Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo

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Tío Tigre, Tío Conejo y Tío Morrocoy Un día, Tío Conejo escuchó un silbido y, de un salto, corrió a esconderse debajo de un helecho silvestre. Allí, movió repentinamente las orejas. ¿Quién podría silbar así, entre la floresta? Tío Conejo permaneció inmóvil; alzadas las orejas, muy abiertos los ojos. Finalmente, a muy cortos pasos de él, se abrió un matorral espeso del que surgió Tío Tigre. Y, cosa extraña, estaba muy risueño, con cara de complacencia y una gran mochila de cocuiza, vacía y doblada, bajo el brazo. Pasó casi rozando el escondite de Tío Conejo, y luego siguió cerro abajo, por entre los breñales; siempre gangueando su desagradable canción. Tío Conejo, lleno de curiosidad, corrió a asomarse al borde del barranco. “¿Por qué estará tan contento Tío Tigre?”, se dijo a sí mismo. “¡Uhm! Algo muy raro debe estar pensando. ¡Voy a seguirlo, a ver!”. Y se fue, también, pendiente abajo, por el camino de las huellas de Tío Tigre. Tío Rabipelado, después de beber agua allá abajo, en el pocito fresco de la quebrada, subía, poco a poco y cuesta arriba, cuando de manos a boca, se encontró con Tío Mapurite. Y como éste levantara amenazante la cola, el rabipelado se llenó de espanto y saludó, lisonjero: 7


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