"Aprieta los dientes hundido en el asiento del colectivo, como si esa tensión en algo acelerara los tiempos propios del tráfico, del chofer, de los semáforos. Endereza la espalda contra el asiento para buscar algo de relajación, pero igual: la mandíbula trabada, los puños apretados; todo en función de una urgencia que no depende en nada de su voluntad. Desafiar el tiempo lo hace sentirse menos culpable por la tardanza.
Siempre le produjo odio la espera, y tanto más ser él mismo el responsable de causarla. Y para colmo la lluvia. Pobre Valeria".