

RÍOS, ESTUARIOS Y DELTAS DEL MUNDO Y SUS ECOSISTEMAS
Best
Carol Wilson
MISISIPI
RÍOS, ESTUARIOS Y DELTAS DEL MUNDO
Y SUS ECOSISTEMAS
RÍOS, ESTUARIOS Y DELTAS DEL MUNDO Y SUS ECOSISTEMAS
Jim Best
Stephen Darby
Luciana Esteves
Carol Wilson
UN ATLAS DESDE EL AMAZONAS Y EL MEKONG HASTA EL EBRO Y EL MISISIPI

Supresión de presas
La restauración del río
Elwha, en el estado de Washington, es el mayor proyecto de eliminación de presas de la historia de Estados Unidos. Entre septiembre de 2011 y agosto de 2014 se retiró la presa del cañón de Glines. Era la superior de las dos del proyecto; la de Elwha, aguas abajo, se desmanteló en marzo de 2012.

BARRERAS HECHAS POR EL SER HUMANO

Las presas, como las del río Columbia, en Estados Unidos, pueden fragmentar las redes fluviales e interrumpir la migración de especies como el salmón.
Migración aguas arriba
Presa
Accesible para el salmón
Bloqueado por presas

Históricamente inaccesible 0 200 km







Tras un largo viaje río arriba a través de una red fluvial, la hembra de salmón rojo (Oncorhynchus nerka) usa la cola para excavar una fosa en el lecho de un río de Alaska para desovar.


Estuarios dominados por el oleaje
Los estuarios formados por barras son predominantemente arenosos cerca del conducto de entrada, donde las olas y las derivas litorales son las principales fuerzas hidrodinámicas en juego y donde el flujo de agua dulce y las corrientes mareales tienden a ser limitados. Este es el caso del estuario de Little River, Maine.
Estuarios formados por barras
Estos se producen cuando las corrientes generadas por las olas crean un depósito alargado de arena o grava en la desembocadura de un río (o laguna o bahía que reciban aportes de agua dulce), restringiendo la conexión con el mar. Estas corrientes, conocidas como «derivas litorales», se forman cuando las olas alcanzan la costa en ángulo, obligando a que el agua se mueva en paralelo a ella. El depósito alargado (conocido de forma genérica como «barra de arena») suele estar alineado con la dirección de la corriente. Los estuarios formados por barras se dan en costas con oleajes de una energía relativamente elevada, común en el este de Sudáfrica, Brasil, Australia, el sur y el este de Estados Unidos y ciertas partes de Europa. Allí donde la energía de las olas y el aporte de agua dulce varían de forma estacional, la barra de arena suele estar conectada a tierra (y entonces se denomina «cordón litoral»); existen ejemplos de estos en las costas orientales de Sudáfrica y Australia. En otros lugares, está formado por una o varias barras de arena no conectadas a tierra (conocidas como «islas barrera»), como las que se ven a lo largo de la costa de Texas y el litoral oriental de Estados Unidos. Las islas barrera se forman a lo largo de las costas donde el nivel relativo del mar lleva miles de años subiendo.
También pueden crecer a lo largo de la entrada del estuario creando una playa de barrera que corte la conexión con el mar. Estos se forman cuando las olas y la deriva litoral llevan muchos más sedimentos de los que pueden retirar el flujo estuarino o las mareas. La entrada puede reabrirse de forma natural tras fuertes lluvias o tormentas de consideración. Hay veces en las que las playas de barrera pueden durar largos períodos, sobre todo durante los meses secos en zonas tropicales y subtropicales, cuando el flujo de agua dulce es muy débil. Esta combinación de factores es común a lo largo de la costa oriental de Sudáfrica. Pueden darse problemas con la calidad del agua cuando se corta la conexión con el mar durante períodos prolongados. Se puede crear un conducto de entrada artificial para restablecer el flujo mareal hacia el estuario y, así, mejorar la calidad del agua. Por otro lado, las barreras pueden desaparecer por completo en caso de lluvias extremas o marejadas ciclónicas, creando otros problemas, como el riesgo de inundaciones.
Estuarios de llanuras costeras
También llamados «rías», estos estuarios son valles fluviales anegados que se forman cuando el aumento del nivel del mar hace que se inunde. Son muy habituales en la actualidad, ya que el nivel del mar ha ido subiendo a lo largo de muchas costas de todo el mundo desde el último máximo glacial. En aquel entonces (hace unos 18 000 años), la capa de hielo tenía su máxima extensión y el nivel del mar era más de 120 metros inferior al actual, ya que hubo grandes volúmenes de agua que quedaron atrapados en los glaciares. Las costas se desplazaron cientos de kilómetros hacia el mar, haciendo que mares antes someros (la plataforma continental) se transformaran en llanuras costeras. Los valles fluviales se expandieron en estas llanuras y se adaptaron a los cambios del nivel de base (véase página 58).
Los glaciares retrocedieron cuando las temperaturas empezaron a aumentar, lo que hizo que llegara al mar el agua que hasta entonces había sido hielo. El nivel del mar subió a gran velocidad durante miles de años, pero se redujo al ritmo actual hace unos 2000-5000 años. Actualmente, los valles se siguen llenando de agua de mar y forman rías.
Rías
Aunque los estuarios de llanuras costeras presentan diversas formas, suelen parecerse a un embudo que se estrecha por el extremo del río y se ensancha hacia el mar, como es el caso de de la desembocadura del río Avon en Devon, Reino Unido.


Bajo el agua
Los manatíes permanecen bajo el agua la mayor parte del tiempo y solo se les ven los orificios nasales cuando salen a la superficie a respirar, en torno a cada cuarto de hora. Cerca de los manatíes suele haber peces pequeños que se alimentan de las algas adheridas a estos mamíferos.
A excepción del manatí amazónico, las vacas marinas dependen en gran medida de los estuarios para refugiarse, alimentarse y acceder al agua dulce. Se sustentan sobre todo de pastos marinos y, en menor medida, de algas y mangles. De vez en cuando, necesitan ingerir agua dulce para regular la concentración de sal en su organismo, para lo cual beben o comen vegetación con un alto contenido en agua. Durante las estaciones secas locales, cuando se reduce el aporte de agua dulce a los estuarios y las salinidades son más altas, los manatíes lo remontan para alimentarse de plantas de agua dulce. Durante las estaciones húmedas, cuando las salinidades se diluyen por el aumento del caudal de los ríos y las precipitaciones, se quedan en el estuario inferior y en las aguas costeras.
En peligro
Las poblaciones de manatíes y dugongos han ido disminuyendo debido a diversas presiones humanas, desde la caza y las heridas causadas por embarcaciones hasta la degradación ambiental y la pérdida de hábitats de praderas marinas. El dugongo y el manatí amazónico figuran como vulnerables en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En 2019, se estimó que el grupo diferenciado de dugongos (subpoblación de las islas Nanséi) que vive a lo largo de la costa de Okinawa, Japón, estaba formado por menos de diez individuos, por lo que pasó a considerarse en peligro crítico. Ambas subespecies del manatí antillano pasaron a estar en peligro en 2008, ya que se calculó que sus poblaciones incluían menos de 2500 individuos maduros y que era probable que se redujeran un 20 por ciento en los siguientes cuarenta años. Hoy se llevan a cabo esfuerzos de conservación, y la población del manatí de Florida (Trichechus manatus latirostris, véase página 211), subespecie del manatí antillano, se está recuperando, aunque con grandes fluctuaciones.
Salvar al manatí de Florida
Cuando llega el verano, los manatíes de Florida se dispersan por las costas de Estados Unidos entre Texas y Massachusetts. Como son sensibles a temperaturas inferiores a los 20 °C, buscan las aguas más cálidas de Florida en invierno y se congregan en torno a los desagües de centrales eléctricas y a manantiales termales. Los períodos prolongados de frío pueden provocar inanición y ser letales, ya que pueden agotar los pastos de una zona cuando no pueden buscar forraje más lejos. Las olas de frío, la pérdida de praderas marinas y el envenenamiento por proliferaciones de algas nocivas han incrementado la mortalidad de estos animales. Como muestra de la precariedad de estas poblaciones, en 2021 se alcanzó un récord de 1100 muertes y, en los primeros meses de 2022, se llevó a cabo un esfuerzo intenso para alimentar a los hambrientos animales con lechuga.
El río Crystal, que desemboca en el golfo de México por el noroeste de Florida, tiene un estuario de llanura costera con características naturales y culturales singulares. Sus manantiales suministran un flujo constante de agua dulce a 22 °C, con lo que conforman un refugio invernal seguro para cientos de manatíes de Florida. En Estados Unidos, estos están protegidos por ley y se crean refugios para la conservación de especies protegidas. El Crystal River National Wildlife Refuge, el único refugio estadounidense de este tipo centrado en la protección del manatí de Florida, se creó en 1983 para salvaguardar las zonas que rodean los manantiales de la bahía de Kings. De noviembre
a marzo, cuando su número está en su punto álgido, las zonas designadas como santuarios se cierran al público.
El Florida Park Service calcula que alrededor del 75 por ciento de la pesca recreativa y comercial del estado se da en el estuario del río Crystal, donde tanto los manglares como las marismas salinas actúan como zonas de cría y proporcionan refugio. Aunque las marismas salinas suelen darse en zonas templadas y los manglares en zonas más cálidas, el clima subtropical y la mezcla de aguas dulces de manantiales con agua marina del golfo de México favorecen el desarrollo de ambos sistemas. Además, parte de esta zona está considerada hito nacional y se creó un parque arqueológico estatal para proteger las pruebas arqueológicas de que en la zona ha vivido gente durante casi 2000 años (es una de las ocupaciones humanas continuas más prolongadas de Florida). El inicio de los asentamientos humanos coincidió con el desarrollo de los humedales costeros, lugares con abundantes alimentos.

Visitantes
El Crystal River National Wildlife Refuge recibe más de 400 000 visitas al año. De abril a octubre, es posible bucear, nadar o hacer piragüismo para acercarse a los manatíes.

Contaminación
Los estuarios reciben agua y sedimentos, así como los contaminantes que puedan transportar. Algunos de estos llegan por la escorrentía de la tierra en las cuencas fluviales, mientras que otros se vierten de forma intencional en los cursos de agua o son el resultado de vertidos accidentales. Algunas plantas y animales, como las ostras, los mejillones y las almejas, actúan como filtros naturales y ayudan a limpiar el agua, pero al hacerlo pueden acumularlos en sus tejidos.

Desastre de lodo tóxico
El 5 de noviembre de 2015, un fallo en una presa de relaves liberó 63 millones de m³ de lodo tóxico en la cuenca del río
Doce, generando la peor catástrofe medioambiental de la historia en Brasil, conocida como «el desastre de Mariana». Los residuos de la extracción de mineral de hierro contenían altas concentraciones de mercurio, plomo, arsénico, cobre, zinc, cadmio y manganeso. Estos metales pesados contaminantes se unen mediante intercambio iónico a los minerales de arcilla, el sedimento más fino del lodo, recorriendo largas distancias suspendidos en el agua y asentarse donde lo haga dicho lodo. De este modo, pueden entrar en la dieta de los animales que se alimenten de sedimentos contaminados, y la excavación de madrigueras y la descomposición de la materia orgánica pueden liberar metales en la columna de agua, que consumirán otros organismos.
A su paso, el lodo tóxico que arrastró el río Doce sepultó pueblos, causó 19 víctimas mortales, afectó el abastecimiento de agua de más de 700 000 personas y mató a catorce toneladas de peces y otra macrofauna. Las barreras flotantes no contuvieron el lodo

contaminado, que llegó al estuario del río Doce, en el estado de Espírito Santo, y al océano Atlántico, desde donde se extendió hacia el norte hasta la costa de Bahía, el tercer estado afectado por esta catástrofe. La concentración de metales en los peces hizo que no fueran aptos para el consumo humano durante dos años, y al cabo de cuatro los niveles de contaminación en los sedimentos estuarinos seguían planteando un elevado riesgo de causar efectos adversos en la biota.
La presa de Mariana era copropiedad de la empresa brasileña Vale y la angloaustraliana BHP Billiton. Antes de la catástrofe, ya había dado problemas en dos ocasiones, pero no se puso en marcha ningún plan para prevenirlos ni reaccionar ante ellos. Cuatro años después, otra presa propiedad de Vale se derrumbó a 120 km de Mariana: se vertieron 12 millones de m³ de sedimentos contaminados y acabó con la vida de 270 personas. La mala gestión y el fracaso de las medidas reguladoras contribuyen a hacer de estas un desastre en potencia. Por desgracia, este problema no es exclusivo de Brasil, y el 75 por ciento de las catástrofes medioambientales globales relacionadas con la minería se deben a la rotura de las presas.
Tóxico
Las actividades terrestres realizadas lejos de la costa pueden contaminar los estuarios y las aguas costeras. El lodo tóxico que, a causa del colapso de la presa de relaves del río Doce, se vertió en 2015 en Minas Gerais, Brasil, fluyó río abajo y cruzó la frontera estatal hacia Espírito Santo. A los diecisiete días, alcanzó el estuario y las aguas costeras, con lo que contaminó el suelo y el agua a lo largo de 650 km de la cuenca fluvial.
1 Río Doce
2 Penacho de sedimentos contaminado
3 Océano Atlántico
0 5 km

Los contaminantes en los cuerpos de animales que se alimentan por filtración pasan a los depredadores que se alimenten de ellos, con lo que aumentará su concentración en la cadena alimentaria, la «bioacumulación». Algunas toxinas como el mercurio y el pesticida DDT pueden causar enfermedades graves y mortalidad entre los animales situados en la parte superior de la cadena alimentaria, como peces, aves, nutrias, y también a las personas. El envenenamiento por mercurio provoca graves problemas neurológicos permanentes que pueden llevar a la parálisis y la muerte. Este síndrome dio en conocerse como «enfermedad de Minamata» a raíz del desastre medioambiental ocurrido en la ciudad japonesa homónima. En 1956, miles de personas, gatos y perros tuvieron graves síntomas neurológicos provocados por el envenenamiento. El mercurio se vertió en las aguas de la bahía a través de las aguas residuales de una fábrica de productos químicos y se acumuló en el sedimento lodoso, con lo que entró en la cadena alimentaria a través del consumo contaminado.
Eutrofización
La eutrofización (véase capítulo 1) es uno de los problemas más extendidos de cuantos afectan a los estuarios urbanos y rurales de todo el mundo. El nitrógeno y el fósforo, nutrientes habituales de los abonos, se encuentran en abundancia en la escorrentía de las tierras agrícolas sobrefertilizadas, los campos de golf y los vertidos de las plantas de tratamiento de aguas residuales. Aunque los nutrientes no son contaminantes per se, en exceso provocan la proliferación de algas, causando graves problemas medioambientales. Su crecimiento excesivo puede dejar el agua sin oxígeno a causa del aumento de la absorción por parte de los organismos que se alimentan de estas y por las bacterias al descomponer las algas muertas. Esto provoca estrés en los organismos acuáticos; además, puede producirse una gran mortalidad si el agua se vuelve anóxica y afectar a la pesca recreativa y comercial. Además de los olores desagradables y la coloración del agua, algunas proliferaciones de dinoflagelados y cianobacterias producen toxinas nocivas. La intoxicación paralizante por mariscos (PSP, por sus siglas en inglés) puede causar síntomas que van desde náuseas y entumecimiento facial hasta parálisis muscular y muerte en personas que consuman mariscos intoxicados por ciertas especies de dinoflagelados.
Chispa de mar
Una «marea roja» causada por el dinoflagelado Noctiluca scintillans provocó el cierre de las playas de los alrededores de Sídney, Australia, en noviembre de 2017. Aunque la proliferación de esta especie no causa graves problemas de salud humana, produce amoníaco y puede provocar hipoxia, y así afectar a los ecosistemas locales. Esta especie se conoce como «chispa de mar» debido a su bioluminiscencia, apreciable en esta imagen de las aguas de Hong Kong en 2015.




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