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Que mutan Número 5 - Año II Córdoba, Argentina, 2024
ÍNDICE SE HACE DIBUJO
Agustina Morón:
SE HACE POESÍA
Donde nosotros estamos................................................... 4
Inés Aráoz………………….:.................................................18
Marcelo Rizzi…………………………….………............. …. 30
LA LECTURA: UN AMOR VERDADERO
Latir y revelar. Fotografía, arte y memoria de Gabriel Orge / Diego Vigna …………………………… 40
Breve novela lírica de Annemarie Schwarzenbach / Natalia Constantino ………………………………….……… 45
SE HACE dibujo
AGUSTINA MORÓN
DONDE NOSOTROS ESTAMOS
UNA VEZ CONOCÍ UN FANTASMA Y NOS LLEVAMOS MUY BIEN
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Ultimamente las cosas me persiguen, me hablan, me piden que las dibuje. En distintos lugares, de distintas maneras, con nuevas posturas, en escorzo, en primer plano, contrapicado, luz focal. Una sombra se hace pasar por el perfil de un narigón, troncos inmensos se pliegan al sol, flores rotas esparcidas, pájaros muertos, palomas y loras en una reunión. En la calle, en el recorrido diario de mi casa al trabajo, cuando escucho música y presto atención: un ave sacude sus alas después de la lluvia, un cartel de política roto vuela en el viento como una bandera y, de fondo, tiene un cartel que dice “la casa del soplete”.
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Empiezo a encontrar en los objetos cualidades humanas. Algunos de ellos me delatan, se espejan sobre mí, hablan de lo que me pasa. Una lata con forma de corazón lleva un pucho dentro y esta tirada en la basura, un cajón de verduras me susurra “PARAISO”, un dardo rojo se clava en la página de un libro, la 78, dice subrayado que hay que saber esperar, una amiga me envía la foto de otro auto chocado en Llavallol y un mensaje que dice “para vos, que los coleccionas”. Yo no soy, ellos vienen hacia mí, me persiguen. Les juro que no los invento, allí están, donde nosotros estamos.
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NOTA 34
Hay algunos dibujos que se hacen porque se necesita dibujar. Se necesita tramar, rayar o sombrear suavemente, oscurecer o encerrar una forma deforme. Repetir una acción. Aprehender el mundo. Estos dibujos con muchas formas y detalles pequeños suelen estar acompañados de una gran escucha producto de una gran concentración. Es por eso que suelen surgir de una conversación telefónica, cuando escuchamos un disco completo o un dialogo interno.
*Gran cantidad de estos dibujos se han hecho sobre los márgenes de las hojas de colegios secundarios.
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NOTA 57
Una de las cosas que más nos entrampa a la hora de dibujar es creer que conocemos lo que miramos, es decir, tener preconceptos sobre lo que nos rodea. Por ejemplo: la tapa de una botella sabemos que es circular pero, si la llevamos a la altura de nuestros ojos, notaremos como el círculo se va ovalando hasta verse como una línea recta. Lo mismo pasa con el largo de las piernas: sabemos que ambas piernas suelen tener la misma longitud, pero al querer hacer una persona caminando debemos dibujar una pierna más corta que la otra. Se puede decir, entonces, que dibujar es como hacer magia: en ambos casos implica conocer un truco o peor dicho: aprender a mentirle al espectador.
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LO FEO ES LO PROPIO
Y podemos borrarlo, rehacerlo incansablemente hasta romper la hoja, abollarlo, tirarlo, dejar de intentar hacerlo o quizás exagerarlo hasta tal punto que parezca que lo hicimos a propósito.
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AGUSTINA MORÓN (Córdoba, Argentina, 1989). Es técnica superior en Artes Visuales (UPC). Tanto en su obra como en su trabajo utiliza el dibujo como una herramienta principal. Expone mediante la edición de libros que ella misma diseña, produce y circula.
Su trabajo como ilustradora ha sido publicado en diferentes editoriales en las que se destacan: “La historia del ojo” (George Bataille), “El niño de pocas palabras” (Silvia Arazi) y “FALACIAS” (Ed. La casa de los conejos). En el 2017 recibió el “Premio a la ilustración Latinoamericana” de la Universidad de Palermo y durante el 2022 fue seleccionada en el “13´ Iberoamérica Ilustra” Feria del libro de Guadalajara. Obtuvo la beca “Circulación y promoción” y la beca “Formación” del FNA.
Su obra se ha presentado en formato de publicaciones y exposiciones en diferentes galerías y espacios de Córdoba, Buenos aires, Rosario y Ciudad de México. Trabajó y se formó en diversos proyectos colectivos como obras de teatrales, proyectos de animación y producciones musicales.
Actualmente coordina el “Taller inestable de dibujo” por 4to año consecutivo, dedicado al dibujo y al acompañamiento de procesos creativos y forma parte del espacio cultural colectivo “Hotel Inminente”.
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SE HACE poESíA
INÉS ARAOZ
Poema
He cazado a la muerte como si fuera una palabra nueva
La he rodeado, inquirido y bientratado Hasta he escrito sobre ella –vida es la palabra que he usado–Y me ufano de contemplar a cada instante su aleteo furioso en mi corazón
(de Viaje de invierno, 1990)
Este pequeño barco con su tierra a cuestas
En esta misma casa
De cuya navegación me ufano
En el secreto movimiento
De mis células más íntimas
En esta misma casa
Estática
Que construí con la pasión
De quien va a montar su primera obra
El techo de los pobres
El techo de los ricos
El de quien al fin agacha la cabeza
Y entra al mundo
En esta misma casa inserta en una selva
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Antes solo Sirio brillando algunas noches
Y en la que florecen los acantos al llegar octubre
En esta misma casa
Y entre sencillos actos repetidos día a día
Como enderezar los cuadros de un costado
O bien del otro
Los primeros de Diciervo que colgara entonces
Cuando con ojos de navegante miraba en lo alto
En las hojas de las palmeras
El leve balanceo de las paredes sin techumbre
Y me preguntaba cómo sellar
Ese último reducto de libertad
Que haría de mi casa un templo
En esta misma casa
Que apenas si ha cambiado su apariencia
Es verdad que los hexágonos del piso
Me traen ahora a la memoria
El cielo de las aguas que en el Mediterráneo bañan
Las playas de Tipazá
Es verdad que el adorable pájaro ptitza
Aletea de cuando en cuando entre estas paredes blancas
Siempre blancas
En esta misma casa
Desde la que me gusta contemplar a las tortugas
Devorando los capullos recién caídos de la rosa china
O el feroz combate de las grandes hormigas que luego
Por la noche
Roerán de a poco la pinotea del cielorraso
En esta misma casa a cuyas puertas y ventanas
Los benteveos acuden en noviembre
A depositar su ofrenda de moras maduras
En esta misma casa me pregunto
En qué puerto estoy
¿Es posible que este pequeño barco con su tierra a cuestas
De lapachos y palmeras
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Teros guardianes
Y la mirada entrañable de algunos perros
Haya navegado tanto que pueda yo decir
Un hijo tengo y no tengo un hijo?
Jugando con los hilos de la luz
Hacer la propia casa y navegar hacia lo alto
Y el corazón que arde
Girando
Girando
Girando
¿Cómo decir esta misma casa y el poema
Solo buscan la piqueta o el silencio evanescente?
¿Cómo hacer del propio barco la navegación sin perder el rumbo?
¿Del rumbo hacia lo alto el propio barco?
(de Echazón y otros poemas, 2008)
Rieles de fuego
a Tata Páez de la Torre
Rodando están los cielos
En rieles de fuego
El tren no aminora la marcha
¿Se oye un silbato?
Al parecer ha muerto, no lo sé
Mi pequeño hermano
Me han dicho, sí, que en las estrellas
Y en los cuerpos
Está todo escrito
Y que no debo conjeturar
–¿Es eso todo? Un niño dice Me asustan
Las mariposas amarillas
Oh bellas mariposas sombras
Las palabras (todas ellas)
Que están, que no están
Solo viajeras
De la luz
Y así es la eternidad
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–¿Es eso todo?
Lo es.
Pero también es menester
Que esté la lámpara encendida
No aminora el tren la marcha
a Isidora Aráoz
Estaban quietos los cielos
En Yacanto
Al parecer moría, no lo sé
Mi hermano, el más pequeño
Los membrillos no habían madurado aún
Y en sus verdes huevos seguía guardada la cría del tero
Un cierto tinte rojo allá
Atrás, en la montaña
No lo he visto yo morir
Más que otros días
Al señalar algunas de esas florcitas tibias
Silvestres
Que esplenden en las lomadas
Esto me da paz –decía
Me hubiera gustado esa tarde
Echar un galope tendido, a campo traviesa
Saltar cercos, una y otra vez
Cruzar los ríos
En mi yegua baya
Correr, correr hacia los oradores de la montaña
Pensando en la poesía
¡Corra, pequeña, corra! Usted tiene que correr
Usted es el caballo que mis textos avizoran
Es la infancia
Las visiones
Son las hebras desplegadas de sus crines
Las briznas de las cañas
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Volanderas
El vórtice de polvo de ceniza
Ascendiendo por los vientos cada agosto
La he visto ya correr
Como un río bautismal en la extensa Rus
Su nombre era Dnipró
La he visto en el desierto, correr en el desierto
Con toda su potencia
Sin apenas tocar la arena
¡Los cascos en el aire!
Usted es el caballo construido
Con partículas de luz
El de increíble brillo
El que me conducirá como espuma blanca
A la otra orilla
La monta dorada de los khanes
Ancestros de la Ajmátova
Usted tiene que correr
Por una cuestión de densidad
Flamígero punto del poema
Es eso pequeñita, si no corriera usted
El principio sería el fin
Usted es la frente de plata de mi padre
Usted es mi madre, la música, el canto
Usted es esta lonja extendida de camino
Los ancestros españoles en la selva
El nativo que da guerra, los altos mocovíes
De la senda Macomita
El industrioso, el artesano, los jesuitas
Las fronteras, la baguala, el birimbao
Es el caballo diseñado para rozar apenas
La montaña con su cola
Usted es el arquero ciego
El impecable guerrero
El hermano que no es hermano
El que es fiel
El que no lo es
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Usted es el fulgor que separa
El encendido verbo de mi amor a Dios
No quiero deberle nada
Todo he de decir
Y será nada
No es poeta el que escribe mucho
Ni el que escribe bien
Poeta es el compartidor de aguas
Es el transido
El que recibe las descargas
Campo minado es la poesía
De máxima tensión
Corra usted, pequeña, corra usted en los poetas
¡Sea la luz en el correr
Precioso libro de agua
Tan esperado como un amante
Y le digo amante
Al amado
Que llega, sí, y se enseñorea
De esos efímeros instantes
En que uno escribe
Con la emoción
En la mano
Libro que sostengo
Y que no he leído
Aún
El verbo, el angélico
De los comienzos
(de Pero la piedra es piedra, 2009)
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El de la madre
Que sella, por empezar
El coraje
De avanzar a cortos pasos
Sobre la hierba que imperceptiblemente
Crece
Cada mañana me asiste
El mismo verbo
El angélico de cortos pasos
Leño que recién enciende
El calor del hierro
En la cocina
Y una madre prepara
La primera comida para sus niños
Lentitud mis manos
Asomándose al verbo secreto
El libro tiembla entre las manos
¿Es el verbo?
Y dejo correr
Entre sus páginas
Un torbellino
De aguas quietas
(de Notas, bocetos y fotogramas, 2009)
El canto del gallo
El mundo para mí es decirlo:
El gallo ha cantado
Dónde estaré yo una vez dicho
Dónde estará el gallo
Nunca seré yo una vez dicho
Nunca será el gallo
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Hombre de fuego
Paisaje a paisaje, compactado cubo –inmemorial– de todos los paisajes (los siglos habían trabajado duro), se alzaba tan sin peso sobre mi cabeza (alguien había dicho pueblo, pero yo, aún era yo). Máscaras de lluvia, máscaras de sol, montículos de caña desastrada, cortapicados deditos ya sin nombre (quedaban pocos nombres, es cierto). Máscaras de pájaros, de vuelos altos, blancos gavilanes y de víboras, las ciegas, la tierra horadada (tan sin peso), goteada leche del espacio (¿Dije espacio? Asintóticas orillas, poesía, fugitivas máscaras). Dicen que no han de tocarse las máscaras. ¿Acaso es árbol lo que uno abraza?
Un hombre de fuego, sólo un segundo, aspira el aliento de la flor.
Mío el aliento ardido en esa llama.
Hilada de patos para P.F.
– Sé que estoy ahí, que me alcanzas. En tu deseo infinito de mí
– El sol en su temprana eficacia de relumbre
– Tintillo oro, hilillos de agua restallando en vuelo desde el designio corpuscular
– O embotado por las nubes su brazo largo
– Resonancias de Antigua, campana en el mundo
– O en su son crecido el mundo y alzado sobre las pequeñas vicisitudes
Hacia su único, inagotable sentido
Vuelo, Lo de arriba
Los caballos miran
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(oh, sí! Los caballos miran)
– Purísima intensión el relumbre solar que recoge hasta la espuma de las cañizas bebedoras de arsénico y los misteriosos glóbulos de los charcos que lo reflejan turgencia globular de moras maduras, pronta a estallar con el roce del viento, viento de sol
– Porque la criatura lo sabe cuando se reconoce en los armónicos de la gran campana que él mismo ha puesto a volar, ingeniero de almas, revocador del silencio
Sea ésa, acaso, la resurrección, resonador sin nombre, total
– Embotábanlo las nubes, ante mi vista, y él se expandía por encima de ellas y mudaba el giro de la tierra
– Una hilada de patos hendía el aire, difuminando y recomponiendo su contorno
– Cuerda secreta pulsada por una hilada de patos
(de Haré del silencio mi corona, 2013)
Alegría a Lucas y Juan Aráoz
–Un segundo, un segundo sólo, apenas un parpadeo mi tiempo, lo es y doy fe, abismal sonrisa donde baten sus alas y no dejan de batirlas los siglos de los siglos, abisal gerundio
de los sueños cuando el ojo ve el cumplimiento de lo ya cumplido, basta un sí para verlo todo -es uno el corazón y el tiempo- pero decirlo, si acaso pudiera yo decirlo, y porque en la voz estoy, diré esto: caballadas son de puro hielo, misteriosos y celestes casi sus reflejos en antárticas heladas superficies, espíritus quizás de olvidados reinos, proyectados cuerpos del todo inocentes en recónditos espacios a lo mejor sin sol, a lo mejor sin noche, navegando, navegando, tordillos vientos desbastando lo pulido
(de Al final del muelle, 2016)
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Interlocutor distante
Quizás sea usted ese interlocutor distante a que me refiero. Ese interlocutor necesario y fantasmal, al mismo tiempo; el que nunca llega a serlo, que es solo su posibilidad y una posibilidad que se niega. La promesa de un oído que no llega a oír. Usted está y se produce a mi alrededor una suspensión de mi posibilidad, palabra y demás, suspensión que se levanta en el momento en que usted me deja, que pareciera ser el cruce exacto de la posibilidad y la imposibilidad: el umbral profético de sus supersticiones formales. En ese preciso umbral –punto de nostalgia para mí, instante semimágico, eternidad, digamos– empieza a funcionar el interlocutor y se levanta asimismo la suspensión, pero ya todo lenguaje es inaudible; usted se ha ido.
Recordando a salinas
Del color puedo dudar
Y buscarlo más adentro
En cada línea
Como hacía en sus versos
Pedro Salinas
El sonido es otra cosa
De él no puedo hablar
El benteveo en mis oídos
No se confunde
Con el zureo de la paloma
En lo alto
Ni con el largo trinar
De una carrasquita
Cada cual con su nombre
Pero el sonido es otra cosa
Acaso una ventana
A otros mundos
Como los íconos?
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Notas
No creo en el lenguaje como comunicación, más bien creo en él como acción. Y como tal, no tengo preceptos formales salvo estar lo más atenta posible en la acción, en la fluidez de la acción, en la gravedad que la rige, eje del cuerpo!
(De Todo estaba diseñado para que el caballo rozase apenas la montaña con su cola, 2018 )
Maestro
Siempre supe,
Maestro
Que sólo vería lo que mi ojo
Estuviera preparado para ver
Y que mi pequeña medida
No es en verdad pequeña
Sino la mía
Esa porción de semejanza
Que alcanza más o menos luz
Según los días
Y que a todos nos emparenta
En tu imagen
Ya cumplida
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Viñeta
En el centro de una piedra gris, oval, de río, un círculo blanco grabado en la misma piedra, apoyada ella en la unión de dos manos entrelazadas. Y de esta piedra gris, oval, emana una luz radiante, sonrosada más que amarilla, y como un coronamiento, arriba, desde la luz radiante, una gallinita castaña de ojos azules y gran copete, con sus alas extendidas y la cabeza gacha, pica, pica la luz
Piedras
He apilado piedras
Apachetas
Catedrales
Sobre lo que he podido hablar
Cada palabra
Piedra a lo mejor
Palabra de puro peso
O también del punto único
De apoyo
Sobre otro punto
El más breve y sutil para sostener
El puro peso
Que se alarga hacia los cielos
O bien se enancha
Siempre hacia lo antes y lo sin nombre
Hacia lo que nunca cupo en mí
Porque sagrada y pequeña épsilon
Porque viento, viento, viento
(de Paisaje con figura, 2022)
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Inés Aráoz (San Miguel de Tucumán, 1945). Estudió Música, Lengua y Literatura Inglesa, Luthería y Lengua Rusa. Ha publicado 21 libros de poesías y traducciones. En 1981 fue obtuvo Mención y Recomendación en el premio Bienal de Poesía “Rizardo Jaimes Freyre” por su libro Ciudades; mención especial en el premio Nacional de Poesía 19841987 por Los intersticiales y en 2019 el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras por su libro Al final del muelle.
EDUNT (Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán) ha publicado su obra reunida en 2019, bajo el título En la Casa-Barco. Sus últimos dos libros, no incluidos en la Obra Reunida son Todo estaba diseñado para que el caballo rozase apenas la montaña con su cola, (Leviatán, 2018) y Paisaje con figura (Leviatán, 2022).
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MARCELO RIZZI *
1.
Deberíamos remontarnos en el tiempo hasta el instante exacto del inicio de la rebelión: calcular el insumo sensible que se usó para la combustión, las nocturnas escaramuzas que se parecen a una fiesta, las refriegas secretas, el continuo desgaste de los materiales a causa de la fricción. Descubriríamos allí por la rasgada manga del gabán, por la mancha roja en la solapa, por esa nube con forma de pantalón, que toda revuelta ocurre muy por detrás de los ojos, o bajo la lengua –sabe en la boca a esa hogaza de tierra dada vuelta–que posee el don que nada predice y suena como en mitad de nuestra noche sideral a un golpe seco de aldabón.
3.
Salvo que seamos parte aún de una multitud invariable, sea entonces la pregunta: qué vemos que otro ya no haya visto - como aquel que pudo quizá una vez entre los vertederos del alma mirar de cerca el rostro inefable de ballena blanca de dios. Recordadme por tanto ahora, como si fuera ésta una asamblea de ausencias, y con este cielo de un millón de años, por qué tememos a los pasillos vacíos, a la página impar siempre en blanco (que sigue a la derecha de nuestro único ojo estrábico), a toda memoria involuntaria que llega con fragancias oblicuas de los bosques del primer crimen, de los huesos en remolino en los escapularios del mar.
* Poemas seleccionados de “La constancia” a publicarse próximamente en la Colección El Pez Náufrago, Ediciones del Dock, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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5.
Conozco gente de cuya procedencia solo se sabe que es una infinita línea recta, y sé también de esos otros que en ocasiones la cierran en un círculo perfecto y en cuyo centro hay una caverna habitada a veces por una pantera negra, otras por un cordero para la mente aviesa del pintor. Pero yo marcho siempre rezagado, como quien desea reencontrarse con lo perdido o lo ganado, o vuelve a leer el nombre del poeta vivo grabado en lo más parecido a una losa sepulcral. Dicen que en un fresco con los cuatro elementos el aire tiene los atributos de un camaleón, la mano que se hunde en el mármol la gracia inmóvil de cuatro dedos y un pulgar. 6.
Decís que dormís solo de día para experimentar de noche la fabulosa vida de este lugar. Confesás que te perdés a los colibríes que entran por la puerta, husmean las condiciones, y se van por la ventana de atrás. Sea. Que enseñás también a seres pequeños a moldear con arcillas sus propios dados; que alguien redobló la apuesta arrojando los tuyos sobre el paño al inicio de los tiempos para que no se detuvieran jamás. En algo acertás cuando decís que se mueren de súbita orfandad los amores profanos, toxicidad de sus orígenes, para que de eso extraigamos una sola verdad: signos que giran alocados como tautologías, abejorros tornasolados sobre una espina delgada anunciando que siempre es bueno para el alma sin calma lo incierto de la próxima noche, la que predice tempestad.
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7.
Yo defiendo la excepcionalidad de algunos hechos que cambian para siempre el rumbo de los días. Entre ellos el de las cosas que mudan de lugar sin intervención de mano o voluntad humana alguna, que es la base incluso de grandes descubrimientos. Atributos, los magos dirían, como la misma sustancia percibida hoy de otra manera. Por ejemplo están el pan que se come y la cerveza que bebemos si construimos sin saber ciudades al lado de la nuestra, con un animal penitente en cada esquina, una llanura extensa que no acaba con un solo árbol centenario en el centro, y un templo incomprensible para deidades venturosas de la lengua cada día.
8.
Has descubierto que esas arañas tienen un solo ojo, como un pequeño engarce de cristal, que en ocasiones es de un color turquesa y en otras de un ámbar tornasol. Visitaste una vez un jardín en donde San Francisco habría abierto milagrosamente una fuente de agua. Como es natural para hombres de mi edad, dijiste, moriré loco y pocos habrán advertido que sucedió bajo una lluvia torrencial. En el fondo de las cosas nunca hay nada, pensaste una mañana, mientras trozabas para el fuego las ramas de un árbol que se secó el año anterior. Toda presencia de lo eterno en lo fugaz, escribiste una noche, depende de la ausencia de quien lo predice, lo maldice, o lo canta con una afinada voz interior.
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11.
Que sepan todos lo que hoy pienso. Que deberían ir borrándose del mapa los pueblos sin tiempo, con un quitamanchas o con un nervioso pulgar; cambiar de lugar la flecha que indica dirección única o una curva peligrosa. Que debería mensurarse otra vez la extensión de la parcela de tierra invisible que se hereda, disputar el nombre del único dios de la comarca que se extravía en los bosques de la noche boreal entre poesía y prosa. Observar de cerca a todos aquellos que se reúnen en asambleas abiertas, o caminan entre malezas a tientas; por igual a los que se ausentan de todo, bien porque se fueron de pesca sin carnada ni anzuelos, bien porque portan una máscara menos real y más cierta, hecha de humo de esparto cuando se quema, terminada la fiesta.
13.
El colibrí es una partícula tornasolada del tiempo: un instante en que toda las formas aladas del lugar se detienen. Quietísimo sobre su rama elegida, volar quizá sea su dichosa inquietud. Esta casa no parece ser real: no se sabe a ciencia cierta si del principio o del fin de los tiempos. Anoche algunas luces que danzaban sobre el horizonte nos daban una especie de rara bienvenida. El camino que toma el sol para iluminar la tierra ha cambiado, y hay una parsimonia mordaz en cada estrella que en el cielo se apaga. Está de más seguir hablando de ello, hay que pensarlo todo de nuevo, es hora de ponerse a trabajar.
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15.
Cuando no hago otra cosa, pienso. Dejo las herramientas y ato los cabos sueltos, subdivido en grupos y subgrupos por tamaño o dimensión. Da igual que sean las multitudes irredentas o las diez estrellas que caen al agua todas juntas sin aparente razón. He dedicado a la tarea años enteros: tocar lo infinito con la punta de un dedo, alcanzar el átomo superior abriendo paso entre junglas de signos - aceptando con resignación la semántica lúgubre del símbolo, o lo que estaba escrito ya en otro lugar. Cada piedra es hoy para mí un recuerdo del camino a ninguna parte, cada totalidad un fragmento. Así funciona el universo, con rudimentos simples: todo tiende a lo más esquivo y pequeño, el mejor precio para cada cosa es siempre el del día de ayer.
19.
Cuando una luz sosegada desciende sobre los objetos que descansan en los estantes se practica la justicia más arcaica. Dionisio cabalga una pantera en un mosaico de Delos, blande una lanza - difícil no pensar en el San Jorge que mata al dragón. Fuerza inasible que portan las palabras: hace que cada día nombremos de nuevo las cosas que ya no están. Cómo llamaremos hoy a esa que hasta ayer conocíamos como “la colina de las cabras”, reemplazar por otra cosa en lengua extraña al pájaro que la sobrevoló, a sus piedras dormidas, pequeñísimas y milenarias, al sendero por el que se ascendía, nunca igual en su descenso, a la flor de nombre desconocido, a su secreta fragancia.
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24.
Aceptamos la perfección de las formas cuando se abre la nuez con un cortaplumas con empuñadura de nácar, dando con la incisión en el punto exacto donde lo uno se convierte en dos. Dejamos escapar el secreto de una carne que se aviene ligera al reino de los fragmentos de una magnífica implosión. Se confunde naturaleza con arte en una grácil devoción, como es remar en una barca rodeado de pétalos flotantes. Ahora que vemos las cosas incluso como vestigio de lo que no aconteció todo parece colgar de una misma rama para luego, bajo la luz del pez ficticio, y en la inocencia del instante, donarse al vacío, dejarse alegremente caer.
29.
Mañana emprenderé un arduo y prolongado viaje: visitaré lo inefable de lo que no se ha dicho hasta hoy: símbolos, de los más pequeños y de los grandes. Dicen los que han ido que se arriba a un país siempre desconocido, donde las cosas suceden como por última vez. No obstante yo tomaré mis precauciones: seré discreto con los propios afanes, como quien distribuye panes a una renuente multitud. Allí evocaré los muebles y las paredes de mi hogar ya lejano, los fluctuantes contornos de cada habitación, los objetos que a cada hora recobraban su espesor mutante. Me abriré paso en la maleza con mi machete invisible, recostaré mi cabeza sobre principios indemostrables; a oscuras y a tientas comeré llevándome a la boca el mejor trozo; del primer huerto que encuentre tomaré una manzana y la pondré delante de mí.
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Marcelo Rizzi (1961, Rosario, Argentina). Estudió Historia y Filosofía en la Universidad de esa misma ciudad. Es poeta, traductor, Educador de Museos y Diseñador Gráfico. Tiene publicados diez títulos: El comienzo oblicuo de todo desorden (De Bolsillo, Plaza&Janés, Bar- celona, 2001), Sinopie (Melusina, Mar del Plata, 2003), Casa incompleta (Rosario, Premio Concurso Felipe Aldana de la Editorial Municipal de Rosario, 2007); La isla de los perros (Alción, Córdoba, 2009), La destrucción (e-book, poesíaargentina.com, 2015); El libro de los helechos (Barnacle, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2018): Los saberes esenciales (Ediciones en Danza, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2019), Driftwood (Barnacle, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2020), Prosa bisiesta (Ediciones A Capella, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2020), Del cultivo de sí como un árbol de costumbre (Barnacle, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2022).
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La lectura
un amor verdadero
LA OBRA ESTÁ SUCEDIENDO
(Lote 11, Córdoba, 2024)
Latir y revelar inaugura una nueva faceta en lo que llamaría el trabajo transversal con la imagen de Gabriel Orge: me refiero a una búsqueda narrativa y ensayística en torno a la producción de imágenes verbales que afortunadamente brotan, como entidades paralelas, de las imágenes que produce como fotógrafo y artista visual. Todo este artefacto, que no se limita a una lengua cómoda, encuentra su fundamento en una permanente reflexión sobre la violencia política y la memoria cultural, algo que desvela al autor desde hace décadas. Y lo más importante es que la naturaleza de su obra no se explica sólo con lo que aborda este libro, virtuosamente editado por Lote 11, ni con las numerosas muestras fotográficas que ha realizado, ni con las intervenciones que realiza en el espacio público. La obra transversal de Orge se viene cocien- do lenta y sostenidamente en su experiencia como docente, y por esa razón está siempre en proceso, lista para complejizarse y mutar. Orge ostenta un récord asombroso en el contexto de la producción artística autogestiva: hace casi 25 años que dicta ininterrumpidamente un taller de experimentación orientado a la producción y el pensamiento en torno a la fotografía contemporánea, disciplina que
también es desbordada por la creatividad de los talleristas y alcanza a todo tipo de lenguaje artístico. El taller se denomina Manifiesto Alegría y nació con la debacle institucional que llevó al país a una crisis tan profunda como la que vivimos hoy. Ha adoptado múltiples formas y versiones a lo largo del tiempo, ha devenido en exposiciones e intervenciones colectivas, y no conozco otra propuesta semejante que se haya sostenido tanto tiempo por fuera de una inscripción institucional. Hablo, en definitiva, de una instancia de formación artística e intelectual, independiente, que se consolidó por prepotencia de trabajo, a lo largo de un cuarto de siglo, y por la que pasaron cientos de artistas, estudiantes, profesionales, laburantes de diversos rubros.
Ahora bien, ¿por qué esta introducción “profesional”? En principio, porque remite a dos formas de “pesar” el vínculo con el arte. Primero, el peso que el recorrido biográfico ejerce sobre la obra del artista, y que lo lleva a ser quien es y a hacer lo que hace; después, el peso que ejerce la producción colaborativa (en este caso, la docencia) en la producción individual, que la corrige y mejora. Con esto quiero decir que los proyectos de Orge han sido posibles por esa instancia ininterrumpida de reflexión y estimulación colectiva. El
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libro, de hecho, parte de un elíptico relato biográfico que desemboca en el proyecto Apareciendo, iniciado por el autor en 2014, en el que han asistido y trabajado decenas de colegas, amigos y alumnos de sus talleres.
Los brillos que refulgen en Latir y revelar tienen dos fuentes de energía: escritura y estructura. La primera di- mensión nos viene a mostrar un eslabón más en el misterio que recubre al oficio del fotógrafo: cómo vincularse con la lengua.
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Gabriel Orge, Latir y revelar, Lote 11 Ediciones, Córdoba, 2023
En el caso de Orge, a su talento artístico suma una escritura concisa y concentrada, con el poder necesario (un poder aforístico) como para narrar escenas fundantes de su modo de concebir el paisaje (diría Atahualpa, el paisaje son las personas) y la vez sintetizar lo que la inscripción de la luz en un soporte hace casi imposible de nombrar: “lo que se revela se rebela, se hace presente buscando atravesar el olvido”, escribe Orge en el comienzo, que luego alterna con escenas del presente y de su infancia en Bell Ville. La segunda dimensión es inescindible de la anterior porque habla del modo en que la editora comprendió la complejidad del texto. Si de por sí es difícil pedirle a un fotógrafo que hable sobre su obra (o a cualquier persona que hable encima de una imagen), el desafío de conjugar lenguajes (¿ensueño ecfrástico?) encuentra, en el libro, una resolución concreta: tres partes separan un núcleo biográfico, sostenido por el relato del mito de origen (cómo nace un ojo); un núcleo experimental, sostenido por un registro cercano al diario-crónica sobre lo que cada intervención del proyecto Apareciendo fue generando en el entorno, y un último bloque dedicado enteramente a las fotos, como el
silencio-corolario que propone la contemplación. Esto no quiere decir que las dos primeras partes no muestren imágenes: al contrario. El logro es que la prosa no redunda ni discute lo que sugieren las fotos. Algo coherente con lo que Orge insiste en sus talleres: no especular sobre lo que dice la foto, sino sobre otra cosa. Toda foto habla por sí sola.
Así y todo, el valor biográfico que rescata el libro no puede obviar las bambalinas del último proyecto que lleva adelante Orge, porque allí es donde se produce la reverberación política y artística. Recordemos que Apareciendo se basa en la proyección de retratos de personas asesinadas, torturadas o desaparecidas por el terrorismo de Estado o la violencia estatal, y en el registro fotográfico o fílmico de esas irrupciones en el espacio.
Proyecciones que revelan íconos de ausencia, que suceden en locaciones públicas o privadas, y cuyos soportes son, como mínimo, originales: copas de árboles, ríos y arroyos, muros, cerros, fachadas y salones de edificios públicos, viviendas particulares, lienzos emulsionados de gran formato, “cascadas” de hilos. La obra es, como dije, transversal: implica el proceso de investigar documentos, contactar familiares, rastrear imágenes, buscar locaciones, herramientas técnicas, momentos adecuados. Pero el
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resultado “final”, o al menos la carta de presentación, se impone con el registro del fotógrafo. En esa misma frecuencia, que no es más que un permanente insistir con la mirada, Latir y revelar encierra, desde su título hasta el arco narrativo que lo define, lo que hace de la fotografía un gesto tan político como pragmático. La pasión por el vínculo entre la ilusoria captura de lo inasible y la latencia que alimenta toda memoria. Eso que está siempre en veremos, siempre en la inestabilidad temporal que todo artista pretende desentramar.
Diego Vigna
Gabriel Orge nació en Bell Ville, provincia de Córdoba en 1967. Es fotógrafo, docente y artista visual. Desde el año 2000 coordina el proyecto Manifiesto Alegría, taller de experimentación orientado a la producción y formación en torno a la fotografía contemporánea. Recibió distintos premios y becas, entre ellos el 1er Premio adquisición del Salón Nacional de Artes Visuales 2015 con la obra Apareciendo a López en el río Ctalamochita. Obras suyas forman parte de colecciones públicas y privadas. Este es su primer libro.
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BREVE NOVELA LÍRICA, DE ANNEMARIE
SCHWARZENBACH
Editorial Vilnius, Córdoba, 2021
En tiempos en que la llamada literatura del yo va recuperando protagonismo; en que la poética de la escritura hecha por mujeres prescinde de la crítica, porque siempre tuvo consistencia personal, y porque hoy es campo para la indagación científica; en que la novela corta o nouvelle pesa tanto como el trazo tan extenso de una prosa también finita; y, finalmente, en que contar la atracción hacia una mujer y elegir la voz narrativa de un hombre para escribir el desamor en una primera persona autobiográfica nos da cuenta de los logros sociales y culturales que hemos podido hacer; en este tiempo, digo, y en este campo, me encuentro con un libro que presenta estas características, con la gran diferencia de que su aparición data del tiempo del nazismo. Estoy refiriéndome a un libro de Annemarie Schwarzenbach: Breve novela lírica. Haré mención de una experiencia que tuve al encontrarme con la primera edición traducida al español, hecha por la editorial cordobesa Vilnius, en el año 2021. El ejemplar de Breve novela lírica estaba en el puesto de la editor-
rial, un stand muy modesto con pocos títulos, cada uno con diseño original de tapa en blanco y negro, todos los autores y obras muy interesantes. La exposición era en la Feria de Escritores y Editores Independientes en Agua de Oro, en su primera edición organizada por Mauricio Quer Duarte, el mes de diciembre del año 2021.
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Yo solo me acerqué a ver el puesto. Y el traductor y también editor Sebastián Artero vio que en especial había tomado la novela de Annemarie.
Le pregunté algo sobre el libro, y terminó por ofrecerme la obra: "Llevala", me dijo. "Vi que te gusta. Llevala”. Yo me inhibí, porque no creía merecerme semejante regalo de semejante puesto. Pero acepté la ofrenda y quedé en comentar su impacto.
Aquí lo hago.
Esto es un tesoro. Primero porque la novela es excelente. Una primera persona, lírica como la de la poesía, que sufre un amor no correspondido y cada escena es una descripción de un cuerpo que soporta y de un alma que busca en la palabra la forma de exorcizar ese dolor. Se necesitan pocos personajes y un solo espacio para significar la historia.
Segundo, porque hay un rescate de una autora muy silenciosa, misteriosa, profunda, con una biografía muy interesante. Tercero, porque detrás de esta edición hay una investigación invalorable, erudita, de la mano de la traducción. Y para ofrecerlo al lector, el ejemplar cuenta con una “Nota del traductor” donde dar fe de lo que digo. Y cuenta con un agradecimiento especial a Walter Fahnders, Profesor de
Germanística Moderna en la Universidad de Osnabruck, Alemania, quien ayudó a la recolección de información para un estudio sobre la autora y su obra.
Cuarto, cada ejemplar incluye dos fotografías tomadas por la autora (para agregar misticismo a la edición).Y se comparten sitios donde encontrar miles de fotografías de Annemarie, ya, patrimonio público. Quinto, por si fuera poco, la edición también tiene lugar para tres textos que ayudan a conocer un poco más sobre la autora en su tiempo.
Todo esto en 104 páginas, de un libro de 18x12. ¿No es una maravilla?
Todo esto por parte de una pequeña editorial tan silenciosa e interesante como la autora publicada. Visionaria en la selección de sus autores y escrituras, y original en el campo de la edición independiente local.
Natalia Costantino
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Annemarie Schwarzenbach (Zúrich, 1908 –Sils María, 1942).
Nació en el seno de una familia perteneciente a la aristocracia. Rechazada por su propia cuna, no solamente por las convicciones que los enfrentaba, también por sus preferencias sexuales, muy pronto ese destino, sumado a la posterior sombra del nazismo, harían del arte de la escritura el refugio de Annemarie, y de las adicciones, su huida.
Ya en su adolescencia fue partícipe en una revista creada por un movimiento juvenil que rechazaba el mundo burgués y capitalista, y que declaraba su adhesión a una comunión con la naturaleza. Escribió una centena de textos en los que dejaba narrados y descriptos sus viajes, como cronista. Escribió también reseñas literarias y cinematográficas, y columnas para la prensa de Suiza donde daba cuenta de la irracional y deshumana aceptación con que toda una generación ciega admitía la guerra.
En su corta vida dejó escritas tres novelas: Amigos en torno a Bernhard (1931), Breve novela lírica (1931) y El valle feliz (1940). También escribió el libro de viaje Invierno en Oriente Próximo. Diario de un viaje (1934), y la biografía Lorenz Saladin. Una vida para las montañas (1938).
Muchos escritos permanecieron inéditos durante su vida: novelas, rela-
tos, prosas poéticas y poesía; también una vasta obra fotográfica. Estuvieron al cuidado de Anita Forrer, amiga de Annemarie, quien, en 1980, los dio al archivo de la Biblioteca Nacional de Suiza. Sebastián Artero, primer traductor al español de Breve novela lírica, para la editorial Vilnius (2021), escribe en un estudio incluido al final de la novela: “Vista en su integridad, la suya fue una obra de rostros múltiples y cambiantes, intrínsecamente diversa y fluida; la variedad e hibridación de géneros de escritura le permitieron a la autora moverse entre un lenguaje minuciosamente impersonal y objetivista y otro profundamente elegíaco y autorreflexivo, entre el registro factual y la elaboración imaginaria, entre la mirada atenta y detallista del mundo y el repliegue hacia la interioridad psíquica.”
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Versiones de Mundos sutiles N° 1- Año I
Se hace dibujo: Pablo González Padilla
Se hace poesía: Paula Cantarero /Laura García del Castaño
La lectura: un amor verdadero: Huellas de Lectura por Laura García del Castaño / Marcelo Rizzi por Pablo Seguí / Azucena Salpeter por Elisa Molina y Diego Brando / Paula Cantarero.
Versiones en diálogos N° 2- Año I
Se hace fotografía: Rodrigo Soria : Llano
Se hace poesía: Daniel Vera: Revelaciones / Bernardo Schiavetta: Sorpresas al profundizar un poema
Se hace cuento: Carlos A. Schilling: Doble reencarnación
La lectura: un amor verdadero: Gabriela Franco por César Bisso / Alicia Genovese por Elisa Molina y Virgina Caramés por Pablo Seguí.
Versiones de lo próximo N° 3 Año I
Se hace dibujo: Francisco Menardi: Dibujos
Se hace poesía: Alfonsina Clariá / Laura López Morales / Iván Wielikosielek
Se hace cuento: Daniela Mac Auliffe: Lucía flores en su vestido
La lectura: un amor verdadero: 327 Vacas de Gabriel Pantoja / E Molina. El que bruñe la piedra de la gracia de Roberto Daniel Malatesta.
Versiones de lo próximo N° 4 Año II
Se hace dibujo: Paula Roqué Buguñá, Dibujo como documento
Se hace poesía: Pablo Seguí, Jorge Carranza
La lectura: un amor verdadero: Tal vez llegue
Caminando de Santiago Sylvester / Pablo Seguí. 23 de Alfredo Lemon / Leonardo Lubrina. La lengua de viaje de Esther Andradi / Marta Ortiz. N Ú M E R O S A N T E R I O R E S
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48 Mayo 2024