¿Qué se siente al ser un ave?

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Tim Birkhead Catherine Rayner



Tim Birkhead ilustraciones de

Catherine Rayner


Contenido No necesitas enseñar a un ave a volar

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Las aves pueden bailar

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saltarín cabecirrojo

Una vida en la oscuridad El rey y la reina del río

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guácharo

cisne

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Prácticas del coro

carnicero flautista

12

El hielo y la cuna

pingüino emperador

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Cualquier cosa, menos común A lo largo y ancho de los mares El cazador que escucha

ánade real aguja colipinta

Caído del cielo

halcón peregrino

18 20

cárabo lapón

Aves alrededor de un tarro de miel

16

indicador

22 24


El zorro y la perdiz

Trineos para principiantes A punto para despegar El ave zigzag

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perdiz cuervo

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avesol americano

30 32

albatros viajero

Amigos con plumas La brújula mágica

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petirrojo

Una ruidosa ciudad de aves marinas Una historia en los árboles La casa secreta

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guacamayo, loro

picamaderos

mito común

La trampa de polillas

chotacabras

Los sentidos de las aves

arao

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Esta hermosa hembra de saltarín cabecirrojo no se parece al macho. Las plumas, de un delicado color verde oliva, se integran a la perfección con las hojas de la selva lluviosa.

Las aves pueden bailar Centro y Sudamérica En las profundidades del bosque húmedo tropical, un grupo de saltarines inquietos hacen turnos para saltar a la pata coja. Son machos de saltarín cabecirrojo. Las ramas tiemblan y, entre el follaje alto, se escucha el ruido. Desde una rama todavía más alta, la hembra espera. El macho se acerca. Esta pequeña y delicada ave puede ser de tamaño minúsculo pero cuando eriza el plumaje y va hacia la luz, capta la atención de todas las hembras. Es época de cría y el macho de saltarín cabecirrojo tiene una tarea muy importante. Tiene que atraer a una compañera para aparearse. La avecilla gira la cabeza para inspeccionar al resto de competidores, luciendo unas plumas escarlatas impresionantes y unos calcetines de color amarillo luminoso.

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Empieza la representación. El macho se desliza por la rama. Fija su mirada con los ojos muy abiertos. Parece un juguete mecánico. Cabeza abajo, cola arriba, se desliza adelante y atrás de la rama. Este baile cronometrado tan divertido es fascinante y en ocasiones consigue que la hembra se acerque para verlo mejor. Y entonces, el saltarín está a punto para la gran final. Salta hacia arriba y vuelve a aterrizar en la rama, sorprendiendo al público con un ruidoso chasquido.

¡BANG! El ave produce el sonido frotando tres veces las alas con la cola. ¡Lo hace tan rápido que parece un disparo! Mientras se desliza hacia atrás, añade cuatro chasquidos más. ¡Bravo!

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

Ahora es el turno de las hembras que harán de juezas en el concurso de baile. Una a una, valorarán la calidad de los sonidos y movimientos de los bailarines antes de escoger el macho que ha actuado mejor. Después de aparejarse, la hembra de saltarín cabecirrojo buscará el lugar idóneo para construir el nido, a punto para criar a sus pollitos.

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Prácticas del coro Australia Amanece en Australia, la hora fresca y sombría antes de la calicha blanca de pleno día. Un bando de carniceros flautistas, o urracas australianas, de ojos maliciosos desciende de los árboles donde ha pasado la noche. Las aves se quedan en el suelo.

Cinco... seis... siete... ocho... y se acercan más y más. Caminan por la campiña australiana, muy seca, hacia un viejo poste en el borde del campo. Forman un círculo al lado del poste, con la cabeza apuntando hacia el cielo, y comienzan a cantar juntos, dando la bienvenida al día con un canto melódico y conmovedor. ¡Son un coro! Al cabo de diez minutos, dejan de cantar. Cuando el sol se eleva en el cielo, los componentes del coro se separan y pasan el resto del día por separado.

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A diferencia de otras urracas, la australiana no vive en parejas, sino que prefiere vivir en grupos. Todos los miembros de un bando colaborarán para criar a los pollos y defender el territorio frente a intrusos. A primera hora del día, los carniceros flautistas se congregan para cantar en equipo. Más o menos como un coro, ¡aunque no canten muy bien! O quizá como antiguos guerreros que entonan cantos de guerra antes de ir a la batalla... o como los fans de un equipo de fútbol antes de un partido importante.

¡Cantar juntos hace que te sientas bien! Quizá cantar al amanecer les ayuda a ponerse a punto para el día.

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¿Alguna vez te has preguntado qué se debe sentir al volar? ¿O poder ver en la oscuridad? O quizás has imaginado cómo es vivir en las copas de los árboles... Las aves tienen algunos de los comportamientos más extraordinarios y peculiares del mundo animal. Especialmente cuando creen que nadie los mira. Un albatros puede volar durante semanas sin parar. Una perdiz puede engañar a un zorro hambriento. Los loros

hablan por los codos. Y a los cuervos les encanta jugar. Este libro comparte los secretos de veinte especies de aves, con datos rigurosos de la mano de Tim Birkhead, ornitólogo galardonado con distintos premios, y con unas espléndidas ilustraciones de Catherine Rayner.

¡Vamos a descubrir de verdad qué se siente al ser un ave!

ISBN 978-84-10048-09-6


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