Nombre del cuento: Sofía y la montaña de los de r echos
Etiquetas: cuento infantíl
Autor: Evelin Maldonado
Edad: 11 años
Locación: Agato - Otavalo
Fecha de creación: 26 de noviembre de 2025
Edición: F. Jara Educomunicación Imbabura
Proyecto de Educomunicación Imbabura para los Derechos Humanos, la Paz y la Cohesión social.
PRÓLOGO
Evelin Maldonado
Una niña con un gran corazón
Había una vez una niña llamada María, que vivía en Agato pueblito lleno de árboles altos y senderos de tierra dorada. María era conocida por todos porque siempre tenía una sonrisa enorme y ojos que brillaban como estrellas.
Le encantaba jugar, correr y aprender cosas nuevas… pero lo que más disfrutaba en el mundo era ayudar a las personas.
Su abuela siempre le decía:
—“Quien ayuda con amor, recibe alegría en el corazón.”
Y María lo creía de verdad.
El misterio del cofre
Un día, mientras paseaba por el bosque, María encontró una cajita de madera debajo de un viejo roble. Tenía grabada una palabra: “Bondad”. Intrigada, la abrió. Estaba vacía. —¿Una caja de bondad sin nada? —pensó.
Pero entonces recordó algo que decía su maestra: —“La bondad no se guarda, se comparte.”
Así que María decidió que esa caja sería su compañera de aventuras… y que la llenaría con actos de ayuda y cariño.
Luna y las flores
Caminando de regreso Agato, María vio a la señora Luna, una anciana que tenía un pequeño jardín. Estaba triste porque el viento había arrancado las flores que preparaba para vender.
María no dudó ni un segundo.
Recogió pétalo por pétalo, plantó nuevas semillas y hasta regó la tierra con una pequeña jarrita que encontró allí mismo.
La señora Luna sonrió emocionada:
—Gracias, María. Has traído luz a mi día.
María guardó ese momento en su cajita imaginaria. Aunque la caja seguía vacía, su corazón se sentía más lleno.
Tomás y el puente derrumbado
Al día siguiente, María encontró a Tomás, un niño de su clase, llorando frente al arroyo. Su puente de madera se había roto y no podía cruzar para buscar a su perrito.
María se arremangó las mangas y, con ayuda de unas ramas fuertes y piedras grandes, construyó un pequeño paso seguro.
—¡Gracias, María! ¡Gracias! —gritó Tomás mientras corría junto a su perrito, que ladraba feliz.
María sintió un cosquilleo en el pecho.
—Voy a necesitar una caja más grande, pensó riendo.
Una tarde de lluvia
Esa tarde comenzó a llover fuerte. María escuchó un maullido débil. Debajo de un banco del parque encontró una gatita mojada y temblando.
La tomó con cuidado, la envolvió en su bufanda y corrió hacia la casa de don Emilio, el carpintero, quien siempre soñó con tener una mascota.
Cuando él abrió la puerta y vio a la pequeña gatita, sus ojos brillaron. —¡Qué regalo tan hermoso, María! María sintió que su cajita, aunque invisible, se iluminaba como un farolito.
La caja que brilló
Esa noche, María abrió la cajita de madera una vez más. Y esta vez… ¡algo maravilloso ocurrió!
Un suave brillo dorado salió de ella. En su interior aparecieron pequeñas lucecitas que daban vueltas como luciérnagas.
Una frase brillante surgió en el fondo de la caja: “La bondad que das, siempre vuelve a ti.”
María sonrió.
Sabía que no necesitaba magia para ayudar: la verdadera magia era la que llevaba dentro de su propio corazón.
Y desde entonces, cada día del año, María encontraba una nueva forma de hacer del mundo un lugar más bonito.
Este cuento forma parte de una serie de cuentos infantiles producidos dentro del programa ProCohesion para la Paz, los Derechos Humanos y la Cohesión Social y del proyecto de Educomunicación Imbabura.
Los cuentos contienen el pensamiento, el imaginario y la narrativa de las niñas y los niños de la comunidad indígena de Agato, de la parroquia Miguel Egas Cabezas de Otavalo.