El Apuntador # 6

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Editorial Huecos de cemento con filtraciones de humedad que hacían charcos grandes, sin medio foco, sin un cable donde poner uno, sin una tela, sin una tabla. Así eran los espacios que varios grupos de teatro de Quito ocuparon durante la administración de Stalin Alvear como presidente de la Casa de la Cultura. Los fueron vistiendo, los fueron llenando, los fueron haciendo su lugar de trabajo y de sueño. Hace menos de 24 meses, el entonces presidente de la Casa, Raúl Pérez Torres, firmó convenios de comodato con los colectivos teatrales, para que la ocupación, legítima, fuera además legal. Aunque lo niegue ante la creativa y pacífica protesta de los artistas, el actual presidente de la Casa, Marco Antonio Rodríguez, dispuso se desaloje a los grupos. Sino, ¿por qué afirma en la carta que suscribe al “Coronel Paco Moncayo” que los ocupantes deberán salir y pide un inmueble, por cierto, para “oficinas”, no para locales de ensayo o salas de teatro? No interesa entablar una polémica con ese funcionario, sino una polémica con el medio social, político e intelectual que sirve de caldo de cultivo a las actitudes prepotentes y miopes que hace tanto tiempo dañan al país. Una polémica destructiva y ácida con


el laberinto de instituciones, instancias, secretarías, direcciones, coordinaciones, comités, directorios y demás organismos públicos que no hacen nada para impulsar leyes en beneficio del arte y la producción cultural. ¿Ideas? Reducción de impuestos, motivaciones tributarias a posibles auspiciantes, apertura o fortalecimiento de programas de intercambio y becas… la lista de cosas por hacer es larga.

El frustrado desalojo en la Casa de la Cultura es un mero reflejo de lo que son las políticas culturales en nuestro medio. Porque existen: hay un documento publicado en el 2002 que anuncia qué no más dizque se debía hacer hasta el 2012 para ser bien multiculturales y pluridiversos y no-sé-qué-no-más. En el país de verdad, no en el de papel, política cultural es invertir cientos de miles de dólares en restaurar un teatro y luego escamotear los recursos para que el teatro tenga orquesta y compañía de actores. Es gastar en tarimas para una música “popular” en la medida en que es agresivamente comercializada (pasó de merengue a vallenato a tecnocumbia a reguetón. Da igual), sin invertir un real en investigación musical.Luego, producir desde el gobierno local un gran festival de cine, teatro o música al año es muy bueno, pero comerse en esas iniciativas supues-tamente públicas el pastel económico de auspicios privados es boicotear la actividad independiente para el resto del año. Porque los municipios quieren imagen de “ciudad cultural ombligo del mundo” para afuera, pero a sus funcionarios les exigen autogestión. Pero sólo a los culturales, ¿o alguien hay por allí que busca auspicios para asfaltado, para agua potable, para parques y jardines?Una sociedad sin arte es una sociedad con el alma muerta. Pensemos, por un segundo, todo lo que hoy tiene que decirle el teatro al país. Recordar con Antígona que lo legal no es siempre lo legítimo, anunciar con Brecht que nos vamos quedando solos ante los poderosos, alarmar con Pinter de lo que sucede allende las paredes del poder, aspirar con Beckett a un largo silencio…


COLABORADORES El Apuntador es un boletín de divulgación de las artes escénicas contemporáneas en el Ecuador Distribución gratuita Tiradas 1000 ejemplares Directora: Genoveva Mora Toral Colaboran en esta edición: Alfonso Espinosa: Diseno editorial · Diseño gráfico · Edición de libros · Edición de texto · Periodismo · Redaccion Genoveva Mora:Escritora, investigadora y crítica de danza y teatro. genovevamorat@gmail.com Gabriela Ponce: Escritora y directora de teatro. Se desempeña como docente de artes escénicas en la Universidad San Francisco de Quito Elsie Ortega Diseño: Carlos Zamora Foto de portada: Butterfly. Silvia Gerardi (Brasil) Edición: ABRIL 2005 Las opiniones emitidas en los artículos, firmados por sus autor@s, son responsabilidad de cada un@ de ell@s. No comprometen a la edición. Las fotografías son propiedad de El Apuntador, a excepción de aquellas cedidas o reproducidas citando la fuente y con su respectivo crédito.


CRÍTICA

La Celestina Gabriela Ponce Montar una obra clásica, constituye en sí un desafío, sobretodo en un contexto teatral como el nuestro. El Teatro Ensayo se ha embarcado en este proyecto cuyos resultados vale la pena felicitar; la obra, en sus casi dos horas de representación se sostiene con un ritmo que nos mantiene adentro, envueltos en la clásica historia de Calixto y Melibea. Esto lo consigue a través de la acertada versión libre que propone, en la que priman la acción y la fuerza de las interpretaciones y, también, gracias a la utilización de la figura del juglar, cuyas máscaras, malabares y coloridos trajes le otorgan gran vitalidad a la obra. Sus entradas son una suerte de fantástica aparición entre escena y escena. Cabe además aplaudir el montaje de la obra, irrupción resuelta de manera sencilla, con apenas dos o tres elementos escenográficos que entrando y saliendo del espacio con graciosa exactitud, recrean escenarios diversos.


El trabajo del vestuario, es otro elemento que merece reconocimiento, pues ciertamente evoca, aunque sin excesivas pretensiones, la época en la que se desarrolla la historia. El Teatro Ensayo, grupo de una larga trayectoria que tiene sus inicios en los años 60, es hoy día parte de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y desde ahí se ha comprometido en la difusión de políticas que persiguen la revitalización del teatro ecuatoriano. Esta obra, dirigida por Víctor Hugo Gallegos y que cuenta con las actuaciones de Mariela Gubio, Marco Tayupanta, Silvia Chasi, Carlos Guzmán, William Heredia, Cristina Ochoa, Ángela Herrera, Antonio Ordóñez, todos jóvenes talentos egresados de la Facultad de Artes Escénicas de la Universidad Central del Ecuador, es un signo de que este objetivo se está alcanzando.


Conversaciones de teatreras En el contexto de Encuentro de Mujeres en el Patio de Co-medias, las creadoras habla-ron de sus intensas vivencias hasta llegar con sus obras a la escena. María Beatriz Vergara: el convivio es la etapa de confrontación de ideas en el que se despliegan pasiones, puede ser fantástico y doloroso también. Me encanta el proceso mágico en que aparecen los personajes. Una obra nunca se termina de montar, aunque el término es el estreno. La estructura es lo que la sostiene, por ello aunque hayas dado una pésima función y el público no se haya dado cuenta, es porque la estructura funcionó. He trabajado como actriz, pero siempre mantuve una mirada desde afuera cuando poníamos en escena, por eso, la dirección es algo en donde me siento bien, y siento que lo puedo hacer. Juana Guarderas: a mí me apasiona la búsqueda del personaje, siempre hay alguno que me llama y se apodera de mí. He explorado una cantidad de tendencias, pero desde que leí los textos de Luis Miguel Campos, me apasioné por la dramaturgia ecuatoriana, luego vino la dirección de Guido Navarro y sentí que ése era el camino. La exploración cómica me ha permitido reírme de mí misma, no temer a mi propio ridículo; ha sido también una exploración desde lo humano. En general


toda obra ha sido un proceso muy gustoso. seduce, prefiero estar del otro lado.

La idea de dirigir no me

Ilonka Vargas: un proceso es muy importante, y creo que en él se deben cumplir etapas: la investigativa; la de libertad absoluta, que es la de improvisación y necesidad de llevar a la práctica todo lo analizado en la teoría (quizá la más difícil); un tercer momento es la etapa creativa, la construcción consciente, aquí es donde se consolida la estructura, logrado esto, se vuelve a una etapa de libertad de los personajes, que finalmente aparecerán en el escenario, y entonces empezamos otro proceso que es con el espectador. Diana Borja compartió un texto que había escrito para la ocasión. Reproducimos un pequeño fragmento: “bienvenidas todas las técnicas, todas la tendencias y todos los temas que en el teatro ecuatoriano se puedan dar. Bienvenidos los clowns, los bufones, los actores dramáticos, los cómicos, los acróbatas circenses, los experimentales, los titiriteros, el teatro danza, etc. Lo que se debe valorar más allá del gusto personal o la identificación, es el trabajo. No sólo las ganas sino el trabajo diario y constante que creo que todos nosotros lo ejercemos con el respeto que este ritual se merece. Que nos junten las ideas, las ganas de decir, las necesidades en común pero que no nos separen las tendencias y las técnicas”.


Mirella Carbone, foto tomada de internet

Tiempo de mujeres Alfonso Espinosa Es urgente volver a encontrarnos. Yo creo mucho en esta posibilidad de encuentro. Y el tercero va, tengo ganas de volver a hacerlo ya”. Son palabras de Susana Nicolalde, directora del colectivo Mandrágora, principal organizador del segundo encuentro Tiempo de mujeres, que concluyó el domingo 13 de marzo en Quito. Con la sala Mariana de Jesús como escenario principal, esta cita sobrepasó lo teatral y lo escénico. Hay un duende que mantiene activa a la también actriz Susana, que hace más de diez años vino desde Guayaquil hasta el páramo frío y asfaltado de Quito, donde sigue buscando repuestas y hallando preguntas. Ese duende la movió a invitar a otras creadoras a la cita de mujeres. En una mesa de escritoras, Gaby Alemán y Margarita Laso se conocieron y se reconocieron. Y hablaron y discutieron y se amigaron. Y en otra mesa las actrices y directoras se vieron y se encontraron, y dialogaron, propusieron y protestaron. Porque al duende le gusta que todo se mezcle con todo.


Igual, en la pantalla de cine del Ocho y medio, se confrontaron la mirada de humor amargo de Randi Krarup y la finura narrativa de Yanara Guayasamin, el dolor retratado por María Fernanda Restrepo y la fortaleza de una historia en la Contravida de Andrea Moyano. El duende fue al cine a reírse, a llorar, a verse desnudado, a pensar. “Es fundamental provocar, confrontar”, dice Susana. Provocativa fue la inauguración el miércoles 2 en la Asociación Humboldt, con fotografía en las paredes. María Luisa González, de tantos años maestra, corrió el telón con La Torera, una obra evocadora y limpia, aunque quizá construida con un registro predecible. Los relatos de Angelita Arboleda, de Guayaquil, tienen la potencia de la palabra bien dicha, y se enriquecerían más con una mayor exploración en los recursos que ofrece la voz como herramienta De Manuel, el muñeco que quería volar, del grupo Lunasol, los niños salieron felices pero no removidos, contentos, pero no tanto. Dados tres vueltas los dejaron El brujo y el diablo, con los ojos con ganas de más. Zero no zero abrió una noche la puerta de su temporada de Función continua para el encuentro. Las Malasyerbas (feliz cumpleaños) presentaron Tírenle tierra; la Rocío Reyes trepó desde Manta por un Zaguán de Aluminio,


Cecilia Andrade con Tintura de deliciosa danza, y desde Lima llegó a puro Pasodoble Mirella Carbone. La actuación depurada de las primeras y la emotividad de la obra duraron todo un día después de la función. Lo justo para llegar a ver a una asentadísima Rocío Reyes en una obra que ha ido creciendo con su quehacer en las tablas. El texto, sobre Hugo Mayo, recuerda que de los poetas no queda a veces ni la palabra, solo el nombre y lo que otros dijeron que dijo. Y el mito. Y el personaje. Ese personaje, esos personajes varios, diversos, opuestos, complementarios, que Mirella Carbombe saca como de una chistera, ayudada por el mismo duende que sostiene a Susana en sus afectos y admiraciones sinceras. Susana recuerda que “Mirella fue una de mis primeras maestras, entre el 82 y el 86 trabajé con ella en Guayaquil”. Y de Mirella no solamente se tuvo una función: dictó una clase magistral en el marco del encuentro. Obra del duende, al que le gusta juntar las cosas y las gentes. Como a Susana, para quien “era básico, imprescindible, poner a Mirella frente a los alumnos”. Y lo logró. Frente a los alumnos y frente a los vecinos de Quito que se dieron cita los dos domingos del encuentro en el Centro Histórico. Allí Mirella, Angelita, Rocío y las punkeras de Juana la Loca tuvieron espacios de confrontación con otros públicos. El duende, entre tanto campanario, entre guitarras eléctricas distorsionadas y gestos de sorpresa en la gente, descubrió que de urgencia hay que empezar a hacer el tercer encuentro. “Ahora quiero hacerlo con más tiempo, para conseguir todos los recursos humanos y financieros necesarios”, corrige Susana. Y tiene, ella, muy claro que no se trata de solo de teatro, ni solo de arte. “Aquí se trata de conocerse y reconocerse, no solo en lo estético, sino en lo político y en el pensamiento que nos mueve”, asegura Susana, que tiene el duende en la voz, en los ojos abiertos a la ilusión y en las ganas de seguir construyendo para siempre una vida en el teatro.


Tercer Festival Mujeres en la Danza Genoveva Mora Toral El festival, organizado por Susana Reyes, Moti Deren y su grupo de producción, cumplió su tercera jornada y brindó al público de la ciudad dos semanas de verdadera fiesta a la que se podía asistir sin preocuparse del costo de la entrada. Una selección que permitió ver danza en diversas manifes-taciones: ballet clásico, neoclásico, danza contemporánea y danza teatro. El anfitrión infaltable, el Teatro Bolívar, también el Centro Cultural Metropolitano y la Casa Benalcázar.


Inició con cuatro elencos, entre ellos el BEC, que nos sorprendió con la repetición. Los muchachos cubanos de la escuela de Ballet Nacional de Cuba, quienes están haciendo sus primeros pininos a nivel internacional, conquistaron con su virtuosismo, camino a consolidarse como bailarines en toda le extensión de la palabra. El Ballet del Teatro Centro de Arte de Guayaquil, con un bolero bastante monótono; Incolballet de Colombia fue lo más novedoso de esa noche. La brasileña Silvia Geraldi se lució con un trabajo de danza-teatro, Butterfly. Un sillón blanco, una pequeña cartera roja en una esquina y un gran tapiz rojo fue toda la escenografía, el resto lo llenó Geraldi con su maestría. Una bailarina muy teatral, baila-representa casi sin palabras el drama de una mujer moderna, solvente, exitosa, pero solitaria. En ese pequeño lugar deja ver las transformaciones a las que la soledad somete al ser humano, un espacio que ahoga y protege pero no escapa al reloj. Un trabajo gestual y dancístico impecable, hora y media en la que narra un estado de ánimo, no se la siente, a pesar de que el espacio no era el ideal dado el carácter intimista de la obra. Espacio Alterno, el grupo venezolano, volvió en este año con un trabajo minimalista que si bien dio cuenta de solvencia y precisión, buen uso de objetos, interacción con el video, juego con la escultura, resultó por momentos trabajo repetitivo. Ivonne Von Möllendorf, trajo a escena una danza teatro bastante espectacular en cuanto a efectos escénicos, luces, sonidos, una imponente imagen de cierre, pero pobre en cuanto a trabajo de danza. La Compañía Nacional de Danza deleitó con Pájaros en la cabeza, obra estrenada el año pasado con coreografía de Isabel Bustos. Pudimos apreciarla esta vez ya consolidada. Excelente trabajo del elenco, preciso y dinámico, narra el drama de la migración, lo hace con imágenes muy conse-guidas. Mujeres y hombres que se mueven por un mundo desco-nocido, caen, tropiezan, se encuentran y desencuentran en el camino de los sueños. Termina la obra con una sensación de esperanza simbolizada en el vuelo de una paloma. Desde Francia, la vitalidad africana con Vicent Harisdo y su grupo de músicos, habló mediante la danza de sus raíces y la influencia de una cultura distinta. Una ceremonia en honor a Changó, el dios guerrero y prolífico en una danza ritual que conjuga las voces y el


baile; se alcanzó una fuerte comu-nicación con el público. El intérprete se ríe de los estereotipos impuestos (por los blancos) a los de su raza, nos propone un canon estético distinto y nos instala en su ritmo interior.

Tírenle tierra.Foto Malayerba

Tírenle tierra Genoveva Mora Toral Una obra creada para teatro en la calle, lleva al gran escenario de la ciudad una temática que incumbe a las mujeres y hombres de nuestro país, retrata en un juego de humor y tragedia el cuadro repetido y doloroso de innumerables mujeres enamoradas, defraudadas por el amor y condenadas por los prejuicios de su entorno. María del Rosario Francés dirige a las cuatro actrices que conforman el elenco: Daysi Sánchez, Manuela Romoleroux, Paulina Tapia y Cristina Marchán. Cuatro prominentes figuras aparecen al fondo del escenario a media luz, arrastran un gran atado y se detienen a mirar, caminan imponentes hasta que logramos ver sus rostros y cuerpos hiperbólicos. Vestidos de mucho colorido, agrandados, tremendamente vistosos, como la situación dada; ya en ellos se puede leer lo “inflado” de los personajes, ataviados también


con máscaras que cumplen su función a plenitud puesto que se incorporan totalmente a cada una de las protagonistas y las percibimos como sus rostros mismos. Una dramaturgia en la que el vestuario, diseñado por Pepe Rosales, es preponderante. Un trabajo logrado con mucha imaginación, teniendo en cuenta que, a propósito, el texto está plagado de lugares comunes en un afán por registrar el lenguaje coloquial del mercado, fotografiar el cuadro del comadreo, el chisme y la idiosincrasia popular y detrás de todo esto una marca social, un modo de vivir y relacionarse con los otros; lo imperativo por mostrar la buena cara y esconder los sentimientos y deseos que gobiernan a todos los humanos sin distinción de clases. Las actrices logran mantener el equilibrio, se sostienen en el gesto y palabra precisa para no caer en la concesión y no abandonar el terreno artístico. Los objetos utilizados adquieren también mucha significación, nada es gratuito, lo simbólico se muestra en el plano de esa realidad, es decir no cambia el tono de la obra para entrar en ese campo. Tiene asimismo una novedad y es el uso de las voces que reemplazan la música, hay una melodía que está dada por las misma actrices, bastante lograda, a pesar de que hay unos momentos que se les escapa el tono, así como hay otros en que no se alcanza a descifrar los diálogos. Pero en general es un trabajo orgánico de mucha energía en el que se combina el manejo del cuerpo, el gesto (aún con las máscaras), las voces y un texto que también da lugar a la improvisación y al juego con el público. Daysi Sánchez es la comadre más carismática, y Manuela Romoleroux lleva el papel dramático con mucho acierto. Cristina Marchán y Paulina Tapia también responden por lo suyo, en resumen un trabajo que ojalá lo veamos en muchas plazas y esce-narios del país.


Grupo Espada de Madera, foto tomada de Internet

El brujo y el diablo Genoveva Mora Toral Cada vez que entro a una obra infantil no dejo de sorprenderme con el entusiasmo de lo pequeños, todos están a la expectativa, que en esta obra fue mayor puesto que el título les puso a esperar y a temer, no veían la hora de enfrentarse con el brujo y el diablo…


Un cuento tomado de la tradición de Imbabura puso a los curiosos espectadores a filo de la silla. La historia estuvo contada desde tres niveles: el de los actores, los títeres y los muñecones, figuras que alternaban de acuerdo con la necesidad de la fábula, estructurada de forma muy didáctica, puesto que la historia no era tan simple que digamos, había que conducir a los chicos en el cuento de la abuela, el relato de Don José, el chisme de la comadres y todo esto lo conseguían mediante un juego de preguntas de las nietas a su abuela. Con una escenografía muy vistosa ubicaron el espacio de las montañas, situaron en su lugar propio a Taita Imbabura, a Doña Cotacachi y al viejo Cayambe. Una cama, en donde dormían las nietas, fue el inicio de la escena que conforme avanzó la historia se fue desplegando y transformándose en distintos paisajes. Aparte del logro dramatúrgico es importante resaltar la temática de la obra en un mundo en el que los referentes de la ficción infantil son tan lejanos y cibernéticos, volver su atención a nuestros espacios y tradición es de veras invalorable, ya que además de contar esta historia mentaron, como quien nada dice, algunas leyendas quiteñas, cosa que al final del cuento, no faltó quien preguntara, ¿quién es Cantuña?, o, ¿dónde está el gallito en la Catedral? No hay duda, ¡los títeres son mágicos! lo probaron justamente las actrices, principiantes por cierto, que cuando se tenían que enfrentar directamente al público, vacilaban un poco, mientras que detrás de sus personajes lograban mucha naturalidad. Buen trabajo de las alumnas del taller de la Espada de Madera, dirigidas por Patricio Estrella


Foto tomada de http://alejoreinoso.blogspot.com

Danza contemporánea cargada de autenticidad Elsie Ortega Kléver Viera, es bailarín, coreógrafo y maestro de danza contemporánea. A través de una permanente búsqueda corporal, ha desarrollado una personal forma de bailar, y en consecuencia, presenta sus actos danzados de una manera insólita y en escenarios diversos, que van desde la calle, parques y plazas, a las salas y teatros convencionales. “Ahora, –afirma Viera– estoy retornando a mis inicios, y siento la danza como una celebración de vida”. Y precisamente, una celebración de vida, fue lo que el público pudo ver en el Festival. El Prioste, obra con la que Viera participó, constituye una pieza de la saga dancística, Viaje a la Memoria Festiva. Condensa las formas contemporáneas en que se manifiesta el sincretismo cultural, el mestizaje y el dolor que impregna la vida de las culturas campesinas e indígenas subordinadas. La obra trasciende las fronteras de la localidad y se vuelve universal, puesto que parte de la autenticidad y de la memoria más profunda y cercana al coreógrafo y bailarín. El Prioste, Viera, no tuvo que hacer una investigación histórica o conceptual para montar esta coreografía, simple y profundamente la planteó desde la huellas que dejaron en su memoria la repetidas procesiones de Semana Santa que él vivió en su pueblo natal. Incolballet de Colombia presentó Miniaturas móviles, una pieza de ballet estilo neoclásico creado por Meredith Rainey, uno de los más talentosos


coreógrafos contemporáneos, con la dirección del bailarín Juan Carlos Peñuela de Colombia, vinculado desde 1998 al Ballet de Pennsylvania, Estados Unidos. Para realizar el montaje, Peñuela pidió una licencia de tres meses en su compañía y se trasladó a Cali, seleccionó baila-rines de Incolballet de Colombia, hizo ensayos y montó las tres piezas de la obra. Tiempo después Meredith Rainey fue a Cali para apreciar la versión del coreógrafo colombiano, y “quedó muy impresionado del talento y la formación de los bailarines de Incolballet”, dice Peñuela. Miniaturas Móviles, es un juego de expresiones a través del baile de pareja, tríos y conjuntos, donde se muestra la ejecución escénica con un matiz de humor fino que hace atractivo el disfrute de la obra, comunica la sensación de que los bailarines son siluetas que se mueven con el viento o como si desde arriba unas manos juguetonas, las manipularan con una sutil destreza. Susana Reyes, en el marco del III Festival Internacional de Danza y encuentro Mujeres en la Danza. La Maestra nos presentó su última creación Días de agua, maíz y luna, estreno mundial y obra comisionada, que en tres actos devela la fuerza, de una intérprete y creadora que no deja de sorprendernos. Esta vez el público pudo vivenciar un canto a los tránsitos del espíritu, la intérprete se mimetizaba en el maíz, germina desde la tierra en un despertar, en un nacer, haciendo su transmutación a un caminante. Las varas onduladas en las que apoya su tránsito son también camino; de esta manera el caminante era recorrido por el camino haciéndose uno solo, y despegando sus pies levanta su vuelo, se funde en lo etéreo haciendo su retorno en una atmósfera lunar, la última imagen, impactante y poética es una invitación a la purificación.


María Luisa González, foto cortesía de la artista

El teatro se va a la plaza por obra y gracia de Marta Sofía Vargas Genoveva Mora Toral El gallito, la catedral, los curitas del frente y toda la gente que quiera puede compartir sin recelo la variadísima programación dominguera en la Plaza de la Independencia y la de Santo Domingo. Cada semana estamos invitados sin reserva de admisión a ver a los artistas consagrados y aquellos que empiezan. El esfuerzo de su organizadora, Marta Sofía Vargas, ha dado ya notables frutos, un gran público se junta semanalmente para ver teatro, títeres, danza, música y más. Solamente hay que atender la reacción de esos fervientes espectadores para con-vencerse de que vale la pena sostener un evento que tendrá mucha trascendencia en la sensibilidad de la gente. Mirar por ejemplo en una mañana a Mirella Carbone, a Rocío Reyes, María Luisa González con su personaje de La Torera que


emocionó a más de un viejito, es un privilegio bien merecido para aquellos que no pueden asistir a una sala y que seguro después de saborear el encanto del género, buscarán más pronto que tarde la manera de llegar. Juntar a Klever Viera..., un regalo a la ciudad: es la recompensa a los teleshows impuestos por los políticos, una de las pocas oportunidades de divertir y sensibilizar sin dramas amarillistas. Es, en buena cuenta, una labor merecedora del más entusiasta reconocimiento, de apoyo para que la alegría no decaiga, al contrario, se la extienda a más sectores de la ciudad. ¡Bien! a Daysi Sánchez, animadora respetuosa y convincente que convoca y entusiasma al público cada semana y a su organizadora constante, Marta Sofía Vargas.


Danza, crítica y festivales. Entrevista a Carlos Paolillo, crítico venezolano

Genoveva Mora Toral ¿Cuántos festivales a la cuenta? Pueden ser unos 15 internacionales. ¿Qué encuentras de distinto en cada uno? En todos hay un patrón general de difusión, pero cada uno con su particularidad de país y el enfoque que se le quiera dar. Hay festivales temáticos, otros que enfocan a creadores jóvenes o determinado tipo de danza. Otros son mitad espectáculo y mitad sección competitiva. Hay también festivales de danza insertos en festivales de arte. ¿Qué sientes que le falta o le sobra a este festival de Mujeres en la Danza? Lleva tres ediciones y la verdad que en tan corto tiempo ha


logrado posicionarse fuertemente dentro del hecho cultural ecuatoriano, dentro de la celebración internacional de la mujer, que veo que aquí es muy fuerte porque en Venezuela no ocurre así. Este festival comenzó como una muestra nacional con características particulares como la revalorización de la mujer artista y ser humano, al mismo tiempo se dio la recuperación del Centro Histórico. Creo que este festival tuvo el acierto de buscar una convocatoria amplia dentro de la danza en el Ecuador, involucró a grupos de todas las tendencias, llevó la danza a los teatros y también a la plaza pública apelando a conceptos en boga como la paz, la solidaridad, es decir, hay toda una ideología subyacente que va más allá del hecho dancístico para llegar a lo político y lo social. ¿Cómo ves la selección del festival? Yo he estado involucrado relativamente. Me parece que en este se ha tratado de fortalecer el área internacional y el avance ha sido sobre todo en el ámbito latinoamericano, en un esfuerzo por conectar la danza latinoamericana con el mundo. La ambición es ser más rigurosos, habría que crear una plataforma de indagación permanente sin ningún tipo de prejuicio. Hoy en día eso es posible gracias a la internet. Intentar hacer la selección con más tiempo, puesto que los famosos ya tienen programadas sus salidas y a última hora es difícil conseguirlos. Está además el reto de equilibrar las muestras nacional e internacional, de otro modo lo nacional siempre corre el riesgo de pasar desapercibido; para que esto no ocurra hay que incentivar y mantener una actividad continua durante el año. Para que los festivales que no mueran hay que trabajarlos y sostenerlos a nivel institucional. ¿Por qué consideras importante el papel de la crítica? La actividad teórica en general, que incluye la crítica, es fundamental. Todo hecho artístico requiere un sustento teórico que permita su investigación, estudio y reflexión que es la labor de los teóricos del arte. La crítica tiene como característica producir un juicio de valor, no es reconstruir históricamente un suceso, ni recrear la actuación de un grupo o bailarín, hay que insertarlo en el contexto. Ahí entra en juego la información del crítico, sus referentes, sus gustos, sus postulados frente al arte y la vida; la amplitud que tenga como espectador especializado. La crítica como toda actividad humana se va acomodando a los tiempos, el crítico severo y gruñón del siglo XIX ha desaparecido y se ha


transformado en la persona analítica que se mueve con parámetros teóricos y técnicos. ¿Qué hay con la crítica de los medios? Bueno, las realidades son distintas dependiendo de cada país, los críticos son muy pocos. Tiene que ver también con el interés de los medios. En Caracas por ejemplo, el único espacio crítico semanal está dedicado a la literatura y al cine, por aquello de que es entretenimiento masivo, al teatro, la danza y la música se la comenta de vez en cuando, salvo acontecimientos especiales en los que está involucrado el sentido comercial del arte. ¿Qué con la formación de un público? Este festival después de tres años, tiene que asumir la tarea prioritaria de la formación del público para la danza, si no se dedica a esta tarea el esfuerzo realizado se pierde en buena medida. Hay que educar al público sobre el hecho escénico, no es lo mismo la calle que el teatro, puntualidad, no abandonar la sala antes de que el espectáculo termine, etc. aspectos que inculcan el respeto al artista. Además hay que dar al público herramientas para ver un espectáculo, labor que se debe hacer fuera del festival, sin necesidad de talleres profundos, en esto el apoyo de los medios es fundamental.


Foto tomada de Facebook de Sofía Barriga

Los circóticos y el circo de mi cabeza Genoveva Mora Toral Varios cuadros conforman la propuesta de El circo de mi cabeza, precisamente imágenes que parecen extraídas de un imaginativo cerebro. Jóvenes que viven la urgencia de manifestarse mediante la acción, integrados desde hace una año y medio como grupo en la línea del teatro callejero y el circo. Tienen ya unos personajes que van delineando una identidad: el loco, el jorobado, un personaje anónimo, que bien puede ser lector ocasional o detective privado detrás de las hojas del diario; una bailarina sensual y provocadora, una niña fresa, y los músicos, por cierto muy buenos. Varias ideas, deseos de denuncia y reflexión frente al mundo ligero e hiper comunicado que nos domina, el mercado, la imagen, los mas media, la deshumanización, la ceguera colectiva, son los dardos que lanzan en varias imágenes. Un entusiasta comienzo y, ya seguramente, el tiempo les irá marcando las necesidades teatrales y de consolidación para conseguir sus objetivos.



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