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cualquiera que tenga una deuda se precipitará al magistrado para exigirla, y también todos los canallas y los envidiosos que no tengan ninguna, que aprovecharán a su vez la ocasión para pelar el Prete Rosso en su ausencia. Y, ¿adónde vendrán a sacar dinero? Aquí arriba, a su casa, y acá, a la vuestra. Refirió Borello, alguacil del Tribunal, que el 24 de mayo de 1740 acudía al lugar de la habitual vivienda del Reverendo D. Antonio Vivaldi en el barrio de San Salvador en la calle de Favri para citar al susodicho a que se presentara delante del juez a instancia de D. Antonio Chiapolin y que le contestaron los vecinos que no se encontraba en Venecia, si bien el alguacil estuviese allí también los días 25 y 27 y se le contestó como antes, así que el ilustrísimo señor Gerolamo Querini, juez del tribunal, enterándose de la susodicha contestación, mandó que se le citara por parte de uno de los alguaciles del Magistrado por el estridor de los vivos y que este anuncio se diera ‘ad ripas’, a instancia de sus acreedores. “El estridor de los vivos”; esa era la frase que los hería. Los llantos, los anuncios “ad ripas”, es decir en la orilla del canal, a la búsqueda de una persona viva que ha huido o desaparecido. Pero ese lamento no se detiene ahí: desgarra e hiere los vivos, a los que se han quedado o al que tuvo que huir avergonzado. Y resuena siniestro como la inserción artificiosa y absurda de dos versículos de las Sagradas Escrituras: “allí será el llanto y crujir de dientes”;1 “Cristo ha vuelto a la vida para ser el Señor de muertos y vivos”.2 Crujen los dientes de los vivos, eso es lo que se quedaba flotando, confundido y molesto, en las mentes preocupadas de las dos hermanas Vivaldi. –Creo que me voy a morir –jadeó Margarita. –Pero ¿vos no tenéis noticias de Antonio? ¿Os escribió a vos? ¿Va a volver? –insistió Zanetta. –No, no he tenido ni una carta suya desde hace dos meses y no sé lo que estará haciendo en Viena. Se fue con muy poco dinero, sin un contrato seguro, sin un cargo, sin una invitación a la corte. En otoño, me dijo, tendré que componer la ópera: pero mientras tanto ya estamos en junio y me pregunto, ¿cómo puede sobrevivir allí? El Señor le bendiga y le guarde. 1 Lucas, 13:28. 2 San Pablo, Epístola a los Romanos, Rom. 14:7-10.

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