El Apuntador # 8

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EDITORIAL

Romper el silencio Isidro Luna

Los espacios de reflexión sobre el teatro y las artes escénicas son, en nuestro país, muy pocos. Aún estamos atravesados por una visión canónica de la literatura, en la que ciertas áreas se consideran como las paradigmáticas. Penetrados por una sobre extensión de la poética la llevamos a todas partes, como eje explicativo de todos los fenómenos literarios. Por otra parte, la gente de teatro nos encontramos a menudo dedicados a nuestros espacios propios, a la tarea de producir y lograr que sobrevivan. Esto deja poco tiempo para las consideraciones reflexivas sobre el futuro del teatro ecuatoriano, sobre sus tendencias y direccionalidades. Hasta se podría decir que miramos muy poco al trabajo de los otros, apenas si discutimos informalmente su práctica teatral. Parecería que una cierta “cultura” del silencio es lo políticamente correcto; excepto en algunos casos en donde este represamiento estalla de manera abrupta y desproporcionada. Sin embargo, la deliberación sobre el teatro nunca ha sido tan urgente como ahora. Necesitamos insertar nuestra dramaturgia, nuestras puestas en escena, nuestros conceptos, en el contexto cultural más amplio, referido tanto al medio local como a las tendencias internacionales.


Y esto no se trata de una especie de privilegio por las cuestiones abstractas, sino porque este recorrido nos llevará a encontrarnos con la realidad social, con la sociedad civil que se ha mostrado profundamente performática en los últimos acontecimientos. De otra manera, ese mundo penetrará en el teatro sin más, como un reflejo directo, con un cierto naturalismo; pero lo que requiere esa multitud en las calles es el rastreo, por todas las vías posibles, de los caminos de salida a una situación política entrampada. El teatro y las artes escénicas tienen que mirarse a sí mismas y plantearse hacia dónde se dirigen, como modo privilegiado de tomar contacto con las urgencias sociales que con seguridad la desbordan. El mundo de la vida camina con más rapidez que su representación. Nos toca actualizar esta representación con nuestros medios, hacernos plenamente contemporáneos de lo que vivimos.


COLABORADORES

El Apuntador es un boletín de divulgación de las artes escénicas contemporáneas en el Ecuador Distribución gratuita Tiradas 1000 ejemplares Directora: Genoveva Mora Toral Colaboran en esta edición: Genoveva Mora: Escritora, investigadora y crítica de danza y teatro. genovevamorat@gmail.com Cristian Cortez: Dramaturgo Alfonso Espinosa: Diseño gráfico. Edición de libros, textos. Periodismo. Gabriela Ponce: Escritora y directora de teatro. Se desempeña como docente de artes escénicas en la Universidad San Francisco de Quito Isidro Luna: Escritor, dramaturgo, investigador. Valeria Sáenz Diseño: Carlos Zamora Foto de portada: El oso que no lo era (Raymond Duque ) Edición: Junio 2005

Las opiniones emitidas en los artículos, firmados por sus autor@s, son responsabilidad de cada un@ de ell@s. No comprometen a la edición. Las fotografías son propiedad de El Apuntador, a excepción de aquellas cedidas o reproducidas citando la fuente y con su respectivo crédito.


CRÍTICA

Más opera en el Sucre Genoveva Mora Toral La Serva Padrona Intermedio de Giovanni B. Pergolesi Uberto, (Luis Medina) con su potente voz y una importante capacidad actoral es el personaje que lleva adelante esta propuesta. Méritos, que dasafortunadamente no son suficientes a la hora del balance, de hecho un solo personaje no alcanza a sostener el trabajo. María Dolores Rodríguez –Servina– no se coloca a la par de su coprotagonista, le falta apropiarse del espacio, le falta gesto, decisión, no logra crear Servina. En cuanto al famoso criado disfrazado del Capitán Tempesta, quien solo gesticula, se lo construye en un personaje desdoblado en varios (Vespones), que tampoco consigue su cometido, tienen un buen momento cuando aparecen como el imponente capitán montado en su caballo, y no se trata precisamente de la actuación, sino de la manera como está concebido, resultan altamente impertinentes; además, si no se conociera la trama de la pieza, seguramente no se entendería su presencia. La puesta en sí tiene muchos bemoles. Hay un intento con el recurso simbólico que en lugar de agregar le quita posibilidades. La inmensa y poco estética orquídea que desciende al escenario, y junto a ella las ¿tentaciones de Uberto?, mujeresbailarinas que se mueven entre pasos de danza y una teatralidad


falsa, irrumpen con una estética demasiado kitsch, desarticulada que solamente consigue importunar al espectador.

Il Campanello Ópera bufa de Gaetano Donizetti Una farsa, como la llamó su autor. Sí consigue armarse de mejor manera. Instala personajes mucho más sólidos. Enrico (Alfredo Mas), lleva adelante su papel con seguridad, su voz se impone al igual que su presencia, cautiva con su personaje y se complementa bien con Serafina (Vanessa Lamar), joven cantante lírica que sube por tercera vez a la escena y se muestra con gran potencial, maneja cada vez mejor su voz, aspecto que equilibra el lado de la actuación en la que seguramente estará empeñada. Juan Borja en su papel de Spiridone juega un rol muy importante, aunque en la obra no sea protagónico, lo hace porque tiene dotes histriónicas apreciables, mucha fuerza como personaje y una solidez notoria en el espacio escénico, agregado a esto sus virtudes de tenor. Alfredo Dugarte, el boticario, defiende lo suyo. Lídice Robinson lleva a cuestas un personaje demasiado impostado al que todo el tiempo se lo siente artificial. En cuanto al coro, se entiende que lo suyo no es el teatro y que tienen un reto por delante. Esta puesta en escena está bastante lograda. Sabemos que este es un intento novo, que la mayoría de participantes nacionales están en el proceso de apropiarse de un género inusual en nuestro medio. Javier Andrade es un director joven con mucha energía que sin duda irá puliendo este arriesgado pero válido desafío artístico


Mejor solos que…. Festival de Monólogos

Valeria Sáenz Cinco noches, cinco monólogos en El Patio de Comedias, lugar de encuentro donde palabras, música y luces llenaron la semana del festival, un tiempo especial para el público y por supuesto para los artistas. En esta ocasión, los asistentes tuvieron la palabra, escogieron en las cinco categorías: mejor dirección, mejor actor/actriz, mejor banda sonora, mejor temática, mejor escenografía/vestuario/ maquillaje. El primer monólogo en escena fue “El oso que no lo era”, protagonizado por Raymond Duque. La historia de un oso que inverna; mientras afuera los hombres construyen una fábrica. El oso despierta, se percata que algo anda mal y decide averiguar. Lo atractivo de la función fue el impecable intercambio de energía en la interacción de Duque con el público. La dirección estuvo a cargo de Patricio Guzmán. “Débora el Fin” fue la obra siguiente. Diana Borja junto con La Bala Perdida (banda sonora) estremeció a los presentes con textos y notas musicales fuertes. El color rojo predominante en escena e historias urbanas, crueles verdades acechadoras. La confrontación entre lo nuevo y lo viejo es un elemento notable, los pensamientos de Débora adolescente confrontados a los de Débora mujer, combinados con la “Vieja Vida” nos brinda un matiz diverso de ideas. Dirigido por Susana Nicolalde y puesta en escena de Patricio Estrella.


Ximena Ferrín en el monólogo “La niña de las Caracolas” narra las ínfulas de una pequeña por descubrir el mundo nuevo que existe fuera del colegio, la casa y las manos de una madre sobreprotectora y absorbente. Ferrín realiza un número (corto) de “clown” que enterneció aún más el personaje y arrancó dentro del público algunos suspiros y sonrisas de medio lado. El director de la obra: Guido Navarro. La noche de sábado, la casa estuvo completamente llena, para satisfacción de Santiago Naranjo y su monólogo “Variaciones de la vida de un ahorcado”. Esta obra es una adaptación de la novela de Pablo Palacio. El juego de cambio entre los personajes, sobre todo en la parte del juicio le regala a la obra un dinamismo especial que mantiene al espectador en total vigilia. Peky Andino es el director de esta pieza teatral. Y por último “Día de cada día” interpretado y dirigido por Daniel Moreno, obra de Teatro Drag, impactó con el vestuario y maquillaje, captó la atención del público. La historia narra la vida de una mujer que aún en estos tiempos acelerados cree en el amor verdadero y espera por él. Asarahí sueña con tener un hogar y enfatiza que éste no lo hacen las cuatro paredes ni sus adornos, sino la gente que lo habita.

La premiación se realizó en Mambula café arte con la presencia de varias personalidades importantes. Genoveva Mora, directora del Apuntador, entregó los premios otorgados por el público. Mejor actor: Santiago Naranjo con “Variaciones de la vida del ahorcado” Mejor dirección: Peky Andino con “Variaciones de la vida del ahorcado” Mejor Banda Sonora La bala perdida con la obra “Débora el fin”. Mejor temática: “Variaciones de la vida del ahorcado” Mejor vestuario/maquillaje/escenografía: “Día de cada día” interpretado por Daniel Moreno


Diana Borja.foto tomada del facebook

Debora, el fin Gabriela Ponce

Esta es una obra hecha de fragmentos. Fragmentos, a través de los que Diana Borja salta, para encontrarse con los distintos personajes que componen a Débora. Y entre cada fragmento está la música en vivo de La Bala Perdida, que con la fuerza de sus sonidos, logra la construcción de una atmósfera cuya intensidad nos remite al desamparo propio del mundo contemporáneo. La música no acompaña la obra, es en gran parte: la obra misma. Una de las imágenes mejor construidas del monólogo, es el momento en el que vemos una Débora que, acercándose al Fin, aparece y desaparece al ritmo de una luz intermitente que, otra vez, fragmenta sin concesión. Nuevamente, el sonido es básico en la creación de esa atmósfera que nos transfiere la angustia, la rapidez, la desolación del tiempo que habitamos, con una intensidad que emociona. Los momentos de precisión actoral son varios, y nos muestran una actriz versátil, con un manejo corporal limpio y que con “pistola en vagina” sostiene rítmicamente los múltiples personajes que aparecen en el monólogo. Los fragmentos de la obra configuran al sujeto moderno, al habitante de nuestras ciudades, aquel que parece no tener otro destino que la perdida de si. La obra es también ese otro que abraza nuestra soledad, es además el aparente y efímero encuentro de una posibilidad. Así, por sobre todo, la obra es una conjunción bien lograda entre una excelente banda sonora y la solidez de una actriz que se entrega en el escenario.


La niña de las caracolas Genoveva Mora Toral Dramaturgia de propia actriz, Ximena Ferrín; dirigida por Guido Navarro, La niña de las caracolas es un montaje que se mueve entre dos fuerzas, por un lado una actriz solvente, muy solvente, sosteniendo la obra y de otro una puesta que paradogicamente parecería estar poniendo a prueba a la protagonista, y, es que se dan muchos cambios de estilo en una sola pieza. La madre, un personaje que se erige y crece fuertemente ante los ojos del espectador es una línea que marca el trabajo, empeño que se desperdicia en el en los incesantes giros a los que se somete al personaje central.¿Por qué no sostener a la niña-mujer de la máscara y el recuerdo, ahondando en el simbolismo de la caracola?, que dicho sea de paso choca demasiado con la secuencia de clown en la que se pierde el ritmo, trivializa al personaje y creo que en lugar de conceder al público, lo desconcierta.


Un día de cada día Daniel Moreno narra en una especie de cuadros escénicos la situación de diversas mujeres que tienen en común una historia de amor, tema que se constituye en la línea conductora de este guión que Moreno cuenta ataviado con vistoso vestuario. Consciente de qué es lo que busca del público, hilvana sus anécdotas en una hora. Un espectáculo para café concert, con una constante que es el chiste cotidiano y el doble sentido. Daniel se divierte en el escenario y alcanza a conquistar al público que de buena gana ríe sus ocurrencias. Detrás de ese aparente desparpajo asoma también un ser humano que reclama una lugar, una mujer que compara su realidad con otras conocidas o peores. Fustiga fuertemente a los hombres, el machismo y el dominio al sexo femenino. Compensa las carencias dramatúrgicas con humor en un texto construido con retazos de historias que, y sobre todo, tienen como principal recurso la letra de canciones. Daniel deleita con la fonomímica y el baile. Es un espectáculo en el real sentido que tiene esta palabra, y quiere, por sobre todo, presentarse.


El oso que no lo era Raymond Duque, bajo la dirección de Patricio Guzmán, pone en escena la fábula del oso que despierta de su hibernación en una fábrica. Enfrenta al capataz, al gerente, a la vicepresidenta y al dueño: todos lo convencen que no puede ser un oso. Cuando llega el invierno cierra la fábrica y el oso que no lo era no sabe cómo hibernar, hasta que lo recuerda y recuerda qué es. El juego entre los personajes es interesantemente resuelto por Duque, que ha trabajado en la construcción corporal y vocal de cada uno. Los diálogos son también trabajados con buen ingenio escénico y apreciable técnica de voz por parte del actor. Aunque el tema de la obra ofrece por momentos el riesgo de una inocencia boba, la puesta en escena y la versión dramática, en la misma medida que el trabajo actoral, están atentos a mantener el discurso en un nivel inteligente. Tal vez habría que hacer un barrido más a la escenografía para suprimir unos pocos elementos que no parecieron tener función dentro del espectáculo.


Vida del ahorcado Alfonso Espinosa Andrade

La versión escénica inspirada en la vida y obra de Pablo Palacio, dirigida por Peky Andino, colocó en un alto nivel el rendimiento actoral de Santiago Naranjo. Siempre será reto el monólogo, y Naranjo da muestras de tener madera suficiente para sobrevivir en escena. El reto es resumir en un monólogo la descendiente trayectoria vital de Pablo Palacio, desde la lucidez y la genialidad hacia la locura y el olvido. Acaso y la información previa sobre el escritor y la familiaridad con su obra sean necesarios para apreciar a cabalidad la obra. Sin embargo, el espíritu de Palacio se percibe en la obra: lenguajes que describen con metódica minuciosidad sucesos o cosas mínimas. El actor aprovecha bien el espacio escénico y sostiene la tensión de la pieza, que termina envolviendo y convocando al espectador, pendiente de un desenlace que llega doloroso y seco, muy en el tono del dramaturgo Andino, que en esta mirada al margen más visitado de la literatura ecuatoriana explora los bordes de una sociedad y una tradición que observa con desconfianza.


Con Bombos y Platillos -Festival-

Genoveva Mora Toral

Con Bombos y Platillos cumplió su quinto año, delegaciones de Argentina, Cuba, Ecuador e Italia.

esta vez con

Un rasgo importante de la fiesta fue que en varias propuestas hubo un tratamiento de deconstrucción a través del mismo juego de la representación. La caperucita roja y el feroz lobo fueron desenmascarados y convertidos en lo que son: ficción. Dejando por ahora las extensas interpretaciones que se han hecho, y reconociendo que de infantil no tiene nada, los cubanos le dieron un tratamiento fantástico y realista al mismo tiempo, se vol-vieron cómplices de los pequeños para concluir que toda esa aterradora trama podía convertirse en un juego. De igual manera en Il trovatello en cas dil diavolo, el titiritero se presentó, en primer lugar, al público, frente a ellos sacó de su maleta los personajes de cartón que daban lugar a la historia. Un puesta en escena novedosa en cuanto a estructura, al juego de voces y a la habilidad del actor para transformase en los distintos personajes e interactuar con el público. El Quijote fue la obra seria de la semana tratada con mucho acierto, una puesta en la que juega más la actuación y en la que Don Quijote es el muñeco que consigue consternarnos. Un trabajo para conquistar a grandes y pequeños a conocer más a fondo a ese paradigmático personaje que tanto ha dado que escribir en el mundo de la literatura y el teatro.


De lo que no vimos, les hacemos llegar el comentario desde el público. Del Berrentín de trapo, señala Marta Sofía Vargas, fue una obra de mucha sensibilidad. Recursiva, la bicicleta fue el elemento para trasladar al espectador a todos lados y mostrar que el mundo va cambiando. Nos hizo notar que muchas veces dejamos de lado lo esencial. Sobre Sirulfo y Mandinga, nos comenta Marcos Pena: Obra de trotamundos basada en el emigrante esmeraldeño que va a la ciudad por razones de explotación. La propuesta escenográfica se monta rápido, se lleva la lleva en una mochila. En una bajada y subida de telón cambia todo, por arte de un pacto mágico con el diablo, que es el pretexto para llevar adelante la historia de manera ágil e inteligente. Utilizan la lengüeta, una técnica italiana, en un manejo desenvuelto de los títeres de guante. Sobre Tres tristes historias cortas pero breves comenta Armando Morales: Espectáculo muy profesional con una selección de gags titiriteros. En una casa de vecindad alguien decide darse una ducha mientras otro esta en la cocina, y el agua no llega, a partir de esa peripecia, los títeres resuelven asumiendo de lo cotidiano un aspecto mágico y fantástico, hasta las tubería se mueven y estiran y hacen de trampa para inmovilizar a los inquilinos, en esta situaciones simpáticas, el títere desnudo, enmarca aun mucho más la puesta pensada en el títere y no en el actor. Las peripecias aunque tienen referencia humana están resueltas a nivel del títere con esplendidez artística, en cuanto a actuación los dos Yolanda y Marcos hacen un trabajo muy dedicado. Porque lo más importante es que el teatro sea teatral, que el teatro descubra sus signos, de lo contrario creo que no estamos haciendo teatro, porque a veces se ha convertido en una sub manifestación de otro género


Lucho Mueckay y Raymundo Zambrano

Tuco y Manuco Cristian Cortez Un día, hace ocho años, los actores Lucho Mueckay y Raymundo Zambrano se reunieron a crear. Estaban inconformes con la manera de hacer política en nuestro país. Llegaron a la conclusión que a algunos políticos deberían enterrárselos para siempre. De allí surgió la idea de “Tuco & Manuco” dos ancianos que en un velorio entierran a los malos políticos, a la corrupción, a la injusticia, etc. Han realizado más de 200 presentaciones y el año pasado fueron seleccionados para representar al Ecuador en el Primer Campeonato Panamericano del Humor, realizado en Buenos Aires, estudios Telefé, Show de Video Match. Velorium Vacilatus es el espectáculo en donde en cuestión de segundos los dos viejitos se meten al público al bolsillo; con la primera palabra, el primer gag, los noquean de entrada. Durante poco más de una hora y mientras esperaban la llegada de “el muerto”, Zambrano & Mueckay hablaron de todo un poco, tocaron muchos temas, asuntos serios, otros escabrosos: Se burlaron de todos y de ellos mismos. Evidenciaron nuestras costumbres, nuestra falta de identidad. Por su puesto, achacaron a los políticos Contaron chistes, unos buenos, otros... ¡bueno! Tocaron instrumentos, cantaron (lo hacen muy bien por cierto), bailaron, hasta lloraron. El público los aceptó con anuencia a los dos viejitos jubilados muy simpáticos –a veces un poco grotescos–. Y tras ellos dos excelentes actores, años de experiencia y mucha “cancha”. Lamentablemente nuestro público sigue malcriado. Nunca faltan los atrasados, los que llegan con cuarenta minutos tarde y pateando al perro; los que no apagan sus celulares, reciben


llamadas y conversan, en una clara manifestación de irrespeto al espacio. Un dato muy importante en esta representación se realizó el lanzamiento oficial de su DVD. La tecnología les llegó a los ancianitos. Actualmente preparan ya un segundo espectáculo: “La última farra”, donde festejarán sus 90 años de edad.

2do. Festival Intercolegial de Teatro Valeria Sáenz El teatro como manifestación colectiva exige espacios adecuados para quienes desean expresarse, y que al mismo tiempo se incentive a la formación de los nuevos actores y actrices. La creación de un festival en donde los protagonistas son los jóvenes colegiales es sin duda un paso enorme para dar cabida a nuevos talentos y fuerza a la movida teatral ecuatoriana. Trece colegios de la capital se inscribieron en este festival, demostraron su creatividad, capacidad e ingenio en las tablas. La sede de este encuentro artístico Fue el Colegio Benalcázar y se realizó del 17 al 20 de Mayo. Auditorios desordenados y bulliciosos nos recordaron la efervescencia de los años de secundaria que no se pueden negar ni criticar, porque todos (casi) algún día fuimos así. Temas como alcohol, aborto, sexo libre, falta de comunicación en los hogares y colegios, reguetón, amistad, y rechazo al sistema cons-tituyeron el eje del Festival. Vale destacar el apoyo de los dramaturgos Patricio Estrella y Patricio Vallejo, quienes estuvieron al pie de esta iniciativa junto con el Municipio Quiteño.


Jorge Alcolea. Foto tomada de Internet

Cabezas. Danza del cuerpo y la memoria Alfonso Espinosa Un grupo de amigas, de bailarinas, se desplazan dentro de la coreografía Cabezas, de Jorge Alcolea, en un viaje por sus cuerpos, por el espacio y por las marcas que dejó una emoción en su memoria. El elenco femenino de la Compañía Nacional de Danza se mostró preciso en los diversos cuadros de la pieza. El modo de escritura dancística de Alcolea combina narraciones que rayan con lo teatral con imágenes coreográficas de conjunto, reiterativas, matizadas por variaciones sutiles en las acciones individuales. Es un discurso abierto a las frases y solos de las bailarinas, lo cual vuelve a la pieza colorida y diversa. Las situaciones que enfrentan en el recuerdo las bailarinas van desde la pesadilla en la que nos han atacado hasta abrirnos las entrañas, pasan por la experiencia del abuso y la violencia, llegan hasta la mínima anécdota, relatada como grandiosa para las otras... Porque siempre son las otras, desde fuera, quienes suspenden el conflicto, lo resuelven o superan. El último cuadro da cuenta de esa noción solidaria que sustenta toda la obra, con Valeria desmayada, “bailada” por sus compañeras que la elevan, la sostienen y la giran en el espacio del escenario. Es importante apreciar el trabajo interior de las intérpretes, que tienen un buen nivel de transmisión con el público y se dejan ver cómodas en el escenario, disfrutando de la danza y doliéndose de su acto creativo y generoso.


Finalmente. Danza contemporánea que se diluye Alfonso Espinosa En las cinco escenas de Finalmente, obra de danza contemporánea dirigida por Terry Araujo, hay una voluntad de sugerir antes que de narrar, de evocar antes que de recordar. Este es el mayor mérito de la pieza, que no recurre a un guión argumental para estructurarse, a la vez que su mayor límite: las distintas interpretaciones cinco solos y una secuencia coreográfica de conjunto terminan siendo acercamientos personales, y la obra como conjunto se diluye. Finalmente es un montaje plásticamente rico, visualmente generoso. La lente atenta puede hallar más de una buena foto en los cerca de 60 minutos que dura la obra. La profunda sala Mariana de Jesús, sitio cotidiano de trabajo del Frente de Danza Independiente, es aprovechada por Araujo para una apertura sugestiva: la bailarina al fondo, encerrada en un portal, luego deja caer arena, queda por último indescifrable, a contraluz. Los cuatro solos sucesivos van acercando la acción hacia las butacas. La representación de un ángel mutilado invita a mucho con la solución de la presentación del personaje, pero más tarde no logra convencer, e incluso aburre la cita y la figura de las alas rotas. Los bastones con los que se quiere ayudar estorban a la bailarina en la secuencia. En la escena “Tango sentada”, el juego de danza a nivel de piso (sentada y recostada) es resuelto con energía y precisión por la intérprete. Es una de las escenas que sí logra establecer tensión escénica. Los recursos escenográficos son económicos, y en ello hay mérito. Al final, la figura en el pórtico vuelve a aparecer, mientras el espacios central del escenario es ocupado por las otras cuatro bailarinas en una secuencia de cruces en diagonal por el espacio y vuelos breves entre ellas. El cierre se configura con todas rodeando el portal inicial, con la figura de la bailarina entre la arena, espiada y ocultada. La coreografía de Terry Araujo cuenta en esta ocasión para volverse hecho escénico con la participación de las bailarinas Cecilia Andrade, Josie Cáceres, Marcela Correa, Irina Pontón y Carolina Váscones.


Adiós. Today Genoveva Mora Toral Dirigida por Christoph Baumann, la obra del suizo Igor Bauersima, no sale defraudada, al contrario adquiere una dimensión que seguramente será distinta a la que se la dé por allá por las europas. Los protagonistas aunque viajen a ese incierto lugar del mundo, a esa montaña junto a un brazo de mar, son ecuatorianos y son al mismo tiempo ciudadanos navegantes de este mundo virtual. Se escucha una voz femenina, entra al escenario y se instala en su silla ataviada con audífonos, ha ingresado al chat room: “hola soy Julia,... ya no encajo entre los seres humanos...”. Anuncia que el mundo ha perdido sentido y ha decidido suicidarse. Después de un momento escuchamos otra voz, aparece Agustín quien se convertirá en su compañero en la decisión de morir. Este es el tema central de una obra que se sostiene sobre todo en diálogos, no es un trabajo de acción, aspecto que plantea exigencia actoral. La escenografía es muy simple: todo en blanco y una tarima inclinada que simula una montaña. Dicho sea de paso, es a veces una desventaja de las salas pequeñas la poca altura del escenario, hay que poner harta imaginación para asumirlo. Sin embargo, los protagonistas sí nos llevan a esa cumbre y nos instalan en el abismo de su dilema existencial. En este trabajo hay dos aspectos importantes que destacar: el primero la actuación. Andrea Ordoñez confirma sus dotes. Actriz joven con facilidad que impresiona para transformarse conforme demanda el papel, un manejo de voz convincente, y el logro de aparecer como un personaje un tanto plano; de hecho el texto no tiene grandes momentos de tensión, por ello mismo exige un personaje sólido, un tanto ambiguo, desinteresado en la vida y al mismo tiempo con deseos de sentirla, quiere dejar el mundo sin más, pero cae en la tentación de la despedida, el mensaje tranquilizador, que como Julia misma lo dice, suena patético y vulgar.


Pancho Vinachi, cuya experiencia ha sido en el campo del video, hace su debut en el teatro y lo hace bien, sin grandes pretensiones, se muestra él, cosa que no es tan simple, pero que confirma la posibilidad experimental en el teatro. Baumann se anota un punto más en la dirección, muestra una obra equilibrada dado que la inclusión del video es generalmente riesgoso (reconoce que aquí tuvo mucha ayuda de Vinachi). Alcanza buen equilibrio, no exagera con el recurso mediático. Solamente hay un detalle que molesta en la última parte, cuando salen de la carpa con la cámara y les persigue un impertinente cable de conexión que hasta ese momento no había debutado. ¿Desenlace? una puesta bien pensada que quizá la difundan, sobre todo a nivel de los jóvenes, no solamente por la temática sino porque los protagonista seguramente impactarán a sus congéneres y mostrarán las grandes posibilidades de expresarse mediante el arte.


Marta Ormaza, Elena Torres y Juana Guarderas. Foto cortesía

Monólogos de la vagina Genoveva Mora Toral

Segunda versión ecuatoriana, esta vez interpretada y dirigida por las propias Marujitas, cosa que ya prejuicia y al tiempo crea expectativa en el público que las conoce. Alguna vez lo señalamos, esta no es una obra de teatro, diría que es la voluntad de teatralizar los testimonios de mujeres frente a su condición femenina y evidenciar una realidad no siempre afortunada. La Marujitas tienen su tono y con acierto lo traspasan a esta propuesta, que mayormente, se la ve desde el humor, menores son los momentos dramáticos y los serios. Definitivamente son un elenco de comedia. Los relatos de mujeres son estructurados en la escena desde una suerte de diálogo con el público, intervalos en los que dan cuenta de datos concretos, anuncian el relato y ahí entra el personaje de turno. Juana Guarderas abre con un personaje joven más bien cándido y lo cierra con la voz de una mujer que valora su feminidad y privilegio de madre, consigue la decidida empatía del público. Su mejor momento, el testimonio de la otavaleña en donde hace gala de su capacidad de comediante, traduce del quichua y entrega lo que el espectador espera: humor.


Marta Ormaza lo consigue con el personaje de una adolescente que por azar, se inicia en el sexo con una lesbiana, Elena Torres representando una paciente argentina en una sesión de psicoanálisis. El trabajo está dirigido desde una mirada lúdica que soslaya el aspecto trágico, una manera liviana de testimoniar, aspecto que no le resta al propósito original. Monólogos de la vagina es un texto compuesto de voces que, siempre corre el riesgo de cansar porque apela a la compasión y ubica a las mujeres en posición de víctimas. Teatralmente no tiene valor, por eso la adaptación realizada por este grupo de mujeres adquiere una dimensión distinta y, aunque sea concesiva, alcanza su propósito: hablar seriamente desde el humor. Monólogos de la vagina

El Hueco Isabel y Virgilio se encuentran en el hueco, él ha caído ahí por accidente, ella habita ahí desde hace tiempo. Él acaba de morir, y ella, ya bien muerta, se ofrece para acompañarlo en el trámite final: obtener un número que le conceda el derecho a esperar. Y, aunque, Virgilio habría preferido no morir, Isabel parece saber ya de memoria la mecánica burocrática de esta muerte a la ecuatoriana. Ambos, al ritmo de un lenguaje irónico nos presentan una obra que se sostiene en acciones claras y sobre el diálogo que establecen con el público. La obra además logra crear una atmósfera: espacio vacío y colores pálidos sumados a un manejo sólido y consistente de elementos, nos conducen a todos al limbo y, desde ahí, a mirar una vida en la que observando atentamente detrás de lo habitual se encuentran cosas poco comunes. Esta es una puesta en escena que fundamentalmente divierte, y lo hace principalmente porque el público siente que los actores están divirtiéndose en escena. Valencia desarrolla un personaje que va creciendo en escena hasta lograr un encuentro rico con el público; con gran acierto logra, desde la voz y el gesto, un clown que proyecta una contradicción entre ingenuidad y fuerza, y que se sostiene a lo largo de toda la obra Los elementos son pocos, tal vez porque fueron pensados para acompañar a los actores en el periplo que están próximos a iniciar por Sudamérica, o tal vez porque en el limbo son pocas las cosas que se necesitan; lo cierto es que, con sólo dos cajones de cuyos compartimentos salen progresivamente una variedad de objetos, se construyen las situaciones: todas curiosas y extrañas y cargadas de ironía frente a una muerte en la que el vertiginoso mundo moderno apenas nos permite pensar. La reflexión también cruza al terreno de los vivos e interpela desde ahí la realidad de nuestros países, la obra cuestiona la institucionalidad, la política, las agendas, las mentiras y las verdades entre las que hoy se debate América Latina. Desde el cinismo y la risa nos es contada esta historia de vidas y muertes mecánicas y burocratizadas. Bien por este grupo que estrena con decisión su primera obra para adultos, y bien por el teatro joven ecuatoriano ¡suerte en el viaje! Dirección: Guido Navarro Actuación: Maricarmen Braganza y Juan Carlos Valencia


WILIAM SE HACE RECONOCIDO EN NYC

William Saquicela. Foto cortesía

Entrevistado por Cristian Cortez

Willian Saquicela, actor que se inició en nuestra tierra y ha crecido profesionalmente en Nueva York, ha sido reconocido a través de importantes premios. En el 2002 ganó el premio Radio Sucre de NYC por su actuación en la obra “La Pulga en la Oreja”. En el 2003 ganó el ACE (Asociación de Cronistas del Espectáculo) a la revelación masculina del año por su participación en la obra “Una noche movidita”. En el 2004 le otorgaron el ACE a la mejor coactuación masculina con la obra “Cinema Utopía”. Y su tercer ACE lo recibió este 2005, en la categoría Mejor –Drama con la obra “Casi una Diosa”, en la que encarnó a Salvador Dalí, obra que representó en inglés y español. William es cuencano, regresa a nuestro país después de cinco años, circunstancia que aprovechamos para conversar con él. ¿Fue muy difícil incursionar en el teatro hispano en Nueva York? W.S: Fue difícil. Cuando llegué a EEUU trabajé como vendedor de helados, electricista y hasta de chef. Fue gracias a la ayuda del actor guayaquileño Édison Carrera, quien me presentó con Cecil Villar, que en ese entonces necesitaba un actor que haga de italiano. Así participé en "La pulga en la oreja" obra con la que gané mi primer premio. Aparte de la actuación. ¿Ha incursionado en la dirección? W.S: Sí, a los 20 años dirigí el grupo de teatro del Centro de Rehabilitación Social de Cuenca. Y fui director del grupo de teatro del Colegio Técnico Salesiano y la Universidad Politécnica Salesiana. En el 2004 debuté como director off Broadway, con la obra “Souflé de Rosas”.


Tuve la suerte de trabajar con actrices de la talla de Mariana Buoninconti y Fior Marte. Mariana ganó el premio HOLA ( Hispanic Organization for Latin Actor), y el ACE a la mejor co-actuación femenina por esa obra. ¿Cuáles son sus planes para el futuro? Volver a NYC, seguir actuando y dirigiendo. Llegar a Hollywood


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