40 años de municipalismo - Carlos Blanco

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Carlos Blanco, Rafael González Yáñez, Luis Miguel de Dios, Germán Losada y Jesús D. Lobo. :: ARCHIVO DEL AUTOR

marzo de 2019 EL NORTE DE CASTILLA

Cuatro décadas de municipalismo en Castilla y León

M

edianoche sería cuando asomó tras la puerta la cabeza plateada del Gobernador Civil de Valladolid José Estévez Méndez. Preguntó con acento canario: «¿Está entre ustedes algún representante del PSOE?». Los apoderados de los partidos políticos que aguardaban en el Palacio de Villena eran pocos. Más barbas que corbatas. Todos dirigieron la mirada a un joven delgado con gafas de miope que, tras levantar el brazo, exclamó: «Sí. Yo… Aquí.» La desazón era creciente. «Tenga la amabilidad de seguirme a mi despacho, por favor». El requerido era Jesús Quijano, un socialista veinteañero que acababa de terminar Derecho. «¿Quiere usted que le sirvan un café, algún licor, algo para picar?». Tras el estupor inicial respiró aliviado. El Ministerio de la Gobernación aún no había facilitado resultados de las elecciones municipales, pero Estévez Méndez ya debía conocerlos. Y Jesús Quijano dedujo de aquel inusual convite que «la cosa tendría que ir bien para los socialistas». No se equivocó. El PSOE obtuvo en toda España más concejales que su propio número de militantes.

Dos almas, un partido Cuatro años antes de aquella noche del 3 de abril de 1979, el Partido Socialista Obrero Español había renacido de sus cenizas tras la Guerra Civil. Lo formaba un puñado de abogados labora-

Relato breve sobre la sorpresa

BOLAÑOS SE CONVIERTE EN ‘EL ALCALDE DEL PUEBLO’ CARLOS BLANCO Periodista. Responsable de informativos en la Cadena Ser en 1979.

listas y un nutrido grupo de sindicalistas de la UGT, alguno, como Tomás Rodríguez Bolaños, despedido de FASA, se subía a los contenedores para arengar a sus compañeros. En el principio, la UGT y el PSOE eran casi la misma cosa. Había doble militancia. De aquellos comienzos viene lo de las dos almas socialistas. Los históricos, ugetistas en su mayoría, tenían una visión ‘obrerista’ del partido que no tardó en chocar con personas de otras procedencias: universitarios, funcionarios, profesionales o movimientos cristianos como el de la Pilarica con el sacerdote jesuita Manuel González. El responsable de la primera ejecutiva del PSOE de Valladolid fue el abogado Manuel Conde. No duró mucho. Tuvo que venir Txi-

qui Benegas a poner orden. Reunió a todos los militantes en la Sala Borja y, tras comprobar que no ocupaban ni un tercio del aforo, se formó una gestora. Poco a poco aquello fue tomando forma. De la sede semiclandestina de Fray Luis de León se pasó a un amplio local en la calle General Ruiz. Además, Antonio Pérez Solano abrió despacho laboralista en las Delicias. También andaba por allí un jovencísimo Ángel Velasco. Para dar mayor visibilidad al juicio a los despedidos de FASA, pidieron a Gregorio Peces Barba que colaborara en la defensa. Y también a Felipe Gonzalez. De aquellas aventuras, y otras como la detención masiva de 21 socialistas durante una cena en mayo de 1975, surgió la fuerte rela-

ción que tuvo con el PSOE local el filósofo del Derecho y eminente constitucionalista Gregorio Peces Barba. Cabeza de lista al Congreso por Valladolid desde 1977.

Listas y designios Juan Colino, ex funcionario de Agricultura, ejerció un papel muy directo en la formación de las listas electorales. Labor en la que solían acompañarle Rodríguez Bolaños, Jesús Quijano y Peces Barba que, alguna vez, impuso nombres. Uno de ellos a la Presidencia de la Diputación de Valladolid, Manuel Gonzalez. El candidato que no fue, aun dice disciplinado: «Yo no estaba bien visto». Más tarde, Bolaños, le nombró teniente de alcalde y portavoz. Le sucedió en el mismo puesto Ángel Velasco. Ambos hicieron en el

Ayuntamiento una labor rigurosa y responsable que fue muy apreciada por todos. Ahora resultaría impensable, pero, la verdad, entonces muy pocos querían ir en las listas municipales. De una parte se encontraba el desconocimiento del trabajo a realizar y, de otra, la escasa confianza que guardaban en ganar las elecciones. El propio Tomás Rodríguez Bolaños tuvo serias dudas, como reconoce quien fue su coordinador de campaña y amigo personal, Leandro Martín Puertas. «Sí, al ser propuesto por el partido pensaba que no estaba suficientemente preparado para ser alcalde de Valladolid». Así debió ser. Cuando la Internacional Socialista servía para algo, Bolaños, con otros alcaldes, recibió en Francia un curso de municipalismo dirigido por Pierre Mourua, que fue primer ministro con Miterrand y alcalde de Lille, ciudad desde entonces hermanada con Valladolid. La lista municipal contenía representación de los grupos, familias, en sus dos acepciones, y sectores del PSOE de Valladolid. Desde luego, de la UGT y de las juventudes: Valeriano Martin, Carlos Daniel Casares, Pilar García Santos, Pérez Cabello, Pilar Fol, Manuel González, Martín Garrote y Paulino de Paz, entre otros. Rodríguez Bolaños escogió como su número dos a un profesor de la Facultad de Ciencias para ocuparse de las finanzas, José Constantino Nalda. La falta de liquidez era el primer problema. No había dinero ni para pagar las nóminas. Cuatro años después, Nalda, cambió la política municipal por las novedades autonómicas. Aunque apenas se le recuerde fue el segundo presidente socialista de la Junta de Castilla y León, tras la dimisión de Demetrio Madrid.

Cena fría, noche caliente La noche electoral del 3 de abril de 1979 el edificio de Duque de la Victoria y Montero Calvo, donde se encontraba la redacción y talleres de ‘El Norte de Castilla’ y, en la segunda planta, la redacción y estudios de Radio Valladolid SER, tuvo un protagonismo central. En el salón de actos de la radio, ya sin butacas, se sirvió una copiosa cena fría a la que se invitó a los partidos políticos en liza. Se trataba de concentrar allí a los candidatos para que fueran entrando en antena según se conocieran los resultados obtenidos. Por allí estaba hablando con todos el director de la SER, Fernando Machado y el director de ‘El Norte’, Fernando Altés, con German


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