los vascos en el Arte

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11 del Teatro Colón, la Galería Jardín, el Edificio Somisa, la torre de oficinas de IBM, el edificio de American Express, la sede de la Bolsa de Comercio, el Sanatorio Güemes, la Fundación Campomar, la entrada y la salida del Túnel Subfluvial Hernandarias... Desde su temprana juventud, Mario Roberto Álvarez adhirió al pensamiento «racionalista» de la arquitectura moderna. O, más precisamente, fue, dentro de su generación, uno de sus verdaderos creadores y continuadores. Sus obras, fruto de una meditada reflexión y de una profunda convicción, son cuidadosas y prolijas verificaciones de un ideario claro y expreso: «hacer obras perdurables; no ser los arquitectos de moda», tal como lo sintetizara en un reportaje publicado en 1979 por el diario La Nación. Ese mismo año, la Academia Nacional de Bellas Artes lo incorporó como miembro de número; tres años antes, el Ame-

rican Institute of Architects lo había nombrado Honorary Fellow. En la historia de la arquitectura argentina del siglo XX, pocos profesionales han llegado a logros comparables a los de Mario Roberto Álvarez y ninguno como él, ha sido autor y testigo del desarrollo del pensamiento moderno entre 1936 y la actualidad. Su nombre goza merecidamente de un prestigio que lo ubica entre los mas grandes arquitectos de la historia argentina y entre los pocos cuya obra adquiere una significación destacable en el contexto universal.

Alfredo Casares, profesor, académico, maestro. En noviembre de 1992, la restaurada «Sala de Representantes» de la Manzana de las Luces, vieja Aula Magna de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, fue


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