LA FERIA de 1917
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epasando “papeles viejos”, tropecé con los preparativos de la Feria de 1917. Hace un siglo de aquello que se acordaba en el Pleno del Ayuntamiento. No pude evitar hacer una comparación mental de lo que sería aquella fiesta popular y el aparatoso tinglado que se monta ahora.
Aquel era otro mundo, muy distinto del nuestro. Las diferencias aparecían desde el primer momento, comenzando por el espacio de tiempo que se disponía para los preparativos. El acuerdo se adopta a mediados de abril, apenas un mes antes de la celebración. La primera en la frente. Aquella feria, “importante y tradicional”, era, eminentemente ganadera y esa actividad comercial hace décadas que desapareció del campo del Ejido. Los “festejos” se programaban para atraer público “forastero” y hacer el encuentro más atractivo a los tratantes. Se seguía manteniendo lo que ya era una costumbre ancestral. Se levantaba un “pabellón municipal”, ya que todavía no se había levantado la caseta que preside el Parque de San Arcadio. El segundo punto de lo programado es muy llamativo: “reparto de limosna de pan”. Creo que huelga cualquier comentario y habla a las claras de las duras condiciones de vida en esa Osuna del primer cuarto del siglo XX. fuegos artificiales, “cinematógrafo público, conciertos musicales y demás espectáculos que ofrezcan las empresas particula-
FERIA DE OSUNA 2017
El resto de actividades lo componían el alumbrado eléctrico “y a la veneciana”,
Feria Agroganadera de Osuna (1917) 24
res”. El tema de la corrida de toros tenía un tratamiento aparte, aunque en el acuerdo no se pasa de encargar la organización del festejo taurino. A su vez, se negociaba con la Compañía de Ferrocarriles Andaluces una rebaja en los billetes de los trenes ordinarios y la programación de líneas especiales para facilitar el desplazamiento desde los pueblos vecinos que, aunque no se menciona, era importante los días de corrida. Aquel año hubo dos festejos, figurando en el cartel del principal el diestro Francisco Posada, según acredita Jesús Sánchez en su libro Osuna y su Historia Torera. Así se conformaban aquellos tres días de una feria en la que el elemento lúdico iba comiéndole terreno al negocio de la compra y venta de ganados. El coste de este tinglado se intentaba hacerlo descansar sobre los industriales y comerciantes de la localidad, entre los que se abría una suscripción pública. Las cantidades que no se cubriesen con este expediente pedigüeño se cargaban al presupuesto municipal. La cosecha recaudatoria de aquel año no debió ser especialmente abundante y de las arcas municipales tuvieron que salir siete mil doscientas cuarenta y seis pesetas con cincuenta y cinco céntimos, dos mil más de lo invertido el año anterior. Dicho así, sin equiparar los valores monetarios con la actualidad, podría parecer que esos cuarenta y cuatro euros mal contados no suponían