Dagfrid a pelo (Dagfrid #4)

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LIVIER TALLEC

-DAUDÉ · O AGNÈS MATHIEU

D I R F DAG A PELO


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Dagfrid: dos sílabas que se parecen más a un estornudo que a un nombre. Hay que decir que soy una niña vikinga, y los vikingos viven donde hace frío. Mucho frío. Nos gustan los lugares donde hace viento, el mar está embravecido y cae una lluvia glacial. Esos lugares se llaman islas. A veces tienen un poco de hierba por encima y, como mucho, algunos árboles de adorno. Desde esas islas nos hacemos a la mar

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embravecida para ir a descubrir otras islas donde hace un tiempo aún peor que en la que vivimos nosotros. Así fue como un grupito de vikingos consiguió asentarse en Groenlandia. Groenlandia es una isla grande, pero está mucho más lejos y, sobre todo, allí hace mucho más frío que en la nuestra. Si papá se hubiera ido con ellos, yo habría nacido en Groenlandia... Pero no, de nuestra familia solo se fue Erik. Erik es mi tío, pero también es mi primo. Bueno, no son la misma persona, claro. A mi tío Erik lo llaman «Erik, hijo de Erik», porque su padre ya se llamaba Erik. El padre de Erik es también el padre de papá, pero papá

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no podía llamarse Erik porque mi tío ya se llamaba así. A mi primo Erik lo llaman «Erik, hijo de Erik», porque su padre también se llama Erik, ya que es mi tío Erik. Bueno, en realidad es un lío, pero es algo habitual entre los vikingos. Mi abuela Elsa, que es la madre de papá y de Erik, dice que Erik se fue a Groenlandia porque tiene talento para la navegación. Papá dice que Erik se fue sobre todo para estar lo más lejos posible de su familia. Si eso que dice es verdad, es una tontería, porque allí formó otra familia, y bien grande: mi primo Erik tiene tres hermanas, que son mis primas. Menos mal que no se llaman

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también Erik, porque eso ya sería pasarse. Y menos mal también que no se llaman Ragnfrid, como su madre, sino Hella, Helda y Helga. Ragnfrid es el único nombre vikingo aún más horroroso que Dagfrid. Erik conoció a su mujer, Ragnfrid, allí en Groenlandia. Nosotros nunca hemos conocido a nadie, porque papá jamás ha querido que fuéramos a Groenlandia. Hay que decir que él no tiene ningún talento para la navegación. A menos que tener talento para la navegación sea pasarse toda la travesía mareado y tirado en la cubierta del barco, pero no lo creo. Por eso, cuando papá me dijo una mañana que mi prima Helda iba a casarse y

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que estábamos todos invitados a la fiesta en Groenlandia, grité de alegría. Primero, porque iba a conocer a mis primos; y segundo, porque a los vikingos se nos dan mucho mejor las fiestas que los nombres. Tuve cuidado de no aplastar a Freki al levantarme —es el caracol que tengo de mascota, y que aún estaba durmiendo en su cesta— y fui corriendo a ver a Odalrik, que es mi hermano, pero como mascota no es gran cosa y no duerme en una cesta, sino en su cama. Odalrik ya se había levantado y parecía mucho menos emocionado que yo. Bueno, tengo que decir que no es fácil emocionarse cuando mamá

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te está trenzando el pelo. Se te hace superlargo y, sinceramente, el resultado no justifica tanto sufrimiento. Yo estoy acostumbrada, pero Odalrik no. Así peinado, tenía una pinta rarísima. Por una vez se le veían los ojos, y parecía a punto de echarse a llorar. Mamá le dio una palmadita en el hombro, como hace conmigo cuando me dice que me termine la sopa de pescado, aunque no sé qué odio más, si la sopa o el pescado.


—¡Odalrik, hijo mío! ¡Para una boda hay que ponerse guapo! Odalrik no decía nada, solo se miraba los pies. Quizá era la primera vez que los veía, ahora que el pelo no le tapaba los ojos. Mamá se volvió hacia mí. —¡Mi langostita querida! Tú también vas a estar preciosa. ¡Espera a ver el vestido que te estoy haciendo! —¿Un vestido? Que no sea muy largo, ¿eh? —¡Lo justo y necesario! Y joyas, claro. Voy a preguntarle a mamá si puede prestarnos algo... Y voy a tejeros unos abrigos a juego, no quiero que pilléis frío en Groenlandia. Cuando mamá dice «mamá», no se refiere a sí misma, claro, sino a la

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abuela Edda. Es su madre, y con ella la cosa no es tan complicada como con los Erik. Pero no veo qué relación hay entre la abuela Edda y las joyas que voy a tener que llevar para la boda. Para empezar, mi abuela tiene por lo menos cien mil años. Además, nunca la he visto con una joya, a menos que la sartén de freír el pescado cuente como una joya, pero me extrañaría. Tampoco he oído nunca que un vikingo haya pillado frío. Lo único que Odalrik ha pillado en su vida son piojos. Con las trenzas que le ha hecho mamá, ya no hay mucho peligro: ningún piojo se atrevería a meterse en algo tan complicado. Lo único que he pillado yo ha sido un caracol.

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¡Por Odín! ¡Me olvidaba de mi querido Freki! ¿Qué habría pensado mamá para él? ¿Iba a pintarle el caparazón? ¿Iba a trenzarle las antenas? Una vez peinado, Odalrik fue a tumbarse en su barco para practicar la navegación hasta Groenlandia. Siempre navega tumbado, le basta con mover un poco las manos en el agua para hacer avanzar el barco. También hay que decir que su barco es muy pequeño, porque a mamá le da miedo que Odalrik se ahogue. De todos modos, se pasa la mayor parte de su vida tumbado. Mamá dice que es «la adolescencia», pero lo que pasa es que ella le prohíbe hacer casi todo lo demás para evitar que se haga daño.

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Mamá estaba rebuscando en una enorme cesta llena de tela. Tela de color malva. El malva es el color del cielo al atardecer, cuando el sol se ha puesto del todo y hay que irse a la cama. Un horror. Toda esa tela debía de ser para coser una vela especial para la boda, porque nuestro barco ya tiene una vela de viaje de rayas rojas y blancas, como todos los barcos. Intenté ser positiva para animar a mamá, porque no me apetecía que me pidiese ayuda.


D I R F G DA

A los vikingos no nos da miedo el mar embravecido. Bueno, normalmente... Entre que mi padre se marea en barco y que a mi hermano nunca le dejan hacer nada, mi familia no viaja mucho. Por suerte, mi tío Erik se fue a vivir a Groenlandia. Cuando me enteré de que mi prima Helda se casaba, grité de alegría. Una boda vikinga no es poca cosa, pero es que si encima le añadimos un viaje vikingo... o, Yo, el pescad . to or no lo sop

ISBN: 978-84-19401-25-0

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