P. MIGUEL CARMEN, SUPERIOR PROVINCIAL PAULINO COOPERADOR
Revista cuatrimestral de la Familia Paulina
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El pasado día 15 de abril, el Superior General de la Sociedad de San Pablo, el P. Domenico Soliman, confirmó al P. Miguel Carmen Hernández, como Superior Provincial de la Sociedad de San Pablo en España.
El P. Miguel asume un nuevo mandato como Superior Provincial de los Paulinos en nuestro país, pues ya había sido nombrado para este mismo cargo en abril de 2021. Ahora tiene por delante un nuevo mandato de cuatro años, 2025/2029, para seguir siendo el primer responsable de la Provincia como animador de las personas y comunidades que la integran, celoso promotor de la vida religiosa de la Circunscripción e impulsor de sus actividades apostólicas, entre otros deberes. Nacido en el poblado de Acámbaro (Guanajuato, México), en el año 1986, el P. Miguel ingresó en la Sociedad de San Pablo en Guadalajara, Jalisco (México), en el año
2001, y fue trasladado a España en el año 2010, donde completó sus estudios eclesiásticos y profesionales, hizo la Profesión Perpetua y fue ordenado sacerdote, en Roma, el 26 de noviembre de 2013.
Nuestras primeras palabras al P. Miguel, al comienzo de su segundo mandato como Superior Provincial de esta Circunscripción paulina, no pueden ser otras que las de una agradecida felicitación y, juntamente con la promesa de nuestra leal colaboración, la expresión de nuestros mejores deseos de que el Señor le acompañe con su gracia en el cometido de Superior Provincial.
P. Antonio Maroño Pena, SSP
SUMARIO
Una piedad popular más fraterna
Antonio Díaz Tortajada, IJS
¡Todos invitados al banquete!
Lino Emilio Valladares, SSS
Un Año Jubilar para el Cura de Ars
José Vicente Martínez, sacerdote
Ha muerto Francisco:
Un Papa nunca se va
José Antonio Varela, IJS
Vida Consagrada 16
Alejandro Fernández Barrajón, Mercedario
La maternidad según el papa Francisco
Victoria Luque, periodista
El sacramento de la Reconciliación
Felicidad Izaguirre, periodista
La espiritualidad
José Antonio Pérez, SSP
El cántaro, el árbol y la paja
Pedro Moreno, sacerdote
Familia Paulina Reseñas
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En este contexto, queda patente la necesidad de renovar con audacia la mirada que parte del misterio de Dios y se dirige hacia el mundo, impulsando la misión evangelizadora de las hermandades y cofradías, para que integre liturgia, caridad y formación. A partir de esta llamada, se podrían presentar siete conclusiones prácticas con las que se procura orientar el camino de la piedad popular hacia un ejercicio más pleno de su identidad y de su vocación eclesial.
Ya el lema del congreso: «Caminando en esperanza», ponía en relieve la actitud de entrega y confianza en la acción del amor divino que marca la identidad del camino de la Iglesia y, por ello, de las hermandades y cofradías.
En las distintas ponencias –que con tanta profundidad han dejado ver la riqueza multidisciplinar que caracteriza estas instituciones eclesiásticas– se ha visto, muchas veces de forma implícita, la llamada fundamental a una audaz renovación de la mirada, como el modo concreto de las hermandades y cofradías para llegar a ser fermento en el mundo contemporáneo.
La religiosidad popular contiene esa capacidad transformadora que le permite, por el contacto con el misterio del Hijo de Dios hecho «carne», tocar no solo la razón, sino cada uno de los sentidos y, de esta forma, anunciar el Evangelio al ser humano en su verdad más real. El Dios misericordioso, que comparece en el acto de veneración de imágenes devocionales, se presenta como fundamento de la esperanza en un camino que emprendemos, no confiando en nuestras capacidades y grandeza, sino «amando la pe-
El congreso ha sido un espacio de encuentro, pues en él se ha procurado, sobre todo, el acercamiento a Dios en la Iglesia, a través de las diversas celebraciones en las que se ha podido vivir el don inmenso de la gracia divina
queñez y la pobreza», sabedores de que solo Él es nuestro bien, «nuestro único tesoro».
Este congreso ha puesto en juego algunas líneas de fuerza que han vertebrado su rico programa, ofreciendo así un espacio de encuentro, reflexión, contemplación y compromiso, donde las hermandades y cofradías han tenido la oportunidad de considerar su identidad y su misión y, al mismo tiempo, han podido renovar su vocación eclesial de servicio.
El congreso, en primer lugar, ha sido un espacio de encuentro, pues en él se ha procurado, sobre todo, el acercamiento a Dios en la Iglesia, a través de las diversas celebraciones en las que se ha podido vivir el don inmenso de la gracia divina. Estas celebraciones han sido momentos de comunión profunda, donde los participantes han experimentado la fraternidad que nace de la oración y de la alabanza.
Mons. Edgar Peña, enviado papal al congreso, en su discurso inaugural, recordó que la
coexistir estas dos exigencias aparentemente irreconciliables, sin ceder a la tentación del relativismo o del sectarismo. Para dar cabida a todos, para estar a la altura de los tiempos y no crear problemas, se diluyen los ideales asumiendo la tolerancia como valor supremo: eso es relativismo. Para salvaguardar los ideales sin peros, se excluye a quienes no aceptan y no se comportan según las reglas y los valores morales de la Iglesia: es el sectarismo.
Ninguna de estas aparentes salidas puede aceptarse, por la sencilla razón de que ninguna de las dos son fieles a Cristo. De hecho, al seguir a Jesucristo, hay que aceptar a todos, incondicionalmente y, al mismo tiempo, proponer, sin rebajarlos, los valores del Evangelio, los mandamientos, la forma de vida de Jesús. Por tanto, la solución al dilema no pasa por adoptar una de estas dos falsas posturas. Por el contrario, el verdadero desafío es cómo hacer coexistir las dos exigencias del Evangelio.
En la sociedad actual
Siempre, en los más de dos mil años de su historia, la Iglesia, consciente de esta tensión, ha tratado de encontrar una síntesis, con opciones concretas a veces, para responder a los desafíos que cada época plantea a la fidelidad del Evangelio. En nuestro tiempo y en la sociedad en que vivimos, particularmente en Occidente, reina el relativismo. A nuestros contemporáneos les resulta muy difícil aceptar que existan ideales y valores objetivos y absolutos. Más aún, el hecho de defender una visión de la vida, un valor juzgado intangible, un ideal, se percibe como un elemento «discriminador», una amenaza para el pluralismo, un intento de imponer visiones ideológicas.
Si está implicada la fe religiosa, se percibe como una intromisión indebida en la «laicidad» del Estado. En nuestra sociedad es muy difícil hacer comprender que afirmar un ideal, defender un valor o apoyar una opción de vida no es lo mismo que condenar o «discriminar» a quienes no piensan igual o actúan de forma diferente.
En fidelidad al Evangelio
Ante todo, no debemos olvidar que entre los valores más altos del Evangelio la primacía corresponde a la caridad, al amor incondicional a todos, siempre, en toda situación, porque este es el modo de amar y acoger de Dios, que es el pastor bueno y solícito de cien ovejas, ¡no de noventa y nueve! La peor manera de aguar o traicionar el Evangelio sería, por tanto, vaciarnos de la misericordia. Si, por tanto, no se puede disminuir el valor de los ideales y de los mandamientos, esto significa que hay que dejar siempre un espacio abierto a la misericordia del Señor, que conoce bien nuestra debilidad. Si nos indica ideales elevados, nos anima a hacer «el bien posible», ese bien que existe y puede crecer incluso en situaciones de fragilidad. Por poner un ejemplo, pensemos en las numerosas parejas en «situación irregular», es decir, aquellas parejas que se han «vuelto a casar» civilmente tras el fracaso de un matrimonio sacramental, o en las parejas de hecho. Por una parte, el Evangelio proclama el ideal de una relación que dure toda la vida, por lo que, de hecho, estas parejas viven una situación que no corresponde a este ideal. Pero también –hoy mucho más que en el pasado– es evidente la complejidad de las situaciones, las dificultades reales para llevar adelante un proyecto familiar compartido y el hecho de que, en la mayoría de
Misa final del LIII Congreso Eucarístico Nacional de Quito.
su atención a toda clase de personas, a quienes trataba de acercar al Señor.
El sacerdote, el santo
Juan Bautista María Vianney nació en Dardilly (Francia) el 8 de mayo de 1786, y falleció en Ars-sur-Formans el 4 de agosto de 1859. Hijo de Mathieu y Marie, fue el tercero de seis hermanos de una humilde familia campesina.
Desde muy joven sintió la llamada de Dios a ser sacerdote, pero se encontró con dos grandes problemas: la falta de recursos para formarse adecuadamente en un seminario y su dificultad para los estudios, especialmente para el aprendizaje del latín.
Con la ayuda de Dios, fue ordenado presbítero el 13 de agosto de 1815, hace ahora 210 años. Tras la ordenación fue enviado a Écully, como ayudante de monseñor Balley, quien había sido el primero en reconocer y animar la vocación sacerdotal de Vianney. En febrero de 1818, tras el fallecimiento de Balley, nuestro santo fue enviado como clérigo a Ars, una aldea francesa no muy lejos de Lyon.
Ars no tuvo la categoría de parroquia hasta 1821. Hasta entonces, Vianney fue solo vicario de Ars, sometido a la autoridad del párroco de la vecina Misérieux. Era el último pueblo de la diócesis, con alrededor de 250 habitantes, la mayoría humildes.
que había dos maneras de convertir a las personas: mediante la exhortación y haciendo él mismo penitencia por sus feligreses.
Al Cura de Ars le correspondió infundir la fe en la gente y ayudar a que muchos dejaran los vicios y se convirtieran en buenos hijos de la Iglesia. Este apostolado en Ars le ocasionó no pocos sufrimientos morales y físicos, pero él lo soportó todo con un gran amor a Dios y a la gente.
Su principal ocupación y preocupación fue la cura de almas, es decir, el cuidado espiritual de todas las personas que se acercaban a él. No llevaba mucho tiempo en Ars, cuando la gente empezó a acudir a él desde otras parroquias, luego de lugares más distantes, y más tarde de todas partes de Francia e incluso de otros países.
Se cuenta que, desde 1830 hasta 1843, pasaba entre 16 y 18 horas diarias en el confesionario. Incluso después de su enfermedad, continuó con su régimen de vida sumamente austero y con la atención a todo el mundo.
En 1855, el número de personas atendidas por el Cura de Ars ascendía a 20.000 al año, incluyendo personas de la alta sociedad, así como clérigos, labriegos o enfermos, entre otros.
Las conversiones como meta
El sacerdote Juan Bautista María estaba convencido de
Como hemos dicho, descansó en el Señor el 4 de agosto de 1859, y sus restos se conservan y son venerados en el santuario de Ars. Su beatificación tuvo lugar en 1905, por parte de san Pío X, y su canonización se celebró el 31 de mayo de 1925, a manos del papa Pío XI.
El magisterio y ejemplo de Francisco perdurarán
UN PAPA NUNCA SE VA
Si bien el papa Francisco ya superó su condición mortal y su tumba, junto a la «Madonna» de sus amores ha sido sellada, su brillo no se apagará. Es lo que el cantante Palito Ortega, compatriota suyo, llamó «Una nueva luz» en una bella canción que le dedicó al inicio de su pontificado, hace doce años
Es que un papa muere, pero no se va nunca. Queda en sus escritos, en sus gestos, sus medidas y reformas; además de que sus viajes y visitas quedan perennizados en plazas, calles y centros asistenciales, mientras deja un rastro indeleble en todas las autopistas de la información, léase redes sociales, sitios web y plataformas audiovisuales.
Aunque nos sintamos como los discípulos de Emaús, muy tristes y con el deseo de recuperar lo perdido, debemos tener la certeza de que un papa –y más alguien de la talla de Francisco–nos seguirá acompañando a lo largo del camino, no solo con su intercesión, sino de manera notable y actual con su magisterio.
José Antonio Varela, IJS
Desde que asumió con decisión la Barca de Pedro, el 19 de marzo de 2013, vaticinó que la única forma de revertir las cosas malas o caducas sería con la «Alegría del Evangelio» y con la «Fraternidad abierta»
Un magisterio de frontera
Juan Vicente Boo (A Pobra do Caramiñal, A Coruña, 1954), economista y periodista especializado previamente en defensa y política exterior, ha sido corresponsal del diario ABC en el Vaticano durante 24 años, después de haber pasado 14
No solo nos explicó las Escrituras –allí están sus cientos de homilías para profundizar–, también nos enseñó a sentirnos hermanos de todos, a tocar la carne de Cristo en los pobres, a encender el fuego de los corazones e incluso tuvo tiempo de advertirnos acerca de la ética dentro de la inteligencia artificial o el prudente uso de las redes sociales y el teléfono móvil.
un periodista debe intentarlo como ayuda para entender el torbellino del mundo de hoy y preparar la evangelización del mañana. Francisco advierte que «no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época». Y nos propone orientarnos por el cristianismo joven de los evangelios y los Hechos de los apóstoles. Juan Vicente Boo condensa los años decisivos de este pontificado a través de una selección de sus columnas en Alfa y Omega de 2019 a 2024. La perspectiva privilegiada de este corresponsal del diario ABC nos muestra la intensa actividad de un papa que lleva el timón de la barca de Pedro en tiempos convulsos, con un profundo conocimiento del mundo contemporáneo, pero sin apartar su mirada de Jesús.
A esto hay que sumarle su mano firme contra la pederastia en el clero, así como su opción por una vida digna para los ancianos y la necesaria atención hacia los jóvenes, a quienes movilizó pidiéndoles, en su lenguaje: «¡Haced lío!».
«La belleza del mensaje cristiano brilla (...) en las enseñanzas del papa Francisco, y es posible apreciarlo a través de las líneas de este libro (...). El mensaje del Evangelio, cuyo centro es Cristo y la vida con Él, es un mensaje de belleza que colma de esperanza el corazón del hombre, y nosotros hemos de hacerle eco. Por ello, pienso que este libro, Testigos de misericordia y esperanza, puede ser una buena herramienta para esa tarea». Del Prólogo del cardenal José TolenTino de Mendonça Prefecto
Fue él quien advirtió al mundo, una década atrás, investido con la autoridad del que sirve y con sus sobrias vestimentas blancas de paz, que, si no se hacía algo concreto, el mar sería un «cementerio para los migrantes». También por entonces, dio la voz de alarma para que no se depredara la Amazonía y nos encargó ser «custodios de la creación».
Junto a eso, pidió que se detuviera una «tercera guerra mundial» que venía desangrando por partes a las distintas regiones del mundo…, como ahora lo venimos sufriendo. Sus llamadas a la paz no cesaron, ni su convicción de que «toda guerra es un fracaso».
Valiente y rebelde
Desde que asumió con decisión la Barca de Pedro, el 19 de marzo de 2013, vaticinó que la única forma de revertir las cosas malas o caducas sería con la «Alegría del Evangelio» y con la «Fraternidad abierta», los dos pulmones por donde respiró su pontificado, mientras los suyos propios se iban desgastando… Los últimos años condujo a la Iglesia sentado en una silla de ruedas –debido a una lesión en la rodilla–, pero aun así siguió viajando a diferentes
Papa Francisco
Relato periodístico del pontificado de Francisco y su visión del presente y el futuro de la Iglesia
libro se propone ofrecer una síntesis de su Magisterio en diversas materias (la Iglesia, la liturgia, la
cristiana, la oración...) y, a
de ahí, presentar una serie de reflexiones que nos permitan aplicar el mensaje papal en nuestro día a día, para vivir el Evangelio de forma activa y ser «testigos de misericordia y esperanza» en tiempos de incertidumbre.
Una síntesis del magisterio del Papa, que nos invita a vivir el Evangelio de forma activa
Oremos:
Oh Dios, que por una inefable disposición tuya, quisiste contar entre los Sumos Sacerdotes a tu siervo Francisco, concede propicio, que el que en la tierra hizo las veces de tu Unigénito Hijo, sea agregado a la eterna sociedad de tus sumos pontífices. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
países, recibiendo visitantes y firmando nuevos decretos para reformar el Vaticano –incluida la necesaria limpieza financiera–, mientras iba soportando los dolores infligidos por sus opositores, aún dentro de casa.
En vista de que «no se gobierna con las rodillas», según dijo, siguió nombrando más mujeres para que le ayudaran, catequizaba todos los miércoles, «tuiteaba» todos los días, a la vez que brindaba claras entrevistas periodísticas, con altísima audiencia y muchísimos lectores.
Fue también él quien, en este último decenio, «hizo lío» con sus sonados documentos, tales como encíclicas y exhortaciones apostólicas, junto a otros escritos. Entre estos estuvo la esperada constitución Praedicate Evangelium, con la que se está reformando la curia vaticana casi por completo.
Conmueven sus cartas sobre la protección de los menores, la de san José, la que explica el significado del «Belén» y la que incorpora el «Ofrecimiento de la vida» como una nueva ruta hacia la causa de canonización.
Asimismo, acertó con las epístolas que nos hablaron de la misericordia divina o la que acorta y facilita el proceso de nulidad matrimonial; también está la carta Desiderio desideravi, sobre la necesaria formación litúrgica del Pueblo de Dios. Sumado a estas, publicó indicaciones muy precisas para la creación del ministerio del catequista y la dación del lectorado y el acolitado a las mujeres.
«No ofenderás a tu prójimo»
Un contratiempo en estos años fue cuando, a principios de 2024, un grupo de presbíteros
descentrados injurió al papa Francisco durante una suerte de tertulia en línea por Internet. No pasaron ni 48 horas y ellos mismos anunciaron que suspendían sus apariciones en el ciberespacio.
Como se recordará, estos panelistas indicaron, entre risas, que «debemos orar para que Francisco se vaya pronto al cielo», junto con otras invitaciones a «rezar más fuerte» para que esto suceda. Estas penosas frases sacudieron las redes sociales, así como a la opinión pública. Dentro de la comunidad eclesial también ha habido un arzobispado que tuvo que enfrentarse a lo que opinaban algunos de sus curas en las redes y anunció «correctivos» que incluían la suspensión del ministerio para los responsables.
Recapitulando y superando los desaguisados e ingratitudes, el mundo entero valora que han sido doce años en los que nos ha pedido a los católicos que seamos más misericordiosos que justicieros, y más fraternos que impermeables, aun con los que «no pasan por la puerta». Nos deja también sus palabras personalísimas y motivadoras, que ya son voces de un diccionario bergogliano, con las que insiste en un solo mensaje, dirigido a cada cristiano: que dejemos de «balconear» y que siempre «primeriemos». No quiso que fuéramos «indietristas» ni comodones, sino que «salgamos» a evangelizar, hasta que se «gaste la suela del zapato». El Papa se fue después de celebrar la Pascua con los suyos y bendecirlos Urbi et Orbi, mientras leían por él –pues el aire ya le faltaba–un mensaje de esperanza para el Año Santo Jubilar, al que convocó con gran ilusión y acierto. Es decir, murió con la sotana puesta.
El Papa tuvo un funeral sobrio, según solicitó.
Vida CONSAGRADA y oración por las vocaciones
Alejandro Fernández Barrajón, Mercedario
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y a quien llama se le abre» (Mt 7,7-12)
En los últimos tiempos estamos pidiendo insistentemente por las vocaciones a la Vida Consagrada, al ver que no tenemos suficiente relevo en nuestras tareas carismáticas. Y hacemos bien, seguimos sencillamente el deseo de Jesús. Pero pedir no puede ser una actitud pasiva, creyendo que las vocaciones caen del cielo mientras nosotros nos cruzamos de brazos.
Ora et labora
Se atribuye a los monjes benedictinos desde la Edad Media que la oración –ora– ha de ir acompañada de la acción –labora–. Ellos mismos hicieron de esta fórmula latina su programa de vida. Ora et labora es, en realidad, una expresión posterior a los benedictinos, pero muy apropiada para sustentar lo que ha de ser la Vida Consagraba de todos los tiempos. «Nada se anteponga a la obra de Dios» –el oficio divino–. Decía san Benito: «Que Dios nos hable y quiera dialogar con nosotros es un motivo y fuente de gozo». Pero junto a esto no podemos dejar al margen el compromiso al que nos sumamos cuando
oramos, labora. Ora et labora resume muy bien lo que ha de ser la vida cotidiana de los consagrados. Definitivamente. Pero pedir vocaciones no significa quedarse en la capilla sino, además, ponerse manos a la obra; a eso se refiere eso de et labora y no estoy muy seguro de que a esto estemos tan dispuestos.
Con frecuencia –yo lo he vivido–, recibimos vocaciones a las que no acompañamos de manera adecuada, con actitudes poco humanas y menos aún coherentes, y esas vocaciones se pierden en el camino y se desperdician; todavía mucho más grave es cuando vocaciones ya consolidadas se pierden también por no encontrar la atmósfera evangélica necesaria para poder respirar con libertad y ser felices. Cuando nos cerca el individualismo, la falta de afectos y la ausencia de un proyecto carismático serio, la frustración puede ser creciente y puede terminar en sonoros fracasos. No basta con pedir nuevas vocaciones en la oración hay que poner los medios para suscitarlas, merecerlas y cuidarlas. Sin duda, la llamada de Dios a la Vida Consagrada es un don inmenso, un tesoro oculto que hemos descubierto en un campo escondido y eso nos ha llevado a vender todo lo que teníamos para
comprar ese campo. La inversión ha sido muy fuerte y el resultado no puede ser menor porque, de lo contrario, podemos sentir la frustración y la tentación de volvernos atrás.
La llamada a trabajar en el reino de Dios como consagrados es algo muy bello. La Vida Consagrada pertenece a la belleza y santidad de la Iglesia y se traduce en un proyecto de amor que necesariamente tiene que dar frutos abundantes en uno mismo y en su entorno. No puede ser como la higuera seca que Jesús encontró al lado del camino porque entonces no merecerá la pena la inversión del labrador que con tanto cariño la ha cuidado (Mt 21,18-19). Una vocación no es para el sacrificio sin sentido, para la renuncia sin más, ni para la resignación, sino para la felicidad, como sucede con el sacrificio que hace una madre por sus hijos. Los consagrados no podemos ser personas amargadas, con cara de resignación y sufrimiento. Nos consagramos para ser felices con esa felicidad que no todos entienden, porque no es ruidosa ni escandalosa, pero a nosotros nos toca el corazón y nos hace criaturas nuevas. Es esa alegría que
La Iglesia nos convoca a rezar por las vocaciones consagradas… Pero pedir no puede ser una actitud pasiva, creyendo que las vocaciones caen del cielo
se dibujaba en los rostros de las consagradas que, con su hábito manchado de barro, colaboraban para desembarrar las calles de Paiporta, en Valencia, arrasadas por la dana. Una alegría misteriosa que solo entienden del todo las personas arrodilladas ante el sagrario.
La Vida Consagrada sabe que Dios ha estado grande con ella y por eso está alegre y no se molesta en disimularlo. El reino de Dios es el campo al que la Vida Consagrada ha sido convocada y ahí la encontraréis siempre, donde los cojos andan, los ciegos ven, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia un tiempo de gracia y de salvación. Allí donde la justicia y la igualdad son una asignatura pendiente, la Vida Consagrada no puede ser espectadora. Así ha sido siempre y así seguirá siendo, aunque sus fuerzas estén
LA MATERNIDAD SEGÚN
EL PAPA FRANCISCO
Es un buen momento para analizar la evolución de la maternidad en España y para contemplar, a la luz del magisterio que nos dejó el papa Francisco, qué es lo que significa ser madre y cómo cumplir esta misión que se nos ha encomendado
Victoria Luque, periodista
Felicidad Izaguirre, periodista
El sacramento de la Reconciliación SIGNO
Todos estamos llamados a beber de los manantiales de la esperanza en el Año Santo 2025, especialmente acercándonos al sacramento de la Reconciliación con Dios o de la Penitencia, signo de consuelo y esperanza
Acudir siempre a Dios, fuente de la gracia, nos regenera, nos transforma, nos proporciona alegría, nos da constancia y nos hace vivir la comunión con Él. Esto nos lleva a nuestra realización personal, pues hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Cuanto más nos acerquemos a Él, más nos realizamos como personas y nos acercamos a nuestra felicidad, afirma Juan-Julián Castillo y Zafra, canónigo penitenciario de Albacete.
El ser humano experimenta constantemente su fragilidad. Por un lado, su entendimiento
tiende al bien, pero su voluntad tira en dirección contraria, dándose estas fuerzas contrapuestas. No basta conocer el bien para hacerlo, ni el mal para dejar de hacerlo. Tiene que influir nuestra voluntad, que es la que pone los medios para vivir la fidelidad a Dios, para hacer el bien y evitar el
mal. Pero, la voluntad humana está herida por el pecado, y, con la ayuda de la gracia y la exigencia, la persona puede santificarse y conseguir que los actos realizados respondan al amor de Dios, explica Juan-Julián Castillo.
«Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella los mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones» (LG 11).
Cristo, médico del alma y del cuerpo, instituyó los sacramentos de la Penitencia y de la Unción de los enfermos, porque la vida nueva que nos fue dada por él en los sacramentos de la iniciación cristiana puede debilitarse y perderse para siempre a causa del pecado. Por ello, Cristo ha querido que la Iglesia continuase su obra de curación y de salvación mediante estos dos sacramentos (Compendio del Catecismo, 295).
La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento, nos han hecho «santos e inmaculados ante él» (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es «santa e inmaculada ante él» (Ef 5,27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida
cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).
«A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados»
El Señor resucitado instituyó este sacramento cuando la tarde de Pascua se mostró a sus apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,2223) (Compendio del Catecismo, 299).
La penitencia interior es el dinamismo del «corazón contrito» (Sal 51,19), movido por la gracia divina a responder al amor misericordioso de Dios. Implica el dolor y el rechazo de los pecados cometidos, el firme propósito de no pecar más, y la confianza en la ayuda de Dios. Se alimenta de la esperanza en la misericordia divina (Compendio del Catecismo, 300).
Juan-Julián Castillo resalta que los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación son dos: los actos que lleva a cabo el hombre –que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo– y la absolución del sacerdote, que concede el perdón en nombre de Cristo y establece el modo de la satisfacción (Compendio del Catecismo, 302).
Los actos propios del penitente son los siguientes: un diligente examen de conciencia; la contrición –o arrepentimiento–, que es perfecta, cuando
«Los que se acercan al sacramento
de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia»
está motivada por el amor a Dios, e imperfecta cuando se funda en otros motivos –temor al infierno, miedo a condenarse, fealdad del pecado…–, también incluye el propósito de no volver a pecar; la confesión, que consiste en la acusación de los pecados hecha delante del sacerdote, y la satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado (Compendio del Catecismo, 303).
Los efectos del sacramento de la Penitencia son: la reconciliación con Dios y, por tanto, el perdón de los pecados; la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se había perdido; la remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu; además del aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano (Compendio del Catecismo, 310).
La espiritualidad es la fuente de una vida con sentido y de una evangelización
«fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa» (papa Francisco)
y desviaciones que, a lo largo de la historia, han conducido al espiritualismo desencarnado, que nada tiene que ver con la verdadera espiritualidad.
La espiritualidad es inherente al ser humano
Partimos de la convicción de que la espiritualidad es una necesidad del ser humano, que se descubre cuando lo observamos en su realidad profunda, aun en el contexto laicista y de relativismo religioso que invade la actual sociedad.
Porque la espiritualidad no es un objeto de lujo reservado a algunos privilegiados, ni es algo que se añade a la personalidad, sino que forma parte de la identidad, constituye un modo de ser, que para el cristiano consiste en dejar que el Espíritu Santo viva en él.
La espiritualidad cristiana es una vida en el Espíritu Santo que no planea por encima de la realidad humana, sino que encarna en ella a Cristo, la «cristifica», la espiritualiza, la diviniza y mueve al diálogo,
a la entrega, a la reciprocidad y a la comunión.
Dinamiza la vida cristiana
La espiritualidad es la fuente de una vida con sentido y de una evangelización «fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa». Son palabras del papa Francisco, que añadía: «Ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu» (cf EG 261). Eso es la espiritualidad: «La acción misteriosa del Resucitado y de su Espíritu» (eG 275), que es quien da vida a nuestros planes e iniciativas. Sin esa acción, todos nuestros proyectos, individuales o colectivos, nacen muertos, son estériles, aunque «funcionen».
En el cristiano, la espiritualidad hace referencia a la misma identidad del cristiano. No es un sobreañadido, sino que constituye su propia identidad de cristiano, que supone «ser en Cristo», «vivir en Cristo», como enseña san Pablo (1Cor 1,30; Rom 8,1, etc.).
La consecuencia es obvia: la espiritualidad no puede ser estática, si el cristiano está llamado a la vida en Cristo en plenitud (LG 39-42). Sin espiritualidad, faltarían los móviles interiores. Las acciones podrían ser hasta asombrosas, pero carecerían de vida, estarían vacías, y vaciarían a la persona. Y no producirían los frutos que están llamadas a producir.
Y es que, como enseña el papa Benedicto XVI, hasta «el amor a los otros es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios», garantía del amor verdadero.
«Cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios» (DCE 230).
Acompañar en la vida espiritual
De lo dicho se deduce la importancia de educar y acompañar en un camino personal que lleve a todos a una vida en el Espíritu que los proteja de posibles deformaciones, como el individualismo, la «acedia egoísta», la «mundanidad espiritual» u otras (cf EG 81-97), o la falsa ilusión de creer que, solo con nuestros propios esfuerzos se puede responder a los desafíos de hoy. Excelentes experiencias apostólicas, sin espiritualidad, han terminado en simples acciones benéficas, o han desaparecido.
Si Jesús es el centro de la vida del cristiano, su única razón de ser y obrar, todo proceso formativo debe favorecer el encuentro personal con él
Si Jesús es el centro de la vida del cristiano, su única razón de ser y obrar, todo proceso formativo debe favorecer el encuentro personal con él. Se requiere una fuerte espiritualidad, que haga «discípulos y misioneros» (cf EG 119-121). Cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás.
Páginas evangélicas
EL CÁNTARO, EL ÁRBOL Y LA PAJA
Pedro Moreno, sacerdote
«¿Cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde: «Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida» (Jn 14,5-6)
El camino del Jubileo y el camino de la vida
Nos encontramos metidos de lleno en el Jubileo de la esperanza, en el corazón mismo de este año de gracia 2025. A estas alturas seguro que ya hemos hecho algún camino o peregrinación jubilar. Año pues de hacer caminos, de muchos caminos. Caminos que son auténticas metáforas de lo que es la vida misma: un camino o
peregrinación por el mar de la vida, a veces tranquilo y a veces borrascoso y difícil.
Sí, el Jubileo es camino y la vida también es camino. Como todos los caminos, también estos del Jubileo y de la vida misma se pueden recorrer con más o menos acierto y sabiduría; se pueden hacer buenos caminos y también malos caminos. Con tres imágenes, que describen la existencia humana, analiza-
mos tres posibles caminos. Con las imágenes del cántaro, el árbol y la paja.
El cántaro: ser hombres-cántaro
Nos habla de esta imagen, de la imagen del cántaro, el mismo papa Francisco en la exhortación Evangelii gaudium, al invitarnos a ser hombres cántaro: «En todo caso, allí [en
«Por tu Palabra…»
ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL P. CARLOS EDUARDO AGUIRRE REYES, SSP
El día 9 del pasado mes de febrero la Familia Paulina se revistió de fiesta con la ordenación sacerdotal de nuestro hermano
el P. Carlos Eduardo Aguirre
Reyes
El solemne acto religioso se celebró en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Pueblo Nuevo, Ciudad Lineal, a cargo del obispo auxiliar de Madrid, Mons. José Antonio Álvarez Sánchez. El acto se desarrolló el domingo 9 y, el martes 11, el neopresbítero cantó su primera misa en el monasterio de las hermanas Oblatas de Cristo sacerdote.
La celebración contó con la participación de los fieles de la parroquia, miembros representantes de las congregaciones e institutos de la Familia Paulina de España, Portugal e Italia, amigos y colaboradores de nuestra obra apostólica, así como de un nutrido número de concelebrantes. Carlos también estuvo acompañado en esta fecha especial por su madre, Marta, mientras que sus familiares en Nicaragua y Costa Rica fueron partícipes de esta alegría a través de los medios digitales.
El obispo, en su homilía, se dirigió al P. Carlos: «Con las mismas palabras del apóstol Pedro quieres iniciar tu ministerio sacerdotal, has elegido como lema “Por tu Palabra”: recuerda siempre que la misión a la que hoy eres enviado sostenido por su Palabra –en tu Palabra– sea para ti fuente de vida y esperanza».
Por otra parte, el «cantamisa» del P. Carlos fue un momento de intimidad en el Señor que reunió a la Familia Paulina y algunos Paulinos provenientes de diversos países, ya que coincidió con el inicio del encuentro de la SOBICAIN en Madrid.
El P. Carlos Eduardo es natural de Nicaragua e inició su camino paulino en la provincia de Colombia-Ecuador-Panamá en el año 2016. Desde hace cinco años pertenece a la Provincia de España.
Vida Paulina
EN LA CASA DEL PADRE
M. HORTENSIA
PDDM
La Hermana María Paula, nacida en Lérida el 26 de marzo de 1934, ingresó en la Congregación de las Hijas de San Pablo el 5 de julio de 1956, en la casa de Barcelona. Pasó un período de formación en Alba (Italia), y en 1959 regresó a Madrid para comenzar el noviciado. Hizo su primera profesión el 8 de diciembre de 1960, en la casa de Madrid, y pocos años más tarde la profesión perpetua. En 1975 fue nombrada Superiora local en Madrid.
NQuienes lo hemos conocido, recordamos al P. Ángel como una persona muy amable, de gran celo apostólico, siempre preocupado por hacer las cosas bien. Descansa en el Señor desde el pasado día 12 de abril. Descanse en paz. †
En los últimos años tuvo varias patologías cardiacas, pulmonares, neurológicas y motrices hasta quedar totalmente impedida. El Divino Maestro la tomó de su mano, el pasado 10 de febrero, para darle una nueva vida en el amor y la plena comunión con Él. Descanse en paz.
acida el 16 de septiembre de 1933, en Villaseca de la Sorriba (León), sor M. Hortensia Puente recibió las aguas bautismales solo dos días después, asumiendo así la adopción filial y entrando a formar parte de la familia de Dios. Ingresó en la congregación religiosa de las Pías Discípulas del Divino Maestro, el 12 de enero de 1953, en la Comunidad de Bilbao. Emitió la primera profesión el 25 de marzo de 1956 y se consagró definitivamente al Señor el 25 de marzo de 1961. Partió entonces como misionera rumbo a Australia y regresó a España en 1995 para ocuparse de diversas tareas comunitarias y apostólicas. El Padre la llamó a la eternidad el 15 de marzo de 2025. Descanse en paz.
El P. Ángel nació en Fresnellino del Monte (León), el 5 de agosto de 1932. Fue el cuarto de siete hermanos. Ingresó en la Sociedad de San Pablo, en la Comunidad de Zalla (Vizcaya), el 15 de septiembre de 1946. Tras el noviciado, hizo la primera profesión religiosa el 8 de septiembre de 1953, tomando el nombre de Isidoro. Se consagró definitivamente al Señor el 8 de septiembre de 1957, y recibió, en Roma, la consagración sacerdotal el 5 de julio de 1959.
QUÉ HACEMOS
QUIÉNES SOMOS
Somos hombres célibes de Vida Consagrada que, permaneciendo en el propio ambiente familiar y laboral, procuramos vivir en plenitud los compromisos del Bautismo, a través de la práctica de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.
Con el espíritu de la Iglesia, y según el carisma de nuestro Fundador, el beato Santiago Alberione, testimoniamos y difundimos el mensaje de Jesucristo a los hombres de hoy, valiéndonos también de las tecnologías de la comunicación social.
POR QUÉ LO HACEMOS
Porque nos sentimos llamados a seguir más de cerca a Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida con una vida de amor más perfecto, en el servicio a Dios y a la Iglesia.
Visítanos o escríbenos: INSTITUTO SAN GABRIEL ARCÁNGEL Protasio Gómez 15. 28027 Madrid Tel. 917425113 institutos@sanpablo.es www.sanpablo.es