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La escuela: esa piel que habito

Quería recordar un hecho que pasa bastante desapercibido en las discusiones sobre la trama de ficción vinculadas a la saga Harry Potter, una fantástica aventura de magia y fantasía de estos tiempos creada para jóvenes, y respetando las distancias conceptuales, con excepción de “El Señor de los anillos”, la saga de la autora J.K. Rowling es una de las más populares historias del presente.

En esta aventura de varios libros y otras tantas películas que mantiene atrapada a una audiencia mundial, lo que parece el argumento central -que en relación a la vieja lucha entre el bien y el mal, está representada por la disputa entre Harry y Lord Voldemort respectivamente-, se pierde en una trama de sucesos cotidianos que absorben completamente el tiempo de la película. Esto es, la escuela y sus rutinas, los espacios de los pasillos y las salas de experimentación, aulas y lugares de juegos, los profesores y sus reglas frente a los alumnxs y sus resistencias.

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Tanto es así que a modo de ejemplo, podemos citar la película “Harry Potter y la Orden del Fénix (5to libro de la serie de 2003 y estrenada como película en 2007) para constatar el papel de lo educativo. Todo deviene a partir de un suceso escolar que adquiere ribetes autoritarios y reminiscencias oscurantistas. La aparición de un nuevo director para el colegio. El drama se sitúa en el momento en que el Ministerio de la Magia niega que Voldemort haya vuelto (el gran director del Colegio Hogwarts de las primeras entregas que se parece a Merlín, que a su vez se parece a “Gandalf el gris”, que a su vez se parece a los dioses del Olimpo griego) y nombran a una nueva directora llamada Dolores Umbridge que impone una rigurosa disciplina tendiente a que los jóvenes no practiquen la magia (o sea, ir en contra de lo que el colegio enseña) lo que dispone a la audiencia y a los protagonistas en una actitud de resistencia. Llega tan lejos esta medida de corte autoritario que la directora es nombrada “Suma inquisidora” (en clara referencia a la inquisición cristiana medieval que en nombre de la fe torturaba y violentaba a las mujeres especialmente) y designa una “brigada inquisitorial” (también en alusión a las brigadas de jóvenes neonazis o camisas negras de Mussolini) para vigilar que no se violen en el colegio las nuevas disposiciones, llevando al extremo el carácter de la intolerancia.

En otros pasajes de las diferentes películas nos enteramos que existe un currículum con materias específicas (Defensa contra las artes oscuras, Historia de la magia, clases prácticas de pociones, etc.) y que el asunto de los uniformes es fundamental, que se castiga y sancionan las llegadas tardes, y que además, tienen un “sombrero seleccionador” (quien divide a los jóvenes en cuatro comunidades: valientes de corazón, los justos y leales, los inteligentes y sabios y los audaces y ambiciosos). En las películas de Harry Potter el fondo de la trama se vuelve el argumento central. Cómo se educa en la magia, cómo se adquiere ese “conocimiento común” sobre la magia y los hechizos. Lo común, insisto no es la magia (ya que todos la habían heredado de alguna manera), lo común es entender cómo utilizarla. La magia es simbólicamente un bien de carácter social y político que la escuela se encarga de distribuir adecuadamente. Evidentemente la atracción de las películas está en todas estas situaciones educativas de prohibiciones y habilitaciones que constantemente se modifican a medida que el conocimiento sobre la magia se vuelve cada vez más peligroso llevando a disputas por el poder. Porque hay que decirlo, la escuela de Harry Potter y las nuestras también, trabajan temas que no trabaja la familia, porque a veces esas familias no son lugares de cuidado o no tienen las herramientas necesarias para poner en valor lo que un niño o niña pueden hacer. La escuela permite que los niñxs puedan pensarse en lo común, en la distribución de las herencias sociales. Porque todavía hoy la escuela mitiga la enorme desigualdad que existe en la sociedad y el efecto subjetivo que produce. Despojos humanos del neoliberalismo diría Goran Therborn, donde grandes mayorías están por fuera de los circuitos de inclusión. Sociedades injustas y profundamente desiguales de donde emerge una narrativa social del sufrimiento. Como sostiene Carina Kaplan, las escuelas deben (lo vienen haciendo) acompañar ese sufrimiento social, ayudar a mejorar las disposiciones subjetivas de los niñxs y jóvenes escolarizados en la trama de un Estado que vuelva a incluir efectivamente. Porque la escuela trabaja sobre los vínculos, sobre el cuerpo, sobre la subjetividad. La escuela trabaja sobre la socialización para que todos puedan ser nombrados (Graciela Frigerio). La escuela ayuda a recuperar la dimensión de la autoestima social y vincular (fíjense sino en las heridas sociales y familiares de Harry Potter, cómo la escuela las pone en otro lugar).

La escuela permite que los niñxs y los jóvenes puedan valorarse a sí mismos. Desanuda los vínculos familiares y destinos sociales y expresa una oportunidad entre las condiciones de origen y destino social como dice Graciela Frigerio. Por ejemplo, Hermione Granger, la amiga de Harry, además de las intervenciones heroicas de magia, logra fundar una asociación en la defensa ética y gremial por los derechos obreros de los elfos domésticos.

Más allá de la fantasía, es cierto que la escuela ayuda a liberar todavía ciertos procesos éticos comunitarios que no se darían en otro lugar tan común como ella. Porque las trayectorias educativas son antes trayectorias de vida. No puedo imaginar un proceso de la vida sin que la escuela esté presente. Puedo imaginarme muchas cosas respecto de los cambios de las sociedades como extrañas maneras de enfrentar la enfermedad y los virus, o tal vez inteligentes estrategias para llegar a Marte y/o a la luna, avanzar más allá de nuestra propia órbita, en fin, muchas cuestiones de la capacidad innovadora del ser humano en términos positivos. También puedo imaginarme (cosa que estamos viviendo ya) la continuidad de los modos de opresión social y marginación que el neoliberalismo genera cada vez más sobre los sectores sociales vulnerables y en otros que no lo están tanto. Pero lo que se me hace difícil imaginar es otra manera de transmitir las herencias sociales, pasar la posta sobre los saberes de una comunidad o aprender los procesos técnicos de un saber o profesión (tarea imprescindible si queremos lograr un mundo más igualitario e inclusivo). De los griegos fundadores a la escuela moderna y la actual en crisis, todas las fantasías son posibles, menos la ausencia de escuela.

En plena pandemia, la escuela y sus maestros volvieron a abrazar a los niñes y sus familias para seguir construyendo sentido e identidad comunitaria.

. NOTA: POR DR. RAÚL MURIETE (muriete@gmail.com) Nota sobre las imágenes: extraídas de internet de las películas de Harry Potter

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