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C016973
La obra de arte
Entender, interpretar y valorar
su significado
SUSIE HODGE
David con la cabeza de Goliat
Judit decapitando a Holofernes
La serenata
Judith Leyster • 1629 • Óleo sobre tabla • 47 × 34,5 cm • Rijksmuseum, Ámsterdam, Países Bajos
Ignorada por los historiadores del arte durante siglos, Judith Leyster (1609-1660) fue una figura central de la Edad de Oro neerlandesa. Octava hija de una tejedora y un productor de cerveza de Haarlem, la formación artística de Leyster no se conoce con certeza, pero parece que estudió arte desde una edad temprana y es posible que pasara parte de este tiempo formándose o trabajando con Frans Hals (1582-1666). En 1629, produjo sus primeras pinturas conocidas, Serenata y El alegre bebedor, y las firmó con su monograma: JL con una estrella fugaz que simboliza «Lodestar», el significado de su apellido. Cuatro años más tarde, se convirtió en una de las primeras pintoras en ser aceptada en el Gremio de San Lucas de Haarlem, lo que implicaba que podía establecer su propio taller. Se mudó a Ámsterdam en 1636, después de casarse con el también artista Jan Miense Molenaer (1610-1668). Vivieron allí durante once años antes de regresar a Haarlem. Leyster y Molenaer compartieron taller y trabajaron juntos. Tuvieron cinco hijos, pero solo dos sobrevivieron hasta la edad adulta.
Leyster creó escenas de género, naturalezas muertas, retratos y dibujos botánicos. Muchos de sus sujetos se muestran desde abajo, en plano contrapicado, y fue una de las primeras artistas neerlandesas en pintar escenas nocturnas con iluminación dramática. Sus alegres músicos y bebedores parecen estar disfrutando de la vida, pero estas imágenes también sugieren mensajes éticos y moralistas. Como pintaba en un país mayoritariamente protestante, donde las iglesias no querían obras de arte religiosas, Leyster no estaba obligada a representar temas cristianos tradicionales, pero la moralidad seguía siendo un elemento importante en muchas de sus pinturas. Sus insinuaciones sutiles y ambiguas animaban a los espectadores a sacar sus propias conclusiones. Sus imágenes vivaces, de apariencia natural, y su destreza técnica la hicieron famosa, rica y respetada pero, durante siglos después de su muerte, sus obras se atribuyeron sobre todo a artistas masculinos, como a Hals y a Molenaer.
Técnica
Artista
La gran ola de Kanagawa
Katsushika Hokusai • 1830/1832 • xilografía; tinta y color sobre papel • 25,7 × 37,9 cm • Metropolitan Museum of Art, Nueva York, Estados Unidos
Katsushika Hokusai nació cerca de Edo (actual Tokio) y empezó a pintar a los seis años. Se convirtió en uno de los artistas japoneses más famosos de la historia; un pintor y grabador de la escuela ukiyo-e. El término ukiyo-e se traduce como «imágenes del mundo flotante» y es un género del arte japonés que proliferó de los siglos xvii a xix entre artistas que producían pinturas y grabados en madera; unas imágenes que se centraban en los placeres de la cultura urbana y representaban escenas y figuras como mujeres hermosas, actores de kabuki y luchadores de sumo.
Hokusai tenía setenta años cuando inició su serie «Treinta y seis vistas del monte Fuji». Eran xilografías que mostraban diferentes vistas de la montaña más sagrada de Japón. Después de completar las primeras treinta y seis imágenes, añadió diez más, pero mantuvo el título original. Creó la serie tanto en respuesta a un auge de los viajes domésticos como por su obsesión con los poderes sagrados del monte Fuji. De las cuarenta y seis imágenes, la más famosa es La gran ola de Kanagawa, que lo hizo famoso en todo el mundo. La escena muestra a tres barcos bajo la amenaza de una gran ola frente al monte Fuji. La enorme ola a punto de romper domina la composición, empequeñece los barcos y crea una sensación de tensión. En el primer plano, una pequeña ola forma la figura de un Fuji en miniatura y, a través de la perspectiva, esta ola parece más grande que la montaña distante. La oscuridad detrás del monte Fuji sugiere que la escena se desarrolla en la madrugada. Color Movimiento
El beso
Gustav Klimt • 1907-1908 • Óleo y pan de plata y oro sobre lienzo • 180 × 180 cm • Österreichische Galerie Belvedere, Viena, Austria
El pintor austríaco Gustav Klimt (1862-1918) empezó a pintar en un estilo clásico, pero en 1897 se convirtió en uno de los fundadores de la Secesión de Viena. Este grupo de artistas, diseñadores y arquitectos se rebeló contra el estancamiento del arte académico y trabajó en un estilo decorativo similar al modernismo. Más adelante, Klimt colaboró con artistas de la Wiener Werkstätte, una organización de diseño austríaca que tenía como objetivo mejorar la calidad y el atractivo visual de los objetos cotidianos. Tras conocer el éxito como pintor de murales municipales y otras obras públicas, las pinturas secesionistas de Klimt para espacios urbanos enfurecieron a muchos de sus contemporáneos y tuvo que enfrentarse a acusaciones de obscenidad debido a lo que el público percibía como contenido erótico. La mayoría de sus obras más pequeñas son más ornamentales, con desnudos sensuales y mujeres hermosas, donde fusiona las formas estilizadas y los colores artificiosos del simbolismo con sus propios conceptos de belleza y misterio. Junto con otros secesionistas, Klimt estaba interesado en el simbolismo, el mito y la alegoría.
El segundo de siete hermanos, Klimt nació a las afueras de Viena. Su padre era grabador y orfebre, y pasó dificultades para mantener a su familia, sobre todo después de la caída de la Bolsa de Viena en 1873. A los catorce años, Klimt ingresó en la Kunstgewerbeschule de Viena, donde pronto destacó por sus habilidades excepcionales. Mientras estudiaba, recibió encargos para pintar obras de gran formato para importantes edificios públicos. Durante sus años en la Secesión de Viena, expuso en exposiciones independientes y ayudó a producir la revista progresista Ver Sacrum («Primavera Sagrada»). Muchas de sus pinturas mostraban su fascinación por el modernismo, el movimiento Arts and Crafts y el arte bizantino. En 1901, comenzó a pintar con pan de oro y plata y a aplicar espirales, círculos y otras formas que recordaban a las decoraciones micénicas. Este estilo se conoció como su «fase dorada» y El beso es una de las obras de ese período.