Los cuentos bien contados

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Los cuentOs bIen COntadOs (just so stories)

Rudyard KIplIng ilustracIones de Robert Ingpen


Esta edición ilustrada está dedicada a Angela, mi amiga y compañera de toda la vida.

Título original: Just so Stories Dirección artística Bernard Higton Traducción Antøn Antøn Coordinación de la edición en lengua española Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2015 © 2015 Art Blume, S.L. Av. Mare de Déu de Lorda, 20 08034 Barcelona Tel. 93 205 40 00 Fax 93 205 14 41 E-mail: info@blume.net © 2013 Palazzo Editions Ltd, Bath (Reino Unido) © 2013 de las ilustraciones Robert Ingpen I.S.B.N.: 978-84-9801-826-4 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

WWW.BLUME.NET Este libro se ha impreso sobre papel manufacturado con materia prima procedente de bosques de gestión responsable. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.


Contenido

Rudyard Kipling 6 Cómo se le formó la garganta a la ballena 11 Cómo se le formó la joroba al dromedario 20 Cómo se le arrugó la piel al rinoceronte 31 Cómo se puso las manchas el leopardo 38 La cría del elefante 50 La cantinela del viejo canguro 64 El origen de los armadillos 74 Cómo se escribió la primera carta 88 Cómo se creó el alfabeto 102 El cuento del tabú 118 El cangrejo que jugó con el mar 136 El gato que iba a su aire 153 La mariposa que dio un pisotón 171 Nota del ilustrador 188

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El origen de los armadillos

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sucedió esta historia, mi bienamada, en tiempos pasados y remotísimos. Justo en la mitad de aquella época había un espinudo y testarudo erizo que vivía en las orillas del turbio Amazonas, donde comía caracoles con concha y cosas de este tipo. Y tenía una amiga, una lenta y robusta tortuga que vivía en las orillas del turbio Amazonas, donde comía lechugas tiernas y cosas de este tipo. Así las cosas, mi bienamada, todo iba bien. ¿Comprendes? Pero, en aquellos mismos tiempos pasados y remotísimos, había además un jaguar pintado que vivía también en las orillas del turbio Amazonas, donde se comía todo lo que pillaba. Si no lograba cazar ciervos o monos, comía ranas y escarabajos, y cuando no conseguía cazar ranas ni escarabajos, acudía a la madre jaguar, que le decía cómo se comían los erizos y las tortugas. Fueron muchas las veces en las que, moviendo graciosamente la cola, esta le dijo: «Hijo mío, cuando te encuentres con un erizo, debes echarlo al agua para que se desenrosque, y cuando caces una tortuga, debes sacarla de su caparazón utilizando tus garras como si fueran una cuchara». Así las cosas, mi bienamada, todo iba bien. Una hermosa noche a las orillas del turbio Amazonas, el jaguar pintado se encontró al espinudo y testarudo erizo y a la lenta y robusta tortuga sentados ambos bajo del tronco de un árbol caído. Como no podían escapar, el espinudo y testarudo se enroscó hasta hacerse una bola, pues era un erizo, y la lenta y robusta tortuga metió la cabeza y las patas todo lo que pudo dentro del caparazón, pues era una tortuga. Así las cosas, mi bienamada, todo iba bien, ¿Comprendes? —Ahora, prestadme atención —dijo el jaguar pintado—, porque se trata de algo muy importante. Mi madre me dijo que cuando me encontrase con un erizo debía echarlo al agua para que se desenroscara, y que cuando me encontrase con una AMBIÉN

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ste es un interesante mapa del turbio Amazonas realizado en rojo y negro. No tiene nada que ver con la historia, salvo por el hecho de que hay dos armadillos en él: en la parte de arriba a la izquierda.


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C U E N T O S B I E N C O N TA D O S

tortuga tenía que sacarla de su caparazón con mis garras. Bien, ¿cuál de vosotros es el erizo y cuál la tortuga? ¡Por mis manchas que no sabría decirlo! —¿Seguro que tu mamá te dijo eso? —preguntó el espinudo y testarudo erizo—. ¿Estás completamente seguro? A lo mejor te dijo que para desenroscar una tortuga tenías que sacarla del agua con una cuchara y que cuando agarraras a un erizo tenías que tirarlo al caparazón. —¿Seguro que tu mamá te dijo eso? —preguntó la lenta y robusta tortuga—. ¿Estás completamente seguro? A lo mejor te dijo que cuando agües a un erizo debes echarlo en tu garra y que cuando te encuentres con una tortuga debes pelarla hasta que se desenrosque. —No creo que dijera nada de eso —dijo el jaguar pintado, que se sentía un poco confundido—, pero, por favor, repetidmelo con más claridad. —Cuando recojas agua a cucharadas con la garra, desenróscala con un erizo —dijo el espinudo y testarudo—. Acuérdate de eso, porque es importante. —Pero —dijo la tortuga—, cuando agarres la carne, se la tiras a la tortuga con una cuchara. ¿Es que no lo entiendes? —Estáis haciendo que me duelan hasta las manchas de la piel —dijo el jaguar pintado—; además, ni siquiera quería vuestros consejos. Solo quería saber quién de vosotros es el erizo y quién la tortuga. —Yo no te lo voy a decir —respondió el espinudo y testarudo—, pero, si quieres, puedes sacarme de mi caparazón a cucharadas. «¡Ajá! Ahora ya sé que eres la tortuga. ¡Te crees que no lo haré! Pues ahora mismo lo voy a hacer», dijo el jaguar pintado, tras lo cual lanzó su almohadillada garra hacia el espinudo y testarudo en el mismo instante en el que este se enroscaba, y, claro está, la almohadillada garra del jaguar se llenó de púas, Peor aún, el golpe lanzó al espinudo y testarudo entre los árboles y los matorrales, donde estaba demasiado oscuro como para encontrarlo. Entonces, el jaguar pintado se llevó la almohadillada garra a la boca, donde, claro está, las púas le hicieron más daño todavía. En cuanto pudo hablar, dijo: «Ahora ya sé que no es la tortuga de ninguna de las maneras. Pero —y se rascó la cabeza con la garra que no tenía púas— ¿cómo sé que el otro es la tortuga?». —Es que yo sí soy la tortuga —replicó la lenta y robusta—. Tu madre tenía toda la razón. Te dijo que tenías que sacarme del caparazón utilizando la garra como una cuchara. Puedes empezar. —No era eso lo que me dijiste hace un instante —replicó el jaguar pintado mientras se quitaba con la boca las púas de su almohadillada garra—. Decías que había dicho algo completamente distinto.

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ORIGEN DE LOS ARMADILLOS

—Bueno, supongamos que tú dices que yo dije que ella había dicho algo completamente distinto; no veo que eso cambie nada, ya que si ella dijo lo que tú dijiste que yo dije que ella había dicho, es lo mismo que si yo hubiera dicho que ella había dicho lo que había dicho. Por otra parte, si crees que ella dijo que tenías que desenroscarme con una cuchara en lugar de hacerme añicos el caparazón, eso algo que yo no puedo evitar, ¿verdad? —Pero es que dijiste que querías que te sacara del caparazón utilizando mi garra a modo de cuchara —dijo el jaguar pintado. —Si lo piensas de nuevo, verás que no he dicho nada así. Lo que dije es que tu madre había dicho que tenías que sacarme del caparazón a cucharadas. —¿Y qué pasa si lo hago? —preguntó el jaguar con toda la cautela y la precaución del mundo. —Pues no lo sé, ya que nunca me han sacado del caparazón a cucharadas; lo que sí te puedo decir con toda sinceridad es que, si quieres ver cómo me voy nadando, basta con que me eches al agua. —No lo creo —dijo el jaguar pintado—. Has enredado todo lo que mi madre me dijo que hiciera con lo que tú me preguntaste si estaba seguro de que ella no había dicho, y hasta tal punto que no sé dónde tengo la cabeza y dónde la cola pintada, y ahora vas y me dices algo que sí que entiendo y que me deja más enredado que antes. Mi madre me dijo que tenía que tirar al agua a uno de vosotros dos, y puesto que parece que tienes tantas ganas de que te tire, creo que no quieres que te tire, Salta pues al turbio Amazonas, y no tardes en hacerlo. —Te advierto de que a tu mamá no le va a gustar. No le digas que no te lo dije —se despidió la lenta y robusta.

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«Este es el primer libro que amé de verdad, y aún hoy en día me maravilla la inventiva de Rudyard Kipling. En esta irresistible edición, los personajes cobran vida gracias a las ilustraciones de Ingpen, igual que cobraban vida en la voz de mi madre cuando me leía estos cuentos». MIcHaeL MORPurgO

ISBN 978-84-9801-826-4 978-84-9801-554-6

Preservamos el medio ambiente El papel de las páginas de este libro está manufacturado con materia prima procedente de bosques de gestión responsable.

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788498 018264


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