Sabina

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SABINA NO AMANECE JAMÁS

JAVIER MENÉNDEZ FLORES



SABINA NO AMANECE JAMÁS

JAVIER MENÉNDEZ FLORES



A Margarita, Javier y Rodrigo, cielo y suelo, como cada nuevo libro, como siempre. Esta vez, desde el corazón de la noche. Y a Marisa y Joaquín, que saben muy bien lo que pienso de ellos aunque no diga esta boca es mía. Y porque ahí (perdonen la tristeza) empezó todo.

La noche que yo amo no amanece jamás. JOAQUÍN SABINA, «Negra noche»


Concepción y proyecto editorial: Tinta Simpàtica (www.tintasimpatica.com) Diseño: Sofía Alonso Documentación gráfica: Anna Nualart Coordinación: Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española: 2016 © 2016 Art Blume, S.L. Carrer de les Alberes, 52, 2, Vallvidrera 08017 Barcelona Tel. 93 205 40 00 – E-mail: info@blume.net © 2016 Javier Menéndez Flores I.S.B.N.: 978-84-9801-969-8 Depósito legal: B.19.215-2016 Impreso en Tallers Gràfics Soler, S.A., Esplugues de Llobregat Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor. Este libro se ha impreso sobre papel manufacturado con materia prima procedente de bosques de gestión responsable. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.

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CONTENIDO 8

1978-2016 (UNA INTRODUCCIÓN)

LA OBRA 12

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16 18 25 26 28 33 34 36 37 38

CLAVES DEL UNIVERSO SABINIANO El narrador, el cronista, el fotógrafo… pero siempre el poeta Solamente Sabina, o casi

LAS PALABRAS Y SUS USOS Figuras literarias Metáforas/alegorías Sinestesia o metáfora sinestésica La personificación o prosopopeya El símil La anáfora El polisíndeton La políptoton y la derivación La paradoja La hipérbole Otras

46 54 58

Frases hechas (locuciones) y rehechas (nuevos giros) Argot/coloquialismos/tacos Extranjerismos/argentinismos Préstamos/hurtos: intertextualidad. Alusiones Guiños a la propia obra: autorreferencia Elementos recurrentes/obsesiones

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LOS ASUNTOS

38 42

68 77 84 102 107 113 116 126 130 137 140 145

Amor/desamor Retratos: personajes reales (célebres y anónimos) y ficticios Autorretratos y guiños autobiográficos Desprecio por la rutina y los convencionalismos Delincuencia, marginalidad Policía Madrid Religión Hechos históricos relevantes Política Terrorismo Canto a la literatura


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151 156 166

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179 180 186

189

196

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EN COMPAÑÍA DE OTROS La Mandrágora Enemigos íntimos Vinagre y rosas

«MI PRIMO EL NANO» O LA FELIZ «PAREJA DE DESECHO» Dos pájaros de un tiro La orquesta del Titanic Dos pájaros contraatacan/Serrat & Sabina en el Luna Park Dos pájaros con mucho pico En el generoso corazón de América Latina

RECOPILATORIOS (CONSENTIDOS Y A TRAICIÓN) Y HOMENAJES Discos editados sin la intervención ni el visto bueno de Sabina Discos supervisados por Sabina Cajas: el «todo» Sabina

202 203

205 207

Discos en directo Deuvedés Sabina en otras bocas Donde más duele. María Jiménez canta por Sabina … Entre todas las mujeres La Habana canta a Sabina De purísima y oro Más de 100 mentiras. Sabina. El musical

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PALABRAS SIN MÚSICA

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210 212 216 220

Memoria del exilio De lo cantado y sus márgenes Ciento volando de catorce A vuelta de correo Esta boca es mía El grito en el suelo

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EL PINTOR IMPOSTOR

223 224

Muy personal Garagatos

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EL PERSONAJE Y EL HOMBRE 228

SABINA

229 232 233 237 238

«Dando el cante hasta el día en que me muera» Las cuatro fechas clave de su carrera De entonces acá El mérito es suyo y sólo suyo Pancho y Antonio, nobleza obliga

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MARTÍNEZ

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Úbeda/Granada, crecer para volar Londres: carpe diem Madrid, territorio mítico Mujeres veneno, mujeres imán Sus niñas «Mañana cuando era tan pequeño» No amanece jamás (una despedida), 1 No amanece jamás (una despedida), y 2

SABINA SOMOS TODOS 23 40 60 73 90 128 141 158 181 199 206 231 236

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Donante de amor y versos, por Vicente Amigo Me cautivó y me cautiva, por Iñaki «Uoho» Antón El cantor de los tiempos de espera, por Joaquín M. Barrero Para Sabina, por Germán «Mono» Burgos La magia de este artista, por Iker Casillas Es el atleta, por Ángel Antonio Herrera Cómo conocí a Sabina, por Pedro Javaloyes Gracias, maestro, por Dani Martín ¡Vivan las musas!, por José Mercé Un genio, por Estrella Morente El puto amo, por Santiago Segura Un grande, por Diego Simeone, «El Cholo» En mi mente y corazón, por los años de los años, por Fernando Tejero

Agradecimientos APÉNDICES

253 278 285 288

Las palabras y sus usos Los asuntos Índice onomástico Créditos fotográficos


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SABINA, NO AMANECE JAMÁS


CLAVES DEL UNIVERSO SABINIANO

Las canciones de Joaquín Sabina nos hablan de un atentísimo observador de su entorno y de un analista pertinaz de las profundidades del ser humano. Alguien para quien mujeres y hombres son previsibles en sus acciones y, a un tiempo, tan insondables como el espacio exterior, como la negra galaxia. De ellas —milagrosas o letales, dependiendo de si llegan como la primavera o se marchan con sangre en las manos—, de ellos —audaces y falibles, antihéroes siempre— y de sí mismo, de sus deseos, contradicciones, vicios, miedos, es de lo que se ha ocupado a fondo en su ya dilatada trayectoria literaria. Afinando aún más, las constantes de su obra son la búsqueda de la libertad y el placer («no dejes que te impidan galopar», «nunca he renunciado a buscar en unos labios abiertos»), el amor como un imposible por el que, sin embargo, merece la pena jugársela («vendí por amores, y no por dinero, / mi alma a Belcebú»), la rutina y la existencia convencional como lugares de los cuales huir («yo no quiero domingos por la tarde, / yo no quiero columpio en el jardín») y la condena absoluta a la muerte («viva la mala vida, / muera la muerte»), recordatorio incesante de la broma macabra que es la vida, que todo nos lo da para después arrebatárnoslo. Él es, de hecho, un hombre casi libre, sin más ataduras que las de las contingencias ineludibles del devenir. Su ateísmo confeso lo convierte además en alguien que asume que la vida sólo pasa una vez, y por ese motivo hay que exprimirla sin reparos ni temores ni arrepentimientos. O, al menos, intentarlo.

Antes, a Sabina las musas sólo se le manifestaban fuera de casa. Madrid, 1994.

Pero vivir intensamente no implica pasar como un golpe de aire por la existencia, sin que quede la menor constancia de ti. De ahí que haga suyas, aun sin pretenderlo, estas desnudas palabras de André Gide: «Las razones que me empujan a escribir son múltiples, y las más importantes son, me parece, las más secretas. Quizá sobre todo esta: poner algo a resguardo de la muerte». Puesto que, aunque haya rechazado de continuo el menor interés por la posteridad —«la posteridad, créeme, no me importa nada, porque cuando ella esté yo ya no estaré», me dijo para En carne viva—, quien escribe con voluntad de hacerlo cada día mejor, de llegar más lejos, está por fuerza barajando la idea de la inmortalidad, lo reconozca o no.

El narrador, el cronista, el fotógrafo… pero siempre el poeta Para acometer su trabajo se ha servido de distintas fórmulas. La inicial se movía entre la novela cantada y la crónica periodística con trazas poéticas —canciones con planteamiento, nudo y desenlace—, pero, de manera paulatina, a medida que iba creciendo como autor, se fue adentrando en una lírica casi pura, sin apenas coartadas narrativas, más interesada en los desvaríos de la belleza formal, en el poder persuasor de las imágenes, que en ser entendido de principio a fin como una película apta para todos los públicos. Y ello con el único objeto de dar con la «canción perfecta», el Santo Grial de las composiciones, que se resiste a llegar, la muy puta, pese a haber estado en más de una ocasión demasiado cerca, ahí mismo. Ese es, en resumidas cuentas, el andamiaje filosófico y estético de Sabina, su ideario artístico en forma de

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canciones. Canciones en las que me he adentrado provisto de bisturí para analizar, primero, el uso que hace del lenguaje, los recursos literarios de los que se sirve, y, después, los temas que más le obsesionan. Ambas cuestiones, las palabras y sus usos y los asuntos, las amplío al final de este volumen en un apéndice. Este tiene una voluntad enciclopédica, nacida del deseo de confinar en una metafórica habitación —las paredes de un libro— las claves del arte del jiennense. Aunque he de ser sincero: en realidad, ese análisis no ha sido más que una excusa para poder deleitarme, y compartir de paso semejante placer con el lector, con sus magníficas letras, las cuales, más allá de toda exégesis, son «un lujo para el alma y el oído». Un lujo necesario y democrático, por cierto. Al alcance de cualquiera que disponga de unos gramos de sensibilidad y no tenga el corazón, como aquel hombre del traje gris, guardado en un cajón.

SABINA, NO AMANECE JAMÁS

Solamente Sabina, o casi

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Hay tres trabajos que no he llevado al quirófano: Inventario, Vinagre y rosas y La orquesta del Titanic. El primero, porque se trató de un disco casi improvisado, para cumplir con una discográfica tras la firma de un contrato con el que Joaquín no contaba, y sus canciones no son memorables en absoluto. Quiero decir con esto que le hago así un favor a su autor, que lo aborrece hasta el punto de haber comprado, durante años, las cintas casete en las gasolineras para retirarlas del mercado. En cuanto a los otros dos, la razón es que las canciones en ellos incluidas —con la única excepción de «Ay! Carmela», «Crisis» y «Violetas para Violeta», las tres de Vinagre y rosas, y de las que sí me ocupo— llevan también la firma de otras personas, Benjamín Prado y Joan Manuel Serrat, y es por ello imposible saber con certeza qué versos salieron de la cabeza de Joaquín y qué otros fueron creados por sus compinches. De esos títulos hablo en el capítulo «En compañía de otros», si bien no ahondo en sus letras como en aquellas de las que Sabina es el único responsable. El único culpable. El caso de Enemigos íntimos, construido con Fito Páez, es distinto, ya que en él el argentino se hizo cargo, fundamentalmente, de la música y Joaquín de los textos. Este es un disco muy literario. Me atrevería a decir, incluso, que es el más literario, en conjunto, de toda la discografía de Sabina, por más que se trate de un trabajo irregular en el que hay canciones espléndidas y piezas de aliño.

Aparte de los tres cedés antes mencionados, que suman treinta y una canciones, hay cerca de una veintena de temas, cinco de ellos muy conocidos, que ha levantado con otras personas. Esos temas son: «Cuando aprieta el frío», «Esta noche contigo» y «Números rojos», con Benjamín Prado (este también participó en la escritura de la antes citada «Crisis», de Vinagre y rosas, a pesar de que no lo reflejen los créditos); «Incluso en estos tiempos», con Gloria Varona, hermana de su Pancho; «Ruido», con P. M. Guerra; «Pero qué hermosas eran», «Como te digo una co te digo la o» y «Ay, Calixto», con Antonio Oliver; «Contrabando», con Pancho Varona; «Retrato de familia con perrito», con Varona y Antonio García de Diego; «Con lo que eso duele», con Jaime Asúa; «Dos horas después», con José Manuel Caballero Bonald; «A la sombra de un león» y «Mañana será otro día», con Josep Maria Bardagí; «Conocí a una mujer», con Jorge Drexler y F. J. Polaino; «Estravagario», con Luis García Montero, Benjamín Prado y Felipe Benítez Reyes; «Nombres impropios», con García Montero, y «Como un dolor de muelas», escrito a partir de unos versos firmados por el subcomandante Marcos. En algunos de estos sí he entrado, del mismo modo que lo he hecho en una serie de canciones que no figuran en ninguno de sus discos oficiales, célebres y no tanto, porque en ellas aparecen algunos de los elementos formales y de fondo que constituyen la base de este estudio. El material es, en cualquier caso, copioso, ya que las letras escritas por Sabina rondan las tres centenas. Hablo, como es natural, de aquellas que han sido grabadas y divulgadas en trabajos propios o ajenos —colaboraciones, homenajes, regalos—, y las cuales se recogen en el cancionero Con buena letra. Pues me consta que tiene unas cuantas decenas que no han sido dadas a conocer y que, por lo tanto, a efectos prácticos no existen.

Sabina y su bombín, ya una marca. Buenos Aires, 2010.



SABINA, NO AMANECE JAMÁS

Con Miguel Ríos en un concierto a beneficio de los indios colombianos del Cauca. Madrid, 1995.

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Porque invertir en latas de sopa boba es como barnizar el propio ataúd, te hubiera dado más de lo que me robas le dije al norte cuando me fui pa’l sur. Y aquí, a su vida de cantante ambulante en Madrid: Con dos o tres metáforas en la nuca y una gota de plomo en el lacrimal, mi dueto del cuá-cuá con el pato Lucas rodó por los baretos de la ciudad. (…) Con dos o tres carámbanos en las tripas y un billete de ida a ningún lugar, mi jeta, mi bombín y mi buena pipa me abrieron las ventanas del más acá.



POR

DANI MARTÍN

Hay personas que son especiales, mágicas, geniales... Pueden decir palabras horteras, horribles, feas, pero en su boca quedan bien. Cuando dicen cosas bonitas no tienen el retintín de lo excesivo. Si no son guapos al uso, su carisma les hace más atractivos y apuestos que el tipo más esbelto y perfecto de portada de revista. Rápidos y ocurrentes. Ese es Joaquín para mí. Habla y escucho, canta y me emociono. Le veo frente a mí y me parece atractivo, seductor y gigante. Hay personas así en la vida, personas con las que empatizas por su verdad, cuya presencia genera cosas increíbles, que levantan, que conmueven. Su voz me transmite más que la mejor de las voces, porque canta con sus cojones. Me emociona la gente así, me da envidia Sabina. Es inimitable, irreproducible, de verdad. Es una putada ser artista y que Sabina exista porque siempre nos querremos intentar parecer a él, y jamás llegaremos a la suela de sus zapatos. Gracias, maestro, por existir. Porque siendo peatón es maravilloso tenerte.

SABINA SOMOS TODOS

GRACIAS, MAESTRO


En esa misma canción, que parece muy Prado y, de hecho, lo es, hay una serie de sentencias ingeniosas rayanas en la paradoja:

Sabina recoge el tercer disco de platino por Vinagre y Rosas en compañía de Rubén y Leiva, de Pereza (2010).

Contigo he aprendido que la humedad es algo que se seca y se olvida. Gracias a ti he sabido que la verdad es sólo un cabo suelto de la mentira. Por eso sé que perderte no era quedarse sin nada, la muerte es sólo la suerte con una letra cambiada. Y: … las mujeres que se van se quedan en el camino. Y hay otro memorable juego de palabras en «Nombres impropios»:

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Autor de dos títulos fundamentales para entender la obra sabiniana, Perdonen la tristeza y En carne viva, Javier Menéndez Flores disecciona en esta nueva y ambiciosa entrega los entresijos de uno de los cancioneros más osados y hermosos que ha dado la lengua española. En este volumen se analizan los recursos literarios más utilizados por el letrista andaluz, así como los temas que con mayor insistencia aparecen en sus canciones. Forma y fondo, pues. Un exhaustivo estudio que inyecta luz en unos textos cargados de mensajes ocultos y referencias culturales y autobiográficas. Además, y entre otros muchos asuntos, se repasan su obra periodística y poética —los sonetos y las epístolas en verso— y los hitos tanto del personaje como del hombre. Nombres de la cultura, la música, el espectáculo y el deporte ofrecen a su vez su emocional visión de un artista al que admiran y con el que han compartido, en persona o desde la distancia cómplice de la escucha de cualquiera de sus discos, momentos imborrables. Un libro, en suma, rico en datos, anécdotas y curiosidades, muy informado y al mismo tiempo amenísimo. Imprescindible para sus seguidores y recomendable de igual modo para todos aquellos amantes de la música, la literatura y la vida sin cadenas.

«El libro es un estudio riguroso y estupendo. El punto de vista de Javier es muy atinado.» JOAQUÍN SABINA

ISBN: 978-84-9801-969-8


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