Suis 182

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ARTÍCULOS

La producción porcina en el siglo XXI

Antonio González de Bulnes, Pedro González Añover, Miguel Naval Campos, Rafael Guillén Gómez, Mercedes Sebastián Lafuente, Jordi Farrés Garrido Cuarte SL Grupo Jorge. Ctra. Logroño, km 9,2. 50120-Monzalbarba, Zaragoza

E

l cerdo es un antiguo acompañante del ser humano. Su domesticación se inició en Asia aproximadamente 5.000 años antes de nuestra era, mientras que en Europa se cifra en el año 1.500 antes de Cristo. Durante siglos, prácticamente hasta la segunda mitad del siglo pasado, la cría y engorde del cerdo se realizaban a muy pequeña escala; bien para autoconsumo en el ámbito familiar en zonas rurales y pueblos o bien para pequeñas ventas en ferias y mercados que se celebraban durante la primavera y el verano en las ciudades. En el siglo XX se produce un cambio muy drástico en estos esquemas. La producción animal, la agricultura en general, se vieron influenciadas por la necesidad de proporcionar alimentos a una población en crecimiento después de un periodo de guerras en los países desarrollados y después de cambios sustanciales en la demografía y el estilo de vida en las áreas en desarrollo. Las estrategias para proporcionar alimentos se desarrollaron a cualquier coste e incluyeron la intensificación del uso tanto de los recursos naturales al límite, como de sustancias químicas (pesticidas, antimicrobianos y hormonas) que, posteriormente, han demostrado actuar como xenobióticos.

AUMENTO DE LA DEMANDA MUNDIAL DE CARNE En el presente siglo XXI, las necesidades de la población mundial seguirán creciendo. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que la población mundial

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se cifrará en alrededor de 8.500 millones de personas en 2030 y alrededor de 9.700 millones en 2050, lo que significa que la producción de alimentos debería incrementarse en un 70 % en esta primera mitad del siglo. En la actualidad, y en el futuro más cercano, la demanda mundial de carne, principalmente de aves y cerdo, aumentará debido al crecimiento de la población, la urbanización y el aumento de los ingresos y la renta per cápita. Actualmente, por persona y a nivel mundial, el 23 % del aporte de proteína y el 9 % del aporte de energía procede de productos animales. Prácticamente, el 50 % del consumo total de carne en el mundo se basa en aves y cerdos, con fuertes diferencias entre regiones debido a aspectos culturales y religiosos. Esto se traduce en una intensificación de la producción en los países con mayor tradición ganadera y en la introducción de la porcinocultura, y el consumo de carne de cerdo, en países sin esta tradición (figura 1; adaptada del International Livestock Research Institute; www.ilri.org). Sin embargo, los alimentos de origen animal, y la propia producción animal, son objeto de amplia polémica en la actualidad. En cuanto a los alimentos de origen animal, ciertamente, no son indispensables en la dieta, pero no puede negarse la evidencia científica que acredita su incomparable importancia como aporte energético y proteico de alta disponibilidad metabólica; especialmente para grupos sensibles como niños y adolescentes, mujeres embarazadas y lactantes, ancianos y enfermos.

En cuanto a los esquemas de producción animal, los sectores protagonistas de la citada polémica son, en general, desconocedores de que el panorama de la producción animal que tenemos en el siglo XXI, basado en el compromiso de productores y administración pública para desarrollar una actividad sostenible y armonizada con el medio ambiente, dista mucho del escenario previamente establecido durante el siglo XX.

PRODUCIR MÁS CON MENOS En el siglo XXI nos enfrentamos a tres factores clave: el aumento de población ya citado, el cambio climático y la escasez de recursos. En este escenario, la producción animal tiene un importante reto: producir más alimentos con menos recursos y menos impacto en el medioambiente y el clima (figura 2). Si a ello añadimos una mayor exigencia por parte del consumidor y una visión negativa por ciertos sectores de la sociedad, la ecuación a resolver es producir alimentos en mayor cantidad, pero menos intensivamente, y con mayor calidad y seguridad, pero a menor precio a pesar de mayores costes de producción. Estas consideraciones hacen necesaria la adopción de sistemas más eficientes y sostenibles, optimizando las producciones de los animales, tanto en aspectos cuantitativos como cualitativos, de una forma respetuosa con el medio ambiente, con los propios animales y con el consumidor final. En esencia, esta estrategia de producción se basa en:


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