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Álvaro Delgado Gómez

Dos crímenes involucran estrechamente en las complicidades con el narcotráfico a Felipe Calderón y a Genaro García Luna, su mano derecha, ambos en ese sexenio sangriento: El asesinato a balazos del General Mario Arturo Acosta Chaparro, negociador del Gobierno con los cárteles de la droga, y el encarcelamiento del tam- bién General Tomás Ángeles Dauahare, subsecretario de la Defensa Nacional (Sedena).

Y las evidencias acumuladas por años los sentencian: En su embustera guerra contra el narcotráfico que instauró en México una era de violencia y muerte, Calderón tomó partido por el Cártel de Sinaloa y García Luna, su socio y poderoso secretario de Seguridad Pública, sólo cumplía sus órdenes.

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Aunque el juicio contra García Luna en Estados Unidos no lo ha imputado directamente, aunque el dinero sucio lo alcanza, Calderón es el principal responsable de la estrategia para consolidar al cártel de Joaquín “El Chapo” Guzmán e Ismael “El Mayo” Zambada mediante el combate a sus enemigos los Beltrán Leyva y los Zetas, luego de que fracasó su intento para poner de acuerdo a todos los grupos criminales en la distribución del territorio del país.

Gracias a sus cómplices en los medios de comunicación, Calderón ha logrado ocultar las negociaciones que hizo con los jefes de todos los cárteles del narcotráfico a través del General Acosta Chaparro, el mi-

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