre la mesa con una sensación de profundidad. Las letras del grabado se leían invertidas, de modo que los editores solían imprimir las letras de la parte superior de la estampación al revés para que pudiesen leerse al derecho. El Tutilimundi, Titirimundi o Mundonuevo era una caja óptica dentro de la cual podían contemplarse paisajes,
batallas o cualquier tipo de sucesos atractivos captados por la mano de un artista. Esas vistas eran comentadas y acompañadas por música de autómatas o interpretada en directo, lo que aumentaba el interés de los «televidentes». Todos estos inventos, en el fondo, eran un precedente de los teatrillos y de la televisión actual (no olvidemos que televisión significa ‘ver de lejos’). Siempre se denominó en español ‘sombras chinescas’ a un entretenimiento procedente del juego antiquísimo que se hacía con las manos ante una luz para que se proyectasen sombras sobre una superficie lisa y preferentemente blanca. A pesar de ser un juego tan antiguo, uno de los primeros en usar expresamente la denominación es un tal Guignollet (nombre probablemente tomado de la palabra francesa Guignol, que era la denominación de un títere de guante), quien en los años 70 del siglo XIX publicó una obra titulada ‘Le Theatre des Ombres Chinoises’ donde explicaba cómo hacer y recortar los muñecos con los que se habían de representar las obras ofrecidas en el mismo libro. El teatro animado con títeres y representado dentro de un retablo o caja es también muy antiguo en España. Quienes dirigían la actuación de los títeres y manejaban éstos por medio de varillas, hilos o usando el muñeco como guante, solían hacerlo en cualquier lugar en que pudieran montar el cajón y ante cualquier público que quisiera atender la representación. Por la sencillez del montaje y los pocos elementos necesarios para hacer la obra podía también realizarse dentro de una casa o en un patio de vecindad. En suma, los niños podían, gracias a las estampas recortables y al uso de técnicas muy antiguas, crear sus propios teatrillos y ‘actuar’ en ellos sobre fondos y decorados cuyos bastidores permitían entrar y salir a personajes de comedia o a actores de moda cuyas imágenes también se difundían para recortar. Los establecimientos litográficos competían para imprimir estampas que permitieran a los más pequeños imaginar o copiar representaciones. En España publicaron esas estampas principalmente las imprentas de Paluzie, Bosch y Hernando; en Francia, tras el éxito de las vistas de la rue Saint Jacques de Paris, las estampas publicadas por Pellerin, de Epinal; o en Alemania las imprentas de Neuruppin... De todas ellas salieron miles de estampaciones que alimentaron durante generaciones el imaginario de nuestros abuelos antes de que la televisión nos regalara la escasa ilusión de poder interaccionar con un mando.
16
LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 11.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
Los Hombres de Negro D
e todos los relatos de la mitología ufológica con los que me he ido encontrando, el que más me ha fascinado es el de los Hombres de Negro, por lo que tiene de novelesco y de cinematográfico. Personalmente creo que se trata de un soporte narrativo que la mitología extraterrestre necesitaba para cerrar una especie de círculo. Los Hombres de Negro son unos individuos graves y pétreos, que van naturalmente vestidos de negro y que viajan en relucientes y lujosos coches negros. El primero que tuvo el privilegio y la desgracia de tratar presuntamente con ellos fue el ufólogo Albert K. Bender, que en 1953 dirigía una revista ufológica: la ‘Space Review’. Bender proclamó en su revista que iba a revelar finalmente el misterio de los platillos volantes, gracias al contacto con fuentes muy fiables de las que no podían hablar; pero para desgracia de los 1.500 afiliados que tenía el almanaque, el misterio jamás se desveló, y en el número siguiente de la ‘Space Review’ su director anunció que no podían desvelar nada por «órdenes superiores». Para redondearlo todo, se suspendió la publicación de la ‘Space Review’. Poco después Bender le dijo a un periodista que «habían acudido a su casa tres hombres con trajes oscuros», que le habían ordenado de forma tajante y demoledora guardar silencio sobre los platillos volantes. De las palabras de Bender se podía deducir que los Hombres de Negro eran individuos al servicio de los intereses del Área 51, donde las Fuerzas Aéreas americanas hacían expe-
rimentos secretos, y de la que se llegó a decir que había sido el lugar donde le habían hecho la autopsia a un extraterrestre. Pero más tarde se empezó a divulgar la idea de que los Hombres de Negro estaban al servicio de los extrate-
rrestres, y que ellos mismos eran alienígenas: de ahí su extraña forma de ser, sus serias y parcas maneras, y su mirada casi fosforescente. En 1962, Bender publicó un libro titulado ‘Flying Saurces and the Three Men’ (Los
platillos volantes y los tres hombres), donde declaraba formalmente que los tres sujetos que lo habían visitado eran en efecto tres extraterrestres que le habían impedido divulgar las verdaderas intenciones de los alieníge-
nas, al parecer no demasiado buenas. En este último elemento narrativo veo la clave acerca de la función que cumplen dentro de la mitología extraterrestre los Hombres de Negro. Primero tenemos los pla-
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
tillos volantes y sus tripulantes; luego tenemos sus contactos con los terrícolas, a veces amables, a veces violentos y obscenos; y finalmente tenemos a los Hombres de Negros, que prohíben el desvelamiento del misterio y velan para que las multitudes ignorantes piensen que los extraterrestres no existen, manteniéndolas así en una especie de ignorancia orwelliana. Imaginen la escena: estás en tu casa de la América profunda, al final de un vasto campo de centeno. Un coche negro se va acercando por un sendero que parte en dos la planicie dorada. Está atardeciendo, por supuesto. El coche se detiene y salen de él tres hombres con gafas oscuras y vestidos de negro. Se acercan mucho a ti y empiezas a percibir su naturaleza extraterrestre. Bender dijo que entró en pánico tras la entrevista, y que estuvo más de una semana sin dormir. No me extraña. El lector con cultura y con criterio pensará que los Hombres de Negro son un asunto meramente folclórico, y no le faltará razón, pero advierto que individuos tan inteligentes como Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke, director y guionista de ‘2001, una odisea del espacio’, cayeron en la paranoia de los Hombres de Negro o algo parecido cuando estaban planteándose la película. Se hallaban en Nueva York y creyeron ver con el telescopio de Kubrick un objeto volante no identificado, acercándose a Manhattan. Ambos se echaron a temblar. Estaban seguros de que se trataba de una nave extraterrestre que se acercaba a la tierra para prohibirles la realización de la película y destruir el planeta. En su egoísmo y su vanidad de artista, Kubrick lamentaba que si llegaba el fin del mundo ya nadie podría ver su maravillosa película. Algo que le dolía más que el hecho de estar provocando presuntamente el fin de nuestra especie. A eso yo le llamo amor al arte: un amor tan absoluto que está muy por encima del amor a la humanidad. El mismo Clarke confesaría más tarde: «Me avergüenza decir que la luz brillante que veíamos en movimiento resultó ser un satélite de comunicaciones de la NASA, visto en circunstancias inusuales».
«A Stanley Kubrick le preocupaba más que ya nadie podría ver su película que provocar el fin de nuestra especie» :: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA