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Ramón F. Martín Gordon

EL YACIMIENTO DEL ILLOT DE NA GALERA (PALMA DE MALLORCA) Y SUS MATERIALES

Ramón F. Martín Gordon U.N.E.D.

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SITUACIÓN GEOGRÁFICA TOPONIMIA Y GEOLOGÍA

El Illot de Na Galera, está situado en la Bahía de Palma, a unos 150 m. de la costa, enfrente de la Playa de Son Caios, también llamada Es Clot d’en Bernadet, justo después del lugar denominado es Carnatge y al inicio de la zona de Can Pastilla. Sus coordenadas geográficas son 39º 32’ 05,07” N. y 2º 42’ 25,14” E.

Tiene una superficie de unos 1.700 m2. También es conocido popularmente como Sa Galera, La Galera o simplemente Galera, ya que así aparece nombrado en los mapas militares más antiguos.

Geológicamente, el asentamiento se sitúa sobre la unidad de eolianitas cuyo origen se remonta al Pleistoceno medio, desarrolladas aproximadamente entre 200.000 y 170.000 BP, en la era glaciar de Riss. Se trata de sedimentos superficiales carbonatados de origen biogénico marino, que afloran discontinuamente a lo largo de la Bahía de Palma, los cuales se formaron como dunas costeras por la acción del viento y fueron litificados posteriormente (Robledo, et alii, 2014).

Fig. nº1. Panorámica Na Galera.

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ANTECEDENTES

Antes del inicio de nuestro proyecto, toda la información que teníamos sobre la existencia de restos arqueológicos en el islote se debía a prospecciones superficiales. Una primera noticia sobre la naturaleza del yacimiento, que fue publicada hace años (Guerrero,1981), comentaba que “en la zona más elevada del islote se podían apreciar los restos de una pequeña construcción, difícil de identificar… y próximo a ella se puede localizar un gran silo excavado en la roca…en los alrededores de la construcción pudimos recoger abundantes fragmentos de cerámica ebusitana, restos de ánforas y algún fragmento de cerámica romana de barniz negro”, destacando “el hallazgo de escorias de hierro sobre el islote, que constituyen…. actividad artesano-metalúrgica realizada in situ”. Al final se informa también del hallazgo, años antes, de un molde de fundición realizado en piedra de arenisca de forma paralelepipédica con diversos vaciados. Pero, a pesar de estos prometedores resultados, parece que los hallazgos no fueron debidamente valorados, pues desde entonces no se realizó ninguna nueva prospección.

Fig. nº 2. Molde de arenisca y clavo.

En nuestra primera visita de inspección, en el año 2011, pudimos apreciar los vestigios de un muro perteneciente a una pequeña construcción. La cerámica que quedaba en superficie eran pequeños trozos amorfos de los diferentes tipos que describe el Dr. Víctor Guerrero y, en una pequeña oquedad, aparecieron escorias de hierro, que fueron identificadas como tales por el Instituto Geológico y Minero de España en Madrid.

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Tras estos años de excavación, iniciados en 2012, y a partir de 2013 en compañía de Jorge Argüello ambos como codirectores, podemos ampliar, de un modo extenso, la información inicial, diferenciando en diferentes periodos la ocupación del islote.

DESCRIPCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS PRINCIPALES DEL YACIMIENTO

El edificio cultual

Edificio central

Es la estructura más antigua, muy posiblemente de principios del siglo III a.C., construida con grandes sillares de arenisca, de 90 o 120 cm -que coinciden con 3 o 4 pies fenicios- y ancho entre 50-65 cm.

Fig. nº3. Muro Este.

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Posiblemente los sillares proceden de una cantera situada al sur del islote. Tiene dos puertas orientadas al E y al W, de un ancho de unos 50 cm, que correspondería aproximadamente a un codo fenicio. Una de ellas, la del W, en un momento situable a finales del III o principios del II a.C., fue tapiada.

En un momento situado aproximadamente en los años de la Iª Guerra Púnica, fue destruido casi todo el muro norte, parte del muro del sur y el oriental, quizás como un acto de represalia, por parte de los enemigos. Dichos muros, así como algunos sillares dañados, fueron reparados con obra de mampostería. La orientación de los muros es N/S y E/W, y el recinto interior mide 5x5 m.

No hemos encontrado restos de incendio en el interior del edificio, por lo que creemos que posiblemente no estaba cubierto. Estamos pendientes de realizar un cálculo volumétrico de la cantera y poder calcular aproximadamente los sillares extraídos y la altura que pudiese tener. Creemos que podría ser de entre 3 y 4 m de altura.

Períbolo

En fechas posteriores, y con mampostería, se construyó el períbolo, que mide 10x10 m, separándose sus muros una distancia de 5 m del edificio central. Por los materiales del derrumbe posterior, sospechamos que tenía poca altura, entre 0,5 y 1 m, aproximadamente. Hemos datado su construcción hacia el 230 a.C., en relación al pozo funerario que describimos infra.

Fig. nº4. Plano Santuario.

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Entre edificio central y períbolo posiblemente existía un cobertizo de ramas, ya que hemos localizado cenizas y carbones de pequeño tamaño, en dos momentos diferentes, además de agujeros de postes. En uno de los laterales aún se mantenía el pavimento original, de cantos rodados, con gran cantidad de material cerámico y donde aparecieron también varias monedas de cobre, datadas entre 225 y 218 a.C. (Campo,1976).

Cisternas

Cisterna nº 1

El silo que mencionaba Víctor Guerrero (vide supra), nosotros lo denominamos Cisterna nº 1. Tiene forma de pera y una profundidad de 3,40 m. Su excavación mostró que, bajo una capa de escombros acumulados, aparecían diferentes estratos con cerámica moderna y medieval. Tras ellos, una nueva capa de unos 70 cm, caracterizada por una gran cantidad de huesos de cormoranes adultos, sin señales de carnicería, en la que, según un recuento del IMEDEA que los tiene en estudio, podrían haber de 1500 a 2000 individuos. Se trata sin duda de una práctica antrópica de posible carácter cultual. En fechas próximas se realizarán análisis de C14, para conocer cuando se inició y finalizó esta práctica. Tras este estrato apareció una gran capa de ceniza, y sobre ella un ánfora ebusitana del tipo PE 25, así como una olla africana singular y, más abajo, unos restos humanos que describimos infra. El último estrato contenía gran cantidad de fragmentos de cerámica, unos 2.500, mayoritariamente fechables en el siglo III a.C., pero que no nos permitieron completar ninguna pieza. Suponemos que, tras las ofrendas en el edificio cultual, los contenedores eran fracturados y los fragmentos, al menos una parte de ellos, arrojado a las cisternas.

Cubriendo las paredes de la cavidad ha aparecido parte del revestimiento hidrófugo, aunque por las evidencias de los días de lluvia, según hemos podido comprobar, podría concentrar un máximo de agua de unos 40 cm. de profundidad. Su uso, pues, sería más bien el de una cisterna ceremonial, igual que las que describimos a continuación.

Cisterna nº 2

Más al norte de la primera, apareció otra cisterna, también con forma de pera y una profundidad de unos 2,5 m. Su contenido había sido muy alterado y removido, mezclándose materiales de diferentes épocas y huesos humanos. Tiene un revestimiento similar al de la cisterna nº1, siendo remarcable el hecho de que en algunos lugares el revoque original fue restaurado con una segunda capa.

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Cisterna nº 3

En la esquina SE, y también en el exterior de la estructura, apareció esta tercera cisterna. Su forma es diferente a las anteriores, ya que es de planta ovalada, y también el revestimiento es diferente, de más calidad, con apariencia de enlucido. Su profundidad es de 3 m. En ella apareció un askos completo y, antes, los restos humanos E11 y E12. Después del askos y hasta el fondo, capas de arena que no contenían ningún tipo de cerámica.

Nuestra interpretación es que esta cisterna se construyó en algún momento próximo a la Segunda Guerra Púnica, y no se llegó a utilizar para los rituales. Una vez que se depositó el askos, se tapó con una capa de piedras y se abandonó.

Pozo Funerario

En 2014 y durante la limpieza de la esquina SW, se constató que la esquina del períbolo había desaparecido en ese lugar, y justo ahí apareció una pequeña fosa circular cubierta de cantos rodados y cerámicas. Al excavarlo, y en contra de la primera suposición de que tenía poca potencia estratigráfica, nos apareció un corte en el afloramiento rocoso de 50x55 cm. Cuando continuamos la excavación encontramos unidades de arena Fig. nº5. Pozo funerario.

suelta con otras de sillares, los cuales parecía que habían sido colocados ex profeso. Al mismo tiempo, a medida que se profundizaba, las paredes del pozo se iban ensanchando, siendo claramente visibles las marcas de la herramienta utilizada para tallar la roca. Al final y tras retirar la UE 73, apareció una jarra Eb69, que se apoyaba en una tierra más obscura y en su interior los restos cremados de una persona, que describimos infra (Martin y Argüello, 2014).

DESCRIPCIÓN DE LOS MATERIALES

Hasta la campaña del 2016 han aparecidos materiales cerámicos que abarcan un periodo de 4.500/4.200 años hasta nuestros días, y cuya tipología y características más importantes desarrollamos a continuación.

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Materiales prehistóricos

Cerámica incisa

Las primeras noticias que se tienen de la aparición de cerámica incisa en Mallorca se remontan a 1915, cuando apareció un fragmento en las cuevas de Santueri (Felanitx). Tuvieron que pasar 36 años hasta que se produjo el segundo descubrimiento, en la cueva de Sa Canova d’Ariany (Amorós, 1952), aunque Enseñat, revisando los materiales de Colominas que se conservan en el Museo Arqueológico de Barcelona, localizó un fragmento que provenía de la cueva Vernissa (Santa Margarida).

La cerámica incisa, hasta ahora, se había localizado en cuevas de enterramiento de la sierra de Tramuntana y de la parte oriental de la isla: Felanitx, Petra, Santa Margarida, donde aparecieron las primeras piezas en cavidades naturales de origen kárstico, y en algún posible asentamiento, generalmente en terrenos llanos.

Durante la campaña de 2015, en la UE 199, y tras la retirada de los restos humanos E8 (vide infra), aparecieron fragmentos de cerámica incisa del grupo A, tanto de la clasificación de Rosselló (1960) como posteriormente de la de Veny (1968). Dicha clasificación incluye una cerámica de paredes relativamente finas, compacta, de color negro pulida o marrón claro, cuyo rasgo definidor es que presenta una decoración con incisiones finas de motivos no muy complicados: banda horizontal y triángulos en punta de sierra. Su cronología se sitúa entre el siglo XXII y el XIX a.C.

Estos fragmentos de Na Galera corresponden, al menos, a dos piezas distintas. Uno de los fragmentos pertenece a un cuenco globular, de labio entrante y perfil cerrado, de 17 cm de diámetro, con una franja reconocible, con decoración de dos bandas con trazos incisos en forma de espina-pez. Los otros fragmentos tienen una decoración similar, aunque su pequeño tamaño no nos permite definir el motivo decorativo, aunque como detalle debemos indicar que su superficie está ligeramente espatulada. Tienen similitud con los fragmentos de Ca na Cotxera, que aparecen en la lámina II, nº 6 (Cantarellas,1972).

Fig. nº6. Cerámica incisa “espina pez”.

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Durante 2016 han aparecido más fragmentos, próximos al lugar donde aparecieron los primeros en 2015, dando un total, hasta la fecha, de 47 ejemplares.

Fig. nº 7. Cerámica incisa.

Cerámica del bronce navetiforme

En tierra firme, pero próximos a Na Galera, y por tanto en su zona de influencia, nos encontramos con los yacimientos de Ca Na Vidriera y Son Sunyer, situados ya en esta facies cultural del bronce navetiforme. El rasgo más significativo de esta nueva etapa cultural es, a diferencia de la etapa anterior, la técnica de construcción ciclópea de las navetas de habitación, que substituyeron a las cabañas circulares calcolíticas, así como también la distribución comunal y la aparición de cercas. El inicio de este periodo parece estar situado entre el s. XVIII a. C. y el XVII a. C.

Durante este periodo aparece un tipo de contenedores cilíndricos de forma toneliforme de gran tamaño (Calvo y Salvá, 1997), que es característico del periodo entre 1350

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y 900 a.C. En Na Galera ha aparecido un fragmento de borde de este tipo de tonel en la UE 168. Las dimensiones de estos recipientes son de 50 a 70 cm de altura, sin cuello y con una boca con un diámetro entre 25 y 35 cm, siendo muy característico en el borde, unas depresiones formadas por dobles muñones, que servían muy posiblemente para fijar las ligaduras de una tapadera de piel. Este tipo de tonel tuvo una función doméstica pero también para el transporte, ya que su forma es apropiada para el almacenaje y transporte en posición vertical en las sentinas de los barcos. (Salva, Calvo y Guerrero, 2002).

Fig. nº8. Borde tonel navetiforme.

Cerámica talayótica

El talayótico es el período que en Mallorca va desde el siglo X al VI a. C. En Na Galera tan sólo hemos localizado unos pocos fragmentos cerámicos pertenecientes a dicho periodo.

Ceramica post-talayótica

Este periodo va del 550 al 123 a. C., dentro de la última fase de la Edad del Hierro.

Durante la excavación de 2015, han aparecido 551 fragmentos de cerámica, que vienen asociados a un consumo mayoritario de ovicápridos.

Según Mayoral (1983), el incremento demográfico junto con nuevas necesidades a causa del intercambio, produjo un mayor incremento de la producción de contenedores y un descenso en su calidad en comparación con el periodo Talayótico. Esta merma en la calidad de la manufactura cerámica puede apreciarse en la preparación de las pastas, en general de baja calidad y utilizando desgrasante vegetal y calcita, también en sus acabados y en las cocciones, con poca complicación técnica y una gran estandarización, aunque con una gran facilidad de fragmentación. Se trata, pues, de una cerámica realizada a mano, a menudo intentando imitar las piezas de importación realizadas a torno. Todos pertenecen a ollas globulares, algunas con mamelones y asas.

En Na Galera nos apareció un vasito troncocónico que es frecuentísimo en todo tipo de yacimientos, tanto de hábitat como de enterramiento.

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Materiales de la ocupación púnico-ebusitana

Cerámica griega

Aún en estudio, han aparecido dos fragmentos, uno de una jarrita con asa y otro, el año pasado, de una jarra, localizado en el pozo funerario, pero que ha sido identificada este año durante una revisión de los materiales.

Cerámica gris monocroma

Próximo a los restos humanos del E10 (vide infra), apareció una jarrita de cerámica gris bitroncocónica, sin asa, con un mamelón en el borde, completa, que ha permitido que la hayamos podido identificar. Aparte de esta pieza han aparecido más fragmentos que están en estudio.

El estudio de la cerámica gris se inició en los años cincuenta, primero considerándola como cerámica de importación -ya que sólo se encontraba en el NE de la zona costera catalana y en SE de Francia-. Luego, a medida que continuaban las excavaciones, se fue conociendo una mayor dispersión por la costa de Levante y Andalucía. Así, se fueron diferenciando varias producciones, desde la más antigua a finales s. VIII a. C. hasta el s. I a. C., distinguiendo la de importación y la indígena, con sus diferentes tipologías.

La cerámica gris monocroma empieza a aparecer en el s V a. C. en los oppida prerromanos como imitación de los vasos de procedencia jonia, traídos por los focenses a Occidente, tras la caída de Focea, en el 548 a. C. Aunque aparecen en contextos de uso doméstico, su uso mayoritario es en contextos religiosos, tanto en necrópolis como en santuarios y quizás su función fuese para beber o bien para verter el agua u otro liquido en libación con carácter ritual.

Ya en época más avanzada, a finales del siglo III y durante el II a.C., aparecen las jarritas con un asa. (Aranegui,1975). En Mallorca, este tipo de jarritas aparece en Son Oms, Gotmar (Pollensa), Capocorb Vell, Els Antigors, Son Vaquer y en el Pecio B de Cabrera.

Cerámica ebusitana siglo III a.C.

Es la más abundante localizada en esta excavación, superando en una gran proporción las formas pertenecientes a jarras y cuencos en comparación con las anfóricas. Calculando el MNI basándonos en los bordes, las ánforas son sólo el 7,6% del total. Las formas encontradas están suficientemente representadas gráficamente, destacando un pequeño cuenco con una roseta de ocho pétalos que se sitúa cronológicamente en el último tercio del s. III y algunos bordes de PE 16, que es el ánfora característica de la Segunda

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Guerra Púnica. Muchos fragmentos de bordes de cuencos tienen difícil cronología ya que aparecen entre finales del siglo III y principios del II a.C. Destacan las jarras Eb 69 y las Eb23b. En la cisterna 1 se localizaron en el último nivel de la UE165 una gran cantidad de fragmentos, unos 2.500, que aún están en estudio y pendientes de remontaje, habiendo remontado tan sólo unas pocas piezas, incompletas, de gran calidad del último tercio de siglo III a.C. También es destacable el askos, completo, que apareció depositado como ofrenda en la cisterna nº 3.

Fig. nº9. Askos restaurado.

Estos hallazgos, aparte de la interpretación sobre su uso, muestran un gran auge en la producción ebusitana de la última mitad el siglo III a.C. y más concretamente en el último tercio de dicho siglo.

Cerámica ebusitana siglo II a.C.

Durante todas las campañas han ido apareciendo algunos bordes de PE 17, que es la sucesora de la PE16, con el labio más alargado. Su cronología está entre 200/190 al 120 a. C.

En la cisterna nº 2, y también en la cisterna 1, aparece el ánfora PE 24, imitación de la greco-itálica, característica de la primera mitad del siglo II a. C., aunque a partir de esta ánfora se produce un vacío en la secuencia productiva de la clase 2 ebusitana que dura prácticamente todo el siglo I a. C., no apareciendo ninguna imitación de la Dressel 1.

Están en estudio algunos platos o formas abiertas localizadas en la cisterna nº 2, que podrían ser o bien de finales del s. III o de principios del II a.C.

En la UE 26, apareció un pivote de una PE 18, que es sucesora de la PE 17 y que tuvo una importante proyección comercial exterior. Su cronología se sitúa entre el 120/100 a.C. hasta el 50/75 d.C., aunque el ejemplar de Na Galera muy posiblemente pertenezca a los primeros momentos de su aparición.

Al principio del 2012, y casi superficialmente, apareció una carita modelada a mano, que pertenece a un guttus.

Fig. nº10. Carita guttus.

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Cerámica itálica siglo II a.C.

En el yacimiento de Na Galera han aparecido algunos fragmentos de cerámica itálica o greco itálica.

También han aparecido los fragmentos de un cuenco de Cales, del siglo III a.C, con decoración de rosácea.

Materiales de las ocupaciones posteriores

Cerámica ebusitana siglo I d. C.

En la UE 66 de la cisterna nº 1, y junto con la ollita africana que describimos infra, apareció un ánfora ebusitana del tipo PE 25 que, posiblemente, se podrá restaurar completamente.

Las PE 25 aparecen antes de la mitad del siglo I d. C., y sustituyen a las PE 26. Imitan formas de las ánforas hispánicas tarraconenses, en concreto la Dressel 2/4. Aparecen en gran cantidad en las Baleares, por motivo del comercio de esa época, como es el caso del pecio de Colonia de Sant Jordi II, con más de 100 individuos. Con referencia a su contenido, además de su uso para transportar vino como los Dressel 2/4, se plantea la posibilidad de que también transportasen aceite, por la importancia que tuvo su elaboración en la economía ebusitana.

Cerámica africana siglo I d. C.

Tras la gran extracción de huesos de aves localizados en la cisterna n.1, en la UE 66 apareció, junto a la PE 25 ya mencionada, una olla africana completa.

En las excavaciones realizadas en el anfiteatro romano de Cartagena apareció cerámica de cocina, la más frecuente las ollas para el fuego o brasas, con borde exvasado y amplio escalón para apoyar la tapadera. Son la forma Hayes 194, también imitada en Ibiza (Gómez y Gurrea, 1985). La pasta es de color rojo ladrillo y superficie gris ceniza en el exterior.

La olla localizada por nosotros supone una tipología nueva según el profesor Ferrán Arasa, del departamento de Arqueología de la Universidad de Valencia.

Cerámica medieval

En las primeras UUEE de la cisterna nº 2 aparecieron varios fragmentos de cerámica bajomedieval: En la UE 186, varios fragmentos de cerámica Pisana y en la UE 187

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cerámica verde manganeso de Paterna, el mayor centro alfarero valenciano del siglo XIV. Entre las formas de esta cerámica común aparecen las escudillas, decoradas en el borde y en el centro, con la presencia de elementos vegetales o animales.

La cerámica común catalana, vidriada en verde manganeso y de producción local, aparece ya en contextos del s. XIII, en el Convento de Sta. Caterina, lo que retrae su cronología, aunque mayoritariamente aparece en los s. XIV y XV.

RESTOS HUMANOS

Por su importancia, reseñamos brevemente los restos humanos, hasta ahora localizados en número de 12 individuos, y que abarcan un periodo desde el siglo III a.C. al I a.C.-I d.C. Han sido numerados del 1 al 12 según su orden de aparición.

En 2012, apareció junto a la puerta (tapiada) Oeste, el E1, cuya datación es 80-50 a.C. (cal. 84,9%). Lo característico del mismo es que, más que un enterramiento, fue un ocultamiento, ya que el esqueleto estaba situado boca abajo, con las manos y los pies aparentemente atados, tal y como lo sugiere su posición. Cruzando la zona del abdomen, apareció el aguijón de una raya de unos 30 cm de longitud, y aunque su presencia sugiere que la causa de su muerte podría ser una herida letal producida por la incisión de dicho aguijón, es imposible poder afirmarlo con rotundidad.

Fig. nº11. Situación aguijón raya. Fig. nº12. E1.

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En 2014, apareció el pozo funerario (vide supra), que estaría cubierto por el períbolo de la esquina SW, por lo que éste había de ser posterior. La profundidad de este pozo es de 1,70 m, y su anchura se va ampliando hasta el fondo, llegando a un metro de ancho. En su interior se recuperó la jarra Eb 69, fragmentada pero completa, y en el interior de ésta los restos óseos cremados de un varón, el E2. A pesar de la datación de C14, que nos da un periodo amplio, hemos preferido más datarlo por la cronología de la jarra, situada hacia 250-240 a.C. También han aparecido restos de una jarra Eb 23 incompleta, próximos a la Eb 69, posiblemente utilizada en el ritual del enterramiento.

En la excavación de la Cisterna nº 1, aparecieron los restos del esqueleto de una mujer, E3, en mal estado de conservación, que aparentemente había sido arrojada a la misma.

En la excavación de la Cisterna nº 2, cuyos estratos estaban removidos, aparecieron los restos humanos de 4 personas: 2 adultos, una joven y un niño.

En el área NE, aparecieron restos de dos personas: de una de ellas sólo los pies, y de la otra parte de las extremidades inferiores.

A finales de 2015, al retirar los restos del baluarte baleárico, situado en el NW del edificio púnico, apareció completo el esqueleto de un adulto, E10, en el interior de una sepultura de cista, aunque en caso de haber existido ajuar, éste desapareció al construir dicho baluarte.

Fig. nº13. Enterramiento en cista.

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En julio del 2016, en la esquina SE, apareció la cisterna nº 3, y en su interior, a unos 2 metros de profundidad, aparecieron los últimos restos humanos descubiertos hasta ahora, que pertenecían a una mujer joven que posiblemente, por su posición, había sido arrojada al interior. Debajo de su abdomen estaban los restos de un feto de 41 semanas. Son los denominados E11 y E12.

Fig. n.14. Esqueletos E11 y E 12.

Excepto el E1, E2 y E10, todos los demás, 9 en total, dan una cronología de C14 entre fines y principios de la Era. Nuestra hipótesis es que podrían ser, o bien resultado de la masacre de una misma familia, o tal vez sacrificios humanos. Si pudiésemos realizar análisis de ADN, podríamos comprobar nuestra hipótesis.

CONCLUSIÓN

Al principio de la campaña, nos planteábamos la hipótesis de que el islote de Na Galera, al igual que el de Na Guardis, hubiese sido un lugar de intercambio con los indígenas y, a la vez, una pequeña factoría metalúrgica, por los restos de escorias ferrosas. No obstante, a finales del mismo año de inicio de nuestras investigaciones, 2012, y ante la importancia de los muros y los materiales que íbamos hallando, cambió nuestra óptica

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del yacimiento y nos dimos cuenta de que se trataba de un edificio singular. Para interpretar qué tipo de edificio es, no sólo nos basamos en lo que ha ido apareciendo a lo largo de los años, sino además en lo que no aparece: hogares, lucernas, metales de uso, etc. Todo ello nos permite interpretar que este lugar, en época púnica, no fue un lugar de hábitat, sino un lugar donde se desarrolló un uso ritual por parte de los navegantes ebusitanos. Sin embargo, desconocemos cual era la divinidad tutelar que pudiera favorecer una buena navegación, o suerte en sus transacciones comerciales. En cualquier caso, consideramos que podemos plantear la hipótesis de que se trata de un santuario púnico-ebusitano.

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