Viernes Santo

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VIERNES SANTO

P. Juan Carlos Pinto Suárez, SSP

(San Juan 18,1–19,42) C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus dis­cípulos. Judas, el traidor, co­ nocía también el sitio, porque Je­ sús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guar­ dias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con fa­ roles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?». C. Le contesta­ ron: M. «A Jesús, el Nazareno». C. Les dijo Jesús: «Yo soy». C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: «¿A quién buscáis?». C. Ellos dijeron: M. «A Jesús, el Nazareno». C. Jesús contestó: «Os he

dicho que soy yo. Si me bus­ cáis a mí, dejad marchar a es­ tos». C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he per­ dido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pe­ dro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: «Mete la espa­ da en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Pa­dre, ¿no lo voy a beber?». C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este conse­ jo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús.

En la escuela de la Cruz

Respeto, veneración y amor. La Santa Cruz es la señal de los cristianos porque en ella Jesucristo murió por nosotros. Con la liturgia hemos de pro­ clamar, sentir y vivir: “Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección glori­ ficamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo entero. Tu cruz, adoramos, Señor”.

Solidaridad y misericordia. El Calvario sigue presen­ te en nuestro mundo, con tantos escenarios, con tan­ to dolor y sufrimiento. Bas­ ta que dirijamos nuestra mirada, en estos tan largos y duros años de crisis, ha­ cia las listas del paro y de la pobreza. Basta con que nos pasemos por nuestros hospitales y por las resi­ dencias de ancianos. Bas­ ta con pensar en el Tercer Mundo. Cristo sigue clava­ do en la cruz en estos her­ manos nuestros. Verdadera sabiduría. La sombra de la cruz es siem­ pre alargada para todos. Nadie se libra de ella, de su reflejo. No son otros, no son los otros quienes su­ fren. La cruz en cualquiera de sus expresiones pla­ nea sobre la vida de todos. De este modo, estaremos prevenidos. De este modo completaremos en noso­ tros lo que le falta a la Pa­ sión de Cristo.

Imitación de Jesucristo. Ser cristiano es ser discí­ pulo de Jesucristo. Es co­ nocer, amar, seguir e imitar a Jesús. Y el Jesús total, el Cristo global es el crucifi­ cado. Es siempre el mis­ mo. Es siempre el Niño de Belén, el adolescente de Nazaret, el joven de Gali­ lea, el que anduvo por las aguas del lago de Tibería­ des, el que predicó y ense­ ñó como nunca nadie has­ ta entonces y después de entonces, el que realizó los más maravillosos signos y prodigios y el que crucifi­ cado, muerto y sepultado, Humildad y paciencia. La resucitó para siempre y as­ cruz nos humilla, nos gol­ cendió a los cielos. pea, nos duele, nos hiere. La cruz muestra la debili­ dad de nuestra condición


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