Casa de muñecas

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Casa de

MuneCas Mahra Ramos

®

POESÍA POSCORRIENTISTA



Casa de

MuneCas Mahra Ramos

®

POESÍA POSCORRIENTISTA



Mahra Ramos es una apasionada de contar historias. Nació en la ciudad de Oaxaca en 1981, en un mes lluvioso. Periodista de profesión, poeta y narradora. Es coautora del libro Recuento para los días y los hechos de 2006, editorial Nevería, publicado bajo el auspicio de la UABJO. Su trabajo también aparece antologado en Desde el fondo de la tierra, poetas jóvenes de Oaxaca, (Praxis, 2012). Es madre, esposa, hija, hermana, amiga, trabajadora y creyente fiel de los milagros.


Primera edición: 2014 Ilustración de portada e interiores: Juan Jorge Bautista Diseño: Editorial Pharus

©Mahra Ramos ©Editorial Pharus http://edpharus.blogspot.com/ http://issuu.com/editorialpharus editorialpharus@gmail.com Twitter: @editorialpharus Facebook: Editorial Pharus


Para mi guĂ­a: mi madre Mi compaĂąero: Carlos Mis motivos: Yara y Balam


Indice

Ninguna Sabado Luna Casa

o domingo de calor

Invacion Sonrisa

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15 16

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Alivio

21

Raices

23

Noviembre

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silenciosos familia

Vejez

Clap

26

27

28

Dolosa clap

Celofan Invierno Revista

17

repetida

Motin

De

10

12

de munecas

Humedad

Ojos

9

parte

29 30 32 33

femenina

Horas Suspenso Gestacion

36 38 40

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Mahra Ramos

Ninguna

parte

Hay días que desearía no ser yo y estar en ninguna parte… Convertirme en un insecto volador cualquiera: no hago distingos entre las mariposas y los abejorros. Molestar a la señora de la fruta con un aterrador zumbido, o cautivar a los niños que juegan en el parque, con mis alas multicolores. Desearía vivir en soledad unos buenos meses, encerrarme en una cueva y perder cualquier tipo de esperanza. Hay días que no soporto el sonido de los camiones, y detesto especialmente, planchar tu camisa favorita. Busco entonces acostarme de lado por las noches, cerrar puertas y ventanas, ahorrar luz ahogarme en silencio. Cuando el dolor pasa, y me descubro siendo yo misma bajo el agua que cae por la regadera, me siento feliz de no ser abejorro, ni habitar una cueva. De ser mujer, y estar en ninguna parte.

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Casa

Sabado

de

Munecas

o domingo

Podría quererte toda la semana pero es imposible, hay miles de cosas qué hacer: sonreírle al vecino que me guiñe el ojo por la mañana, leer en el parque, mirar la televisión, soñar con un esposo que me ame como tú. Y si llegaras, hombre de mi vida, tendría la obligación de cocinar, lavar tu ropa, serte fiel hasta la muerte, vivir tus sueños, abandonar los míos, encarrilar mi vida como lo enseñó mi abuela a mi madre, como lo aprendí en leche materna.

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Aunque tengo ansias infinitas de amanecer contigo, en tu cama todos los días, hacer el amor a deshoras, en todas partes, cocinar el platillo predilecto, corretear a los niños para la escuela,


Mahra Ramos

morir de aburrimiento en las tardes cuando vuelvas del trabajo, sentada a tu lado. Podría quererte todos los días, pero, ¡no! prefiero amarte sólo los fines de semana: sólo un sábado o un domingo.

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Casa

Luna

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de

Munecas

de calor

Croa la rana indiscreta mis encuentros secretos. Hombres en mis vidas. Memorias: Despierta el tormento del cavernícola que me amó en la cueva decorada con tiza. Y la luciérnaga viste de luna, la noche que dormí abrazada del marinero persa. En lo alto de la pirámide, me comió a mordidas el corazón, un sacerdote azteca. Y un español con barba espesa, me robó la razón hasta conquistarme. Pude ser la Malinche, cualquier puta de barrio, la princesa de algún cuento de los hermanos Grimm… En todas esas vidas,


Mahra Ramos

miles de años vueltos un instante, he descubierto por su mirada, al mismo hombre: reencarnado en duque, campesino, asesino, que me besó amoroso. Croa la rana mis sueños con luna de calor.

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Casa

Casa

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de

Munecas

de munecas

En casa de muñecas, ausente de lluvia, el esqueleto de la chicharra silencia la tarde. Yara le presenta su mundo, le cuenta su historia preferida, la oculta entre sus manos, le decora las alas. ¿Por qué no vuela? Pregunta. Le cayó la lluvia de la noche y se murió, ellas salen de la tierra y cantan y cantan sin parar, hasta que les cae el agua y se despiden, le contesto. Escucha en silencio, abre grandes sus ojos almendra y la acaricia. ¡Pobrecita! lloriquea. Luego se alegra: ya no está sola, la he coronado reina de la casa de muñecas. Afuera, un trueno apaga el griterío de las chicharras. despierta mayo.


Mahra Ramos

Humedad Oscura lluvia acecha la tierra. Ácida en todas sus gotas se desparrama sobre los árboles amoratados. Los amantes de la sequedad abren paraguas tienden lonas corren huyen. Lástima de hombres que niegan mojarse el cuerpo, escurrirse en ellos mismos, en otros, en otras, más vale secos que felices. Afortunadamente, nunca falta el loco sinvergüenza que sin- vergüenza camina lento bajo el aguacero. Sin frío acepta el agua que resbala, acaricia su piel, la erecta. Gota a gota la lluvia le devuelve el alma.

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Casa

de

Munecas

Invacion Miles de hormigas caminan en mi piel dormida cómplices de la sangre pesada que sube y baja. Avanzan sin dudar en llegar al pubis bajar hasta mi sexo convertirlo en su hormiguero, ingresar a través de él, desplazarse, caminar correr adentro invadir mi cuerpo, los tejidos las células, mis pensamientos obsesivos de ti, de estos tiempos y de aquellos otros cuando éramos felices sin hormigas.

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Mahra Ramos

Sonrisa

repetida

Oculta bajo la cama; sobre el pecho, en la enfermedad, la vejez, los juegos de la infancia… --Vivo muerta en sinónimos y antónimos; pares y nones La misma cara repetida que agoniza libera, ahoga. Sólo un rostro con cabezas que aterran, tranquilizan, vuelven loco. - Soy certeza natural parida desde el inicio de lo finito, antes de la expansión del universo previo a la separación de las fuerzas. El tiempo disuadido en ti: muerte, calavera, calaca, converge.

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Casa

de

Munecas

Desvanece los instantes que entierran los últimos recuerdos del difunto. Polvo y flores. La gente conversa para perderte el miedo entenderte. Se encienden velas, construimos altares con flores amarillas de olor a mandarina. Entonces agradas, causas risa. Se burlan ahora de vivos. Antes del último suspiro temen, lloran, sonríen, se alegran… al final, soy yo la que alivia. De pronto, te revelas… entonces sólo el dolor une. Un día cualquiera, la muerte tan mía, tan nuestra se sentará a la mesa a comer una guayaba y mostrará su sonrisa repetida en sus mil millones de dientes…

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Mahra Ramos

Motin Un amilagrado corazón pende del pecho moreno, arrugado del señor de sombrero. Su aliento seco se extiende por la fonda hacinada del mercado. Los camiones bañan de humo el taco que sostiene firme en sus manos. Un eructo a cerveza caliente, a maguey fermentado, adivina el final. Camina bajo estrellas inútiles. El ruido irrumpe su juicio. Entrada la noche, deambula en el río putrefacto frota el amilagrado corazón pide un deseo, el último, el único. Ruega a los santos que suceda un milagro. A pesar de todo, fue testigo de su existencia, del nacimiento de sus hijos de soles ocultos, lunas crecientes. Se aferra a creer.

19


Casa

de

Munecas

Resbala, cae. La nariz rota comienza a sangrar, las ratas se amotinan alrededor de ĂŠl, saborean la carne marchita. Lento, amanecerĂĄ el dĂ­a.

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Mahra Ramos

Alivio Curan el mal de ojo, la diabetes el pie de atleta la insoportable y siempre penosa impotencia sexual. Tienen en cada palabra una solución real a los problemas más comunes y sencillos, también los dolorosos y mezquinos. Gritan los merolicos, hablan y hablan y hablan respiran fuerte frente al megáfono que los acompaña, se acongojan. Lanzan la palabra medicinal para el hombre cornudo que no puede satisfacer a la mujer joven que tiene en la cama, también para la ama de casa que busca la cura, pero en verdad la cura, para que el marido abandone la cantina y un día… amoroso, le entregue el gasto completo. Hablan los merolicos, me convencen, nos convencen, nos envuelven en un mar de palabras de supuestos,

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Casa

de

Munecas

de puestos, de alivios. Tengo un remedio para la tristeza que compré una tarde en la central de abasto, lo tomo a veces cuando la noche es larga y no estás… Pero no funciona tal vez es la dosis o la falta de palabras curativas que pronuncia siempre rápido siempre convincente, siempre vivaz, el merolico.

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Mahra Ramos

Raices Bajo mis pies tengo raíces entretejidas en lo más profundo de la tierra. Llegan al círculo de fuego, desde ahí me queman, el calor asciende por mis poros hasta el cabello. Tomo un trago, Respiro… Arrastro mis raíces hasta alcanzar la fruta descompuesta, que se pudre en la basura. Me arrodillo. Las raíces se extienden hacia el subsuelo, no puedo caminar siquiera. Me escondo del sol, del día, de la muerte que pasa a mi lado que saludo cada mañana, que conozco perfectamente, en cada minúsculo detalle, porque ella está aquí a mi lado la veo todo el tiempo pero no me lleva. Las raíces ahuyentan mi partida. Tengo pendientes por todos lados. Quiero cortar mis pies, de un tajo, con un machete, con un vidrio con tu recuerdo… y volar.

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Casa

de

Munecas

Noviembre

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Respiro en las noches tu silencio, siento el aliento descompuesto que emana de tus entrañas, palpo el temor de tu soledad. Miro las estrellas desde tus calles, hasta que irrumpe la soledad algún borracho, un perro que ladra, una mujer que camina ausente sobre sus tacones ruidosos. Hace frío, es noviembre y la flor de muerto se descompone en todas partes. Respiro lento, busco la luna en un charco, pero no está sólo sombras . Deseo soñar mi destino y encontrarte desvanecida, inundada de luces de sirenas que chillan, capturan al carterista, se encierran ellos mismos. Tienes ojos negros, un río al lado, sueños oscuros y un encanto que atrae, tu centro se mide desproporcionado…


Mahra Ramos

hay en ti un mundo desigual, que a veces, la mayoría del tiempo… duele. Te recorro con los pies, con el olfato y con la mano: conjunto de cielos desmembrados. Parto en un camión de segunda, de tercera, de quinta de ese territorio ensangrentado, que también forma parte de mi ciudad y se levanta como una metáfora citadina.

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Casa

Ojos

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de

Munecas

silenciosos

La mujer de medias haladas teje cada momento de su vida en la trenza que cuelga por su espalda. No habla, ni se vende, no hay necesidad… Hombres sudorosos se acercan, tocan sus manos, la llevan al cuarto miserable de ese hotel de colchón sonoro y baño compartido. Yo no sé qué piensa ella cuando se pone su vestido rojo y cuenta el dinero que aquel fulano le entregó, por unos besos, por un orgasmo. Pero sus ojos opacos, el andar cansado y la risa escandalosa con un dejo de nostalgia que suelta a veces, me envuelven en tristeza.


Mahra Ramos

De familia Heredé la viudez de mi abuela, me duele en los genes la soledad de su juventud, los días vacíos de él, de ella. Fluye en mi sangre la afrenta de Rosario, que sin hombre al lado, crió a mi madre a mitad del siglo pasado. En la piel llevo los rastros del valor de la mujer que declinó cargar la cruz de engaño. Conozco el destino de las mujeres en mi familia, corroído por generaciones. Y estoy aquí, a tu lado, guardando convencionalismos, fidelidad, con el futuro escrito, incumplido... Permanezco inundada de tu olor, con la certeza de despertar a tu lado. Aunque en las noches, me duelen… los genes de la soledad.

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Casa

de

Munecas

Vejez

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El reloj de arena tiene curvas de mujer y una mirada triste cuando queda de cabeza… Cada grano que avanza y se cuela por ese diminuto espacio me recuerda que no hay tiempo de nada, por más apretado que sea el orificio, los segundos se escapan… Nunca es momento, ni tampoco hay suficientes minutos disponibles para mirar por la calle la tarde que cae, ni sonreír o reír a carcajadas. A veces solo quisiera marcar un alto, y bajarme del autobús de los días, alargar las tardes en las que me acaricias el cabello acelerar las interminables horas en el trabajo… Cuando niña pensé inventar una máquina que detuviera los instantes felices y convirtiera en un segundo los meses amargos… Pero solo conseguí envejecer muchos años…


Mahra Ramos

Dolosa Mis motivos para odiarme son muchos y pasan frente a mí, dispersos, juntos, en cadena. El cuerpo, maldito: encorvadosudorosolastimero. A veces arrastro los pies, avanzo pesadamente desearía comprar otro en la tienda más-cara, utilizar la complexión correcta corregir cada horror genético. El cerebro, enfermo: atormentadotodoeltiempo. A veces arrastro los pensamientos, reproducidos pesadamente, podría quitarme la cabeza, y hacer que cualquier caníbal de bajo nivel la disfrute. Pero nada de eso ocurre y mispensamientosenfermosmeatormentan continua persistente y dolosamente.

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Casa

Clap

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de

Munecas

clap

Tus pasos… El ruido de tus pasos en la cocina en la sala en mi consciencia. Tu andar se arrastra, se desvanece en mi alma. Ese sonido se absorbe por mi piel, el riñón, el hígado, la médula y ahí se queda, a veces callado. Tu andar cansado de madrugada, somnoliento. Tus pasos matutinos, apurados, descalzos, tus pasos que entran en mí, me recorren el humor, caminan la amargura, y siguen por el piso cubierto con flores de limón, tan blancas y olorosas, con flores que arrastran tus pasos tan blancos y escandalosos. Y yo tan lejos de tu andar,


MaHra raMos

y tu olor divino. Como quisiera guardar en un cofre tu caminar, y andar con ĂŠl a todos lados.

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Casa

de

Munecas

Celofan

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En el alhajero, la única herencia de mi abuela, guardo el recuerdo de tu mirada. Envuelto en papel celofán, está el sabor de tus brazos y el olor de tu saliva. Junto a mi collar de bodas, regalo de las mujeres de mi familia, tengo oculto el deseo de mirar tus ojos. Todo tú te extiendes en ese espacio, que compartes con mis tesoros materiales. He pensado en echarte a la calle del olvido, regalar tus recuerdos hasta que no quede uno solo en el alhajero. Pero estoy segura que un día, casualmente un lunes, te encontraré con las manos manchadas de pintura, en cualquier avenida y respiraré tus palabras, volveré a llenarme de momentos, que guardaré ahora, en el ropero.


Mahra Ramos

Invierno Las mujeres cubiertas con abrigos de piel tienen un semblante especialmente triste. En invierno compran en Champs Élysées, o en The fifth avenue, algunas, las más pobres, pasean en Presidente Mazarik con esa sonrisa de luna menguante. A veces las miro y me río a carcajadas, o siento su soledad que envuelven del frío. Usan botas altas, finas, como sus perfumes y alhajas, perlas que penden de sus orejas. Cuando buscan su reflejo en aparadores de vidrio y en cambio, me ven a mí, una mujer sin personalidad, gris… similar a la muerte, no pueden ocultar su repulsión, entonces me río más… ellas huyen. Las mujeres de abrigo, envueltas en dinero se escapan, protegidas por algún hombre de aspecto gorilezco.

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Casa

de

Munecas

A veces las veo tambiĂŠn en primavera, usan entonces vestidos cortos que combinan con la nueva fragancia de temporada, el collar largo y ostentoso. TambiĂŠn me rĂ­o, me burlo de su infinita soledad. Del mismo reflejo de muerte que me persigue en el fondo del mar.

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Mahra Ramos

Revista

femenina

Encomendarse a la Virgen –en cualquiera de sus representaciones— o al Santo de las causas difíciles para casarse con el hombre perfecto (rico y guapo) es ya insuficiente. En estos tiempos, es una necesidad contar con unos buenos billetes en el banco, los suficientes para pagarse los siguientes tratamientos: aclaramiento de piel, levantamiento y agrandamiento de senos, levantamiento, agrandamiento y firmeza de nalgas, una cintura deseable, teñido de cabello continuo, colocación de uñas postizas, operación de nariz, silicón en los labios… Los procesos, en su mayoría, costosos y dolorosos, sirven principalmente para ser quien no se es, y demostrarle al mundo que no hay nadie más superficial bajo esa mirada triste, que una mujer obsesionada por ser una imagen de revista femenina.

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Casa

de

Munecas

Horas

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El tiempo suspendido desencadena la nada, la ausencia dormita sobre la cama. Los segundos se acabaron, el mar ya no rompe contra las piedras, ni canta el grillo nocturno la melodía escandalosa de la vida. Extraño el devenir del tiempo revolcado por los presagios matutinos de una guerra infinita, trágica. El aire impuro impide respirar el aliento caliente se concentra en la boca y los recuerdos, transformados en murciélagos succionan el dulce de las frutas. No hay tiempo. Una mujer me mira fijamente, mientras retuerce sus cabellos y la acción parece no tener sentido de no ser porque es la muerte.


Mahra Ramos

¿Tengo miedo? La inmovilidad almacenada en las piernas pesan el cuerpo. Ella se levanta, avanza y deja un halo a jazmín recién regado. Podrían ser las 5:15 de cualquier día, hora en que nací un día lluvioso, y pienso en el tiempo aquí, justamente en este espacio suspendido repleto de nada.

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Casa

de

Munecas

Suspenso

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Los momentos oportunos son una mentada de madre, en el mejor de los casos, un invento de un donnadie que seguramente esperó toda su vida atrapar alguno. Eso pienso mientras una niña come un helado en el parque. El viento sopla y eleva la falda de la vendedora de semillas, que parece sentir nada, no pretende ocultar las varices de sus piernas. ¿Alguna vez tuve una gran oportunidad? ¿Perdí un momento, aproveché la situación? En silencio me levanto de la banca de ese parque, y el sol cae, se oculta con tonos naranjas que decoran el cielo. Tengo muchos recuerdos, de las mujeres que fui a lo largo de estos años: la niña que trepaba los árboles, la adolescente que desafiaba las órdenes,


Mahra Ramos

la joven embrutecida por el alcohol, emborrachada de vida, la mujer que abrazaba a sus hijos, la mujer frustrada que llor贸, la mujer org谩smica, la abuela que ahora soy. Las oportunidades son una mentada de madre.

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Casa

de

Munecas

Gestacion

40

Permanezco abrazada a la espera, interminable conjugación de tiempos. Tengo el vientre abultado, y a veces pareciera, una culebra que perfora el intestino. Hay días en que Balam araña por dentro, siento entonces un dolor intenso. Acaricio su hogar, que es, mi cuerpo. Él se acomoda entre mis costillas, dormita, se mueve, juega. Ruge, como un jaguar, como su nombre que oculta la fragilidad. Balam, un día, Balam una semana Balam meses. Sueño conocer su cara, mojada de placenta, escuchar su llanto de alegría, sus primeras palabras. Estoy inundada de esperanza, de una nueva vida, la maravilla de llevar dentro de mí, dos corazones, dos almas.


Casa de muñecas

de Mahra Ramos El cuidado de la edición estuvo a cargo de Jesús Rito


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