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OCAMUT

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MARQUETALIAS

MARQUETALIAS

El viento sopla en las palmas, anda desde el cabello de las turistas hasta el Morro, que notorio, siempre ha estado rodeado de agua salada, marcando imponentemente el nombre de la playa. Allí, donde los foráneos con su palidez rojiza al sol, contrastan fuertemente con la tez de la zona. Es resguardo de violencia, por sus riquezas minerales, por su entrada portuaria que camina marcada en la mente de los ilegales, como de folclor ancestral y sabor innato que se posa en los platos rebosantes de pescados grandes y salsas, cual fórmula famosa de poder sexual para los comensales. Testigos, los ancianos residentes, asoman sus cabezas entre improvisadas ventanas cubiertas por colgantes telas coloridas, miran pasajes pedregosos que permiten el ingreso del líquido salífero emergente del mar que rodea el lugar, dejando espejos acuosos donde los más jóvenes ven reflejados rostro,

cultura, lugar y alma. Tal vez por eso, cuando se recorre aquel paisaje y se sienten las gotas de sudor, que debido al intenso sol resbalan entre la ropa y la piel ¡se pausa el tiempo! Como si Cronos quisiera ser testigo silencioso del misterio escondido entre palafitos y concheras. Y al final, ¡como se llega, se marcha! Con una vista desde el cielo, reconociendo la manera en que se dibuja la bahía en el mapa de la región, retratado en los libros de geografía usados en el colegio, donde los ranchos levantados sobre pilotes… no se alcanzaban a divisar. Neila Mayeni Vega Hernández Edward Carvajal Arciniegas Aguas fuertes golpean la arena gris por donde pasan caminantes oscuros, sedientos, alegres. Las mujeres con las manos en la cabeza sopor tan frutas para su venta, los hombres muestran en sus músculos sudorosos la pesca –trabajo fuerte y prepara dor– objeto de alimentación de la zona y orgullo para los infantes que ven a los pescadores como un futuro me diato.

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